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lunes, 26 de mayo de 2014

La Gran Coalición



Alemania dictó la senda. En España, mamporreros como Felipe González la sugirió, previendo el desastre. Y ahora viene de nuevo a la cabeza, con titulares como el de El País de “Congreso ingobernable” referido a la fragmentación de partidos extrapolando los datos de esta votación a unas generales. Miedo a que la “responsabilidad”, marcada a fuego en el hueco que dejó el marxismo en el PSOE, se vaya al garete ante la realidad. Porque el PSOE es el mamporrero de la izquierda del PP, no se engañen. Sociológicamente, España será “de izquierdas” (afirmación rebatible tras cuarenta años de franquismo) pero la realidad es que quienes deben representarnos no lo son. Hasta ahora.

La casta, la clase política, el privilegio… no hay adjetivos suficientes para la descalificación de nuestros representantes. Que lo son, por otro lado, porque dependen de una casta, una clase ciudadana de analfabetos. Sin ellos no habría los representantes que hay. No pido una clase Alfa, al estilo de “Un mundo feliz”, porque no es viable. Pido a los mejores con visiones de futuro, no a los más mediocres con visiones limitadas de asnos subyugados.

No quiero glosar los resultados. Basta ver los datos y reírse de su interpretación en los periódicos varios, todos ellos muy analíticos y apocalípticos. “El avance eurófobo aboca al continente a una gran coalición”, dicen en El Mundo. Es como si los votos de la “extrema” derecha no fueran ahora legítimos, pues les desborda la radicalidad por su lado y es malo para los negocios. La cuestión es que, si les desbordan los extremismos, y lo que llaman extremismo (habría mucho que decir en algunos casos) será porque no han logrado centrar, en el sentido más sensato del término, las cosas. Porque no hay proyecto más allá del de las grandes corporaciones, empresas y fortunas que conforman realmente el proyecto de la UE.

La UE es un gran mercado de capitales, no una ciudadanía compartida. Es un mercado, no un espacio social. Es una ratonera, no una liberación. Y eso es lo que perciben ahora los ciudadanos de cada país. Si ceder soberanía conlleva miseria, ¿me interesa ese proyecto? Y de paso, voto pensando en mi país. Eso es lo que ve un ciudadano medio, enfadado.

No, la Gran Coalición no es algo entre los partidos tradicionalistas, bastiones de un poder establecido al que representan realmente como intermediarios entre ellos y la  ciudadanía, que se cree lo contrario. La Gran Coalición debe darse entre las izquierdas que rebasan lo establecido. Entre pequeños partidos. Entre los miles de personas desencantadas y críticas, no meros analfabetos. Esa es la que hay que buscar.

Y ahora, circo…

Un saludo,

viernes, 23 de mayo de 2014

Refutando a Francis Spufford

En el artículo de Francis Spufford de hoy mismo, que he tenido el gusto de leer una primera vez mientras desayunaba a las 7 de la mañana en el bar cercano de donde aparco mi coche, me he hallado algo estupefacto. Sorprendido, atónito, curioso, muy curioso. He tenido que leerlo un par de veces más. Y aquí tengo que acabo refutando, no replicando.

Desde su primer párrafo ya cae en tópicos desfasados. "Un proyecto común, el del respeto mutuo". Bien, no comprende o quiere eludir completamente que el respeto puede existir cuando una parte no está constantemente agrediendo a la otra, no con palabras (las palabras hieren según se quieran escuchar, pero no son cuchillos ni pistolas) si no con hechos. Una Iglesia que arracima en torno suyo a los creyentes o supuestos creyentes (animales sociales) y que propulsa legislaciones, cambios de hábito y moral en la sociedad, buscando siempre la uniformidad de las mismas, agrede constantemente a una parte de la población que no desea el deber de cumplimiento obligatorio que ellos propugnan. Y esa Iglesia, como institución, está sostenida, finalmente, en sus cimientos, por sus miles de creyentes, desde los acérrimos hasta los de "yo creo pero no voy porque ellos no me representan". Aquello que no se combate se acaba apoyando pasivamente...

