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miércoles, 30 de diciembre de 2020

Otro libro de relatos (Autopromoción)

Pues sí. Como el año 2020 no era suficientemente malo (bueno, también ha tenido sus cosas positivas) he terminado de pergeñar un libro de relatos. Pero por eso lo dejaré para publicarlo en 2021, en plena tercera ola. Por no saturar más la salud mental de los ciudadanos.

No son muchos relatos. Siete. Mi número favorito. Algunos ya tienen años. Otros no. Los he revisado, revisitado, he quitado algunos que no me convencían e incluido uno que me parecía suficientemente bueno. Bueno o malo... Eso ya lo decidirá el lector.

El compendio se titula "Parpadea". Minimalismo Amazon. La plataforma del mal donde dejan publicar a cualquiera (ya me veis...) aunque tras la mala experiencia con "Relatos de un peatón sin aire" (donde la editorial ya no sé si no existe o no existe para mí, más me da) lo de las editoriales "normativas" me decepciona y por eso me resulta más agradable saber que hay un sitio donde te sometes al juicio de los lectores, sin más. Puro capitalismo. Sin propaganda. De hecho, entronca con lo hablado estos últimos días con Rafa. Ya no se vende la obra, se vende la presencia y sombra del autor. Veremos.

Aún no está publicado. Me quedan algunas cosas, y durante la maquetación mínima que impone Amazon, a veces reviso, reviso, y pasa lo de siempre. La frase "esto no está acabado" es constante. En todo. De hecho, no he revisado "Sangre de hermanos" (de ese, no lo entiendo, llevo ya unos miles vendidos) ni tampoco los "Relatos..." salvo para mi reedición (la mía no se vende, pero la otra me consta que sí, aunque ni idea de cuánto; no cobro o no me pagan, lo mismo da...) y mucho menos "Conciencia de macho", un fracaso en toda regla (este mes creo que he vendido uno, a alguien que se debe haber confundido) y que me lleva a pensar en la ligereza con la que afronto siempre todo lo relativo a la escritura. 

Y acabo además con una noticia algo tangencial pero cercana. Me decepciona lo que he conocido de "todostuslibros.com". Por lo visto, ahí (como en Amazon) te inscribes pagando una cuota o tarifa o lo que sea, como librería. Y si no aceptas las condiciones, no entras. Yo pensaba que era algo más o menos altruista que sí buscaba plantar cara a Amazon reuniendo a todas las librerías de barrio para crear una plataforma y logística que abreviara el camino al lector. No. De pronto, he recordado aquel horrendo engendro que se llamó "Scaramouche, el musical del que no has oído hablar". Y por algo era. Tan malo que hui de la sala dejándome el paraguas aunque fuera jarreaba de lo lindo. Decepción... quizá ese sea el hilo común. 

En fin, ya avisaré cuando los publique (aviso, ya está publicado). Aunque mi ilusión gamberra está más puesta en el otro proyecto que también arranco en 2021 y espero terminar en 2024... Aunque los planes están para que siempre salten por los aires y los pedazos nos dejen un buen chichón al caer en lluvia de azar. 

Un saludo,


martes, 29 de diciembre de 2020

Charlas de paseo.

 Antes teníamos tertulias en casa (siempre asociadas al juego de mesa o de rol), en algún evento de restaurante, en visitas a merenderos... Pero la pandemia nos redujo la posibilidad, y aunque alguna hubo por videoconferencia, la realidad es que echábamos de menos vernos. Ayer lo hicimos. Y de las charlas en las circunstancias anteriores pasamos al paseo que sirvió de excusa.

Nos salió un poco a la antigua usanza. Aunque convocados mediante móvil, acabamos yendo a la casa de uno de ellos, para obligarle a salir, y luego caminamos y caminamos, en dos-tres grupitos enmascarados y alejados entre sí. Hacía un frío que pelaba, las mascarillas ensordecen la palabra dicha, y había ganas de parar en algún sitio para charlar sin interrupciones. Pero estuvimos, al final, casi cuatro horas. 

