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viernes, 14 de diciembre de 2007

¿Y tú, por qué escribes?

Conozco a muchas personas que escriben. Escriben guiones, escriben correos electrónicos, escriben en bitácoras, escriben para la tele, escriben para revistas, escriben relatos, novelas y cuentos... los hay que escriben incluso en servilletas cuando no hay papel y en papel higiénico cuando van al baño. Mucha gente escribe. La pregunta, ¿por qué?

Aunque parezca materialista teleológico (Que lo soy) se hace por alguna razón. Por expresar ideas, bien, mal o peor. Por contar alguna cosa que les parece interesante. Por crear algún tipo de ambiente, de mundo, de fantasía. Por revelar datos importantes. Por ganar dinero. Por reforzar su ego. Se escribe por estas y muchas otras razones, pero principalmente... se escribe porque se puede.

No hay sociedad ágrafa que haya sobrevivido a nuestros días. O, al menos, las que quedan están ya en vías de extinción. Éstas vivían de la memoria, la tradición oral, el recuerdo, contadas las historias en forma de baladas, de canciones, de poesías. Los padres contaban a los hijos historias que éstos relatarían luego a los suyos. Y así se creaba un vínculo con el pasado más remoto, cuando nació la primera versión del relato, al que luego cada uno añadía algo más, un retazo propio, que podría quedarse o desaparecer. La cuestión es que la narración se mantenía, había una línea tenue pero clara. La escritura, naciendo de la necesidad de la administración y el comercio, acabó con esto. Y la imprenta lo remató.

Yo creo que es importante hablar, tanto como escribir. La escritura es una forma más ordenada, reposada y sistemática de contar lo mismo que uno piensa al hablar (O no piensa) pero por ello también se hace más artificial, más falsa, más deshonesta. Por eso no me gusta del todo la escritura. Como Oscar Wilde, veo la conversación como un arte mayor, como un verdadero reto. Las personas que escriben y necesitan continuamente visitar un diccionario, ya sea este Google o Wikipedia, son personas desprovistas de esa capacidad artística. El buen conversador narra, polemiza, siente, hace sentir y crea, como el bardo ante la hoguera, de noche, en la noche en que las estrellas eran huesos de los mitos y el fuego, mágico brillo adormecedor, crea mundos, crea personas, crea sensaciones, crea, a fin de cuentas, como cualquier dios. Y seguro que así se crearon los dioses, a semejanza de los bardos...

¿Tú por qué escribes, amigo lector? Si escribes. ¿Por fama, reconocimiento, dinero, sexo, poder, ambición, ego? ¿Por necesidad terapéutica, por verter estas hormigas llamadas letras en alguna arena donde dejarlas? ¿Lo haces por placer? ¿Con dolor? ¿Escribes como sientes, sientes lo que escribes, simplemente eres mercenario de las palabras? Seguro que todos tienen sus razones. Las mías, ya las dí en la primera entrada. Así que no me repito; me remito a ella.

"Aquí en la noche, bajo el negro manto agujereado por los alfileres de plata que llaman astros, sentimos el calor del fuego, el cobijo de los familiares y amigos de la tribu. Queremos conocer lo que la oscuridad oculta, e iluminar, hasta que el astro de oro nos regrese la luz, la negrura con colores vivos, luces vibrantes, personajes heróicos, cobardes, traidores, amigables, extraños; con amores imposibles, luchas incesantes, trampas, tretas, negocios. Queremos ver mundos nuevos, mundos que no existen o el mundo que existe desde otros ojos. Haznos sentir, bardo, haznos soñar... ¡Habla!"

Un saludo,