Buscar dentro de este batiburrillo

martes, 31 de enero de 2012

Cañones o mantequilla

En Economía clásica, se estudia esta disyuntiva; es qué hacer con los recursos, si invertir en mantequilla (comida) para que los ciudadanos puedan alimentarse, o hacerlo en cañones (guerra) que permita defendernos o atacar a otras naciones. Más o menos, simplificando, Samuelson venía a decir que todos los días hacemos elecciones de cómo usar nuestros recursos, sean los que sean.

El recurso por excelencia desde hace dos décadas es el dinero. Ya no valoramos únicamente el precio de las patatas, del trigo o de la leche. Valoramos el precio del dinero ajeno, del dinero de otros. De pronto, ya no hacemos únicamente especulación (la economía es especular, pensar qué ganaremos si invertimos en esos cañones o esas mantequillas, y con qué ganaremos más) si no que rizamos el rizo. Hacemos rapiña.

Porque especular con dinero es improductivo, realmente, dado que no renta a todo el mundo por igual. Si un BCE presta a los Bancos nacionales, digamos, millones de euros, para que éstos los inyecten (en teoría) en las economías nacionales dando créditos que pongan en marcha empresas y proyectos, y lo hace a un interés bajo, el 1%, ¿nadie se escandaliza si luego esos Bancos los vuelven a prestar a Gobiernos nacionales al 5% o incluso al mismo BCE? es la jugada circular donde el dinero da dinero. Al contrario que cuando hacíamos el cambio de divisas en las aduanas antes, aquí se gana. Porque la banca está en medio.

Y la especulación ha subido tan espectacularmente, que ya no calculamos el valor del dinero que compramos y vendemos en función de un valor material, como el oro o la plata, siquiera en función de niveles de producción reales de industria, agricultura o incluso servicios. No, lo hacemos en función de las etéreas consignas que dan unas agencias y unos individuos de manera arbitraria, más si cabe, basándose en... lo que les da la gana.

Leyendo el libro de Tony Judt, "Algo va mal" (cuyo título es más que revelador; se escribió en febrero de 2010) me doy cuenta de cómo hemos ido cayendo en espiral hasta llegar a un pozo oscuro del que creíamos haber salido hace décadas. De pronto, los avances sociales, las mejoras correctoras de desigualdad, están cayendo en el barro, pisoteadas por... ¿un ejército? no. Señores bien vestidos que compran coches de lujo y veranean en paraísos fiscales. Están desmantelando el estado social de bienestar que costó tanto crear.

Es significante cuánto se ha perdido. Contenido en las palabras, reemplazando significados por huecos, vacíos o mentiras, en el mejor de los casos. Percepción de comunidad, de lo público, de lo de todos, visto ahora como un dinosaurio a desmantelar. Pero nadie se da cuenta de lo que realmente pasa; los depredadores más voraces están dándose el festín con la carne y el tuétano de todos. DE TODOS.

La disyuntiva de Samuelson debería cambiar. Ya no es elegir entre cañones o mantequilla. Es elegir entre un futuro o ningún futuro. Y eso va pasando ahora, en el presente. Elegir entre una sociedad o una jungla. Entre bienestar o dolor. Entre la comunidad o el parqué de las Bolsas.

Y una gran cita de Keynes:

"Una vez que nos permitamos desobedecer la prueba de los beneficios de un contable, hemos empezado a cambiar nuestra civilización."

Un saludo,