Uno de los temas que salió, por cortesía del Sr. F., fue el de las redes sociales y su monopolio por parte de los jovenzuelos de hoy día. Dicho con cierta condescendencia y desprecio. Porque hablamos de cómo muchos de ellos habían colonizado estas redes, haciéndolas inhabitables para los que, de vez en cuando, escribimos más de tres frases con una pretensión de coherencia y argumentación. Esto condujo (o trajo) el tema de las identidades, de los ofendidos y de algo terrible; que hoy esa mamarrachada puede costarle el trabajo (y por tanto, el dinero para costearse esto tan caro que llamamos vida) a más de una persona. Normalmente, señoros marichulos blancos heterosexuales recargados de privilegios. Ahí es nada.

También el del tema del respeto. Coincidimos en que nuestra generación, que vivió en unos años 80 inexistentes como niños-adolescentes, respetábamos, más que tolerábamos. Lo de los 80 inexistentes viene porque, al parecer, no usamos bicicletas, ni tampoco nos partimos la crisma en columpios de hierro, ni merendamos pan con chocolate, ni tampoco jugamos en bares que apestaban a tabaco con aquellos videojuegos industriales. Tal es la credulidad de algunos en una época en que existen fotos donde no puedes pellizcar la misma para aumentar su tamaño. Y diferenciamos entre respeto y tolerancia porque lo segundo implicaba un recelo que, en realidad, nos dimos cuenta correspondía más a la generación que nos precedió. Nosotros respetábamos. Había diferencias, claro está, pero buscábamos más lo que nos unía. Y eso, por lo que veo, nos ha hecho únicos ante la nueva hornada.

La cosa es que apareció el tema del rol y cómo se ha popularizado hasta el punto de que hay gente que vive de exhibirse en las RRSS haciendo bailecitos dignos de las web porno donde ponen cámaras y las estrellas hacen lo que les piden los fans. El "baila para mí" versión digital; nada nuevo, tan digno como el dinero que se gana y tan respetable como cualquier oficio que se ejerza desde la sedentarización. Pero lo curioso es que cualquier crítica a estas nuevas estrellas no es ya posible. No hay un filtro. El dogma de "tu opinión es tu opinión y me la pela, porque la mía es mía y es mejor, concretamente, 8 millones de seguidores mejor" se ha instalado con, creo, nefastas consecuencias. No voy a ponerme Pérez-Reverte (lo digo a menudo) porque ya lo hizo Cicerón y estoy seguro que Catón el viejo y otros también se ponían así ("puñeteros jovenzuelos, sois escoria, no sabéis lo que es la vida...") y es algo normal; llega un momento en el que una generación, a partir de cierta edad (difiere según la esperanza de vida) desprecia a los más jóvenes porque tienen lo que ellos están perdiendo; vitalidad arrolladora. Igual que esos jóvenes desprecian a los más mayores por lo que no tienen; experiencia y sabiduría. El momento perfecto en el que una persona es vital y sabia es... Nunca. O quizá a veces.

Uno de los insultos, al parecer, era el de "boomers". Viejos. Antes se decía carcas, viejales, cosas así. Ahora, con la penetración del inglés tan indiscriminada, somos boomers frente a los nativos digitales que se han hecho con el nuevo relato. Y si no tiktokeas, no tienes Insta, eres un pardillo en el far west de Twitter y sigues en el viejo mundo de FB, pues boomer sin respeto. Y llegamos a las identidades. Porque si los mayores de 25 somos eso, carcas o boomers, sin más, los de debajo son... mil cosas y mil más.

