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viernes, 12 de diciembre de 2008

De la amistad superficial y la verdadera...

Normalmente, uno trata de categorizar siempre las cosas. Herencia intelectual de Aristóteles, me temo. Tiene su lado positivo (la simplificación) y el negativo (la pérdida del detalle) pero es un método por todos usados. En éste caso, yo también haré la distinción de dos tipos de amistad que conozco.

La primera, la superficial, es muy sencilla. Las personas implicadas participan de una cierta formalidad, de unas maneras aparentes y expresivas de lo que suele contener los rasgos de la verdadera amistad. Pero es un decorado, una tramoya hueca por detrás, que suele darse para obtener ciertos beneficios de la otra persona, nada más. Que se relacione, que de algo a cambio, que obtenga algo para la otra persona... la superficialidad queda patente cuando, logrado el beneficio que sea, se resuelve mostrándose la misma distante, inicua e incluso muy dañina. En ésta, además, la hipocresía es la normalidad, la falsedad y modales, el medio, y la doble faz, la regla principal.

La segunda, la verdadera, es más difícil de etiquetar. Primero, por la multiplicidad de caracteres. Dos personas muy distintas pueden ser amigas (de hecho, es más bien lo usual) porque complementan con sus caracteres aquello de lo que carecen los otros. La afinidad puede venir de muchas maneras; gustos, aficiones, ideas de la vida... pero lo principal, quizá, es el respeto al otro. Se puede ser totalmente diferente, incluso opuesto, y ser un gran amigo. De hecho, de los mejores. Claro que, si es muy opuesto, se puede llegar al odio, o incluso quedarse en la insulsa, insípida y poco profunda amistad de tipo superficial. Además, la amistad verdadera enriquece a las partes. No en dinero ni materialmente. Tampoco lo que un cristiano ñoño llamaría "espiritualmente" (otra herencia maléfica, en este caso, más de Tertuliano...) pero sí en cuanto a lo que es la intangible vida. La amistad verdadera, además, no requiere de excusas ante lo que uno es. Se es como es, se acepta por el otro, y se disfruta.

Hay un tercer tipo de relación cercana a la amistad, pero que no llega a serlo. El colegeo, el amiguismo, el conocido simpático o útil, el de ciento en viento... son relaciones que pueden derivar un día en amistad, por las circunstancias que sean (un viaje, un evento, un hecho acaecido a ambos...) pero pueden ser superficiales o profundas. En todo caso, algo es cierto; una amistad de verdad no dicta obligaciones. El tiempo se relativiza. El respeto es mutuo. El placer de la compañía, la relajación y bienestar que produce, es de ambos. Y quedan más cosas con las que se puede categorizar, pero entonces, quizá, sería más bien superficial...

Como colofón, diré que prefiero, pasados los años, un hijo de puta, un soberbio, un bastardo, un tramposo, una mala persona, siempre que sean honestos, francos y verdaderos. Los prefiero mil veces a una persona bien educada, de buenas maneras, que aparente ser lo que no es y que, finalmente, decepcione al mostrar su verdadera faz.

Un saludo,

domingo, 7 de diciembre de 2008

El dolor

Ya casi tenía olvidado ese sentimiento. Físico y emocional. El dolor es una manera de avisarnos, de recordarnos la brevedad de la vida y sus riesgos. Dolor físico por golpes, traumas, pinchazos, musculares, óseos, intestinales... y dolores también emocionales. Duele cuando no te quieren, duele cuando te rechazan o te repudian. Duele cuando alguien te defrauda o te miente.

El dolor es catártico. Como la risa, es una liberación. Sentir dolor hace que perdamos el miedo a tener dolor; lo estamos ya experimentando. Porque es cierto que peor que el dolor, es la ansiedad por no tenerlo, por temerlo, por esperar que ocurra. Consume energías, aplana voluntades, atrofia ilusiones. Por eso, cuando algo nos duele, sentimos siempre una mezcla de alivio y de infelicidad; alivio, porque sabemos que vivimos.

Quizá el dolor no haya sido tan explorado como pensamos. Confundimos muchos tipos de dolor. El físico y el emocional se pueden mezclar, y pensar que uno produce el otro o que uno es otro. Yo sé de primera mano que puede pasar eso, y sé que también el alivio del dolor es muchas veces una cuestión de voluntad del que lo sufre. Si lo aguantamos, porque tenemos esperanzas, duele menos, e incluso se va. Si lo rechazamos, si luchamos contra él, puede aumentar, pero la pelea valdrá la pena. Si lo asumimos como crónico, sin más posibilidad, potenciará la depresión...

La vida está llena de dolor, el dolor nos recuerda nuestra mortalidad y brevedad en el tiempo, y no por ello nos debe causar la infelicidad. Pero no hay que ser masoquista; no, más bien, un hedonista, que rechaza el dolor porque sabe lo que significa, lo ha experimentado y, por ello, no quiere repetirlo. Pero no quiere decir que lo quiera abolir...

Mis dolencias son físicas (es mi rodilla...) y emocionales. Por eso, mal que bien, escribo, como ejemplo de catarsis, de liberación. Indiferente a si está bien o mal...

Un saludo,

jueves, 4 de diciembre de 2008

Snake Plissken

Kurt Russell. Dirigido por John Carpenter. Cine de acción, bajo presupuesto, tipo Roger Corman. Un personaje de esos que vienen del Oeste, solitario, con sus pistolas enfundadas, chupa de cuero, botas de militar, vaqueros sucios y rotos, barba, greña.

Un personaje que encarna el héroe anarquista, solitario, brutal. El Hombre.

Me encanta Snake Plissken por muchos motivos. Y especialmente en la historia de "Rescate en L.A". ¿Por qué? Para salvarse de uno de los malos, imagen sarcástica del Che (un idealista, un asesino... como tantos otros) tiene que jugar un partido de baloncesto en una cancha, con reglas casi europeas. No valen los triples, son 2 puntos por canasta, todo el campo, 10 segundos entre canasta y canasta. Si no tira en 10 segundos, muere. Si falla, muere. Si no logra 10 puntos, muere. Por supuesto, Snake lo consigue. Todo entre combates de Gladiadores del siglo XX, con un César (o más bien, Augusto) latino en el palco.

Me gusta también por su mala hostia. El juego que hace a lo pistolero, siguiendo las "reglas de Bangkok", es divertido. Su persecución con las motos contra el imitador del Che es acción. Su forma de acabar con un Bruce Campbell irreconocible como El Cirujano Jefe de Beverly Hills (donde cruza una horrible vieja años 20 tipo Gloria Swanson en "Sunset Boulevard", o al menos eso me recuerda...) es de risa, y la crítica entera del mundo decadente de L.A. es de parodia. Hay mala hostia, sí, porque el letrero de Hollywood consumido por las llamas, y visto desde atrás, es una parte de esa inquina. O las risas a costa de la gestión del espectáculo en la ciudad.

Pero sobre todo, Snake es cínico, lacónico y superviviente. Encarna las virtudes precisamente del héroe, del país en que está, de aquella casta de hombres que el Western, género de géneros, retrató de forma tan acertada. Es un John Wayne, un Gary Cooper, un Lee Marvin. Es el tipo duro, el Hombre, repito.

Quería darle un homenaje. Dicen que Carpenter está pensando en la siguiente película, "Escape de la Tierra", que es muy apropiado. Si N.Y. y L.A. están arrasados, y el mundo convertido en un estercolero, ¿dónde ir?

Ah, y se fuma un cigarro tranquilamente, un "Espíritu de América", sin cortarse un pelo. ¿No es genial este tipejo miserable?

Un saludo,