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martes, 30 de octubre de 2007

Mortalidad e Inmortalidad

Dice Rafa (¡Pesado!) que tiene una esperanza; la de que la Ciencia (Con mayúsculas) logre un método para el hombre que lo haga inmortal. No físicamente, si no mediante el transplante del cerebro o de los datos contenidos en él a otro cuerpo. A fin de cuentas, las mismas esperanzas de siempre expresadas de diferente manera.

Otra muy buena amiga mía cree en Cristo y en la resurrección. Y eso le da esperanza. Por ello, se esfuerza, en la maraña de dogmas y leyes del catolicismo, en hacer lo que le pueda llevar a cumplir dicha esperanza.

Algunos otros amigos, ante la muerte, se plantean que puede haber algo. No me sorprende que suceda entre quienes tienen una formación científica o técnica. Es la misma esperanza.

Todos sienten la misma necesidad. El que la muerte no sea el fin. Que algo haya, algo quede, una vida, una ilusión de vida, algo similar a lo que conocemos. Pero esa es la gran desgracia del ser humano y el porqué de todas las religiones; conocer que vas a morir. La única e indiscutible certeza del ser humano.

Y entonces sucede la búsqueda de la inmortalidad. Nos reíamos cuando acudí al tópico de "Las obras te harán inmortal", ya que... ¿y yo qué sabré de eso? Julio César, a pesar de ser romano y tener clara conciencia de futuro, también se diría: "Y a mí qué..."

La inmortalidad. El sueño de todos. Logrado mediante una moral o ética religosa. Logrado por la ciencia. Logrado por las obras creadas. Logrado por la pervivencia de la memoria de uno en los demás. Por todos buscada, pero en todo caso, sueño de todos.

Siendo entonces tan claro que la vida es un hecho accidental y la muerte una cuestión segura, ¿cómo afrontarla? Es la gran pregunta, la que nos convierte a todos en filósofos, incluso a quienes desprecian la filosofía. Porque en la medida que respondamos a esta cuestión, viviremos de una u otra manera. ¿Resurrección o transmigración de almas, si creemos en el alma como soporte vital del cuerpo físico? Un tipo religioso. ¿Actuación de la ciencia para hacernos inmortales? Un tipo religioso. ¿Realizando obras para ser recordados? Un tipo vanidoso. ¿Dejando una memoria en los demás? Menos vanidoso, más real, pero igual de fútil...

En suma, ni Kierkegaard, ni Unamuno, ni otros miles que han intentado confundir filosofía con religión; casi nadie ha dado respuestas satisfactorias. Quizá, los únicos, Nietzsche y hoy día Onfray. También buenos escritores como Miguel Torga, Stefan Zweig, Pío Baroja, Muñoz Molina... Porque elevan el valor de la vida a una cuestión única; hacen del accidente una oportunidad; del temor, un acicate; de la ignorancia, un vasto espacio en el que transitar. En suma, hacen que la mortalidad no importe tanto, y que la inmortalidad sea, al final, un juego de niños. Lo que importa, y es lo que quiero destacar, es la VIDA.

Vivamos.

Un saludo,

domingo, 28 de octubre de 2007

Fanatismos

En una agradable conversación de sobremesa, un amigo ha comentado que a los responsables de cualquier religión no hay que matarlos, si no razonar con ellos y demostrarles los argumentos equivocados. Ingenuo me parece, si bien la otra solución, que casi mantengo como un anticlerical decimonónico, es la de eliminarlos. No es la mejor, y de hecho, algunos de los que compartían la conversación, se han pasado a la defensa de la Iglesia y las religiones en general. Es decir, el argumento ha quedado nulificado y desvirtuado.

Digo esto porque los fanatismos de todo signo (Fundamentalismos, religiosos o ideológicos o políticos o deportivos) logran el efecto negativo de crear resistentes, de hacer individuos contrarios a éstos fanatismos y por tanto, de anular completamente los demás argumentos que puedan acompañarlos.

Concretamente, uno después de la exabrupto ha sido el de, simplemente, eliminar la participación religiosa en la educación. Pero ya llegaba tarde. La sangre imaginada empañaba el argumento y lo convertía en polvo. Así pues, es posible que combatir fanatismo con fanatismo no sea la mejor solución.

Claro que ésta solución es más compleja. No es una Revolución Francesa donde se aniquilan clérigos (Y nobles, y gente que caía mal, y el que pasaba por ahí, y el poco revolucionario...) y se trata de eliminar la Religión organizada (Para luego crear un altar al Ser Supremo... imaginando que se restaura una religión estatal como la romana...) si no una solución a largo plazo o por consenso mayoritario. Ninguna de las dos opciones son probables.

La política, aliada natural de cualquier poder establecido con cierta raiz en la Tierra, no ayuda. Ya decía en otra parte que la educación siempre busca dar los datos mínimos para formar buenos trabajadores que no se cuestionen nada, o al menos, no mucho de los arquitrabes fundamentales del sistema capitalista y (teóricamente) democrático en el que viven. La censura tiene muchas formas de ser ejercida, y puede ser burda o elaborada, sutil o también impregnada en el mundo cultural que nos rodea. Otra contaminación más...

Los poderes económicos, verdaderos rectores del mundo, tampoco tienen mucho interés. Si las religiones organizadas suponen algún día un problema (Y no lo son, porque hasta el Vaticano invierte en muchos negocios que consideraría un lego impíos...) se les ataca, mediante la buena burguesía bienpensante, arraigada en sus bienes raíces, y ya está. Es un modo más de conseguir que el dinero siga moviéndose...

Así pues, parece que la última solución es la de dejar morir lentamente la religión. Pero claro, periódicamente, alguien viene y la salva. Nietzsche se quejaba amargamente de que el cristianismo agonizaba en el siglo XVI y tuvo que llegar Lutero a salvarlo... ¡qué cierto! nada más galvanizante que tener rivales: Ateos, aunque nunca son muchos; otras religiones, que son más importantes; y los poderes antes dichos, actuando no en pos de los individuos, de los ciudadanos, si no de sus intereses.

