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jueves, 25 de febrero de 2021

Trastornos variados.

 Últimamente, por muchos motivos, estoy leyendo y escuchando, además de investigando, más sobre todo tipo de llamados "trastornos". Una forma de referirse a lo que diverge de la normalidad, entendida esta como medida estadística. Algunos se cruzan con más cuestiones (educación, tipo de vida, sociedad o cultura en la que se circunscriben...) pero todos, en general, suelen generar la misma mirada (recordad, las mascarillas han destruido medio lenguaje facial) al comentarse. 

Empiezo con el del sueño. Desde el inicio de la pandemia, ya he hablado y conocido a más de una persona que lo sufre. Insomnio, migrañas, incapacidad de conciliarlo... me recuerda mucho a las tensiones por trabajo o crianza, a grandes momentos de decisión o espera, tanto, que me parecían reconocibles. Puede que sea ir a contracorriente, pero los meses de confinamiento dormí como nunca. Ningún ruido nocturno, calma, tierra limpia, aire fresco en el balcón... y mis hijos, igual. Sin la presión de horarios, de colegios, de rutinas. Después del confinamiento he seguido conociendo casos de estrés, de insomnio, de problemas... Y casi todos más achacables al trabajo y el rimo que impone en todas las demás facetas de la vida.

El de ansiedad es otro muy común. Antes, durante y ahora, lo encuentro en muchas personas. Por perder el trabajo, por perder a amigos, parejas, familiares. Por sentir su vida cancelada o hibernada. Es cierto que yo he padecido ansiedad, pero siempre en cantidades (creo) moderadas, excepto en algunas ocasiones concretas. Pero veo más a mi alrededor. Ansiedad que conduce a frustración y violencia, a ira, impaciencia, abulia o depresión. Es curioso que, en aquellos que entienden esta etapa de la vida como una suspensión temporal de muchas cosas (y la apertura de otras más) no sufren la misma cantidad de ansiedad, o, al menos, la manejan mejor. Yo, de hecho, tengo menos ansiedad ahora por algo que es fundamental en mis miedos; sucesos que afecten a mis hijos. Salvo dos o tres momentos concretos, en el último año se ha reducido considerablemente esa ansiedad. Pero por trabajo, encuentro mucha, muchísima.

Hay muchos más, claro. Hipocondria, agresividad, tics y nuevas obsesiones, fobias varias, como la social, minusvaloraciones... pero lo que me interesa es saber si estos son parte de algo que estamos nombrando en los últimos años (lustros, décadas) y ya existía, o existe porque lo estamos nombrando y separando. Ya se sabe, el poder mágico de las palabras, creando realidades. También, y esto es un jardín, me está sorprendiendo el giro de muchos debates, pero ninguno como el de la transexualidad.

Hace unos años, leí el magnífico ensayo "S=EX*2" de Pere Estupinyá. En una parte, analizaba lo del sexo biológico, el cerebro masculino o femenino, de manera puramente biológica, y aportaba algunos datos (en porcentaje, las veces que un cerebro se considera "hembra" con genitales "machos" y viceversa). Por supuesto que existen personas cuyo sexo genital es uno (macho o hembra) y el sexo de identidad es otro. Por supuesto que eso es indiferente al deseo sexual. Pero hay una base (y aquí empieza el problema) biológica. No cultural. Lo de siempre. Igual que los demás trastornos que he mencionado (y añado, los trastornos tienen una connotación negativa, puesto que salirse de lo normativo es malo) es una base puramente biológica y, luego, una aceptación, comprensión, encaje, respeto o rechazo en la parte social o cultural. Un loco en una tribu de nativos americanos podía considerarse un chamán sabio y todos le atendían; un loco en Madrid sufre indiferencia y acaba en la calle si no tiene familia.

Me parece genial "despenalizar" el trastorno como algo nefando para quien lo sufre. Si alguien tiene un espectro autista o déficit de atención o hiperactividad, por ejemplo, sí, tiene una serie de aspectos de su personalidad que harán más difícil su aceptación y encaje en la sociedad. Pero podrá encajar. De alguna manera, como los mutantes de X-Men; el "trastorno" o mutación de Charles Xavier es aceptable para otros humanos "normales" porque no se ve. Pero el de Mística no lo es tanto porque la gente rechaza a una tipa azul con escamas, aunque vaya desnuda. Pues algo similar sucede con la transexualidad. 

