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martes, 7 de febrero de 2012

Apatía

Esta semana es prolífica en lecturas. Desde "Algo va mal" de Tony Judt hasta "Bandera Roja" de David Priestland, pasando por "El libro más peligroso" de Christopher Krebs y "Los náufragos del Batavia" de Simon Leys. Finalmente, estoy con "Mano y cerebro en la antigua Grecia" de Benjamin Farrington, una recopilación de ensayos muy interesantes. De todo ello, me quedo con una frase famosa: "Hasta ahora, los filósofos se han dedicado a interpretar el mundo, pero de lo que se trata es de cambiarlo". Ya saben, ese tipo llamado Marx. Carlos de nombre.

Tengo la extraña visión de un mundo que se desmorona a mi alrededor, pero con las personas haciendo otras cosas, indiferentes a los pedazos que caen a sus pies. Una visión realista; mientras no me toquen mi chollo, no hay problema, y si me lo tocan, pues me buscaré otro. Es la extraña reacción de todos. Unos y otros, en conjunto, demuestran cortedad de miras. Algo muy español.

Hablando con un compañero de la recreación histórica, en el regreso de Zaragoza, ambos coincidimos en cómo todo se ha individualizado en exceso. La idea de comunidad, de pertenencia a un grupo, se ha diluido cuando no roto. Las familias también. En Alemania, donde él ha estado, hay hijos que, tras los 18 años y marcharse de casa, no vuelven a saber de sus progenitores. Alcoholismo en soledad, muertes miserables... aquí parece que aun no ha llegado en demasía. Pero tiene pinta. Todo sea por el individualismo feroz.

Pero hay una gran verdad en toda nuestra sociedad. La de la apatía. No es ya esa abulia que denunciaban los Baroja del 98, no. Es indiferencia ante todo lo que acaece a nuestro alrededor. ¿Que nos congelan el sueldo? bueno, tenemos sueldo. ¿Que nos recortan los derechos? bueno, tenemos algunos. ¿Que nos quitan servicios recortando prestaciones y calidad? bueno, mejor que nada... ¿que nos piden un esfuerzo y que luchemos por revertir la tendencia anterior? bueno, ya irán algunos, total, siempre seremos pocos, los sindicatos son unos vendidos tan apoltronados como los políticos que no mandan y los banqueros y demás ricos son quienes gobiernan y no podemos hacer nada contra ellos... vaya, de corrido el argumento mental de casi todo el mundo. A la apatía se une pues el cinismo y la desesperación moderada. Mientras no nos toquen... no nos toquen a nosotros... al resto...

Han logrado eso. Romper la solidaridad, la fraternidad, los fundamentos de toda sociedad. Pues sin solidaridad ni fraternidad, pero no entendidas como una tontuna viciosa, si no con su sentido primigenio y positivo, no existe comunidad ni sociedad. Existen células chocando entre sí por los recursos y compitiendo por todo. Deshumanizados, pululando por enormes centros comerciales que venden baratas las piezas que otros construyen gracias a que consentimos su falta de derechos y que, de rebote, nos afecta porque nos están quitando los nuestros. Nunca se llega a la igualdad por arriba. Viene por abajo, por lo peor.

Estamos apáticos. Una huelga general nadie se la plantea en serio. A lo más, un día simbólico que apenas secundarán unos cuantos miles. Yo, desde luego, apoyaré a quien convoque una semana de paro general. Y con reivindicaciones claras, honestas y beneficiosas para todos, no para las minorías que están acumulando cada vez más el poder. Incluso apoyo el único cambio que entienen; el violento. Cada vez más.

Pero de la apatía no nos saca nada ni nadie. Únicamente parecemos tener algún instinto, tripas y entrañas encendidas, viendo nuestro partido favorito.

Así nos va.

Apáticos.

Un saludo,