¿Dejamos morir las religiones? Pero si hay un montón de fanatismos arraigados... ¿montamos una argumentación lógica para desmontarlas? Pero llevará mucho tiempo y personas, y la tarea quedará siempre inconclusa... ¿organizamos una revolución corta, sangrienta y de carácter sumario? Pero entonces fomentaremos otras clases de fanatismos, y enconaremos los que ya existen... ¿entonces?

El individuo es la respuesta. Pero cada persona es un mundo, una mezcla indecente de Kaos y Kosmo. Y en la masa, diluye sus matices. Los mismos que usaban los defensores hoy de la religión ante mi propuesta, radical, de no razonar con los sacerdotes, clérigos, curas, ulemas, rabinos y demás administradores de la ética y la moral en nombre de algo indeterminado; de no razonar y, simplemente, matarlos a todos.

¿Podremos entonces usar opciones no violentas y logar alguna victoria? Me temo que no. El fanatismo es la más barata de las soluciones. Quizá, uno a uno, podamos lograr pequeños triunfos mínimos, escasos, temporales y, sobre todo, muy locales. Pero eso requiere mucho esfuerzo.

Quién sabe...

Un saludo,

sábado, 27 de octubre de 2007

¿A quién le importan tus sueños?

Nadie suele preguntarle a otra persona con qué sueña. Es una pregunta que nos pilla desprevenidos, casi tan pornográfica (En España) como la de "¿Cuánto ganas?" u otras similares. Los sueños personales suelen ser guardados en un cofre, cerrado con muchas llaves y sellado en el silencio más abismal. Pero de vez en cuando, se nos escapan señales.

A veces, en un momento de confidencia, nos dejamos llevar y contamos a otra persona cosas que nunca diríamos. No suele ser la familia, con quien la relación es visceral siempre, irracional. Suelen ser conocidos, amigos, gente pasajera o desconocidos incluso. Un retazo de ilusión se nos desgaja y queda adherido en otra persona. Y ésta, en ocasiones, puede llevárselo en prenda de la confianza otorgada, o, más comunmente, utilizarlo para hacernos la vida incómoda.

Quiero ser poético; cuesta contar los sueños a otras personas porque pueden luego ser usados en tu contra. También cuesta confiar. Y lo peor es que se suele acertar en la desconfianza...

Por tanto, ¿a quién le importa? Si sueño, da igual; es mi sueño. Apenas sí podré relatarlo (Si lo consigo verbalizar) y si lo hago, ¿a quién? Hay confidencias de cama, de barra del bar, de euforia incontenida; las hay de maldad venenosa, de intrigantes, con oculto interés. Pero al final, muchas veces, el sueño, la materia misma de lo que no podemos hablar (o si lo hacemos, cuesta) suele caer en el olvido. Queda tirada en el suelo, arrastrada por la lluvia hasta la alcantarilla, pisoteada por cualquiera que pase casualmente la suela por encima.

Mis sueños, los míos, me importan a mí, principalmente. Y lo que cuento, cuando lo cuento, no es ya el sueño. Es una variación del sueño, un recuerdo vago. Los sueños no son reales. Y sin embargo, hacen la vida mucho más real. Por eso, a veces, los sueños no se cuentan; se realizan. Así, luego, no se tiene decepción. Y si no los realizas... ¡sueños son!

A mí me importan los sueños de los demás. Al menos, para escucharlos y, como he dicho, hacerlos míos (O no). No soy un doppelgänger; solo otro soñador... ¡Regálame con tus sueños!

Un saludo,

jueves, 25 de octubre de 2007

Demasiada cultura - Utilidad

Ocurre últimamente que veo el mundo inundado de conocimientos de todo tipo. Desde el deportivo (Saber qué natillas come Ronaldiño) hasta el científico (Que los científicos que han recibido el Nobel, no sé bien por qué, compartido con Al Gore, le han refutado hasta 7 argumentos que él, como buen showman, ha exagerado; uno de ellos, el nivel del mar tras el deshielo... grave en sí mismo, no necesitaba de hipérboles...)

Y dentro de estos conocimientos, muchos de ellos son inútiles. Si no casi todos. Me explico.

De niño he oído siempre aquello de "El saber no ocupa lugar". Y un día, leyendo Estudio en Escarlata del gran Conan Doyle, leí un argumento muy bueno dado por Holmes a Watson, que reproduzco a continuación como buen amanuense:

""[...] Yo creo que, originariamente, el cerebro de una persona es como un pequeño ático vacío en el que hay que meter el mobiliario que uno prefiera. Las gentes necias amontonan en ese ático toda la madera que encuentran a mano, y así resulta que no queda espacio en él para los conocimientos que podrían serles útiles, o, en el mejor de los casos, esos conocimientos se encuentran tan revueltos con otra montonera de cosas, que les resulta difícil dar con ellos. Pues bien: el artesano hábil tiene tiene muchísimo cuidado con lo que mete en el ático del cerebro. [...] Es un error el creer que la pequeña habitación tiene paredes elásticas y que puede ensancharse indefinidamente. Créame: llega un momento en que cada conocimiento nuevo que se agrega supone el olvido de algo que ya se conocía. Por consiguiente, es de la mayor importancia no dejar que los datos inútiles desplacen a los útiles"

No puedo dejar de recalcar lo de la utilidad. Junto con este pensamiento, tan materialista, está el de Ortega y Gasset que ya mencioné algún día, de que la excesiva especialización hace del técnico un espeleólogo en medio del túnel, sin más ayuda que su potente pero limitada luz. Esto es, la utilidad, ¿cómo se mide?

