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martes, 8 de diciembre de 2015

La guerra de la bici.

Desde hace un año, más o menos, desde que me mudé al interior del círculo infernal de la M30, uso mi bicicleta para ir y volver del curro. Más concretamente, volver. La ida es un poco de pedaleo hasta la Renfe, cercanías y luego un par de kilómetros a las 8 de la mañana de pedaleo suave hasta el curro. Llego despejado, las piernas estiradas, el cuerpo despierto y cierta placidez. Luego, al terminar la jornada, quito el candado y me lanzo con la bici a casa, unos 12 kilómetros que, si quiero ir rápido, hago por la Castellana-Recoletos-Prado-Atocha-Acacias, apenas 30 minutos, o si tengo tiempo, por un lateral, ya sea por Agustín de Foxá, Padre Damián, callejeo, Serrano, Cibeles, Retiro, Moyano y Acacias, o por el otro, Miguel Ángel, Almagro, Hortaleza, Sol, Plaza Mayor, Latina, Puerta de Toledo, Olmos, o Viaducto, San Francisco y Olmos. Si me toca ir a algún sitio, no tengo problemas, Bravo Murillo para bajar al Clínico o la FJD, por ejemplo. La cosa es que uso la bici. Me gusta. Según mi runkeeper, que tengo conectado a ciclogreen, este año 2015 he ahorrado unos 200 euros, unos 250 kg de CO2 al ambiente y he gastado unas 30000 calorías. Que recupero rápido, eh. Unos 1000 kilómetros en bici, aparte de la Renfe. Uso dos, mi querida Dahon Speed P8 (una plegable muy versátil) y una orbea de montaña que adquirí en septiembre (con cuadro fuerte para la silla del niño). Hasta 2014, yo usaba mi coche para ir al trabajo. Unos 30 kilómetros de ida y tantos de vuelta, casi 1 hora de viaje, entre atasco, aparcamiento y demás. En transporte público era 1 hora y 30 minutos. Trataba de alternar, pero con un niño pequeño, esa media hora era imprescindible muchas veces. Intenté ir con compañeros al curro, pero no tenía ninguno con ganas o cerca. Acabé muy desquiciado de coche, coche, coche.

¿Por qué estos datos? En este año, apenas sí he tenido incidentes con los demás vehículos. Una señora que giró a la derecha, cortándome el carril y casi atropellándome, por no poner intermitente. Alguna vez que los autobuses convergen de tal forma que parecen los barcos de Venecia en la persecución de lancha motora en "Indiana Jones y la última cruzada". Un par de veces que abren puertas sin mirar los aparcados (resuelto sencillamente, yendo por el centro de la calzada...) y más recientemente, un taxista que me cortó un paso y luego me amenazó de muerte, aunque salió pitando cuando le dije que era abogado y quería grabar sus amenazas para denunciarle (se pasó el semáforo en rojo...) No suelo tener incidentes con vehículos graves. Sí con algunos peatones. Un grupo nutrido que cruzaba cerca de las piscinas del Canoe, que tenían semáforo en rojo y que pasaron de mis timbrazos y voces. Un chaval con móvil que casi derribo porque cruzó en rojo sin mirar en Atocha. Y el error más gordo, haber ido por Fuencarral, Montera y Carretas, peatonales, con pocos peatones pero yo montado (ahora ya no voy por allí en bici, o desmonto o lo evito) Lo cierto es que, en todos los casos, con educación y buenas maneras, no hay problema. Pero hay distracciones y falta de educación, sí.

Hablaré de vehículos a motor. Las motos, por ejemplo, tienen la santa manía de pasar al lado de una bici a 30 o 50 por hora sin apenas dejar medio metro de separación. Se nota, señores moteros. Se nota. En las detenciones de paso de cebra para vehículos de dos ruedas, te miran con asco, condescendencia, sorpresa, e incluso se cruzan para ponerse delante atravesándose. Son muy agresivas. Incluso he recibido comentarios o gestos despectivos de los que paso, claro. En las detenciones, taponan los pasillos entre coches y no te dejan pasar bien, aunque ya lo tengo controlado y sé zigzaguear sin morir en el intento. En fin, las motos suelen ser más agresivas, despectivas y molestas que los coches. Pero no por ello, los coches dejan de ser molestos. Dejando de lado que, en Madrid, cuando miro, la media es de 1 ocupante por coche, 2 máximo, y que en días concretos (viernes a las 15h, por ejemplo) parecen ocupados por psicópatas rayanos en la necesidad de asesinar con sus dientes a otros, y que en muchas ocasiones son personas que toman el coche para un trayecto que bien podrían hacer en metro o autobús, suelen ser agresivos. Desde el que te pita, el que pasa al lado diciéndote de todo, los queridos taxistas que te odian profundamente, las furgonetas que llevan curritos que se ríen de tí o los de autoescuela que suelen respetar más que nadie, hasta los muchos que medio respetan las normas, aunque el tema intermitentes y velocidad adecuada no lo tengan controlado. Y los autobuses y camiones, otro tema... es como ver pelear a una sardina contra un cachalote. Divertido.

