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jueves, 28 de noviembre de 2013

Aversión al sexo (Parte 2)



Hablando de pollas, hay otra anécdota que me encanta. Una vez conocí a una muchacha, superada la treintena, que era incapaz, literalmente, de pronunciar esa palabra. “Polla”. Imposible. Enrojecía, apretaba los labios, reía nerviosamente, meneaba la cabeza y torcía la vista. Impresionaba. La limitación me hacía reír, primero, pero luego sentía una mezcla de compasión y de susto. Pero dejemos las pollas de lado.

El cuerpo de una mujer ha sido el campo de batalla del tema. De siempre. Un desnudo femenino, desde que el catolicismo integrista se hizo con el poder, allá por los tiempos de Constantino, era más punible que, pongamos, un robo o asesinato. Exagero, pero en la hipérbole se entenderá el argumento.

La mujer romana ya iba tapada (como la griega) de pies a cabeza, dejando el desnudo para mosaicos mitológicos, frescos de tumba y otras intimidades. Ojo, el hombre solía exhibir más carne que la mujer. Véanse los gladiadores, verdaderas ferias de piel desnuda y sudorosa. Véanse también los miles de amuletos en forma de pene, falo, único, doble, con sus testículos y, muchas veces, alitas. En Pompeya, lo más sorprendente no es encontrar la ciudad casi intacta; es ver en cada calle, en cada esquina, un falo bien tallado, bien marcado, símbolo apotropaico. Lo que viene a ser, en superstición, una virgen por esquina, en Sevilla. Y a lo tonto, he vuelto al tema de las pollas. Retorno a la mujer desnuda.

El cuerpo femenino es, según cierto título, un campo de batalla. En torno a él se han edificado teorías, argumentarios, prohibiciones, permisos tácitos, abusos, reprimendas… curiosamente, siempre sin contar con las dueñas del mismo, se habla de ellas, sin tenerlas en cuenta. A todas las mujeres. Un ejemplo, el tema del aborto, consecuencia del sexo, regulado siempre sin ellas. Imaginemos que opinaran sobre la fimosis masculina, o la extirpación o no del apéndice. Que además, lo legislaran, poniendo condiciones, obligaciones, plazos. Que... ya me están llamando exagerado, comparar un apéndice o fimosis con un feto. Claro que exagero. Pero lo radical del asunto, la raíz, es que el cuerpo de uno mismo es eso, el cuerpo de uno mismo. En el de la mujer, además, estriba que ella carga el peso de un embarazo, que si no es deseado, se convierte en algo más que carga física. Y eso, mal que nos pese, es condenar a esclavitud a una mujer. Más si es pobre. Más si es ignorante. Más si no lo desea. Más si es un riesgo para su vida. Más, siempre, que al hombre, el cual se puede desentender desde el momento siguiente a la eyaculación, aunque haya leyes que, siempre, han buscado la paternidad responsable, obligada.

Yo defiendo el aborto, pero como todo derecho. Esto es, no es una obligación, ni un privilegio. Es un derecho, una opción. Y prefiero que exista la opción y por tanto, la libertad, que la obligación y por tanto, la servidumbre. Ninguna mujer desea abortar, estoy seguro. Ninguna desea someterse a esa experiencia, clínicamente peligrosa, molesta, vejatoria y abrumadora. Por cómo la contempla la sociedad. La defensa de la vida es otra cosa, no eso. Y el cuerpo de la mujer, en última instancia, es de ella, no de una moral, un Estado o un hombre.

¿Qué hay detrás? Moral. Como el uso de preservativos. El ser humano es de las pocas especies mamíferas que, consciente y culturalmente, disfruta del sexo, separándolo de necesidades reproductivas. Otra discusión es de la cultura, en animales no humanos. Jane Goodall ya se metió en ese asunto con los chimpancés, y creo que quedó, como se dice leguleyamente, acreditado. Pregunten a cualquier etólogo. A fin de cuentas, ellos sirvieron de modelo a Darwin… y otra vez digresión al canto.

