Buscar dentro de este batiburrillo

martes, 17 de marzo de 2009

Mateo 5:29 "Por tanto, si tu ojo derecho te es ocasión de caer, sácalo, y échalo de ti; pues mejor te es que se pierda uno de tus miembros..."

Así reza uno de los dichos que por lo visto soltó Jesús, al que convirtieron en el "Ungido" y dotaron de miles de actos ya conocidos como levantar muertos (igual que Asclepio) o resucitar él mismo (como Mitra) entre otros. Lo pone en su boca, presuntamente (apliquemos el lenguaje moderno al tema) el tal Mateo, San de comienzo. Llama la atención por lo que dice, puesto que, pensado de manera literal, el mundo estaría desde entonces, si se fuera buen seguidor de éste hombre (o lo que dicen que dijo...) tuerto.

Quizá sea ceguera lo que se tiene, pero no puedo dejar de pensar en la gracia del aserto. Desde que el final de "El hombre con Rayos X en los ojos" me lo revelara por primera vez, con su inquietante grito social presionando al protagonista de "¡¡Arráncatelos!!" me ha venido a la cabeza en distintas ocasiones. La última, a cuenta de una reacción sorprendente en inicio y luego bastante molesta.

Parto de la base de que éste blog es mío, que aquí digo lo que me place y que, esto es lo fundamental, quien quiere lo lee, y, quien no, pues lo ignora. Por tanto, absténganse como dice mi amigo Andrés, meapilas y demás caterva, vástagos de la estulticia, de comentar nada, que nada comentaré en réplica. Y así, sin derecho a réplica, dúplica o rediós, prosigo.

Digo que el dicho de marras se las trae y me gusta, porque denota la imbecilidad más absoluta, la literal maldad de las religiones, concretamente las basadas en el cristianismo, y, desde luego, la lamentable propuesta que se hace. Pues si buscamos hacer tuertos, para dirigir a ciegos que ven muy bien, ¿qué abismo ha de acoger a esa reata encordada? si bien es cierto que también puede sacarse una lectura sencilla; si tus ojos te dan ocasión de ver algo impropio, olvídate y pasa de ello. Y lo de perder algún miembro...

Yo tengo que aguantar muchas tonterías al cabo del día. Hoy mismo, el rebuzno sobre los linces y los bebés por parte de los clérigos. Tema que últimamente me resulta recurrente. Mis ideas son sencillas, casi simples. Mujer, tú decides. Hombre, tú acompañas. Sociedad, no te metas; ayuda. Hay un histerismo cultural acoplado a la especie que le lleva a magnificar muchas cosas, entre ellas, la crianza de un niño. Pero eso, que es de por sí importante, no es excusa, razón, argumento o pedernal para encender respuestas inflamadas y carentes de lógica. La religión, siempre la misma problemática... directa o indirectamente, jodiendo la vida.

Lo cierto es que yo, si mi ojo derecho me da ocasión de caer, o bien miro a otra parte, o pienso que qué diablos, quizá merezca la pena darse de bruces con la tentación. Pero si he de perder algún miembro por culpa de su ceguera... allá quede.

La vida es compleja, sí. Pero más la agriamos con disputas que no vienen a cuento. Ojo, nunca rehuiré la confrontación, pues de la carrera hacia atrás no se suele sacar nada salvo tropezones. Así que termino con mi frase de hoy;

Soy quien soy.

Un saludo,

viernes, 13 de marzo de 2009

Cuanto más conozco a cierta gente, más quiero a mi gato...

Sí, sin duda. Al bicho éste le dan igual las regañinas; pueden asustarle un poco, pero luego está otra vez corriendo, mordiendo en juegos los dedos de mis manos y pies, saltando, maullando, tumbándose en cualquier sitio, entre mis brazos o en el sillón, de donde le echamos en cuanto se pone a arañarlo o reptar por debajo de la funda que hemos puesto y que, por supuesto, él elude... si no duerme, está cotilleando, curioso, el mundo de alrededor. Persigue moscas con la misma intensidad que un banquero comisiones, escarba y come las plantas que tenemos, lame los yogures como si no hubiera más días en el mundo... entrecierra los ojos y se me pone tierno, ronroneando, dándome golpecillos con el hocico, lamiendo mi nariz, apartándome con la pata... y es un bicho con una cualidad clara. Es como es, sin más. Lo bueno y lo malo descrito se debe aceptar. Igual que los buenos momentos, están los malos. Igual que golpea la puerta del dormitorio a las 6.30 de la mañana mientras gime desconsolado, también se echa en mi regazo y duerme ronroneante mientras le acaricio el suave y sedoso pelo... es un mismo ser, lo tomas o lo dejas.