Pero me molesta mucho el juego de "ambos carecemos de pruebas". No, señor Spufford, no carecemos ambos de pruebas, sólo ustedes los creyentes. Nosotros tenemos una forma de aprendizaje, el empirismo práctico, que nos revela una verdad fundamental que ustedes deciden obviar; nadie, jamás, nunca, en miles de años, ha muerto y regresado para contar no sé qué de "otro lado". Desmorona eso toda certeza de duda que usted alienta con su "ambos estamos a oscuras"... y si ahora, racionalmente, o sentimentalmente, como parece quiere argumentar, piensa que un ateo lo es porque se encuentra emocionalmente en el polo opuesto de la Fe, va apañado y no a tientas, si no cegado. El argumento en negativo ("No se puede demostrar que los romanos no tuvieran energía nuclear", por poner un estúpido ejemplo) no es para nada un argumento, si no en sí mismo la demostración de su incapacidad para argumentar...

Un ateo no es un "anticristiano". Ese es su error conceptual. Un ateo es una persona SIN DIOS, tal y como se definían ya en tiempo del helenismo, aquel anterior al cristianismo o el islamismo que son posteriores y no hacen si no escarbar y rapiñar robando conceptos religiosos previos. Esto es, un ateo no necesita un Dios para vivir un mundo lleno de belleza, sí, pero también de maldad y de fealdad. No necesitamos un Dios o una caterva de diosecillos llamados "santos" para expresar sentimientos como los que menciona dentro de "esa carga de culpa y esperanza y pena y alegría y cambios y tragedia y renovación y mortalidad con la que debemos vivir todos los seres humanos". No, primero de todo, no considero que haya culpa más allá de la individual. No pienso que la esperanza requiera de seres invisibles y mágicos. Tampoco siento pena por un ser mítico muerto de manera idéntica a otros seres míticos antes que él. Ni dejo de sentir alegría un día soleado, porque no pienso que alguien colgó aquella estrella nuclear en el espacio que irradia energía para la vida en mi planeta. El cambio, la tragedia, la renovación y la mortalidad es algo consustancial al ser humano, y no por ello requiere un ser como el que usted menciona. El "realismo emocional" que arguye para defenderse y la "imaginación" (de la que un creyente no anda tan sobrado, no es más que reciclaje de dogmas y mensajes lanzados por otros) que esgrime para defender que "hacemos lo mismo" es otra falsedad. No, amigo. El ateo construye su moralidad acorde a decenas, cientos de factores y variables, y es un proceso de construcción arduo, duro, muy complejo y lleno de lagunas y dudas. Si bien podemos coincidir en un "no matarás" y por tanto respetarás la vida, ¿podemos actuar igual? La Historia, esa musa que muchos quieren que les sirva para justificar su presente, muestra cómo los creyentes, especialmente del cristianismo (pero de otras ramas anteriores como el judaismo o después el islamismo) siempre acaban apoyando masivamente a un poder o fuerza por más que contravenga todas sus concepciones y sistemas éticos tan supuestamente sólidos. Y en aquella frase tajante, sencilla y directa, que ustedes nunca analizarán, nosotros nos podemos perder días enteros argumentando cuándo es justificable matar y cuándo no, y en esa duda, perdidos, no hallaremos certeza si no respuesta contingente, falible, temporal y humana. No divina ni absurdamente infinita sin más...

Pero el colmo es cuando pretende arrastrar a un ateo, a mí mismo como lector ofendido de su artículo, a un campo donde se sabe vencedor, el de la oscuridad. "Usted y yo estamos operando en un campo donde no podemos saber quién tiene razón". ¡Qué más quisiera! Usted, y sólo usted, opera en ese campo. Porque es cómodo. Pensar que ambos no tenemos razón le otorga la razón, según un argumentario que puede ser de Schopenhauer para ganar debates, pero que demuestra su falsa candidez y asesina sonrisa cuando hace la propuesta. El campo de la razón alumbra dudas, usted trata de decir que duda en sus certezas para acercarse al mismo mediante su sentimiento. El componente emocional del ateismo es el de cada individuo, como siempre, como en el religioso o que tiene fe. El componente emocional de alguien que se enamora, se frustra, sueña, aspira, se decepciona, descubre, pierde, gana... pero dentro del mismo él no deriva la responsabilidad a un ser ajeno, invisible y cómodo de culpar/responsabilizar. No rendimos cuentas a nadie más que a nosotros, y cuando nosotros somos críticos y conscientes, somos más terribles que su Dios. Porque no hay peor juez que uno mismo cuando sabe qué juzga y es honesto. Lo otro es nihilismo encubierto.

