Mi percepción es que el mundo
funciona por chapuza. No sé si por colisiones físicas de hadrones o sapiens,
incontroladas a pesar de que creamos conocer sus caminos, pero claramente, las
relaciones humanas son tan flexibles, volubles y cambiables que no hay un
control pleno sobre ellas. Quizá ahí se encuentra el libre albedrío, en la
esencia del caos, no lo sé. Pero también sé que existe gente que cree poder
controlar parte de esas colisiones y lograr un resultado más o menos similar a
lo que esperaban.
Resumo un poco. Sin ponerme
histórico, Cataluña lleva unos 150 años (como las Vascongadas o algunas más
recientes, León, Asturias, Baleares, Andalucía o la Cartagena cantonal)
hablando de ser independiente y largarse de aquel constructo llamado España.
Algunos lo retrotraen a la guerra de sucesión, casi 300 años, y más incluso
otros a épocas pretéritas, no sé, aquel Wilfredo el Belloso o el Conde
Berenguer. Tanto me da. Igual que el mito de construcción de España se asienta
en creer que hubo una línea de reyes Godos y luego reyezuelos cristianos que
echaron al pérfido mahometano para construir un país de color rosa, cada
nacionalismo hace lo propio con la Historia, la prostituye y la alcahuetea para
ver cuánto rédito logra. Mi percepción, pues, es que igual de mentira es la
construcción nacional de España que la de Cataluña o la de Pedralbes del monte.
Pero claro, entonces vienen las
agendas políticas. En el mundo anglosajón es un término muy en uso, en boga, y
consiste en aplicar una idea política clara mediante medios poco claros.
Difusos, podría decirse. Incluso cínicos o hipócritas, si no directamente
torticeros y retorcidamente falsos. Nada nuevo, de nuevo. En nuestra geografía
(me abstengo de decir de momento “España” por eso de que aún me intento aclarar
de qué lado estoy…) nos encontramos una agenda que dicen va de construir un
país mejor, entre todos, esforzándonos mucho y logrando los mejores servicios
sociales y de bienestar para… ya no sé de qué país hablo, porque todos
chacharean con lo mismo. Sean sinceros. ¿Se creen ustedes algo? Igual se ponga
en una Constitución vetusta de 1978 que en otra nonata que provoca apelaciones
al TC.
En Cataluña se produce una
extraña circunstancia que en el resto de España no percibo. No viajo tanto, pero
la sensación que tengo es de siesta perenne en casi todos los lares de la
geografía (vaya, y ya he dicho “España”… unos que se ofendieron se sentirán
aliviados y otros se ofenderán ahora… no daré una a derechas ni a izquierdas,
qué torpe) y sin embargo de viveza y ganas en aquella otra tierra, la catalana.
O quizá sólo sea Barcelona y aledaños que contagia al resto. No sé. Tener un
idioma propio que hablan varios millones es un aliciente, da sensación de
comunidad (a pesar de que, como en Castilla, si traspasas ciertos valles o
pueblos a lo mejor se tiene sensación no de compartir lengua si no de haber
encontrado una comunidad magiar indescifrable…) y de unión, de pertenencia, de
punto de vista cultural y social, de valores. Quizá sea propaganda y en Cataluña
se haga más ruido al respecto que, no sé, Cantabria o Navarra. En todo caso, sí
es cierto que hay gente haciendo, moviéndose, creando banderas e himnos,
generando la parafernalia que arrope sus ideas y actuando como si de veras
fueran un Estado nacional que debe salirse de otro Estado nacional.
Rápidamente, todos vendrán a decir “balcanización” y otras cosas similares,
aparte de “¡Artículo 155 y Ejército!” como si fuera aquel episodio de los
Simpson de “¡Seguro dental!”. Y mil cosas más. Pero lo cierto es que, los
hechos son, en Cataluña hay algo que se mueve y en resto de España o las
Españas o la geografía nuestra (incluyendo el casillero de las Canarias) hay…
reacción. Cuando no simple siesta producto de la pereza mental.
Agendas políticas. Las he visto
muy activas desde los atentados de Barcelona y Cambrils (igual que siempre las
he visto, desde los 80, con el terrorismo, un tema que galvaniza al poder para
ejercerlo aún más profundamente) y multitud de debates, elucubraciones,
afirmaciones y respuestas, todas ellas desde la agenda política de cada cual.
Unos y otros, aquellos y estos, los suyos y los nuestros, incluso los que
paseaban por allí (no sólo por las Ramblas) han participado de alguna manera.