El sexo ha sido objeto de moral, de control, por estados, por religiones, por organizaciones. Por la parte reproductiva. Si descontamos la parte reproductiva, queda la del placer, puramente. Y aquí hayamos otro desequilibrio. El placer masculino está bien visto, es necesario, es aceptable, pero el femenino, no. ¿Por qué va a disfrutar un objeto, un recipiente? Pensamiento otra vez machista, nada igualitario. Y entramos en el Paraíso o el Infierno, según crea o no el lector…

Paraíso si piensa que el sexo es placer, además de reproducción, y placer constreñido únicamente a una norma; no hacer daño al otro. Norma jodida, difícil, complicada. Adulterios, infidelidades, prostitución, deseos subterráneos… otra vez, los estados y religiones tratando de regular esas realidades. Infierno, por tanto, si se vive constantemente entre paredes de prohibición, de dolor, de miedo y daño.

Físicamente, pueden existir impedimentos, desde luego, igual que intelectualmente. Porque el sexo se disfruta desde ambos parámetros. Pero si, encima, hay obstáculos externos… ¿qué?

En las revoluciones, siempre se ha tratado el tema del sexo. Con vistas a regularlo, no se crean. Quizá los más curiosos son los libertarios anarquistas de finales del XIX, donde propugnaban una igualdad real, un naturismo y desnudismo puro y radical, un equilibrio de derechos y obligaciones mutuamente pactadas entre ambas partes. Recuperado, en gran medida, con las efervescencias de los años 60 del XX. Y ahora… materializado, cosificado, curiosamente. Amor libre, compartido, consciente… eliminación de la infidelidad, el adulterio, la prostitución cambiada por libre comercio, no esclavitud del cuerpo, deseos satisfechos de manera proporcional… vaya, sí que da el sexo para mucho.

Empecé hablando de pollas y coños, y acabo con teorías sexuales de placer, palabras, más que palabras. Acabaré con una anécdota más, como siempre. Mi primera y mejor clase de educación sexual. Dada por mi madre. Fue simple; me regaló una caja de preservativos y un consejo. “Cuando una mujer te dice NO, es NO”. Simple y rotundo. No es el “no…” o “no, bueno… no sé…” o cualquier otro matiz. Es el NO. Punto.

Mi reflexión es entonces. ¿Aversión al sexo? ¿No será más bien, falta de educación sexual? Asignatura más que pendiente, me parece…

Un saludo,

martes, 26 de noviembre de 2013

Aversión al sexo (parte 1)



Lars von Trier estrenará su próxima película, Nymphomaniac, en diciembre. Concretamente, en Nochebuena. Zum, zum, zum. Perdón por la onomatopeya onanística...

Es curioso que, al hilo de esta película, haya detectado una aversión al sexo en diferentes grados. El de sentirse incómodo al hablar de ello (normal) el de negarse a hablar de ello en todo momento (raro) y el de oponerse con variable intensidad al tema en todo sentido (muy extraño)

Participamos de una educación judeo-cristiana reforzada por cuarenta años de nacional-catolicismo, más un ambiente colérico contra todo tipo de desnudez, sea la del cuerpo, sea la de la verdad. Porque eso es lo que me entusiasma; la desnudez del cuerpo es la de la verdad absoluta. Cada pliegue en él visto, cada grano, irregularidad, grasa acumulada, extraños lunares, pelos, formas, es lo que es, sin ningún tipo de mentira. El cine-ojo de Vertov, el ojo de Buñuel, el ojete de Carlos Areces, todo eso está en el cine; la búsqueda de la desnudez real, la psicológica y la física. Y puede ser bella, indiferente o fea.

