Buscar dentro de este batiburrillo

martes, 19 de julio de 2016

Hijos de los hombres

La distopía de P.D. James, convertida en película por Alfonso Cuarón, es, quizá, una de las maravillas que mejor explican nuestros días actuales.

Un mundo donde ya no hay niños, nadie puede procrear y todos son conscientes (en mayor o menor grado) de su futura extinción. Un planteamiento brutal que hunde sus premisas en las famosas "teorías conspiratorias" de aguas envenenadas, medicamentos de los que se abusan, pesticidas, problemas de alimentación, destrucción medioambiental... ¿suena de algo? Sin decir "cambio climático", uno se siente transportado ahí con mayor intensidad que la nueva de "Mad Max". 

En ese mundo, por cierto, hay grupos terroristas urbanos, con objetivos diversos, que operan en Gran Bretaña. Una Gran Bretaña que está aislada de Europa (predicciones del "Brexit" de 2006...) y que trata a la inmigración que intenta llegar a su isla como a ratas inmundas o subhumanos (jaulas con inmigrantes, perros custodiándolas, urbes costeras convertidas en "Junglas de Calais"...) a pesar de que, como hemos dicho, todos saben que se extinguirán (no a la vez, que es como más llevadero por eso de la camaradería, si no poco a poco, según mueran los hombres) Los atentados, empero, son chapuceros, de marca casera, llevados a cabo por gente que está desesperada, aislada de la sociedad que no le integra ni comprende ni quiere. Una sociedad por cuyas rendijas se cuela el odio y el rencor para estallar en forma de asesinatos y matanzas sin sentido. ¿Suena de algo?

Hay unas cuantas escenas donde se ve a los musulmanes, desintegrados pero integrados en su propia comunidad, como un elemento cohesionado pero sin valor ni fuerza. Se supone, de manera implícita, que el poder militar británico les tiene sometidos, igual que a otras facciones que luchan por... ideales viejos. Y es que, al final, es una cuestión cruda de poder, del poder de matar. ¿Suena de algo?

Cuando ví esta película, un escalofrío fuerte y doloroso me recorrió el cuerpo para terminar en chispazos de revelación en mi cerebro. No solamente veía la película con mis dos ojos, la leía con el tercero, ese que tenemos atrás para los libros. Tampoco la veía sin más, la saboreaba de manera extraña en cada uno de sus exquisitos y brutales planos secuencia. Y a día de hoy, habiéndola visto, no sé, quizá tres veces, si la pasan por televisión me quedo atrapado en hipnosis, pero soy incapaz de ponerla en el lector DVD porque me repele (quizá más incluso que "La carretera") ¿Por qué? Porque es cruda realidad.

Una cuestión que me atrae es que, en esa sociedad de británicos aislados, que confían en recuperar obras de arte del viejo continente, asolado, como representantes viejos y caducos de una civilización que, cuando mueran, no será más que un vestigio o gabinete de curiosidades para un alienígena u otra especie inteligente que ocupe el planeta, hay un distanciamiento (típico) de los que no son como ellos. Ya he comentado el tema de los inmigrantes (en la historia, huyen de Europa porque aquello es un caos sin gobiernos, regido por caudillos, teócratas y otras ramas del fanatismo poderoso) y cómo no hay interés en integrarlos, si no en humillarlos, separarlos de la humanidad. Quizá eso sucede hoy cuando leemos "afgano refugiado toma un hacha y mata gente en el tren" o "camionero tunecino arrolla franceses en un paseo de Niza". Ese afgano y ese tunecino, ¿qué motivación tenían? Sí, decir que el ISIS estaba detrás es sencillo, pero... ¿por qué en el ISIS y, no sé, no en un grupo heavy? Claramente, la inspiración wahabista, islámica y totalitaria (en el sentido pleno del término) hace que embracen esas doctrinas con un simple corolario; occidente no me acepta (aunque ni yo me acepte) y por eso lo destruiré siguiendo los dictados de su mayor enemigo. No es una cuestión de cultura, es de religión. Fanatismo. Si hemos fracasado es porque el Islam está resultando impermeable a Occidente, que aún digiere el virus del Cristianismo pero no la cepa desértica del Islam. Y cuando no hay anticuerpos válidos, se recurre al antibiótico, el cañón de amplio rango...