Los vehículos a motor han mejorado en Madrid. Se han pacificado. Resignado, más bien, a ver tanta bicicleta. Pero toca el turno a las bicis. Desde que hago los trayectos mencionados, veo bicis, sí. Muchas. Quizá puedo contar unas 40 o 50 diferentes al día. Un poco de agua en el océano del vehículo a motor. Pero es algo. Sin embargo, y es lo que me preocupa, en comparación, de esas 40 o 50, la mitad son verdaderos sobrados. No diré "ecofascistas", que me lo han llamado a mí también, pero algo así. 

Suelen ser personas con equipación full o de calle, da igual. Suelen llevar carretera, montaña o BiciMad. Suelen llegar al semáforo y saltárselo en cuanto pueden (yo, los peatonales, lo hago, y algunos, si son seguros, también) y lo peor de todo, suelen caracolear el tráfico y, de pronto, sin señal ni preaviso, saltar a la acera. Tal cual. Mediana de la Castellana a calzada, así. Chimpún. Toman por sorpresa tanto a vehículos como peatones. O de pronto pasan un paso de cebra rápidos, montados, obviando que eso es peligroso también. Y señalizar... como algunos coches, lo justo y da gracias. Yo también, los viernes, sobre todo, si hay aglomeración (especialmente, antes de Colón) me voy a la mediana, pero parando en un paso de cebra, desmontando, cruzándolo y luego montando en plan paseo. Y el regreso, cuando es seguro al semáforo en rojo. No soy santo, soy superviviente. Pero lo otro raya a veces la locura. Y es mala educación.

He leído debates, comentarios, trifulcas... abomino del "bike power" que se considera moralmente superior por usar bici. Abomino del que actúa como un prosélito fanático, aquí con bicis, en otro lado con una Biblia. Abomino del flipado que se cree inmortal por llevar bici (otro día hablo de monopatines, patinetes y patines, que son telita) y que te echa discursos o se cree con derecho a hacer lo que quiera. Abomino de todo eso. Y me resigno, a mi pesar, a vernos condenados a tener en un día cualquiera de estos un seguro, una matrícula, un impuesto para circular. Va a suceder. Nos van a institucionalizar, y con razón. Es cierto, reducirá el número, de las 50 que veo pasarán a 25. Y faltará otra cosa; carriles de verdad o educación vial. ¿Compartir calzada? Claro. Pero de verdad... Y entre medias, como siempre, en los claroscuros del debate, unos te posicionarán en un polo y otros en el otro, cuando ambos se derriten ante la luz de la verdad (poesía barata OFF)

La bici está en guerra. Porque, como siempre en nuestro país, nada entra con alegría, suavemente, sin ruido ni molestias. Exacerbados los ánimos de unos y otros, nada camina por un camino plácido, siempre por los dientes de sierra oxidados de nuestro cerebro hispano. La bici es un medio imbatible en cortas distancias en la ciudad, y más ahora que empieza a existir el motor auxiliar eléctrico. Los coches y la industria es un sistema devastador, tanto de recursos como de medio ambiente, y de salud, por supuesto. Las enfermedades respiratorias de ahora no tienen parangón. Lo veo todos los días. Contaminación pura. Me remito a otra entrada anterior. Quien justifique el "mi coche, mi libertad", no es consciente, no quiere serlo o simplemente es malvado. Es útil, claro que sí, pero, pudiendo usar otros medios menos contaminantes, colectivos, públicos, habiendo capacidad de elegir opciones menos malas, recibe para mí un calificativo. Egoísta el más suave. El coche acomoda, pero también atrofia la mente (y el cuerpo por la contaminación). La utilidad no elimina lo perjudicial. Pero mientras la bici siga en su aura de beatitud sin mácula, falsa y ridícula, la guerra seguirá, numéricamente, perdida. Moralmente, mientras siga en sus trece de "pues hago lo que quiero", también. Quizá todos los que pedaleamos deberíamos reflexionar. La educación se da con ejemplos, también. 

De todos modos, no me hago ilusiones. "¿Valen excusas, mi capitán?", decía mi madre cuando me inventaba cien para no hacer algo que debía, que sabía, en mi fuero interno, que tenía que hacer. Me frustraba, airaba y quejaba, trasladaba a otros la ira y les acusaba de lo que yo, claramente, sabía era culpable. Excusas. Siempre excusas. Somos españoles.

Un saludo,