Desde su punto de vista, su agenda política, reitero. Y la pregunta del millón
es… ¿quién lleva razón? ¿Los que acusan al gobierno de Rajoy y del PP y los
poderes fácticos y al Rey y quien más pillen del tema de haber orquestado o al
menos dejado que pasaran los atentados para lograr que el “proces” se ahogara
en otro tema más importante y así dejara de molestar? ¿Los que acusan al
gobierno de Puigdemont y socios y a Colau y los progres y los neos y los demás
de haberse llevado una hostia fulminante de un terrorismo por culpa de la
dejadez de sus gestiones públicas pero de paso demostrar que son un Estado de
facto por lo bien que lo han gestionado y a ver si ya se independizan y tal?
¿Los habituados a conspiraciones que mezclan wahabismo yijadismo club
Bilderberg CNI y un señor de Moratalaz que seguro hizo de Paesa por el camino?
¿Quiénes afirman que la humanidad pierde y los musulmanes más? ¿Quiénes creen
que los musulmanes tienen un grave problema por no separar religión de
legislación y no tener valores realmente humanistas? ¿Las que piensan que es un
acto más del heteropatriarcado machista insensible y capitalista que nos
comemos todos con patatas? ¿Aquellos que creen que todo se va a la mierda y
nada nos puede detener? Yo pienso que todos tienen un punto de razón. Algo
llevarán. Porque nadie lo sabe todo. Y menos aún, todo cómo ha salido y se ha
hecho, mucho menos cómo se ha pensado y planificado (si es que se planifica
algo…)
No invoco una sana epoché, que
debería estar, ni siquiera para lograr también una más sana aún ataraxia que
nos dejara de tonterías varias. Pienso, únicamente, que lo de Barcelona y
Cambrils, reducido al mínimo, me queda así. Unos tipos planearon un atentado de
bajo coste (furgonetas, cuchillos, bombonas de gas… igual a lo que usa Arabia
Saudí en Yemen o Rusia en Siria o EEUU en Irak, vaya…) porque pensaron que era
una buena idea (idealistas… siempre creen que es una buena idea matar por sus
ideas…) y merecía la pena. Que se ampararan en el Islam o una interpretación
del mismo (hoy día, lo más cercano al nazismo que conozco, por aquello de
plantear genocidios y discriminaciones y tal…) no es anecdótico, pero casi. Que
luego decenas de grupos e individuos con una agenda política hayan sacado su
tajada, es absolutamente cierto. Sobre sangre (ajena, a ser posible) se
edifican los imperios… y a ti te encontré en la calle, como decían “Siniestro
Total”.
Qué mezcla para una novela de
misterio, intriga, política y violencia. Islam, terror, independentismo, un
estado en crisis, un mundo en guerra, mossos y guardias civiles… o no. Qué
mezcla para el mismo esperpento de siempre, que en España (en nuestra
geografía, vaya) conocemos bien y más desde que el ínclito Valle (-Inclán) lo
describió tan bien. Qué mezcla para afirmar que en las presuntas lucideces de
todos los que saben a ciencia cierta qué ha pasado, pasó y pasará hay un punto
de soberbia producto de la creencia, que no el saber, en qué está pasando o
debería pasar. Qué merengue, que diría Discépolo.
Me reafirmo en que las ideas,
creencias y demás, para mí no son objeto de respeto. Misma idiotez me parece el
mito de España como el de Cataluña o el País Vasco o Pretalaterra de Monforte.
Mito, porque la Historia, en clave marxista, esto es, económica, deja claro que
siempre es la misma cosa; quién tiene y quién no, y cómo desde casi siempre,
aun cuando parece lo contrario, son los que manejan los que gestionan y los que
no, quienes ponen el pecho y paran las hostias. Ya puede parecernos bella la
Revolución Francesa (otro mito) o terrible la Revolución Rusa (otro mito) que
al final, y en eso no digo nada nuevo, es cuestión de quién logra hacerse con
el poder real o tan real como crean los demás…
Pero eso es otra historia, y no
merece la pena que sea tantas veces contada como nunca escuchada. A fin de
cuentas, el autoengaño es necesario para que nuestra especie continúe en
marcha… “¡Hasta la extinción!”. Si es que, cuánta sabiduría hay en “Siniestro
total”, más si se escuchaba en bares de Oporto a punto de cerrar y con alguna
cerveza calentando el buche… o quizá no. Quién sabe. Quizá todo este texto es,
simplemente… mi agenda política.
Un saludo,
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