Sorprende a muchos de mi entorno que no pueda recordar el nombre de una tipa o un tipo que se han follado mutuamente o a otros, o que no sepa qué le hizo alguien a alguien o algo. También, sorprende que no quiera conocer de ciertas cuestiones, y que en otras, evite todo contacto para esquivar la contaminación. Con el fútbol me pasa; estamos tan sobreexpuestos a las miles de informaciones inútiles, que incluso alguna vez obtengo algún dato inútil que hago lo posible por eliminar cuanto antes. Aunque el rastro queda. Los medios son sistemas de propaganda muy eficaces, y si no, ¿por qué conocemos hasta el último detalle de la vida nocturna de un jugador y no sabemos quién ha ganado la final de Rugby de este año?

Por eso la utilidad de los datos, de la información. Mucho de nuestra vida consiste en despojar de basura, de ruido, de contaminación, el dato que se pueda obtener. Y aun así, quizá no tengamos ni la sombra de una de las muchas facetas de lo que realmente ha sucedido. En eso soy escéptico, sin la radicalidad de un Sexto Empírico, y sin alcanzar la ansiada εποχη, que creo se pronuncia "Epojé" y que viene a ser una especie de suspensión del juicio, no afirmando que algo es correcto o no lo es absolutamente. Algunos somos, a fin de cuentas, ya lo dije en otro escrito, como mi hermano; buscando entre la basura pequeñas joyitas, tesoros y artículos de valor.

No desprecio el conocimiento, pero sí trato de cribarlo. Tamizar los datos, filtrar las informaciones, depurar, destilar hasta lograr un resultado que pueda ser el más adecuado. En ese proceso, me he equivocado muchas veces (¡Y las que quedan!) pero también he logrado conocer asuntos con cierta coherencia o claridad. La historia, que es de las ciencias sociales la menos ciencia y la más social, carece de método, pero no por ello se puede seguir buscando uno. Quizá el más acertado sea el multidisciplinar, porque nada se constriñe a una única área. Y la historia, como el presente, es un ejercicio de batear hasta lograr el oro escondido en el cedazo. Si a ese material le damos el valor que le damos...

También es cierto, continuando el argumento de Holmes a Watson, que algunos no tienen un ático, si no un dúplex o incluso un palacete. Aunque las especulaciones urbanísticas también alcanzan a las culturales...

Un saludo,

miércoles, 24 de octubre de 2007

Ey, la vida no se detiene...

Pienso en estos años vividos y en todas las cosas que no he hecho; unas por falta de oportunidad, otras, por falta de conocimiento. Todas por falta de atrevimiento. Y lo peor es que muchas de ellas, si no todas, no podré intentarlas ahora de nuevo; la biología humana es lo que tiene. Llegas a una edad y no eres viejo, pero tampoco joven. Ni adolescente. Ni maduro. Estás en medio de la nada.

Ya no puedes jugar a ser un Bukowski y beber hasta hartarte, o dejar empleos a lo loco. No puedes intentar ser un Huxley o un Escohotado y probarlas todas, porque ya estás cascado. No pretenderás jugar en ligas de Baloncesto superiores a las de un distrito de ayuntamiento, en el barrio, apenas 16 partidos y cuidándote de que no te peguen. La ACB está lejos, y ni te cuento la NBA. Ni tampoco sueñes con follarte a todas las mujeres guapas que ves, muchas de ellas alarmantemente más jóvenes, porque hace tiempo que la oportunidad no existe. Desde luego, viajar se puede, pero siempre con planificaciones por delante; nada de tomar un tren a lo loco y desaparecer en el corazón de Europa o en medio de Turquía. Y las comilonas como si uno fuera Lúculo, prohibidas.

De pronto, las posturas del Kamasutra parecen extraterrestres. Y físicamente, tu cuerpo te demanda más reposo, más calma, más tranquilidad... mientras la mente va a 300 por hora. Eso es lo malo, que el cerebro juega más rápido. Uno sueña lo anterior, imagina todas las situaciones no vividas o por vivir, y siempre encuentra, de pronto, que las ha vivido. O si no, está bien el tomar las experiencias ajenas y sentirlas como propias, adoptándolas. Y entonces la vida, de pronto, adquiere nuevas experiencias...

Creo que mi imaginación ha sido el músculo más fuerte de todo mi cuerpo. Demasiado. Apenas he podido correr más de 50 minutos seguidos, y eso hace muchos años. Pero puedo imaginarme lo que es una maratón. Y también lo que se sufre. Y lo que se siente. Y lo que se sufre. Y lo que se disfruta. Y lo que cuesta. Y lo que se sufre. Y lo que al final siente uno... y después, la sensación de triunfo personal, intransferible, quizá a la vez, fútil. Todo un esfuerzo físico que te hace sentir mejor, fresco, capaz, fuerte, ágil, rápido, coordinado. Y también otras sensaciones más ocultas, más tristes, más hondas. La soledad llega cuando no lo puedes expresar todo...

He imaginado miles de situaciones. Reconozco el apoyo de soportes para ello. El porno, muchas veces, ayuda a imaginar muchas de las mujeres que uno desea y a uno mismo en situaciones interesantes. Y también el erotismo del cine, de los libros, de las fotografías, de los cuadros, de las imágenes, de ciertos olores, de ciertos tactos. También me he sentido muchas veces como un soldado, victorioso, derrotado, desencantado, violento, humillado, heróico, cobarde, práctico, profesional, aficionado, ucrónico... y como un escritor, y como mil vidas más.

Pero eso está en la mente. Antes solía ver el mundo a través de gafas, y eso me daba cierto retraimiento, cierta timidez. Sentía que debía ocultarme más de lo que ya lo hacía. Y de pronto, un día, descubro que no es necesario ocultarse. Que uno puede ser quien es, soñando, sin dejar de ser quien en la realidad pasa por ser, aunque no lo sea. Porque nuestra identidad no es única, es como un diamante pulido en algunas partes, en otras no, y siempre reflejando distintas facetas de nosotros mismos. Y de pronto, con gafas o sin ellas, todo se ve distinto.