Termina con algo que me ofende. No entiende que haya ateos igual que no hay "antifilatélicos". Bien, el día que un filatélico me obligue a ir a la Plaza Mayor los domingos so pena de castigos en mi vida diaria (expulsión del trabajo, persecución, control de mi vida privada, privación de libertad y de elección) y me obligue a coleccionar determinados sellos, a no mirar ediciones especiales de Bermudas o Bahamas, a que mis hijos crezcan coleccionando sellos únicamente y no monedas o muñecas de trapo, entonces me verá convertido en un "antifilatélico". O "Afilatélico", más bien. Porque no me defino por ser anticristiano, como pretende. Me defino por carecer de un dios que guíe mi vida, por no creer en ningún sistema dogmático, sea éste cristiano, judáico, islámico, budista o espaguetista. Me defino por no creer, si no por saber o lo más importante; desconocer. Y lo que desconozco lo respeto, no hablo ligeramente de ello (de aquello que ligeramente se habla, ligeramente se descarta como una pluma al viento...) ni hago juicios con esa falsa sonrisa que le presumo en su artículo, beatífica, quizá, pero envenenada de ignorancia y de una creencia (sí, es una creencia) final; que en el fondo, usted lleva razón y nosotros estamos perdidos en la oscuridad a la que quiere llevarnos realmente.

Como ateo, respeto a otros, pero no por ser ateo. Los respeto en la medida en que ellos me respetan a mí. Y si usted viera que logros como el transporte público se limitan cuando hay procesiones (lo de todos coartado por lo de algunos) si viera cómo determinadas costumbres se han afianzado en base a la religión vs los heréticos (siempre habrá heréticos...) pues dejaría de considerar que el respeto es mutuo. Y desde luego, desconoce un país como España, donde el catolicismo ha sido cobertura y paraguas para los más salvajes enemigos de la razón, del pueblo llano, de los pobres y humildes. El catolicismo ha amparado y protegido al explotador, al opresor, al que gobernaba despóticamente. El catolicismo, en suma, ha sido ideología, y las ideologías, señor Spufford, no son respetables. Las personas sí, pero no las ideologías. Y yo al menos (no soy tan arrogante como para pensar que todos los ateos comparten mi discurso, pues eso es pensar que tenemos una "antiiglesia" con dogmas como ustedes...) no respeto en nada la ideología de la que ha hecho gala en su artículo.

Siento que, por otro lado, lenguaraces como Dawkins le saquen de sus casillas, y quiera encasillarle y convertirlo en nuestro portavoz. Lástima. La "guerra" contra el ateo es la guerra contra miles de ideas, no una sola, pobre y vacía, como la de miles y miles de creyentes.

Un saludo,

jueves, 15 de mayo de 2014

Los Graco en el Tíber

"Madre, voy a votar lo de Pérgamo y el cambio agrario", debió decir Tiberio Sempronio Graco poco antes de que una turba de senadores y acólitos le machacaran la cabeza y le arrojaran luego al Tíber. Quizá añadiría un "Y dile a mi hermano Cayo que no me siga, que esto de ser hermano menor es un rollo, les da por imitarlo todo". A Cayo también le tiraron al Tíber, por lo mismo más o menos.

La muerte de Tiberio y de Cayo fue por inquina personal de ciertos senadores, entre ellos el descendiente de los gloriosos Escipiones. También eso es un poco como ser el menor de la familia. Quieres imitar a los mayores y acabas pareciéndote a un vendedor de ganado. Pero en la República romana había algo claro; oiga, su política no me gusta, ¿en qué costado clavo mi daga?

Lo de los Graco me viene a la mente... no sé por qué. De éstos últimos días, diría yo. También me asoma, no sé por qué, eso de Allende y su asesino diciendo que no hay nada que negociar con el "hijo de puta" aquel. Ni te cuento la inquina a Julio César. De Robespierre y muchos otros que pasaron de la mesa de firmas a la guillotina tampoco hablo. Y muchos de los que amanecían pidiendo un voto para hacer X cosas (un programa, dicen que tenían) y luego terminaban amoratados a golpes, acuchillados, rebanados o con destinos similares (todos de muerte) por no haber cumplido su promesa, pues no caben aquí, qué puedo decir... pero eso sí, en el siglo XX hay un fenómeno nuevo para ellos, aumentado en el XXI.