La identidad es algo curioso. Los novatos de la vida trocean sus circunstancias para encontrar algo que les haga únicos. Ser blanco es un desdoro (diferenciar por pigmentación... ¿a qué me suena? Ah, sí. Racismo) y ser heterosexual, la marca de Caín del opresor (vaya, puñetera biología, ¿por qué nos hizo dimórficos?) así que hay que encontrar otras. Un tanto por ciento de sangre indígena, algo de pigmentación no blanca, un gusto sexual (qué manía de los censores y opresores por el sexo...) no normativo, algo que nos haga especialmente únicos. También porque es la manera, al menos en anglosajonia, de empezar a pillar cacho de algún tipo de subvención. Que seamos honestos, aquí las subvenciones y ayudas por ser tullido o subnormal las apreciamos tanto que no rechazamos esos dos términos, aunque prefiramos capacidades diferentes, si llevan aparejadas una paga. Y dado que no podemos ya currar como negros (aunque la esclavitud de los negros haya sido un hecho y ninguna Wakanda ni blackwashing de la historia puede cambiarlo, además, para mal, pues si eliminas el racismo de la historia, ¿no ha habido nunca? ¿por qué se pelea entonces?) ni dar palizas gitanas (aunque el abuso de quienes son muchos e imponen su régimen abusivo así pueda ser de colectivos tanto gitanos como mafiosos o de otros grupos) ni ser nenazas (claro, otra igual, no hubo machismo hasta ayer, identificando mujer con debilidad y con incapacidad...) pues cambiamos el lenguaje sin tener en cuenta cómo modificamos la realidad. Que no lo hacemos, porque ésta es tozuda (decía Woody Allen que era el único sitio donde podías comerte un buen filete... perdónenme los veganos y el engañado de Matrix que lo sabía, en ese cuento de Calderón de la Barca) y aunque reescribamos la historia, historia es. Como ejemplo, un chico, gay, quería hacer un juego realista y minuciosamente histórico de jugadores en la Alemania Nazi. Y un personaje de los que jugaban, prota, era un oficial de las SS con un ayudante... negro. Cuando se le señaló la incongruencia, en lugar de decir "pues sí, la he cagado", se defendió aduciendo que todos cargaban contra él por ser... gay. La identidad asumida por delante de cualquier argumentación. "Es que claro, como soy negro...", decía aquel personaje de "Amanece que no es poco". Raro es que no hayan prohibido esa película.

Me gustó ayer charlar con mis amigos. Santi, Emilio, Igor, Rafa, Ibáñez, Rocío... Crean estas reflexiones, estas charlas, y son agradables. Pero como dijo Rafa, "somos mayores, y no me avergüenzo de ello, ¿por qué debería? Se pone demasiado énfasis en el valor de ser joven, sin más. Y uno puede ser idiota, da igual la edad". No sé si esas fueron sus palabras, pero las recreo como quiero recrearlas. Eh, es mi opinión y vale más que cualquier otra. Y si no te gusta, ya te censuraré, que no estoy para respetar, qué digo, tolerar diferencias o, peor para muchos de estos jovenzuelos, indiferencias.


Un saludo,

domingo, 20 de diciembre de 2020

Púlpitos y pulpitos a la brasa.

Mi amigo Rafa y yo solemos discutir mucho de si tal o cual película es buena o mala. Algo subjetivo y sujeto a la apreciación de cada uno. La última polémica no ha sido "Mank", que está bien aunque a mí no me ha ilusionado tanto como a él (porque él la ha visto en el cine, desafiando la pandemia, y yo en Netflix, acomodado en este aislamiento tan épico) sino "El Cid" de Amazon. Una serie que él no ha visto (ni verá) y que yo sí he visto entera ya. Todo viene por las palabras de Sergio del Molino, un participante de "La cultureta" y escritor, autor de "La España vacía". Ya tuve un primer desacuerdo con ese tertuliano cuando hablaron de "Gambito de Dama", donde se pusieron a criticar el título sin saber ni la acentuación de la palabra ni su significado. Se puede perdonar; si uno no juega al ajedrez, un gambito suena a una gamba macho. Pero se cebaron con el título, siguieron con algunas apreciaciones bastante estúpidas, perdieron el punto acerca de qué iba la serie y aunque sólo escuché unos 15-20' (el trayecto en coche de mi trabajo a casa) me sorprendió la soberbia unida a la estupidez e ignorancia que demostraban. Cabe decir que la radio no me apasiona (me gusta Radio 5 porque son noticias en bucle con alguna sorpresa, y Radio Clásica porque me calma y calma a mis vástagos) y que tanto Alsina-Cansino como estos programas de Onda Cero, me acaban aburriendo. Aguanto el podcast de "La vida moderna" porque es lo que es sin ninguna otra pretensión; tres amigotes diciendo chorradas ingeniosas de temas de actualidad. Pero me he ido mucho del hilo; la conversación con Rafa (en tres tiempos) vino porque el tertuliano, Sergio del Molino, despedazó la serie y la trató de cutrez malgastadora.