¿Por qué le quiero más? Porque no me miente. Porque como he dicho, es como es. No lo llamaré persona, como muchos amantes de mascotas que antropomorfizan a su animal. Sí hablo con él, como se hace con las plantas, para expresarme, y a él, mis palabras, le saben al aliento con el que las pronuncio, sin más... detecta mis tonos, claro está. Si son violentos, se asusta y se va de mi lado. Si son cariñosos, se queda lo que le apetece para luego irse si alguna otra cosa le apetece más, como tumbarse en un alfeizar al sol. Insisto, no me miente, ni le miento... puedo jugar con él, engañarle con quesitos para cortar sus uñas, sacudir el pienso para que venga a comerlo y de paso acariciarlo... en todo caso, no hace nada que no desee hacer.

Hay personas en cambio que se mienten a sí mismas, que se engañan, y que por supuesto, igual que aquellos que no se quieren a sí mismos, acaban engañando y mintiendo a los demás, despreciándoles. No es necesario un fingimiento absoluto. Simplemente, con ocultar, tergiversar y manipular las verdades, vale. Desde luego, el primer paso, el peor, es no reflexionar sobre ello, y persistir en el error...

Mi gato, como digo, no miente. No puede. No habla. Por eso son sus acciones lo que me muestran su forma de ser. Hace mucho tiempo que, para mí, entre otras cosas, las palabras son instrumento para comunicar, no espadas de doble filo para cortar miembros o pistolas cargadas. Me resulta más definitorio lo que alguien hace que lo que dice. "Obras son amores, y no buenas razones", decía mi madre. Qué razón. Si veo a mi gato relamiéndose porque le he puesto comida que le gusta, sé que está contento, y si se me acerca a frotarme, a darme lametones, lo interpreto como que sabe que yo se la he puesto. Es su agradecimiento. Igual que, si le echo o grito, eriza el costado y se va, porque le he asustado.

Cuanto más conozco a ciertas personas, con el paso de los años, más me doy cuenta de que, por razones varias, las hay que merecen la pena y las hay que estaban de paso. De las primeras, apenas conozco, la verdad. Con ellas trato de cultivar cierta amistad, que para mí, en primer lugar, se basa en la sinceridad y la honestidad, en la claridad y en sentir, conjuntamente, una buena relación, una buena sintonía. Si eso no existe, hay que vivir en sociedad (¡Ja! como si la "Sociedad" no fuéramos nosotros, todos... vaya entelequia) y por tanto respetar una serie de formalismos. Pero también es verdad que yo, eso, lo llevo mal... siempre veo a los reyes desnudos (será mi pertinaz republicanismo) y siento que son jirones esos ropajes. Malo si se denuncia. Quedan las personas de paso. Muchas, muchas hay... pocas dejan huella, más bien, amargura en el gusto, tacto rasposo, ruidos cacofónicos, imágenes desagradables y olor a podrido.

Cuanto más conozco a ciertas personas, más quiero a mi gato. Él huele mal cuando sale de su arenero. Lame con lengua rasposa, pero su intención, y sobre todo el acto, es bueno. "Ey, es mi lengua... ¡haberte comprado un perro de aguas!" podría decirme. El tacto es sedoso, placentero. Su compañía, llena de maullidos y ronroneos agradables. Y desde luego, es muy atractivo, rubio, con la pechuga blanca y las patas que parecen enguantadas también de blanco claro...

La vida es corta, y perder de vista lo importante, una ceguera. Por eso, me admira lo bien que ven los gatos de noche... ¡vaya ojos!