El "pero era buena persona". Si a los Graco se los cargan hoy por, no sé, proponer una reforma en la que se quitara el terreno improductivo a grandes fortunas nobiliarias e instituciones religiosas, seguro que determinados sectores de publicación lo verían como normal. Si a Julio César le vuelven a meter 23 puñaladas en las escalinatas del Congreso por querer proponer una alianza de todos los sectores contrarios a su mandato, estoy convencido que le acusarían de genocida para arriba y bien merecido lo tuvo. Pero se les pondría para arriba de buenas personas, por más que uno fuera un intrigante de tomo y lomo y otro hubiera matado a miles sin parpadear. "Separen al hombre del político". Coño, no sabía que se podía. Se puede desdoblar uno, desgajar una faceta que tiene y dejar que cobre protagonismo y crezca haciendo sombra. Así que ya veo a las protectoras de animales poniendo fotos de un Hitler acariciando pastores alemanes o a los veganos nombrándole santo patrón. A los amantes del cine con posters de los líderes norKim-coreanos, que son fans. A... va, venga, me pillan la idea, ¿no?

Uno es lo que es y de eso se trata. No es una persona luminosa de 8 a 15h y un hijo de puta desalmado de 16 a 21h. No es menos asesino por matar a su mujer y saludar a sus vecinos en el rellano, ni más si no les saludó nunca. Uno es. Y ser político lo somos desde la primera hora del día. Elegimos una cosa y ¡ZAS! hemos hecho política. No suenan canciones pegadizas de mítin ni nos rodean periodistas para preguntarnos. Es así. No somos tampoco políticos por ir a doblar un papel con un listado (ni siquiera un nombre...) tachado cada cuatro años. Lo somos cada segundo. En las tertulias del bar, en los comentarios de la casa de comidas, en las cenas familiares. Cuando hablamos expresamos. Aunque rebuznemos...

Yo he escuchado rebuznos y quejidos de asno similares a los mismos que llevo escuchando años. Unos que "lo tendría merecido" o "que se maten entre ellos a todos y nos dejen en paz" o los de "es una vergüenza lo que se escucha" y "nada justifica un asesinato". ¿Nada? Pues los asesinatos tienen justificación, qué quieren que les diga. Respetable o no, pero la tiene. Otra cosa es que la ley que impere en ese momento diga algo al respecto. No sé, con Hammurabi esto no era así, ni tampoco con las XII Tablas, ni con el Código Napoleónico. Pero todo asesinato es una justificación para el que lo comete. Muchas veces es simple. "No soporto que ese exista". De decirlo a hacerlo median muchos pasos, pero que levante la mano quien nunca haya pensado en cumplir su sueño como aquel relato de Ballard, "Ahora: Cero". Hipócrita de la tercera fila, levanta la mano tú también...

No me regocijo en la muerte de alguien que apenas conocía, ni que era para mí representante de nada. Ser político es lo que tiene, esto es, ser humano en medio de cualquier civilización es lo que tiene. Puedes morir. La manera es lo que diferencia sutilmente el asunto. No es igual desnucarse contra una piedra afilada del monte que hacerlo a manos de alguien. La primera pueden llamarlo torpeza, la segunda, asesinato. Y el motivo del mismo es lo que interesa. Pero a la ley. Si la persona que se desnucó accidentalmente era una ladrona, grosera, arrabalera, odiosa persona, su muerte no cambia nada de eso. Si era buena persona, tampoco, aunque seguro que alguno ensuciará su nombre. 

No, la muerte no imprime sello de buena conducta a la vida perdida. Es eso, muerte. Pero con una sociedad que no comprende la muerte, ¿qué puede esperarse? Vergüenza ajena, que yo no siento desde hace muchos, muchos años...

Si hoy un Graco hablara con su madre, le diría antes de irse y acabar apuñalado sobre el Tíber algo así como "Mamá, no abras la puerta a estos medios, y a estos otros, diles que fuí un chico estupendo que siempre merendaba su leche con galletas". Aunque seguro que la madre ya estaría echando el ojo a algún programa de Tele5...

Un saludo,