Así que puede que no haga ya muchas de las cosas que podría haber hecho en su día. Pero eso no impide que las haya vivido. En esta vida y en la de otros muchos. En las suyas y la mía. Aunque al final no sepa expresarlo o, más habitualmente, no me atreva. Y lo mejor es que la vida ha seguido, bien, mal, regular, pero ha seguido. Porque el tiempo, aunque relativo, tiene algo absoluto; se acaba en un momento dado.

Y eso también lo hace todo tan especial...

Un saludo,

martes, 23 de octubre de 2007

Demasiada cultura - Paradoja

A veces siento que el fast food es un término aplicable a todas las cosas. La cultura, por ejemplo. De pronto, pontifican sobre miles de temas cientos de personas diferentes; un César Vidal (orondo y demagogo) escribe hoy de Egipto, mañana del Caudillo y pasado del Medievo (¿Será siempre él?) o para más burla, escribe su El Camino a la cultura emulando el de Balaguer pero en laico (¿O no?). Y no sólo un Vidal, un Moa (Tipo que cambió la pistola por un bigote, y con él armado se dedica a apostolar también contra la malvada izquierda) o incluso un inefable Losantos (Tiene un libro muy bueno, La última salida de Manuel Azaña... quién lo diría) si no que todo perro pichichi habla, escribe, comenta sobre qué es la cultura. Hasta yo mismo. Y con qué cinismo.

La cultura, como todo, es un bien. Un bien producido intelectualmente, pero un bien tangible. Y como tal, nos tratamos de apoderar del mismo. Acumular bienes. Y algunos son como ardillas, guardando en el tronco de su árbol libros, o películas, o música, o cómics, o fotos, o pinturas, cualquier cosa, en definitiva, susceptible de llamarse "cultural". Pero sucede muchas veces que ese almacenar trastoca la vida de uno. No hay vida para leer todo, ni para ver todas las películas, ni para escuchar toda la música, ni para ver todas las imágenes... no hay tiempo para percibir con nuestros sentidos todo lo que otros seres humanos producen. Y eso es problemático.

Por tanto, como con todos los bienes, tratamos de elegir. Unos deciden tomarse las cosas con calma; rechazar ciertos escritores o libros, evitar ciertas películas, no escuchar determinada música. Y en este continuado desbroce, eliminando lo que no se quiere, acaba encontrándose lo que desea o, mayormente, lo que no sabía que existía pero estaba ahí esperando. Mi hermano, trabajando como basurero, dió con la clave. La vida es un vertedero donde buscamos o encontramos.

También influyen mucho las posibilidades de cada uno; hasta que comencé a trabajar, mis visitas a las bibliotecas eran casi diarias, y allí tomaba libros y música y de todo, y trataba de leerlo todo, de oírlo todo, de verlo todo. Pero la memoria en algunos es escasa. Es mi caso. Por eso, cuando gané mi primer dinero, casi lo gasté entero en libros. Libros de escapismo, de diversión, de literatura fantástica o histórica, pero siempre, a mi juicio, intrascendentes.

Ahora compro lo que quiero leer y sobre todo, releer. Muchas veces me descubro insomne rebuscando un libro leído hace años en las pequeñas estanterías donde los guardo, abigarrados y esperando su turno. A veces incluso hay libros que tengo y no leo, no me atrevo, esperando un momento adecuado. Y otras, los disfruto tanto que los prestaría si no fuera porque odio dejar libros. Con las películas me pasa algo parecido, pero menos. Son más asequibles, y por tanto, menor problemáticas. Pero un libro...

Creo que hay demasiados productos culturales en el mundo. Lamentablemente, como siempre, la superproducción se da en donde sobran recursos. Para mí, un libro tiene el valor de un arado en Etiopía. Para un etíope, su vaca vale más que todas las bibliotecas de Europa. El relativismo que otorga absoluta prioridad a la cultura, finalmente hace que perdamos muchas veces la perspectiva. Y así estamos, con demasiada cultura... tanta, que olvidamos cuestiones más esenciales. Aunque las leamos en los libros.

La xenofobia dicen que se cura viajando. El nacionalismo también. Pero la misantropía, por el contrario, nunca se cura, aumenta siempre, más si viajas, más si lees, más si ves películas, más si conoces más el mundo alrededor. Al final, los misántropos serán los últimos humanistas, porque ellos perciben a la persona única, al individuo, no al grupo. Puede que sean los últimos anarquistas feroces, capaces de defender irracionalmente la extinción de la raza humana porque, al fin y al cabo, es el individuo el que cuenta, no la masa...

¿O habrá cura para la misantropía?

lunes, 22 de octubre de 2007

Sobre religión

Lo confieso; he pedido la apostasía y soy ateo. De hecho, pedí la apostasía hace muchos años. Entonces me respondieron del Arzobispado de Madrid con palabras de esas que les salen de los mofletes a los buenos curas de cara redonda y gafitas. Es decir, oquedades. Y cuando llamé, peor incluso; el "hecho histórico" de mi bautismo no podía cambiarse, y aunque se pudiera ¡para qué molestar a Monseñor! Y por supuesto, cuando traté de advertir de la denuncia, la respuesta fue casi digna de Schwarzenegger en Desafío Total: Denúnciame, gilipollas...

Siempre me preguntan que por qué deseo apostatar. Que qué daño me hace, si tanto me molesta el rastro del agua bendita que me echaron en la frente hace más de 30 años. Bueno, si no me lo hubieran lavado, tendríamos un problema... y por supuesto, el argumento del mal menor.

La cuestión práctica es clara. Deseo apostatar porque no quiero ser un número más a contar en las peticiones de subvenciones de la Iglesia Católica. No quiero constar como un apoyo a dicha organización. Y apenas comparto uno solo de los principios (Contradictorios muchas veces) que dicen mantener en nombre de un dios más.

Es difícil negar la influencia de la religión en el mundo. Desde las fiestas laborales, las bodas, bautizos y funerales a los que se va por compromiso y se realizan igual, hasta detalles insignificantes. España ha sufrido el clericalismo, el fanatismo y el sectarismo. Tanto, que han copiado estas maravillas los que supuestamente debían combatirlo. Claro que, cuando alguien te ataca con saña, o pereces o vences...

