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domingo, 6 de mayo de 2012

Qué hacemos con todo esto

Ayer tuve tertulia, de esas que empiezan sin buscarse y terminan a las tantas de la madrugada. Estuvo muy bien. La disfruté, por la cantidad y la calidad de quienes participaban, incluso con sus silencios.

En ella, aparte de practicar el exquisito y relajado deporte de criticar, proponer soluciones imaginativas y despacharnos a gusto con todo tipo de frases y palabras, me dí cuenta de que realmente hay una sensación de fin de algo. Un miedo, inconsciente o no, a que todo el mundo conocido se esté acabando.

Somos treintañeros. Ya más hacia los cuarenta que treinta. Generacionalmente, somos raros. Universitarios mayormente, con educación, instruídos, formados... preferimos la Administración Pública a la empresa privada. Creemos más en el ambiente, la estabilidad, los derechos, que en el salario más alto posible obtenido de cualquier manera. Somos inquietos. Curiosos. Tenemos sentido del humor. Incluso alguno diría que eso es un signo de inteligencia. Somos, en todo caso, una minoría. Una minoría cada vez más aislada entre los que gobiernan, de cincuenta para arriba, y los que vienen, de veinte para abajo. En toda la conversación me dí cuenta de detalles. ¿Cambiará todo? Si es así, ¿hacia dónde y cómo?

La gran pregunta, el miedo al futuro, como siempre. Creemos en el espejismo de la estabilidad actual. Hemos llegado a ella de mil maneras. Cambiando de trabajos, buscándonos la vida, siempre con el soporte de la familia, imprescindible para prosperar como base afectiva y económica... pero ahora tenemos miedo. Sabemos identificar los problemas que, en líneas generales, nos han llevado a la situación actual. Y, sin embargo, estamos inquietos porque no sabemos la respuesta exacta, o más conretamente, no sabemos quién tiene la capacidad de dar esa respuesta exacta.

No somos apolíticos. Unos prefieren al PSOE, otros al PP, algunos a IU o a UPyD. Tenemos republicanos, monárquicos y hasta un fascista. Teórico, porque dudo que supiera aplicar el sistema. No somos tontos; vemos la mierda que echan unos y otros, pero al menos sí calibramos que algunos palean menos toneladas que los contrarios. De hecho, somos muy políticos, en el sentido de que ésta debe ser acción para mejorar la sociedad, para hacernos convivir de la mejor manera posible.

Y, sin embargo, inteligentes, guapos, hermosos... ¿qué hacemos con todo esto? no lo sabemos.

Estamos, en definitiva, perdidos. Y no queremos un Caudillo o un Duce. Tampoco un Mesías. No creemos en liderazgos y estadistas (en España, además, esos suelen acabar mal salvo que sean mediocres, violentos, despiadados y tengan apoyo violento) y estamos bastante ajenos a los sistemas del bipartidismo actual (corregido con nacionalismos de los llamados "periféricos", que son la misma expresión a nivel más local).

La violencia, expresada retóricamente ("¡Guillotina!", pude haber exclamado ayer casi 10 veces) parece una solución inmediata, pero... ¿con qué consecuencias? y el cambio de partidos, eligiendo los minoritarios para echar a los mayoritarios, se antoja por un lado ideal y por otro algo peligrosa, por el efecto de la inestabilidad en uno de esos iluminados que pretenden imponer su orden.

¿Qué nos queda? ¿Qué hacemos con todo lo que sabemos? Con la corrupción, con la mala gestión, con la difamación de lo público, con la depauperización de la vida económica, con el empobrecimiento general en todos los sentidos, con el pesimismo, malestar y negatividad que hoy campan a sus anchas por todas partes...

¿Qué hacemos con todo esto?