La prohibición logra lo contrario, muchas veces. Si no hay acceso a la pornografía, se cotiza y busca con más ahínco. Miren Japón; un videoclub allí tiene, pongamos, 5 metros cuadrados de películas “comerciales” y 100 de películas pornográficas de todo tipo, todo lo imaginable. Aquí también tuvimos algo similar, y los cines X, en extinción, gozaron de clandestino éxito. Prohíbe más, y más querrán de eso.

A día de hoy, se diluye en el nada dramático mundo de Internet el acceso al porno. Cientos, si no miles, de páginas, donde hay contenidos de todo tipo. Pero, de alguna manera, sigue encubierto. Nadie comenta en una conversación, salvo íntima, en voz baja, qué páginas ha descubierto, usa y ve. Por otro lado, la mayor difusión ha trivializado el misterio. Antes, ver una pelirroja follándose a un negro, por ejemplo, era exótico. Ahora resulta trivial.

Pero hay un ámbito donde esto no ha cruzado el umbral de la normalidad. Descontando “Garganta profunda”, película mítica que, a este paso, habrán visto en su estreno más de mil millones de personas (las mismas que fueron al concierto de Las Ventas de The Beatles, o que salieron a las calles en mayo de 1968) no se ha hecho en el cine comercial más que tímidos intentos de reflejar en pantalla ese momento siempre elíptico. La práctica del sexo. Follar.

Fóllame”, “Romance X”, “Shortbus”, “The brown Bunny”, “Ken park”, “La novia de Lázaro”, “Nine songs”… todas son películas estrenadas en circuitos comerciales, ajenos al mundo del porno, pero con elementos atribuibles a éste. Poco o ningún éxito. Alguna más sí ha tenido más triunfo, como “La vida de Adele”, quizá por ser más bien homosexual (entre mujeres) y no ofender en pantalla con una polla venosa, enhiesta, tiesa, de testículos botando. Y una penetración, clara, explícita. Porque ahí radica la gracia, creo que es ver un pene, una polla o un pollón lo que escandaliza. Lars von Trier dio en el clavo con ello. A mí me sorprendió de pronto, en “Los idiotas”, ver en la escena de orgía una penetración. Era completamente lógica, coherente, la imagen. Pero aun así, me sobresaltó. El año, 1998. Y en “Anticristo”, además, la brutal masturbación sangrienta. Eso me dolió, literalmente, en todas mis partes. Y logró su objetivo. Me transmitió una sensación, una idea, más fuerte, más impactante, que usando elegantes elipsis, metáforas y códigos añejos.

En el cine comercial encontramos un fenómeno curioso. Es lícito, cuando no deseable, ver una efusión de sangre roja. Si le acompañan restos de cerebro, o de carne o de hueso, no pasa nada. Podemos ver el momento en que estalla un soldado norteamericano que lleva lanzallamas en “Salvar al soldado Ryan”, salpicando de restos al protagonista, Tom Hanks, y decir, simplemente “qué verosimilitud”, como la de arrastrar medio cuerpo, intestinos fuera, por la playa. Podemos ver entera la serie “The Pacific” y horrorizarnos por lo explícito de la muerte, la crueldad del combate, las heridas, los espantos de la lucha, pero pensando que “está bien verlo”. Ahora bien, cambiemos las salpicaduras por semen, los cráneos rebanados por piernas abiertas mostrando genitales, las peleas mortíferas por posturas sexuales y, casualmente, el mismo que no se escandaliza, no echa pestes ni lanza soflamas moralizantes contra la muerte y la destrucción, la mutilación, la guerra, la violencia, todo eso a lo que llevamos décadas acostumbrados (es heroico, magnífico, épico) lo hará con una virulencia inusitada contra esas secuencias de sexo explícito.