Las religiones no son necesarias. Las hacen necesarias algunos hombres que buscan asentarse como dueños de emociones, situaciones y poderes que no les pertenece. La fe, tan debatida, discutida y defendida como defenestrada, es algo que debiera quedar en la esfera más privada del ser humano. Y no hacer con ello proselitismos. Pero las religiones, todas, son agresivas; necesitan del rebaño y, por qué no, del disidente. La oposición leal, que clama Woody Allen.

Sin embargo, otros son ateos por moda. Lo son grandes hombres, para qué negarlo, y ellos no pueden ser menos. Sin embargo, es difícil ser ateo. Resulta más sencillo la neutral y cobarde elección del agnosticismo. Y se sabe quién es una cosa u otra meramente viendo qué hace en su vida.

Es difícil ser ateo. Pero también es "cool". Igual que el cristianismo; algunos como Chesterton se hicieron católicos en vez de seguir siendo anglicanos porque estaba en el ambiente, en el romanticismo, en la Inglaterra finisecular del XIX. Es difícil ser cristiano, dirán algunos. No, no lo es. Hay dogmas, normas, valores, sistemas éticos en buen número, que no en buen sentido. Lo difícil, realmente, es ser ateo y tener la grave conciencia de que, en gran medida, no estamos equivocados.

Porque al final todo es de lo mismo; la actitud ante la muerte. Dime cómo piensas en la muerte y te diré en qué crees o no. ¿Yo? Luego, nada. Simplemente. Y para no caer en el nihilismo que la religión, paradójicamente, con sus paraísos crea, diré que eso no quita que la vida se pueda vivir éticamente y bajo ciertas normas. A fin de cuentas, somos muchos en el mundo (Demasiados) y hay que convivir...

Ah, y del que crea en el ateismo como nueva religión (Igual que la Ciencia) va equivocado. Es, precisamente, un paso largo para deshacerse de ellas. De todas. Aunque eso es utópico. Un amigo mío, Andrés (No siempre voy a mencionar al mismo) asegura que el XXI será el siglo de las religiones, y después, no habrá ninguna influencia de las mismas. No sé si asegurarlo tanto, porque suena a esperanza, o que una guerra nuclear se llevará medio planeta por delante. Pero mi natural escepticismo me impide creerlo. Además, tampoco podré saber si él gana la apuesta o lo hago yo. Dudo mucho que nos encontremos en otra parte tras morir...

Un saludo,

domingo, 21 de octubre de 2007

Baloncesto vs Fútbol

No es una rivalidad nueva. Lo ha sido desde los años 80, cuando me interesé por el baloncesto. Con pocos años, quizá 8 o 9, pusieron en el antiguo transformador que había frente a mi casa una cancha de baloncesto. Simplemente, dos canastas sin red, sin líneas pintadas, sobre un asfalto duro, rugoso, agrietado. Los aros han sido arrancados periódicamente, y de igual manera los han repuesto siempre. Nunca hubo porterías. Y lo primero que hice, al día siguiente, fue pedir un balon de baloncesto para jugar. Hasta hoy.

Del fútbol siempre han informado e informarán, hasta la saciedad. Siempre hay miles de páginas, miles de noticias en radio y televisión. Nos conocemos, aunque lo odiemos, los motes de muchos jugadores, las polémicas arbitrales, los partidos "del siglo", las repercusiones cósmicas de un "crack" que se ha ido de juerga. Es un circo, un grotesco espectáculo de luces, colores, sabores... de todo menos deportivo.

En cambio el baloncesto ha transitado caminos más discretos. El bache de los años 90, cuando el aficionado debía someterse a las duras pruebas de no encontrar un solo partido de ACB (En Canal + y por tanto para quien lo pagara...) o la selección castigada con Angola y similares... yo entré mucho después del recuerdo de Corbalán y compañía ganando la medalla, y ví a Petrovic lanzando esas canastas. También disfruté con Jordan, y con Kukoc, y con tantos otros. Hasta que llegó el primer aviso; el oro júnior ante los EEUU.

Desde entonces, la crónica sequía de títulos del fútbol, que en clubes gana, pero en selección pierde, cambió a una crónica que hizo de esa generación campeona del mundo de baloncesto y subcampeona de Europa en dos años. Sin contar la mejoría de la ACB. Y las comparaciones son odiosas, pero se pueden hacer.

¿Qué diferencia a ambos deportes? El circo del fútbol, su aburrimiento (No soporto un partido entero; siento lo mismo que los habitantes de Springfield en cierto episodio de "Los Simpson") contra la vitalidad, el nervio, la alegría, la rapidez y la vistosidad del baloncesto. Eso, y las declaraciones; en cualquier deporte que no sea fútbol, los protagonistas hablan de manera inteligente, no como estrellitas del rock. Da gusto escucharles y apetece oírles. Siempre dicen algo interesante.

Lo siento por el fútbol. Ha sido el deporte "Rey", pero a los muchos que somos republicanos, el Ba-lon-ces-to, por méritos propios, merece estar en nuestro podio particular. Y motivos no faltan.

Un saludo,

viernes, 19 de octubre de 2007

(Des)Memoria histórica

Con esto de que los políticos han hecho del Congreso y aledaños un decorado más de las "Matrimoniadas", me dió por revisar un poco las leyes del PSOE de esta legislatura y héteme aquí que me encuentro con la más divertida de todas; la de la Memoria Histórica.

Hablando con mi padre, que nació en 1930, él recuerda cosas. Aparte que le guste "Cuéntame" y encuentre en la serie muchas reconstrucciones reales, él vivió la guerra, aunque de niño. Y tiene anécdotas interesantes. Bueno, anécdotas para nosotros. Para él, tristes realidades. Mi madre también me contó cosas, aunque menos; ella era de la posguerra. La cuestión es que recuerdan realidades tangibles, que vivieron. Y eso aun hoy, tras más de 70 años...

