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miércoles, 12 de octubre de 2011

12 de octubre. Accidentes y nacionalismo

Que hoy se celebre el día Nacional, de la Hispanidad o de la Raza, tanto me da. Si se quiere homenajear a una nación entendida como una comunidad que comparte y tiene en común ciertas cuestiones, lo cierto es que lleva años haciéndose con el culo.

Está bien que esté el Jefe del Estado. Que es un rey, Borbón para más señas, y el Gobierno o su mayoría, así como personalidades y miembros de las AA.PP., aunque no todos. Está bien que se hagan en la capital del Reino, (España es eso, un reino...) y está bien que se haga un desfile patriótico con las armas de los tres ejércitos más la Guardia Civil. Y eso es todo lo que está bien, que por ello no es suficientemente bueno.

Una nación es algo más que sus gobernantes, en número de 40 o 50, y más que sus ejércitos, unos 3.000 representantes. Suena antitradicionalista, pero es que, admirando el trabajo de los soldados que hoy día viven de hacer misiones en el extranjero y de participar cuando algo catastrófico pasa en el país, así como de la Guardia Civil que ha logrado cambiar y ser un cuerpo realmente admirable, el resto de los políticos que había en la tribuna me parecen sobrantes, ni qué decir de la familia gobernante que se perpetúa en buen número (y gasto) sin que lo hayamos podido decidir así. Esto es, hay una limitación muy grave en los que, en representación mía, y digo mía porque soy un ciudadano de este país, España, nacido por accidente en Madrid, como podría haberlo sido en Bilbao, Lugo, Toledo o Sabadell, incluso en Bruselas o en Pekín. Y como ciudadano, desde hace ya dos décadas, al menos, no me veo representado.

El desfile está bien. Estimula a los chalados del patrioterismo, esos que se ponen palotes con banderas y uniformes, que sueñan con glorias y efervescencias del combate, de chicas y botín, de aventuras y violencia, y les hace pronunciar palabras grandilocuentes y exaltadas, huecas, al final, porque realmente no saben qué es la violencia organizada ni su ejercicio. Son Rambos de salón o de playa, exhibicionistas y huecos parlanchines. Pero no sigo con ellos. Porque me faltan los que construyen una sociedad, una comunidad, una Nación (en términos decimonónicos o más modernos, tanto da...)

Me faltan los policías, bomberos y otros que velan por la seguridad y tratan de hacerlo cumpliendo con límites de derecho que sirven para todos. Me faltan los maestros, profesores y educadores, en general, que enseñan a los niños y les convierten en futuros adultos capaces de mantener esa comunidad. Me faltan los médicos y personal sanitario, que cuidan de todos ellos y proporcionan salud y bienestar a todos. Me faltan los que gestionan en silencio, día a día, la realidad del país, sea un oscuro funcionario no reconocido o un empresario que lucha por mantener todo a flote, y en general todos los profesionales y gente preparada que acaba huyendo de aquí. Me faltan, finalmente, los hombres y mujeres que dejamos fuera de ese sistema, cada vez más, y los que quieren hacer más por su país, pero su país no les deja. Aquellos a quienes no se les puede aplicar esa frase grandilocuente pero falsa de "No te preguntes qué puede hacer tu país por tí, si no tú por tu país". Un país somos todos. Y sin todos, en el día de hoy no he visto más que una fracción con regusto caduco y absolutamente incompleto.

No digo que se les debiera ver en el desfile, como si ésto fuera una república socialista soviética o de los aledaños, agitando banderolas y pancartas. Pero sí que se les reconociera. No sé, un camión de bomberos me arrancaría tantos aplausos como un vehículo blindado. O una ambulancia. Cierto que el ejército en España se ha hecho muy civil, tanto que realmente dudo que tengamos un ejército real (no sé si es bueno, o si es malo, pero espero no comprobarlo en mi vida...) pero no es finalmente la representación total de esa sociedad. Y lo digo reiterando que les admiro. En mi corta vida no puedo decir lo contrario.

En fin. Fue un accidente que Colón desembarcara en aquella isla en un día como hoy hace más de 500 años. Y es un accidente que los nacionalismos, deudores de esa combinación fatal de "lengua-territorio-etnia/raza", lo tomen como un punto fundacional. Tanto daría ese como el primer desembarco de los moros, si fuéramos islámicos, o la llegada de los pueblos germánicos, o el pisar tierra por los romanos, o la explotación fenicia, o el primer intercambio griego, o... tanto da. El nacionalismo es un proyecto ideológico de las postrimerías del siglo XVIII e inicios del siglo XIX, reinventado en negativo en el siglo XX y dudosamente necesario en el siglo XXI. Y hoy, por accidente, hemos celebrado, mal, a mi juicio, como siempre, uno de esos nacionalismos. El español. Otros se hacen en otros días, y lo dicho lo aplico para ellos.

Un saludo,