Insisto, el desnudo femenino no ha sido nunca mal visto. Es corriente, para dar un poco de voltaje a los hombres. Ver a una actriz famosa medio desnuda, desnuda, insinuando, es de sonrisa pilluela. ¿Y si la viéramos mamando una polla? Chloë Sevigny tuvo que aguantar a cierta prensa y público atacando en manada, sin reparar siquiera en la película. Margo Stilley ha sido estigmatizada. Un caso de viaje contrario, Sasha Grey, es ninguneado. Y ahora dato curioso… ¿nadie habla del protagonista masculino? De nuevo, el terror al pene…

Terror que voy a condensar en una anécdota. Finales de los 90, inicios del 2K, despedida de soltero de un amigo, visionado (preceptivo, obligado) de peli porno en su casa, mucha gente. Un comentario no despierta pasión, de un espectador; “mira, la actriz tiene celulitis”, dice, mientras la golpean las cachas metiéndole la polla; ninguna reacción. Primer plano de ésta penetrándola, agitar de testículos contra su culo, me da por decir “mira, se le ve la costura de los huevos, al menda”. Reacciones de sorpresa,  agitación, algún cabreo, estupefacción… año 2013, aun lo recuerda más de uno de los presentes y también de los ausentes. ¿Es más llamativo hablar de genitales masculinos que de los femeninos, incluso en una peli porno? Pues sí. Quizá miedo al sentimiento “progay” al hablar de ello, en lugar de tetas, culos o bocas. Inseguridad. Curioso…

No voy a pedir perdón por el lenguaje utilizado. En su lugar y homenajeando al arte del sinónimo, remito a quien no se vea como puritano, miedoso, fóbico del sexo, tendente a pensar que es basura, no es arte, resulta repugnante y debe estigmatizarse, ocultarse y prohibirse, como hasta ahora, a esta canción:


Un saludo,

sábado, 23 de noviembre de 2013

De vuestros mitos muere mi realidad

Sorprende, asusta, la cantidad de artículos rememorando la Guerra Civil y la II República que pueblan los periódicos de toda laya estos días. Rememorando no con nostalgia, que hay, ni tampoco encomiosamente, que existen, si no cerniendo sobre el lector una bruma de dolor, áspera criminalidad y probable futuro de la España actual. Frentepopulismos, amenazas de comunismo, terrorismos separatistas... en la era de internet, la Xbox y la Liga de Fúrgol, todo eso, por suerte, se diluye, y mucho.

Porque se sigue practicando la propaganda. La de un patriota, sea del lado que sea, muerto y arrastrado, que buscó lo mejor para el país. Sea azul, negro, rojo o blanco, el color que use, le llamen "rojo" o "facha", se tilde de progresista o conservador, reaccionario o revolucionario, izquierda, izquierda, derecha, derecha... o centro. Por suerte, pienso, la propaganda murió el día que tuvo tanto éxito. Anteayer. En términos de años.

La propaganda es para vender. Marcas y productos. Y éstos son mitologías. Serás más guapo, más alto, más sexy, olerás mejor, pensarás mejor, correrás más, serás el top del top del guay mountain topping de chocolate. Etc. Y la propaganda sabe que vende mitos. Mitos son aquellas ideas falsas, mágicas, implantadas en el acervo de una cultura como explicaciones de fenómenos no explicados de otro modo. Zéus manda el rayo y llueve. Nivea manda su crema y rejuveneces. El PP gobierna y la crisis acaba. El PSOE vuelve y todos recuperamos el futuro. La minoría silenciosa es estruendosamente ruidosa, y la mayoría, calladamente complaciente. Tú te equivocas y yo, simplemente, no.

Esos mitos marcan un camino, el de la mentira, la falsedad, la ignorancia. Nos permiten no vivir una vida real. Nos impiden soñar con los pies en el suelo. Esos mitos, amigos, me hacen morir.