Me lleva a preguntarme si entonces no habría sido el momento de hacer Memoria Histórica en 1986, por ejemplo. 50 años después. O en 1977, apenas pasados 40 años. Todavía vivirían muchas de las generaciones protagonistas (Carrillo está vivo, Pasionaria lo estaba, Serrano Suñer también...) y se podría haber hecho un debate de verdad. Pero el miedo bien ensayado del 23F (y otras cosas de meter) logró que éste debate nunca viera la luz (Como ahora no se puede hablar de la III República... gracias, Carod y compañía) y por tanto, que muchos de mis compañeros de generación no hayan pasado casi de las Cortes de Cádiz en la Historia que dieron. Pero la respuesta es clara y triste; no convenía.

No convenía como tampoco convenía reconocer que la última Constitución "Que nos dimos todos" vigente era la de 1931 (Que sepa, ninguna Cámara la derogó, y en derecho constitucional eso es un problema... ah, espera, que cuando las bayonetas derogan una Constitución también vale) y que el último ensayo de estado democrático fue el de la II República. No convenía porque, perdida la II República la legitimidad tras el golpe de estado (Que la descompuso y de paso provocó lo que teóricamente quería controlar; el advenimiento del Comunismo como fuerza política de primera magnitud en España... ¿paradójico?) nadie quería nada que no fuera aniquilar, imponer, vencer... salvo los pocos republicanos legítimos que perdieron toda validez. Las palabras no suelen ganar a los fusiles.

El PSOE de entonces no entró en la batalla. No convenía. Queríamos un país moderno, en la OTAN (Krahe le dedicó una gran canción con Sabina...) en la entonces CEE, con VHS, sin VIH, SER y COPE, yuppies, triunfadores, Expos, Mundiales.. vaya, parece otra del Sabina. Y no convenía recordar que un estado democrático fracasó por un golpe de estado militar. Mejor montar el oligárquico que tenemos ahora. Mejor olvidar los orígenes nazis y fascistas de la España de 40 años a la que Alfonso XIII quería cruzar y luchar contra esos "malditos rojos" (Falaz conversión en la que todo republicano era "rojo"...) y olvidar también que Francia y Gran Bretaña miraron a otro lado, dejando a la España legal, la que bien o mal intentaba hacer una España moderna (Como ahora, ¿no?) quedara con un único valedor, y además, mal visto; la URSS. Y México, y Checoslovaquia (Hasta que la engulló Hitler con el beneplácito de Gran Bretaña) y algún que otro país democrático que se veía con problemas...

Esa es la desmemoria. Que hubo asesinos entre los fascistas, los requetés, los carlistas, los religiosos, los anarquistas, los socialistas, los republicanos, los comunistas, incluso entre gente que pasaba por ahí (A un carpintero de La Robla le mataron acusándolo de rojo; su delito, querer cobrar al alcalde un trabajo que le había hecho en la casa...) nadie lo niega. Que algunos mataran más que otros, tampoco. Pero que algo es cierto (a pesar de los Moa, los Vidal y demás garbanceros o estómagos agradecidos) es que perdimos un momento histórico. Parte culpa nuestra, parte de fuera (Azaña ya les culpó en su día) pero en todo caso... ahora también lo perderemos.

Las leyes no sirven sin educación. Y la educación es un mal para el gobernante; el gobernado debe conocer lo justo para sostener el sistema, y algo más por si acaso. Pero no debe saber lo que desea conocer; entonces es peligroso, y es que cuando un objeto piensa, se vuelve sujeto y ya no es útil. Unos seguirán repitiendo que los pantanos y colegios de Franco... que proyectó la República... ¡ay, papagayos!

Me pregunto por cierto cuándo se hará una comedia musical con lo que pasó entre julio de 1936 y abril de 1939... como dice mi amigo Rafa(últimamente estás aquí muy mencionado) simplemente tomando para los diálogos lo que ellos dijeron en cada momento. Sería hilarante, si no fuera porque de vez en cuando se mataban.

Un saludo,

jueves, 18 de octubre de 2007

Cambalache

"¡Siglo veinte, cambalache
problemático y febril!..."

Así cantaba parte del tango de Discepolo el inigualable Gardel. Esta canción, que es para muchos una de las mejores y más definitorias del momento histórico que vivimos (¿Acaso ha terminado el siglo XX?) es para mí un himno.

El siglo XX es el siglo de la imagen. Subyugados por el brazo en alto de los nazis, por los aviones surcando el cielo, por Hitler mirando con altanería y carisma al horizonte, por los SS de negro, gorra de plato, calaveras y botas... Goebbles se estudia en las facultades de periodismo e imagen, creo. Porque la Imagen ha reinado. Es el monolito adorado por todos. Es el nuevo Icono. El TODO. Y curioso, pero lógico, que los estados totalitarios fueran los primeros en reconocer su potencial.

Igual que el XX es el siglo de la imagen, el XIX y anteriores lo son de la letra impresa. No me malinterpretéis; el hombre siempre ha tenido ojos y por ellos entraba antes una Atenea de marfil pintada hasta el más mínimo detalle (Nada del mundo neoclásico liso, gris, blanco... policromía hasta el horror, es lo que había en Roma, en Grecia...) que un relato sobre los etruscos (Como parece escribía el emperador Claudio) Y siempre ha sido la imagen, primero, antes que la letra. Pero no tenía potencia. Un cuadro era maravilloso, y un rey podría quedarse pasmado (Y masturbándose) ante una Venus desnuda, pero también leía (Puede que pornografía) y mucho. O le leían...

Ahora el cambalache se ha realizado. Nadie lee, ve las letras. Nadie analiza una frase, la toma al vuelo. Nadie escucha, disfruta la sonoridad sin más. Todos hemos caído en el cambalache entre letra e imagen, dejando que la primera se quede en discreto segundo plano. Plano secuencia, a lo mejor, porque sigue ahí...