"El Cid" no es uno de mis personajes favoritos. No. Tampoco su época me interesa (en general, entre el siglo V d.n.e. y el XV, apenas me interesa, salvo algo en filosofía, algo de Bizancio, algo de culturas concretas...) y me suena, pero no recuerdo, las constantes riñas post visigodas de unifico un reino y lo reparto entre mis hijos, me pego con mi primo y me alío con el rey moro de al lado, y ahora publico unos fueros y doy categoría de villa y pongo un obispado aquí... Es una época que escapa a mi interés. Pero esta serie, como "Cortés", era una serie que intentaba sacar a unos personajes históricos de nuestro sustrato común. Porque El Cid y Cortés, como también podrían ser Séneca o Teodosio, Carlos I o El Empecinado, son de estas tierras, hicieron cosas que dejaron huella y calaron. Y una serie histórica siempre interesa. Así que me dispuse a verla, con la primera conversación mantenida junto a Rafa (telefónica, llevamos sin vernos meses) fresca. 

Y me cabreé. Añade una tribuna del susodicho (Sergio del Molino) titulada muy explícitamente "Ola k ase, Cid Kampeador, kampeas o ke ase" que resulta desde el inicio muy grosera, ignorante y destructiva. Y no digo ni vitriólica ni ningún otro lugar común. Digo lo que digo.

Es cierto que el primer episodio es un mareo. Que lo comparen con "Juego de tronos" es inevitable, ya todo lo que huela a medieval se le compara (vaya, pero cuando salieron los libros, un crítico del NYT los calificó de "mierda con dragones"... otro listo) y también por la cantidad de personajes que presenta. Pero tiene virtudes. Me resulta creíble, si bien carece de ese "knack" o brillo o cosa especial que te hace decir "joder, mola". Es bueno, correcto, profesional. Sin más. La serie avanza (sólo tiene 5 capítulos) y tiene algo de "vamos a ser serios" que la lastra, pero también la hace atractiva. Me ha obligado a buscar figuras, y desde luego, ningún Ministerio de Igualdad subvenciona que Urraca fuera lo que fue (recordé entonces una novela histórica que tenía mi madre, que había leído con esfuerzo, y que acabó diciéndome "qué tía, lo que hizo") y que algunas otras actuaran como lo hicieron. Querer tener lo que uno cree le corresponde es habitual, independientemente del sexo. El lenguaje, además, intenta conjugar expresiones con regusto arcaico o viejo con modernas formas de hablar, para no perder a los espectadores (imaginen una serie donde todos hablaran un castellano del siglo XI... ni Menéndez Pidal hubiera podido con ella) pero desde luego los diálogos no son de instituto televisivo ni dicen tontunas. Que un lego como yo entienda que un rey sí sabe qué significaban las parias y tuviera que conjugar su cobro con los obispos pesados y la nobleza, no le convierte como dice, sin gracia, en un "CEO de Castilla S.A.", que encima es erróneo y demuestra que no ha visto la serie. Es un conde de Castilla elevado a rey en León por matrimonio, que por cierto genera toda la trama palaciega de nobles leoneses que quieren verle muerto.

