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lunes, 10 de diciembre de 2007

Madrid

Ya toca, ya. Hablar un poco de mi ciudad y de la zona que la rodea.

Primero de todo, sí. Muchos tópicos son ciertos. Pero otros no, como siempre ocurre con las generalizaciones. Ante todo, Madrid es una ciudad circunstancial. Lo es por el hecho de haber albergado la Corte y la capital durante tantos siglos. Por tradición (Aun cuando el conservador y tradicional Franco quiso cambiar la capital y llevarla a Sevilla, por eso de la resistencia del "No pasarán"...) y también por simpleza geográfica y un secreto que no está muy comentado; el agua.

Porque Madrid es una de las poquísimas ciudades de España, si no de Europa e incluso del mundo entero, en la que el río que la acompaña es una anécdota. El Manzanares no es un río, ni siquiera riachuelo. Es un resto de lo que fue un día un río más o menos interesante. Pero no por ello nos privamos de poseer el Puente de Toledo (Puentetoledo en jerga madrileña) cuyo ancho valdría ya para vadear el río, y no digamos su largo... no, la razón es el agua de la Sierra de Madrid. La única Sierra de España, Europa y del Mundo, claro está.

Madrid en principio es lugar de paso de cazadores y recolectores (Cerca de mi barrio hay un yacimiento de mamuts y otros animales que cayeron por los terraplenes del río) y luego de asentamiento esporádico para pueblos diversos. Con los romanos, ni siquiera se toma en cuenta hacer una ciudad; la más cercana será Complutum. Aunque las obras de la M-30 han revelado, en Carabanchel, los restos de lo que puede ser una pequeña ciudad... que ya está convenientemente arrasada. Será con los árabes que se tome el alto donde ahora queda el Palacio Real y se fortifique, teniendo la vega del manzanares para recolectar y cultivar y lo que sería la Casa de Campo como zona boscosa de caza. En los altos se disponen atalayas que comuniquen con las de la Sierra y así se controlen los pasos de entrada a Madrid, entonces llamada, por primera vez, Mayrït (Magerit en castellano) de la que quedan dos pedazos de lienzo y muchas leyendas. Y sobre todo, un maravilloso sistema de canalización subterráneo que aprovecharán los posteriores pobladores, hasta los tiempos de nuevas canalizaciones y presas.

Creciendo la ciudadela, al tiempo la conquistan (Que no reconquistan) los castellanos que vienen de parte de Alfonso VI, y se convierte en una villa más de éstos descendientes de los brutos godos y demás germanos que acabaron con Roma y respetaron a duras penas a los hispanorromanos acostumbrados al vino y el aceite para sus desayunos y comidas. Anodina historia, puesto que está un tiempo en la frontera, pero poco, y hasta las guerras contra Carlos V de los Comuneros, en que Madrid se alía con éstos, no hay mucho más interesante que contar. Tras Villalar y el asedio a la ciudad (Curioso que en Madrid todavía no celebremos esta derrota al estilo de ciertos nacionalismos como el comienzo de una identidad propia... uips, espero no darle ideas a Esperanza Aguirre) queda un tiempo tranquila hasta que Felipe II toma la decisión que cambiará su devenir en tierras castellanas de la meseta; convertirla en capital de los dominios de la Monarquía Hispánica.

Así, entrando de esa manera en la historia castellana, y universal, como capital, Madrid, villa, pueblillo de funcionarios, haraganes de la Corte, nobleza, pillería, poetas y dramaturgos, peleones y demás gente de todo tipo, resulta un caso curioso; capital a su pesar (Recordemos la oposición a Carlos V) que pierde brevemente su condición para darse el primer pelotazo urbanístico documentado de España (El cambio de capitalidad de Madrid a Valladolid durante unos años del siglo XVII) resume el dicho picarón de "Sólo Madrid es Corte... y Madrid es sólo Corte".

Villa y corte, perezosa, afectada del calor sureño sin la misma pereza absoluta, con parte del frío norteño, en la Meseta, protegida por la Sierra del Guadarrama, la ciudad es lánguida, calurosa en verano y fría en invierno. Manchega, castellana, al final castiza. E impertérrita deja pasar los años, hasta que llega el convulso siglo XIX.