- Dedicado a mi gato, Remo, de esa especie que tanto acompaña a los misántropos durante toda la historia -

miércoles, 11 de marzo de 2009

Discusiones estériles

No sé cuántas veces me he prometido a mí mismo dejar de lado ciertos temas al hablar con ciertas personas, pero es cierto que sigo recayendo en el mismo error; persisto en tratar de hablar de ello con argumentaciones para mí lógicas, a mi juicio sencillas pero claras, y en las que si me pongo como ejemplo, también ejemplifico con el interlocutor. Trato de exponer cuestiones prácticas con ello, y así, ideas, de hablar con ellos de ellos... y puede que, acostumbrado a ser ofendido día sí y día también, haya generado una piel resbaladiza a ciertos términos, si bien no quita para que mis enfados salgan a la luz cuando la aguja entra demasiado profunda. Sin embargo... reitero el error.

Últimamente me he visto envuelto en una de esas que no se ganan ni se pierden, pero en las que nadie se apea de la burra y todos tratan de quedar por encima. De las de justificaciones sumisas, irreflexivas, de esas que nadie dedica una hora al menos a pensar seriamente. Una de esas en las que los pocos argumentos interesantes para tirar de un hilo se han visto truncados por otros más bien tópicos, molestos y reiterativos sin aportar nada nuevo salvo letras y más letras juntadas... ¿y qué he hecho yo? defender una postura, unas ideas, unas maneras de actuar, usarme de ejemplo y preguntar por ejemplos cercanos. Pero, ¡ay! el error está en que ciertas cosas se pueden decir y otras, por lo visto, no. Esto es, hay límites según quién hable, y según para quién hable. Y cercenar así un debate lo convierte en el cadáver de un árbol, en poco menos que un tocón. Algo estéril.

¿Por qué? Hay quienes piensan que los debates son para "ganar o perder". Yo solamente pierdo cuando lo dejo, si es interesante, y gano siempre si lo que se dice es atractivo y puedo aprender, mejorar mi vida con ello. Pero también pierdo cuando se hace con quien no se debe, por diferentes, múltiples y diversas circunstancias...

Está claro que quien quiere sentirse ofendido, lo tiene fácil. No es más que tomar una u otra palabra de acá o allá, leer algo en un tono que no era el impreso en origen (todo sea también dicho; internet es el peor sitio para estas conversaciones...) y decidir que, en su fuero interno, o personalmente, aquello es ofensivo y molesto. Bien, si así fuera, yo podría estar todo el día rojo de ira... y no es así. ¿Misterios? No, solamente preguntas sin respuesta, o preguntas que no se quieren responder.

Igual que he ido eligiendo a mis amigos, y lo mismo otros han hecho conmigo, o no, no es quedarme solo lo que temo (nacemos solos, vivimos solos y morimos solos... aunque tengamos la ilusión de la compañía) si no que solamente pueda tener la opción de callar. Por eso, y en una enésima promesa, evitaré discutir ciertas cosas con ciertas personas, y con los que sé que puedo, salvo indicación en contrario, me permitiré el lujo de desgranar, en privado, lo que pienso, opino y siento. A fin de cuentas, no todos tienen el don de la confidencia, activa o pasiva. Y no es una oreja lo que pido siempre...

Claro que, también, puede ser que yo sea un psicópata inadaptado, incapaz para la empatía (¡ja ja ja!) y fanático... ¿cuadrará mejor esa imagen para según quién?

Un saludo,

martes, 3 de marzo de 2009

Modelos

Es difícil construir la vida que uno desea sin más, sin referencias, en un entorno donde las facilidades no existen, o, al menos, no son generales. Normalmente, copiamos y seguimos referentes que nos guían por caminos ya transitados, y por tanto, más sencillos para nuestro paseo por el mundo. Pero cuando crecemos, vamos dándonos cuenta de lo complejo que es todo, de los miles de reflejos que hay en el cristal del Universo y de las caras que reflejan esas luces, que no son tantas...