La serie es buena, y Jaime Lorente no es lo mejor, pero lo hace con solvencia, soporta bien el peso y, quizá, está bien que sea un poco pardillo y llevado por ideales. Porque escenas tan interesantes como el triple rezo ante Zaragoza no son un alegato de convivencia ni nada por el estilo. Es un "medírsela" con oraciones (el judío está muy bien, tiene que ser como es, agresivo para no acabar en un progromo de la época) y entronca perfectamente con el obispo (Juan Echanove, contenido, bien manejado en latinajo eclesiástico, otra cosa que es de agradecer) y el imam criticando a sus gobernantes "civiles" porque son tibios y llevan una relación tensa pero de intereses. En tan solo tres párrafos y un título que sí que sonroja, Sergio del Molino demuestra esa estupidez propia de cierta "intelectualidad" española. "Mejor las series en inglés" (como si estas fueran mejores, como "The Spanish Princess", que ni funcionan por lo rigorista ni por lo artístico, y un centenar más que es "much ado about nothing"...) que de paso es una crítica a la siempre criticada dicción del actor español (que sí, Jaime Lorente es de Murcia, ¿y qué?) y una soberbia sin igual. "No tengo ni idea, pero como tengo una tribuna, os voy a dar la brasa", piensan todos estos personajes. Y sí, todos queremos tribuna (yo uso esta, que sé que leen cuatro gatos y me sirve de diario personal) para soltar nuestras opiniones (son eso, al final, opiniones) pero cabrean a veces.

En la conversación con Rafa ha salido esto, claro. A él le hacen gracia, no quiere más que eso, que sigan de bufones para su solaz y entretenimiento. Y oye, bienvenido sea. Entretener es algo sublime y maravilloso, y mal visto y peor pagado. Pero a veces a uno se la bufa lo que opinen otros, como en este caso o, en otro también reciente, el del intelectualoide Jordi Serra (autor de la infumable "Liberté") asegurando que los que disfrutan con Star Wars deberían ir al psicólogo. La verdad, entiendo que la riña, el grito y la pelea vendan (como los de Zenda poniendo a parir a Máximo Pradera, otro ejemplo de la claque lapidando a un autor que odian) pero uno ya acaba harto. Al menos, otros, sabían mostrar y hacer crítica sin tanta presunción de brillantez. Cansinos Assens, cuando habla de todos en "Memorias de un literato", pone a caldo a más de uno, pero no con ánimo, si no solamente mostrando, como me gusta a mí, con los ojos abiertos y perplejos, lo que veía, sin más. Y me encanta Baroja, por más que le presente como lo hace (un huraño gruñón y tacaño que tiene malas e hirientes palabras para muchos de manera gratuita) pero sin la visión de Cansinos Assens (otro Rafa) no le podría dotar de un poco más de valor al personaje.

Ah, porque ese es el corolario al que hemos llegado en nuestra última conversación de casi una hora; que desde hace mucho, no se venden obras, si no personajes que proyectan su sombra sobre la obra. La hiperexposición de todos a todos hace que no compremos un libro o una película, si no un trocito de carne del autor, como quien se lleva un pedacito del muro de Berlín y se cree que comprende ya todo lo que significó aquello. Mercado, nada más. Lo artístico y lo "intelectual", si alguna vez lo hubo, resultan baratijas del Rastro.

Y si alguna vez me dan un púlpito con miles de oyentes, que alguien me ponga a un esclavo detrás al modo del triunfo romano. Que me puedo ir muy arriba.

Un saludo,

jueves, 10 de diciembre de 2020

Es la pasta, capullo.

Todo es dinero. Nos movemos por dinero (o sus equivalentes) y hacemos por un interés lo que hacemos. El interés puede ser lucrativo o no (me atrevo a decir que siempre) y el altruismo y esas memeces se convierten en un barniz sobre la cruda madera sin desbastar. A veces, pocas, raras, alguien prefiere otros valores o cuestiones al dinero. Admiración, reconocimiento, alegría, satisfacción... en la pirámide de Maslow, que se mueve según las personas y culturas (el baile entre la mitad y la cumbre es constante) algunas personas prefieren otras cuestiones que, normalmente, se califican de "éticas". Y ya sabe todo el mundo lo que siento al escuchar hablar de ética, me viene a la mente el monólogo inaugural del mafioso italiano en "Muerte entre las flores".

