Buscar dentro de este batiburrillo

miércoles, 12 de diciembre de 2007

Lo que es vivir...

Durante los breves años que convivimos con otros, familiares, amigos, amores, enemigos, desconocidos y otras personas variadas, tratamos de buscar, de la manera que sea, la felicidad. Ésta puede tener muchas formas, y ser tan diferente entre unos y otros como colores hay en el mundo. Pero en general, todos tenemos el mismo objetivo; ser felices.

No solamente soy un hedonista algo ético (No mucho, Andrés, no mucho) si no también un pequeño filósofo que busca verdades donde no hay más que sombras escurridizas de certezas tiempo huidas. Me encanta preguntarme sobre la vida y la búsqueda incesante, constante, diaria, horaria y casi al segundo de esa felicidad. Por eso, a veces, olvido el camino que me condujo a la visión del mundo que tengo ahora.

Pocas veces acudiré a mi entorno personal, mi intimidad, para comentar algo. Ésta es una de esas veces. En mi familia hemos tenido tragedias, y además fuertes. Con 10 u 11 años, murió mi hermano mayor, de un accidente de tráfico. Luego, a los pocos años, el segundo en edad, de cáncer. Mi madre quedó destrozada, y eso se sumó a la enfermedad física que ya tenía en forma de depresión. Mi padre calló. Y mi hermano, el que me queda, siguió adelante. La cuestión es que pude ver lo que la muerte hace a las personas; las destroza. La cercanía les hace a todos vulnerables, frágiles. Perder a un padre puede ser natural; a un hijo, no tanto. El dolor encallece, pero no mata los nervios. Y ese fue mi mayor aprendizaje. Cuando mi madre murió hace ya años, tenía asumidas las lecciones en lo más profundo de mi loca cabecita, pero en esa ocasión afloraron con la irracional muestra del dolor que siempre las acompaña. Y hasta hoy, vivo con esos sentimientos, dejándoles que estén cobijados, pero intentando expresarlos de manera que no me destrocen.

¿Esto es una buena escuela? No lo sé, es mi experiencia vital, como diría el pedante. Es una serie de acontecimientos al azar, el azar que cada día más entiendo es parte importante de la vida. El azar, incontrolable, igual a un mar hoy calmo y generoso en la pesca, mañana bravo y asesino. Navegamos creyendo dominar algo el rumbo, la embarcación y lo que nos rodea. Ilusiones. La seguridad, antítesis del azar, no existe. Existe su ilusión.

Podemos entonces vivir atenazados de miedo ante lo que pueda suceder, o más bien expectantes, alertas, alegres ante las posibilidades que se nos puedan dar. Aceptar lo imprevisto como algo beneficioso es una forma de enfocar la vida. Y teniendo en cuenta que, a pesar de lo que digan creyentes y agnósticos, ésta es la única vida que sabemos tenemos con total seguridad, pues es mejor aprovecharla. Hay muchas maneras, como dije al inicio; la felicidad es unívoca en su valor, pero no en su naturaleza u origen. En nosotros está buscar, y en la búsqueda disfrutarla, esa forma. La voluntad, finalmente, es el mejor sistema. Voluntad de hacer, y de no hacer, aquello que más nos conviene...

El ser humano, ese animal perdido en el espacio, es un ser curioso. Y a veces necesita ayuda. ¡Ojalá pudiera yo dársela, misántropo humanitario como soy, a los que quiero y aprecio! Pero unas veces no sé, otras no me atrevo y en otras, simplemente, se escurre la oportunidad. El Azar...

Un saludo,