"El Cid" no es uno de mis personajes favoritos. No. Tampoco su época me interesa (en general, entre el siglo V d.n.e. y el XV, apenas me interesa, salvo algo en filosofía, algo de Bizancio, algo de culturas concretas...) y me suena, pero no recuerdo, las constantes riñas post visigodas de unifico un reino y lo reparto entre mis hijos, me pego con mi primo y me alío con el rey moro de al lado, y ahora publico unos fueros y doy categoría de villa y pongo un obispado aquí... Es una época que escapa a mi interés. Pero esta serie, como "Cortés", era una serie que intentaba sacar a unos personajes históricos de nuestro sustrato común. Porque El Cid y Cortés, como también podrían ser Séneca o Teodosio, Carlos I o El Empecinado, son de estas tierras, hicieron cosas que dejaron huella y calaron. Y una serie histórica siempre interesa. Así que me dispuse a verla, con la primera conversación mantenida junto a Rafa (telefónica, llevamos sin vernos meses) fresca.
Y me cabreé. Añade una tribuna del susodicho (Sergio del Molino) titulada muy explícitamente "Ola k ase, Cid Kampeador, kampeas o ke ase" que resulta desde el inicio muy grosera, ignorante y destructiva. Y no digo ni vitriólica ni ningún otro lugar común. Digo lo que digo.
Es cierto que el primer episodio es un mareo. Que lo comparen con "Juego de tronos" es inevitable, ya todo lo que huela a medieval se le compara (vaya, pero cuando salieron los libros, un crítico del NYT los calificó de "mierda con dragones"... otro listo) y también por la cantidad de personajes que presenta. Pero tiene virtudes. Me resulta creíble, si bien carece de ese "knack" o brillo o cosa especial que te hace decir "joder, mola". Es bueno, correcto, profesional. Sin más. La serie avanza (sólo tiene 5 capítulos) y tiene algo de "vamos a ser serios" que la lastra, pero también la hace atractiva. Me ha obligado a buscar figuras, y desde luego, ningún Ministerio de Igualdad subvenciona que Urraca fuera lo que fue (recordé entonces una novela histórica que tenía mi madre, que había leído con esfuerzo, y que acabó diciéndome "qué tía, lo que hizo") y que algunas otras actuaran como lo hicieron. Querer tener lo que uno cree le corresponde es habitual, independientemente del sexo. El lenguaje, además, intenta conjugar expresiones con regusto arcaico o viejo con modernas formas de hablar, para no perder a los espectadores (imaginen una serie donde todos hablaran un castellano del siglo XI... ni Menéndez Pidal hubiera podido con ella) pero desde luego los diálogos no son de instituto televisivo ni dicen tontunas. Que un lego como yo entienda que un rey sí sabe qué significaban las parias y tuviera que conjugar su cobro con los obispos pesados y la nobleza, no le convierte como dice, sin gracia, en un "CEO de Castilla S.A.", que encima es erróneo y demuestra que no ha visto la serie. Es un conde de Castilla elevado a rey en León por matrimonio, que por cierto genera toda la trama palaciega de nobles leoneses que quieren verle muerto.
La serie es buena, y Jaime Lorente no es lo mejor, pero lo hace con solvencia, soporta bien el peso y, quizá, está bien que sea un poco pardillo y llevado por ideales. Porque escenas tan interesantes como el triple rezo ante Zaragoza no son un alegato de convivencia ni nada por el estilo. Es un "medírsela" con oraciones (el judío está muy bien, tiene que ser como es, agresivo para no acabar en un progromo de la época) y entronca perfectamente con el obispo (Juan Echanove, contenido, bien manejado en latinajo eclesiástico, otra cosa que es de agradecer) y el imam criticando a sus gobernantes "civiles" porque son tibios y llevan una relación tensa pero de intereses.
En tan solo tres párrafos y un título que sí que sonroja, Sergio del Molino demuestra esa estupidez propia de cierta "intelectualidad" española. "Mejor las series en inglés" (como si estas fueran mejores, como "The Spanish Princess", que ni funcionan por lo rigorista ni por lo artístico, y un centenar más que es "much ado about nothing"...) que de paso es una crítica a la siempre criticada dicción del actor español (que sí, Jaime Lorente es de Murcia, ¿y qué?) y una soberbia sin igual. "No tengo ni idea, pero como tengo una tribuna, os voy a dar la brasa", piensan todos estos personajes. Y sí, todos queremos tribuna (yo uso esta, que sé que leen cuatro gatos y me sirve de diario personal) para soltar nuestras opiniones (son eso, al final, opiniones) pero cabrean a veces.
En la conversación con Rafa ha salido esto, claro. A él le hacen gracia, no quiere más que eso, que sigan de bufones para su solaz y entretenimiento. Y oye, bienvenido sea. Entretener es algo sublime y maravilloso, y mal visto y peor pagado. Pero a veces a uno se la bufa lo que opinen otros, como en este caso o, en otro también reciente, el del intelectualoide Jordi Serra (autor de la infumable "Liberté") asegurando que los que disfrutan con Star Wars deberían ir al psicólogo. La verdad, entiendo que la riña, el grito y la pelea vendan (como los de Zenda poniendo a parir a Máximo Pradera, otro ejemplo de la claque lapidando a un autor que odian) pero uno ya acaba harto. Al menos, otros, sabían mostrar y hacer crítica sin tanta presunción de brillantez. Cansinos Assens, cuando habla de todos en "Memorias de un literato", pone a caldo a más de uno, pero no con ánimo, si no solamente mostrando, como me gusta a mí, con los ojos abiertos y perplejos, lo que veía, sin más. Y me encanta Baroja, por más que le presente como lo hace (un huraño gruñón y tacaño que tiene malas e hirientes palabras para muchos de manera gratuita) pero sin la visión de Cansinos Assens (otro Rafa) no le podría dotar de un poco más de valor al personaje.
Ah, porque ese es el corolario al que hemos llegado en nuestra última conversación de casi una hora; que desde hace mucho, no se venden obras, si no personajes que proyectan su sombra sobre la obra. La hiperexposición de todos a todos hace que no compremos un libro o una película, si no un trocito de carne del autor, como quien se lleva un pedacito del muro de Berlín y se cree que comprende ya todo lo que significó aquello. Mercado, nada más. Lo artístico y lo "intelectual", si alguna vez lo hubo, resultan baratijas del Rastro.
Y si alguna vez me dan un púlpito con miles de oyentes, que alguien me ponga a un esclavo detrás al modo del triunfo romano. Que me puedo ir muy arriba.
Un saludo,