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lunes, 28 de septiembre de 2015

Alejandro Carneiro y Enrique Santamaría

Las dos personas que encabezan la entrada son especiales. Primero, porque junto a un gran Roberto Pastrana y otro corrector, Paco Gómez, han sido el entramado básico de la magnífica revista Stilus, en la que hice algunas colaboraciones lamentables. Roberto fue el que aglutinó los esfuerzos (aún lo hace) y permitió a estos grandes escribir sobre temas que aún continúan en Tabula (para fortuna de lectores como yo) y que no suelen tener cabida en otras revistas demasiado canónicas.

Pero también lo son, en segundo lugar, porque son autores de libros. A Alejandro le conozco desde hace casi 15 años, desde cierta reunión de flipados novorromanos en Mérida, donde ya me conquistó en persona como lo había hecho en la pantalla de los egroups de entonces. Otra vez le he vuelto a ver en persona, pero menos de lo que querría. La nuestra es de esas relaciones a distancia de click y pantalla de por medio. Tiene Alejandro relatos, cuentos, que son muy especiales, repletos de fantasía que bebe de sus tradiciones, y no me refiero únicamente a las gallegas. Desborda, cuando leo algo suyo siento que toda la paleta de colores, casi de forma barroca, se despliega generosamente ante mi vista. Como todo aquel con un estilo personal, puede gustar o no. Pero no le pueden negar el desbordamiento de la gris realidad, al menos... ni su fascinante conocimiento del mundo antiguo (como el de Paco o Roberto, otros dos pozos de sabidurías nunca secos)

Tiene Alejandro varios relatos y una novela que he leído, "Cuentos de Artifex" y "Tempus Vesanicum", y ahora una nueva, "Los gomorritas", en recámara. No os lo perdáis...

De Enrique puedo decir que ha sido para mí una sorpresa. Acabo de empezar su primer libro, "Publio Vitelio Longo y la fábrica de dinero", de resonancias muy actuales, pero novela histórica. Enrique también ha sido parte de ese entramado de Stilus, y por tanto, persona de valor y capacidad. Por ello, cuando supe que presentaba novela en la Feria del Libro, traté de ir... pero a mi pesar, esto de la paternidad, reduce a una sexta parte los planes que uno cree que puede cumplir (no hablemos de los que sueña cumplir...) así que me tuve que "conformar" con comprar el libro un día y comenzarlo, tranquilamente, en casa. Una sorpresa. Y grata. No es pesado. No es didáctico o dictatorial, a veces entremezclo ambos términos en cierta novela "histórica". Es interesante, y tengo ganas, sin duda, de acabarlo calmadamente y escribir a su autor para comentarlo.

Stilus es una época especial. El trabajo personal de Roberto, su esfuerzo, su calidad, logró aunar algunos de los mejores momentos de algunas de las peores personas que conozco. Peores por su comportamiento, por su hipocresía o falta de empatía. Pero que en esa revista escribieran tantos y tantos, y algunos, como Alejandro o Enrique, tengan después estas novelas, me satisface tanto que no quiero olvidar el semillero donde les conocí. Esos puntos de encuentro de tertulias para ellos cuatro, que aún continúa en Tabula, que aún tengo el placer de mantener de cuando en cuando con alguno de ellos, son un gusto del que relamerse y pensar que no todo tiempo es tiempo perdido.

Gracias, Alejandro, y gracias, Enrique, por vuestras historias. Que no sean las últimas y la fertilidad os sea propicia... más que nada, por egoísmo propio de lector.

Un saludo,