Como ejemplos; muchos países africanos y la India, entre otros, han pedido mediante la ONU que se hagan públicas las patentes de las vacunas contra el Covid19 y, así, no palmar los estimados 4.000 millones de dólares que supondría vacunar a su población. Me imagino que los Moderna, Pfizer y demás estarán mirando a la cotización en Bolsa (donde, por cierto, ha entrado en el mercado de futuros el agua... ¡¡EL AGUA!!) y ni saben dónde cae África porque no es rentable. En la UE los gobiernos comprarán millones de dosis, con nuestro dinero (hay que recordarlo) lo que es una manera de decir "acatamos el juego capitalista.". No queda otra. Los desarrollos más lentos de vacunas, que saldrán en 2-3 años como pronto, sin tanta inversión (ni pública ni privada, en España, en algunos casos, dirigidas por jubilados, que no son como otros de los que hablaré en el siguiente párrafo) serán gratuitos, porque, yo qué sé, hicieron el juramento Hipocrático y se lo creen. 

Mientras, aquí tenemos a un jubilado (sí, ese, claro que lo iba a mencionar) emérito y tal, que quiere regresar por Navidad a su vieja casa y, para eso, ha "regularizado" su situación con Hacienda. Una nadería, de todo lo que tiene, porque ha pagado, creo, unos 700.000 euros de regularización. Lo que uno gana trabajando en pocos meses. Pero silencio (la mejor defensa) y poco ruido (que queda desacreditado por lo anterior) demostrando que nada cae por falta de ética o valores. Cae porque deja de ser aceptado por otros y, como dijo Josep Plá en sus impresiones del fin de Alfonso XIII, cuando la gente cree que eso deja de mover duros y pesetas, busca otra máquina. República o lo que toque.

Por supuesto, no pueden faltar los divorcios (si lo sabré yo...) y tenemos ahí el del Brexit. GB no quiere irse sin más, quiere irse con el mejor reparto posible. "Déjame a mí esto, esto y esto, y para ti esto otro. No me toques mis fundamentos financieros, pero dejo de darte lo que te daba, que amor no era..." y claro... una dubitativa UE que está mirando de reojo a los pesados de Hungría y Polonia (qué cáncer interno, dioses) y el reparto del Plan Marsh..., digo, Merkel o Von der Leyen o quien toque para el nombre, pues como que dice "bah, si ni estáis en el continente...". Pero es un divorcio que se ha alargado no por el fin del amor, si no por el reparto de la pasta. El negocio conjunto que acabó.

Por otro lado, el PSOE, el partido que va cada día a paso más firme a la nada (aunque no va solo) juega a recolocar piezas siguiendo intereses de todos. ¿Tenemos cientos de inmigrantes ilegales llegados a Canarias? Avión y a soltarles por Andalucía, que siempre hacen falta temporeros y allí se confundirán. Y de paso, dejamos problemas a una CCAA que ya no es nuestra. Cuestión de pasta, que no de ética. Como la mercadería congresil de hacer una comisión para investigar la Kitchen y al ya defenestrado Rajoy... sin traerse a Casado, que a lo mejor sí accede a negociar la renovación del Poder Judicial así, con ese gesto de "Crea una comisión para ocultar el problema, no arreglarlo". Pero eso es el poder, donde dinero y relevancia a veces se confunden... la ética... para el mafioso italiano arriba referenciado.

Todo es dinero, pasta, recursos, interés. Reconocerlo es mostrarse insensible, el malo de la peli, el peor de todos. Pero cuando a eso se une la ética (y aquí se retuerce todo) podemos verlo de otra manera. A lo mejor la indiferencia de las empresas a la petición de África permite que éstas puedan invertir en esa investigación con solvencia, porque necesitan dinero, recursos, negocio. A lo mejor el gesto del jubilado emérito es una manera de pedir perdón y cumplir con la ley, sin necesidad de ello. Quizá el PSOE esté dando oportunidades laborales a esos pobres inmigrantes que han pasado por mafias y peligros por buscar una vida mejor. Quizá...

Decía otro mafioso, Capone, no sé si él o atribuido, lo de "con una palabra amable y una pistola llegas más lejos que sólo con una palabra amable". Y por eso, en estos días en que la violencia no se justifica con nada, el ajuste fino de los estados para evitarla es un arte. Y, sin embargo, es que ellos tienen su monopolio... y lo pagamos todos.


Un saludo,