Que Madrid se levantó casi con más chulería y cabreo que por otras cuestiones contra los franceses es algo que resulta tan lamentable como gracioso. De cuchipanda. Pérez-Reverte ha retratado muy bien esas jornadas de mayo de 1808, y estoy pendiente de los Episodios Nacionales de Galdós, de su relato, aunque no creo difiera mucho. Madrid es una ciudad como casi todas las españolas, con cierta pereza, cierta indiferencia, cierta gracia y falta de seriedad a un tiempo. Tendente a lo caótico, pero con ingenio. Y el caso es que en el siglo XIX, al ser capital del Imperio antes, del Reino, de la República y de todo lo que se imagine uno, se termina de asentar su carácter de ciudad cosmopolita (Escúchese "Cojmopolitah") pero a la vez profundamente castiza y pueblerina. Madrid es Villa siempre, antes que Corte o Capital o lo que sea.

El carácter actual es el de una ciudad que sigue siendo, a su pesar, capital. Y digo a su pesar porque aquí pesan los miles de funcionarios de todas las administraciones (Estatal, autonómica, locales, organismos varios...) que se juntan con el poder político (Congreso, Senado) judicial (Tribunales Supremo, Constitucional, la Audiencia Nacional) ejecutivo (La Moncloa) y real (La Zarzuela, aunque antes fuera El Pardo)

Esto es, aquí tenemos todo el mundo oficial y oficialista, pero sin oficio claro. Los funcionarios mandan, como en todo palacio o lugar de control. Y eso da un carácter perezoso, lánguido, indiferente a los problemas generales, sin ánimo de inventiva, de riesgo, totalmente relajado y enervado. Ciudad de paso, pero también de estancia, las empresas tienen sedes aquí por estar cerca del poder, como las embajadas, y en general, hay riqueza, sí, generada por el circo de ser Capital. Villa y Corte, ahora en nuestros tiempos.

Madrid no es una ciudad cosmopolita por vocación. Lo es por casualidad. Franco trató de eliminar el espíritu de ciudad castiza y rebelde que se le opuso (Y aquí puede que no prohibieran lenguaje alguno, pero sí que se fusiló, y se fusiló y reprimió más que en muchas otras partes de España... pero ni siquiera sabemos ser victimistas) pero al final entró en la misma dinámica de ciudad que no es fabril ni febril, que es, nada más, un agradable accidente en medio de la Meseta.

Madrid (Léase "Madrizzz...") tiene chulería, sí, y también soberbia. Tiene camaradería, y nadie pregunta de dónde es uno. Aquí llegar ya es una denominación de origen. Quedarse, un triunfo. Como la canción de Sabina, es muchas cosas, y si tiene su lado oscuro, o gris, o sucio, lo tiene como toda ciudad moderna. Madrid es grande, y no siente periferia alguna (O sí; la mayor periferia que siente es la de los pueblos de alrededor, Móstoles, Alcorcón, Leganés, Getafe, Alcobendas... los cuales en varios años terminarán siendo barriadas de Madrid, si no lo eran ya de hecho) pero es porque Madrid, para un madrileño, lo abarca todo. Es España. Es un pueblo.

Querría terminar diciendo que estamos curados de todo nacionalismo, español o el que sea. Es falso; ahora la política, sumándose al carro de buchas torpes que es quien ha tirado de la nación estos últimos años, se hace nacionalista madrileña. Un nacionalismo pseudo español antinacionalista (De los demás) pero muy jaleado por la derecha y los conservadores de Aguirre y el PP. En Madrid, indiferentes como siempre a los políticos, con la inmigración llegando de fuera y arrasando algunos de los caracteres de la ciudad (Con nuestra habitual indiferencia, nos da igual si se integran o no... total, ¡Esto es la Villa!) se deja hacer, se deja pasar. Veremos si al cabo de unos años recuperamos aquel horrible himno que parecía hecho por Millán Astray. Espero que no.

Y aquí seguiremos... tomando churros, porras, pantomaca, manteca colorá y todo aquello que esté bueno. Si en el fondo, por ser funcionarios, perezosos, vividores y juerguistas, castizos, a fin de cuentas, nos gusta lo más importante; vivir la vida.

Un saludo,
David