No sé. Todo es tan "Hijos de los hombres", que me planteo si no nos falta siquiera una pizca para que se haga realidad. Pero no, porque miro las tasas de nacimiento en otros lares y... Malthus tenía razón.

Un saludo,

martes, 5 de julio de 2016

Después de la Democracia

Ahorrémonos unos cuantos párrafos. Diré, a modo de ejemplo, Yuval Harari y Raffaele Simone. Ficciones. La Democracia como una de ellas, tan real y creíble como Dios, el Dinero, la Igualdad o el Capitalismo. Toda ficción se destruye cuando nadie o pocos creen ya en ella. Un ejemplo, la República de Weimar en 1933. ¿Cuántos, de los que no huyeron, creían en ella?

Estamos en un período transicional, tan largo y espeso que no acertamos a ponerle fin y desde luego, menos aventurar cuál fue su principio (yo apuesto por 1991, el fin de la URSS) y similar en cuanto a esa "Tardoantigüedad" o "fin del Ancien Regime", por ser períodos oscuros, difusos y poco comprensibles. La pregunta no es ¿qué ha cambiado? si no más bien ¿qué está cambiando?

La crisis global es una crisis que no está teniendo respuesta global. Y como siempre, se da de manera local. Grandes masas de gentes empobrecidas o ilusionadas huyen a Europa, continente de más fácil acceso que América o Australia. Estas migraciones masivas hacen tambalearse todo el cimiento (ilusorio) en el que están construidas las democracias europeas, e incluso la misma UE. Se viene buscando un Estado benefactor que no puede siquiera ya cubrir las necesidades (esa "annona" romana...) de sus habitantes establecidos sin quebrar la ficción de que hay dinero, algo muy difícil. Porque el dinero, señores, no existe. Es una afirmación nada baladí; basándonos en la realidad, el dinero no es más que una ficción de valor que lo gana o pierde en relación a la confianza que se quiera tener al mismo. Y ahora mismo, la confianza existe porque lo sostiene la misma mentira que atrae a los emigrantes; que hay suficiente para todos en forma de prestaciones y recursos. ¿Es así? La realidad es que no. Pero el miedo a alternativas como el trueque, el intercambio de servicios por productos o la simple expropiación de recursos hace que cultivemos la ilusión de que el dinero existe y nos permite adquirir productos sin cesar. 

Aquí diré que el Capitalismo, otra ficción que no existe, ha hecho sin embargo un buen trabajo arruinando a una gran porción del planeta en sentido global a cambio de beneficiar a una pequeña porción del mismo de manera global. Las viejas elites se han encontrado en la globalización y se han dado la mano y mirado con reconocimiento, acuciantes en su necesidad de proteger su clase (sí, su clase) de cualquier nuevo asalto al poder como ya vivieron en tantas y tantas ocasiones antes. Pero sin capitalismo, también, no habría existido desarrollo. La pregunta es, ¿es adecuado un desarrollo que genera una catarata de riquezas pero que apenas sí riega con cuatro gotas a 4/5 partes de la población humana?

La Democracia hizo de moderadora del Capitalismo. Y de tanto mamporrear, se convirtió en su vasalla. Vaciando de contenidos su sentido, tocaba después pensar qué fórmula podría triunfar. ¿Un fundamentalismo religioso? El Islam lo intenta. ¿Un fanatismo nacionalista? En Europa están creciendo. ¿Un corporativismo empresarial de corte feudal? De momento, es la fórmula que va ganando.

Cuando se deja de creer en algo, ésto pierde su valor. Es como los dioses de Mundodisco; si no les adora nadie, dejan de existir. Son, como la Democracia, ficciones. Y ayer aún había quien creía en esa ficción. Hoy todos la dan por muerta. Si Dios murió a manos de Nietzsche hace unos 100 años, la Democracia murió a manos del Capitalismo, lentamente, desde los años 90. 

¿Y después?

Un saludo,