Por eso, la vida consiste, como un basurero, en ir encontrando en los vertederos cosas que nos valgan, que nos satisfagan. Mi hermano definió un día ésta idea, y la copio aquí... primer modelo. Pero también consiste en construirse los muebles con los que adecentaremos la casa de la vida, muebles que pueden ser muy bonitos para los de fuera o, por el contrario, simplemente funcionales. O muebles bellos, que produzcan placer estético, y a la vez resulten cómodos y agradables para nuestro reposo y felicidad. Otro modelo, Conan Doyle por boca de Sherlock Holmes. Y cuando tenemos la casa amueblada, nos damos siempre cuenta de que ciertos sofás, alguna silla, ese armario que no es del todo útil, hay que cambiarlos, tirarlos, remodelarlos... Modelo Ikea.

Leyendo cualquier cosa, me doy cuenta de la vasta ignorancia que poseo. Todo un capital de desconocimiento, un caudal de incultura. Ese amplio vacío me sirve para pensar en todo lo que puedo buscar, inquirir, preguntar y tratar de averiguar. Antaño, inventaba cosas que no leía, y olvidaba mucho de lo que leía, de suerte que hoy puedo reconocer un libro y si lo he leído por las sensaciones que me dan sus tapas o las hojas, incluso algún párrafo... me pasó no hace mucho en la biblioteca de mi barrio al mirar entre los anaqueles alguna narración de otros tiempos. Y hoy resulta que las ficciones me siguen gustando por lo reales que son (imaginar mundos que son éste y otros que pueden ser...) y los libros de historia, de antropología, de filosofía, de ensayo, biografías... me encantan por lo ficticio de sus narraciones.

El vacío, no obstante, no se llena, se rellena. Porque sin espacios en blanco, sin lugares para respirar, sin agobios, no se puede vivir. Es como la necesidad de un parque en la ciudad, de un monte cerca, de un río, del bosque... el abigarramiento intelectual es como el de las ciudades; asfixia. Mi madre lo llamaba "extorsión"... y me encanta ahora el término. Es la extorsión mafiosa de la conciencia...

Pero sigo con los modelos. Porque de eso trata éste mensaje. Los modelos de mi infancia, de mi juventud primera y de ahora, juventud intelectual, eran muchos y variados. Nietzsche fue uno; puro fuego entre las hojas... me encantaba como he dicho más de una vez Michael Ironside, a quien vi primero en "V". Era la encarnación del pragmático superviviente con estilo... nada de la ñoñería de Donovan o el resto. Era duro, real. Baroja y sus novelas filosofadas. Los cómics de desastres de los años 80 y 90. Corto Maltés, de quien querría ser todo... menos él mismo, porque entonces no sería. Sexto Empírico, de quien aprendí lo absurdo de todo y sobre todo, de ciertos sistemas de pensamiento. Azaña, en quien veía un estadista hasta que conocí la figura de Negrín, mil veces más amplia. Y puedo seguir... creo que en facebook puedes hacerte admirador de muchas personas; yo lo he hecho con muchas de mis aficiones y filias.

Seguir un modelo, de todos modos, tiene sus riesgos. Yo quería de niño tocar el violín como Holmes, y luego, tras ver la película de Billy Wilder, coquetear con la droga. También seguí un modelo en mis amigos de la infancia a los que conservo casi en su totalidad; el silencio de Emilio, la autoconfianza sin límites de Igor, el desparpajo de Iván, la alegría de Cruz, la tormenta y locura de Ibáñez, la serenidad de Oscar, la inteligencia de Rafa... hay mucho que he aprendido, imitado y desechado de ellos.

El riesgo, no obstante, está implícito en la vida. Sin él, todo carecería de sentido. ¿Para qué apostar si se conoce de antemano el resultado? ¿Por qué innovar algo si lo conocido funciona? la inventiva, la intuición, el chispazo fugaz que nos revela durante un instante la naturaleza de una porción del Cosmos, como orden, es otro de los modelos a seguir, gracias al riesgo... porque una especie de fractura abre la vista a un panorama nuevo, inmenso, vasto como nuestra ignorancia... y es, de pronto, bellamente aterrador... asomarse a los remolinos de la vida puede arrojarnos a ellos; no vale ser un espectador.

Ni tampoco ser modelo de nadie, de otros. Solamente, y es bastante duro ya, de uno mismo.

¿Por qué será que recuerdo una imagen de una estatua de arcilla de un hombre con escoplo y martillo, tallándose a sí mismo?

Un saludo,