Pero la imagen regala felicidad. Mi amigo Rafa, un día de esos en que charlas siendo algo trascendente sin quererlo, me dijo que para él, la felicidad existía y tenía forma geométrica; Rectangular. Una pantalla de cine. Lo suscribo. Siento muchas veces la emoción de esperar en la oscuridad las imagenes que me cuenten una historia, como antes los campesinos esperaban tras la jornada de trabajo que el bardo les contara una de sus fábulas. La imagen...

¿Por qué entonces, viendo maravillas como "El triunfo de la voluntad", me quiero hacer nazi? ¿Cómo no sentir la ramplona necesidad de abrazar la revolución tras "Tierra y libertad"? ¿O cómo no adorar el capitalismo con las miles de películas que lo ensalzan, como "Entre pillos anda el juego" (Más interesante en su título original, "Trading places")?

El cine es política, y la política, propaganda. El cine se hace con imágenes, así que la imagen es, en última instancia, propaganda. Como las palabras... pero las imágenes entran mejor, sobre todo entre los analfabetos.

"Igual que en la vidriera irrespetuosa
de los cambalaches
se ha mezclao la vida..."

¡Viva el trabajo!

De siempre se ha dicho que trabajar es bueno. ¿Seguro? Lo que se olvida es que el trabajo es impuesto, no voluntario, obligatorio. "Trabajador por cuenta ajena", es la definición más terrible desde la de "Siervo de la gleba". Y no digamos el autónomo actual. El trabajo es una imposición que forma parte de la misma democracia capitalista. Por eso en España, que no es ni comunista ni de derechas, se opta por la tercera opción; funcionariado.

Reconozcámoslo; nuestros trabajos tienen poco de útiles. Si ya Marx denunciaba que el "obrero" quedaba aislado del sistema productivo porque no conocía el resultado final y muchas veces, tampoco, el inicio, más tarde el propio Ortega y Gasset comentaba que el "hombre" hiperespecializado estaba como un operario perdido en un túnel, con solamente la luz de su casco y sin ver el inicio ni el final. Es decir, solamente conocía su parcelita pequeña, su terruño, su mínimo espacio. La utilidad percibida es por tanto escasa, y la real... ¿existe?

Por eso muchos se pasan al funcionariado. En España es como decir "Trabajo para toda la vida, condiciones cómodas, sueldos ajustados y libertad mental". Hay muchos funcionarios que han sido grandes escritores (Antonio Muñoz Molina) o incluso exitosos entrenadores de baloncesto (Joan Plaza) y eso demuestra que querían una base para vivir la vida que de verdad deseaban; escritores, entrenadores... muchos otros hacen lo mismo. Por tanto, ¿es el funcionariado o cualquier otro empleo un estado de trabajo útil? Lo hacemos por tener una base de subsistencia y pagar el piso, el coche, la tele, los demás electrodomésticos o el viaje a las Canarias.

Así pues, no me extraña que aun perviva una vieja clase que creía desaparecida, pero que es real, y la tengo cerca; los rentistas. Suena decimonónico, y sin embargo, algunos de ellos tienen rentas que les permiten una vida cómoda, sin lujos pero sin carencias. Y en esa vida, hacen lo que realmente quieren. Rafa es uno de ellos. Él trabaja en lo que quiere porque no necesita trabajar para hacer lo que quiere. Vaya paradoja. Pero es un tipo feliz. Y me da envidia.

Yo creo que muchas personas son felices con sus trabajos porque no quieren más que estabilidad y luego hacer lo que quieren. Pero no trabajan en lo que quieren. Trabajar en lo que uno desea sería la revolución absoluta, mayor que la bolchevique. Pero es imposible. Existe un mercado, un sistema económico en el que las personas ya dan igual. Cuenta la máquina, el Moloch que Fritz Lang intuyó en "Metrópolis". Esa misma máquina que ya devora por igual a los cuellos azules, a los cuellos blancos y cualquier cuello que se preste al degüello.

Hoy día el marxismo está "superado". E igualmente muchas ideas. Pero me pregunto, tras el daño del estalinismo, el castrismo, el polpotismo y otros famosos -ismos de izquierdas, si no habrá que reconstruir algo para que Moloch coma menos y nos dé algo más. Utopías, a fin de cuentas. Mientras... ¡Viva el trabajo! Y muera el resto...

Un saludo,

miércoles, 17 de octubre de 2007

Contradicciones

En nuestro mundo (casi) blanco, occidental, "democrático", capitalista, social, tecnológico y tremendamente globalizado, nos hemos quedado de pronto atónitos ante el espectáculo. Todo ha cambiado aparentemente muchísimo, y las referencias de pronto se han perdido. Puede ser que ya no haya un Estado controlando nuestros actos, pero tampoco existe una libertad (Libertad... jaleada y en boca de todos, irreal como una ilusión y concepto muy adecuado para según qué intereses) que nos permita expresarnos y ser quienes deseamos ser...

Hemos perdido, como digo, las referencias. Lo absoluto (Salvo en el vodka) no parece ya existir. Antes estaba claro; ¿eras comunista? Tenías la URSS. ¿Ahora? Cuba... ¿Cuba? Corea del Norte... ¿Corea del Norte? ¡Ni siquiera se tiene ya un icono respetable! El "Ché", guerrillero comunista melancólico, romántico, bucólico... Leches, si era otro asesino. La izquierda ha perdido referencias absolutas... quizá por ello pueda empezar a ser verdaderamente izquierda.

Las derechas han sido más inteligentes y adaptables. Dejando de lado el conservadurismo de la Iglesia Católica (Trata mal a sus fieles pero retiene a capa y espada a sus infieles...) Ronald Reagan es un icono que se va asentando. Las izquierdas hacen siempre guiños a la economía (El verdadero Dios, en el que todos confiamos...) y olvidan que el capitalismo es la razón de su existencia. Las derechas vencen, siempre lo han hecho. Siempre han tenido más armas y mejores suministradores. A fin de cuentas, todos queremos ganar algo.