El primer debate que leí al respecto fue el de J.K. Rowling acerca de su defensa de una escocesa que flipaba (was freaking out) con un señor que se declaraba no binario y mujer, con una bonita barba y todos los aderezos de un hombre moderno (traje, corbata, etc). La mujer acabó perdiendo su trabajo porque el señor, que se consideraba, sin más ni más, señora, le denunció, ganó y la legión de descerebrados de las RRSS terminó de rematar la condena. Rowling se espantó. Y las "neoizquierdas" que tienen más de neo que de izquierdas, se apresuraron a meter en sus cada vez más exiguos y rocambolescos presupuestos ideológicos la defensa de la transexualidad sin límites. Simplemente por declaración de quien se sienta afectado.

La transexualidad, por lo que he podido leer y saber (acudí a una cita donde un doctor amable de un hospital madrileño que trabaja en una Unidad de Identidad de Género me contó lo que se hace) no se "cura", si no que, como todos los demás trastornos, que a fin de cuentas más que encajar en la normalidad es que encaje uno en la aceptación de sí mismo (siempre, siempre, ese Delfos y su "conócete a ti mismo") se trata para mejorar la vida de la persona afectada. Las medicaciones que alteran los equilibrios bioquímicos del cerebro, jugando con las hormonas y demás, hacen que la persona que, por ejemplo, sufra un trastorno bipolar, logre con el litio un equilibrio y bienestar consigo mismo. ¿Eso es contrario a la ética? Las hormonas y operaciones que cambian a una persona cuyo sexo cerebral no concuerda con el genital, ¿son contrarias a la ética? Doy el reverso. ¿Es ético que una persona sin tumores cancerígenos se someta a quimioterapia? ¿Que alguien sin depresión tome antidepresivos? ¿Que escayolemos el brazo de un niño sin roturas?

El miedo de muchas mujeres y feministas es el que es, legítimo. Como el de J.K. Rowling, que lo simplificó (obligadamente) en las RRSS y se enrevesó en debates sin seguir el maravilloso mandamiento de Mark Twain. Que un caballo de Troya (no sé si eso ya se entenderá, porque "La Ilíada" está en peligro de muerte por su contenido contrario a esa neoizquierda) penetre en las murallas de derechos y libertades logradas por muchas feministas. Y el de otros temas. Si yo mañana quiero pegar a una mujer y me declaro mujer, sin más, ¿me libraría de aplicárseme la Ley de Violencia de Género? 

Los trastornos, me temo, no son meramente biológicos, no sólo se dan en nuestros cerebros, interfiriendo en nuestras vidas. No, también en concepciones ideológicas que, creyendo la cultura superior a la biología, retuercen hasta el absurdo (siempre, siempre, tendré a Loretta en mente... sí, otra referencia que ya los ultras quisieron boicotear, "La vida de Brian"...) las cuestiones fundamentales para colgarlas de arbustos espinosos de un laberinto que ni ellos supieron diseñar y, menos del que sepan salir. El peor trastorno de una sociedad, claro está, es aceptar a los socialmente trastornados y darles poder. Así pasó, por ejemplo, con el nazismo (y hago combo con la ley de Godwin) Hay una frase que define perfectamente la estupidez (a mi entender) del debate sobre la transexualidad en estos días; "no hay que pasarse de frenada". 

Comprender es lo primero. Ser honestos con la verdad, lo segundo. Integrarla con respeto, lo siguiente. Todo lo demás, se vista como se vista, son simplemente posturas para mantener una posición de la que dependa un trabajo, una relación social, un entramado de poderes. El plato de garbanzos, vaya.

Ah, y el "biologicismo" (otro neologismo infumable, como "feminazi" o "posverdad") no es más que una paparrucha de catetos que intenta, con palabras bonitas, tergiversar para ganar un debate. En el listado de Schopenhauer, creo que es una heurística que entra en varias de sus estratagemas. Si no poseemos una base biológica evidente que hace de unos más altos que otros, de algunas más inteligentes que otras, de muchos más miopes que otros, de tantos más guapos que yo, y todo es meramente cultural... (ad absurdum) ¿por qué no podemos elegir ser más altos, más guapos, más agudos de vista, más inteligentes y, de paso, volar? Será por una construcción social... 

Aunque algo sí tenemos todos. Imaginación. Para crear (con palabras, primero; después...) paraísos o infiernos en nuestra Tierra. Difícil elección...

Un saludo,