Religión, política, toros, fútbol... dicen que, esas conversaciones, matan cualquier grupo, pues cada cual es de una religión (o no) adicto a una política u otra, va o no va a los toros, y es de tal o cual equipo. Mierda. Soy ateo, progresista liberal con tendencias revolucionarias de izquierda para luego pasarme al conservadurismo del logro y la atenta vigilancia de ciertos derechos y libertades, los toros, ni fu ni fa, y el fúrgol, me aburre soberanamente, soy de baloncesto. Pero sus mitos no son mis mitos. El de un carpintero judío clavado en una cruz de madera (no es ni irónico...) o un bereber iluminado por sediento, el de un orondo gordete sonriente, una mujer de miles de brazos, un espagueti volador o incluso un pulpo humanoide gigante viviendo bajo el Pacífico. Ni el de un mono azul, rojo, blanco o negro. Ni una bandera bicolor, tricolor o multicolor. No, vuestros mitos nutren vuestra falsedad, pero matan mi realidad.

Quizá haya que pensar, entonces, en matar vuestros mitos, para que todos viváis en mi realidad. La vuestra, que negáis cada día.

Un saludo,

jueves, 21 de noviembre de 2013

La Gestapo ya no viste de Hugo Boss...

No lo necesita. Basta una buena americana, corbata y pantalón de pinza. Zapatos cómodos, gesto serio, institucional, dicen, de aquel que parece estadista y no pasa de ser una estadística. Milita, cómo no, en un partido, ahora el Popular, en el gobierno de la Nación, España, Estado, de Derecho, o del Revés, según quién y cómo lo lea.

Siempre he dicho que me gustaría tener una derecha civilizada, una derecha conservadora, clásica, proporcionada, alejada de influencias históricas y de intereses muy particulares. Eso ayuda a tener una izquierda también civilizada (domesticadas ya están todas...) y todos acatando el Sistema Único de hoy día, capitalismo "democrático". No es el caso...

Y salen, cómo no, con ideas de esas que suspiras y piensas que estás leyendo "El Jueves". Pero no, son reales. Imagino que tienen otra intencionalidad, pero uno ya no sabe qué pensar.

Nueva Ley de Seguridad Ciudadana, y de momento, lo que trasciende (no he podido encontrar el borrador) son las desproporcionadas sanciones económicas por diversas actividades. Que, por otro lado, un jurista de medio pelo cualquiera, incluso yo mismo, entiende que son inconstitucionales, si seguimos pensando que la CE de 1978 está vigente.

Creo que hay un plan tras todo esto. Un plan de malignos acariciando gatos y sonriendo torvamente (uno no puede evitar pensar en Wert...) que busca un levantamiento masivo de la ciudadanía, una revuelta, una revolución, un algo, coño, que esto de la crisis es ya aburrido. Remover un poco todo. Porque esta provocación de barrer bajo la alfombra las protestas, los tímidos intentos de organización cívica (algo escaso en un país donde se prefiere al primo antes que al afín, al hermanito o cuñadito que al colega o amigo, salvo que sea "amiguito del alma") y de enfrentamiento a un poder que considera legitimada cualquier política durante los cuatro años de su gobierno, es mefítica. Algo huele a podrido en Dinamarca, esquina con Génova.

Si se están arrinconando estas timorotas reacciones ciudadanas, para así provocar reacciones violentas que justifiquen dichas medidas, no sé siquiera si lo están haciendo bien. La anestesia es muy densa, tanto que ya no molesta el hedor de una huelga de basuras, o los hálitos podridos de quienes hablan y hablan y escriben tonterías dignas de figurar en los Gabinetes de Curiosidades del XIX, como objetos raros (si la cordura fuera la norma) que no lo son. Lamentable, cierto, aquí sigue importando más el desarrollo de una liga de fútbol hipotecada, burbuja deportiva y forofa. Importan más los sucesos estridentes, las situaciones prescindibles, inventadas, de una sociedad que no está enferma, lleva moribuna mucho tiempo...