Como digo, son contradicciones. Ahora mismo en España nos veo vacunados para una guerra civil, pero no porque hayamos restañado las heridas (Que siguen supurando pus) o hayamos superado aquel episodio (Una guerra carlista más, versión moderna) ni mucho menos. Lo creo porque las masas juegan a la guerra civil en su PSP, descargan su ira en los muchos juegos violentos que tenemos por casa y sobre todo, nadie querría que le quebraran la conexión de internet de banda ancha que tantas películas, músicas y juegos le proporcionan. El cordón umbilical más precioso de nuestro tiempo.

Muerta la revolución (Casi mejor; todas acaban igual, con un tirano al final del proceso) y muertas las referencias, ¿qué nos queda? Los políticos lo han entendido bien; ser simples cómicos en la mayor de las mascaradas, y no hacer nada, si acaso, corregir alguna cosa de cuando en cuando. Así funciona nuestra democracia, producto de la burla que llamaron "transición"...

Así pues, a vivir las contradicciones. Seremos de izquierdas pero integramos la economía capitalista que nos subyuga. Seremos de derechas pero hacemos concesiones sociales para no molestar demasiado al vulgo. Seremos religiosos, pero de la religión o tomando lo que más nos convenga en cada momento. Seremos ateos, pero simplemente compondremos una luz esquiva en el universo oscuro. Y pretenderemos ser lo que queríamos ser, pero somos, en realidad, una mezcla de contradicciones. Por esa imperfección me gusta tanto el ser humano, pero también lo aborrezco...

Un saludo,

La normalidad

Me encanta ver en algunas de las muchas series que nos llegan de EEUU una constante, un mismo esquema. En todas ellas, los protagonistas suelen ser gente que quiere llevar una "vida normal". Da igual que sea una heroína irrompible, una polígama religiosa o la esposa de un mafioso. Son personas inconformistas, gente que no se adapta al papel que su forma de vida les concede. Pero entonces, ¿qué es ser normal? ¿La normalidad podría definirse como una simple cuestión estadística?

Muchas veces la normalidad acecha amenazante, y te das cuenta de que la vida es de todo menos normal. No es normal ganar menos de 1.000 euros, alquilar una habitación y tener 30 años o más. No es normal tampoco casarte a los 18 y tener un hijo inmediatamente. No es normal que tu marido se vaya a trabajar y te quedes en casa con la teletienda y la aspiradora, que solo te falta el mostacho para cantar la canción de Freddy Mercury.

Normales no somos nadie. Aparentamos, pero en realidad, tenemos cuotas inmensas de anormalidad. Todas las personas viven vidas especiales, en cierto modo alejadas de lo estadístico. Reducir a normalidad como estadística la vida de la gente es lo anormal.

El hombre es adaptable. Y como él, el planeta que habita y le da cobijo. Por eso no hay nada normal; el hábito se puede cambiar, y la rutina, deshacer. Podemos saber cuándo lloverá, más o menos, pero no cuánto durará... y es que la vida es impredecible, única, especial y por tanto maravillosa. Lo penoso es que muchas veces lo olvidamos. El Azar es una constante que no falla, y por tanto, en contra de la Normalidad, diría que es la fuerza primaria de nuestra especie y de casi todas las demás. ¿Corolario?

Hay otras series que me encantan, pero son de la BBC. Aquí en España aun no saben lo que es la normalidad... peaje quizá de un país de excesos y mojigaterías simultáneas.

Un saludo,

Empezando a empezar

Normalmente, cuando uno escribe su primer mensaje para deleite del voyeur de internet, plantea lo que puede ser ésta bitácora. Pienso en los diarios de los capitanes, contando latitudes y longitudes; me acuerdo de la lectura en Moria de los últimos momentos de los enanos antes de morir; en los relatos de H. P. Lovecraft donde un pariente lejano o un amigo cercano cuentan al protagonista los resultados de sus investigaciones; en el diario robado a una hija por su madre, donde se desvelan sus secretos. O más recientemente, en la película de David Cronenberg "Promesas del este" que tiene como hilo conductor, precisamente, un diario. ¿Qué puede ser en este caso?

En este caso, a mí me parece morboso eso de que te puedan leer y además que alguien cuente en público (Con ese espacio extraño que da la pantalla interpuesta entre escritor y lector) lo que no confesaría a su propia madre. Pero como muchas veces (será por los blogs) los amigos y los familiares no son fáciles de encontrar y, sobre todo, de lograr que escuchen sin hablar, este medio es interesante. Puedes contar lo que quieras, desahogarte, mentir, confesar...

Así pues, un espacio para hablar y que te escuchen, pero no para entablar diálogos (Aunque para eso estén los comentarios) Un lugar en el que poder desquitarse de los oídos tapados, alimentando los ojos siempre ávidos. Lo voy a aprovechar.

Comenzaré diciendo que todo este blog gira alrededor de mi rodilla. La izquierda en concreto. Hace muchos años, casi 9, me la rompí. Jugando al baloncesto (Deporte que adoro, que practico malamente y que es de lo poco físico que me gusta) Después de operarme, casi me rompí la rótula. Y eso me obligó a estar escayolado, quieto, casi como una estatua, durante prácticamente un año. Perdí movilidad y, creo, gané en observación. Cambié mucho en mi visión de la vida. De mi vida. Por eso, la culpa de que escriba en público, ahora, es de mi rodilla. La izquierda, como digo.

Creo que he comenzado. Veremos cuánto dura. Nunca llevé un diario, y cuando lo intenté, me pareció pretencioso. Escribir me parece pretencioso. Tanto como necesario, y desgraciadamente, las contradicciones son muchas más... estas son algunas de ellas.

Para terminar, diré que no creo en las generaciones uniformes ni tampoco en los "hombres de su tiempo". El tiempo es relativo. Lo que hace un hombre con él, también.

Un saludo,
David.