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jueves, 12 de mayo de 2011

Reflexiones innecesarias

Me encuentro ahora escuchando un viejo programa de Trecet. Esos que hacía de buena música entremezclada con su sentenciosa forma de hablar. Me sorprendo escuchándole hablar de temas del año 2008. Casi como si hablara de la Babilonia de Hammurabi.

La cuestión es que escucho sus reflexiones, sus pareceres de la vida cotidiana, sobre la música, la política, la sociedad, la belleza, el arte, el cine... echo en falta una persona así, cargante, pero plena, que opina de todo, sí, con mayor o menor acierto, pero en general con bastante más aproximación a la otra belleza, la verdad, que otros muchos.

Ahora mismo, no logro hallar en la radio o en la televisión o en otros medios a persona alguna que logre erizarme el vello del brazo con una opinión o frase o reflexión como hacía este hombre. Ya comenté en otra entrada mis dos pérdidas en pocos días, Tony Soprano y Ramón Trecet. Sí, lo sé, es irónico que hable de dos mafiosos, uno que no lo quería ser y otro que no lo quería parecer. Pero a Tony le encontré sustituto, ¡y vaya sustituto!. McNulty y "The Wire" ocuparon, rellenaron y mejoraron el espacio de "Los Soprano". En cambio, con Trecet... el vacío sigue ahí.

Ahora mismo, el mundo sigue moviéndose con lenta y exasperante monotonía, alterada por ligerísimas erupciones de verdad en la superficie, pero sin mostrar de hecho la dura realidad bajo su manto. El mundo sigue siendo un lugar asqueroso, enfangado por culpa del hombre en una estúpida carrera a la muerte sin reflexión alguna. No hay nadie que levante su voz con la fuerza y alcance suficientes como para manejar con solidez los cientos de problemas que hemos creado o agravado. En su lugar, hemos dejado a los charlatanes, impostores, falsos líderes y demás calaña, ocupar el lugar preeminente en la gestión de lo importante en nuestra vida. Debemos la vida a los bancos, a las empresas, que nos esclavizan en un sistema del que ya no podemos ni queremos salir. Sabemos que matamos, que robamos, que usurpamos a otros, directa o indirectamente, con nuestra forma de vida. Pero en cambio, por muchas llamadas a la indignación que se hagan, de viejos sabios que fueron más jóvenes que nosotros, seguimos prefiriendo la anestesia y la venda en los ojos. Somos ciegos bailando la danza de la muerte.

Quizá reflexionar se haga innecesario. No nos gusta mirarnos al espejo y ver algo que no debería estar ahí. Queremos ser jóvenes, atléticos, atractivos, inteligentes, actuales, modernos, ricos, estupendos. Peor aun, queremos creer en la falsa imagen que nos venden de nosotros, distorsión digna de los espejos del callejón del Gato, donde ya nadie mira. Somos esperpento, somos absurdo, pero vivimos como si nuestras vidas fueran un bello diseño matemático. Entonces, ¿para qué pensar, para qué dudar?

Innecesario reflexionar. Solo sirve para rompernos la ilusión.

Un saludo,