Rajoy se metió contra Coscubiela diciendo que su programa era el de 1917. No veo yo a Rajoy de Kerenski, pero tampoco a los de IU como Lenin y compañía. No llegan ni a mencheviques. Lo importante es ver cómo se denosta, se rechaza la revolución de 1917 en Rusia que trajo el comunismo, la URSS, todo eso. Porque lo rojo es malo, es terrible, es lo peor de lo peor. Rusia sustituye en la imaginación reaccionaria a la Francia de finales del XVIII y primera vez de muchas cosas. No lo recordamos hoy, pero Francia fue atacada prácticamente por todos los países de su alrededor cuando quitó al Capeto del trono y luego decapitó al Capeto con ese invento tan necesario, la guillotina. Reacción contra Revolución. Eso unió a la ciudadanía y creó el sentimiento republicano de los franceses, tan cohesionado aun hoy día, con sus complejidades y problemas. Educación, con sangre entra... pues Rajoy bien podría haber dicho que la política de Coscubiela era la de 1789, o 1793 y el Comité de Salvación Pública. Pero éste, creo, no tuvo los redaños de responder como debía; que Rajoy seguía la política de autodestrucción en la República de Weimar. No sé si a lo Brünning o a lo Hindenburg, tanto me da. A lo mejor pensaba en el enunciado de Godwin...

Porque la Gestapo no nació de la nada. Nació de las leyes de poder excepcional que los políticos alemanes fueron dando poco a poco al nazismo, tras aquel incendio del que se acusó a los comunistas y, dicen, realmente puso un nazi cualquiera la cerilla. Leyes que apuntalaron el ejecutivo ejecutor ante cualquier división de poderes (Montesquieu debe revolverse en su tumba, si le queda algo, al ver lo de Venezuela y casos similares, o ahora en España, donde nunca existió la división y cada vez eso es más claro...) y que demostraron que, nada mejor que inventarse un peligro para hacer realidad el mismo.

Rajoy invocó 1917 sin tener mucha idea, o quizá no. Quizá cree, realmente, que así logrará el objetivo de la nueva Ley de Seguridad Ciudadana y otras medidas propias; generar la oposición que justifique su existencia. Pero chico, esto es Españistán... y aquí preocupa más el "que me quede como estoy" que no eso de "cambiar para mejor". O a lo mejor también lo sabe y disfruta tirando un poco más de la soga...

Sigo pensando en Wert acariciando un gato... es mejor imagen. Y no viste, creo, de Hugo Boss. Ni falta que hace.

Un saludo,

Enfriando los días.

Empieza el otoño, de verdad, ahora en noviembre. Baja niebla y la luz, enfriándose de esa manera tan especial como solamente pasa en la meseta, ilumina días más cortos.

No voy con las manos en los bolsillos, como un desocupado, un despreocupado o un pervertido. Llevo las manos sueltas, huérfanas de asideros. Tengo la sensación de encontrarme perdido en mí mismo, desorientado entre recovecos inexplorados o largamente olvidados. 

Noviembre cumple ya más de cuatro meses de paternidad. No siento la ideocia eléctrica del padre novato, mezcla de nervios, pasión y necesidad de publicar cada pequeño avance de mi cachorro. Lo guardo para mí, pues lo considero muy valioso.

Sin embargo, todo cambia, al igual que permanece. Regreso a sentimientos cubiertos de polvo, arrumbados, tanto como a rutinas molestas, nunca olvidadas. Uno es, siempre, bajo el sol del verano ya acabado o el del otoño comenzado. Es y no es, y en su ciclo, juego a identificar cada extremo.

De la edad, duele el recuerdo de un cuerpo más joven y capaz. Amortigua saberse más inteligente, aunque la sonrisa puede ser cínica, si así lo creemos realmente. Duele saber lo que fue, y lo que no fue. Alegra saber lo que es y será. 

Lamento ser críptico, pero sólo un poquito. Esta entrada, como todas, por otro lado, es para mí, aunque secretamente goce cuando me leen y lo sé. Es, como digo, mi tesoro privado. Un sentir violento y explosivo que aplaco dejándolo en palabras, mas o menos afortunadas.

Un saludo,