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miércoles, 11 de marzo de 2009

Discusiones estériles

No sé cuántas veces me he prometido a mí mismo dejar de lado ciertos temas al hablar con ciertas personas, pero es cierto que sigo recayendo en el mismo error; persisto en tratar de hablar de ello con argumentaciones para mí lógicas, a mi juicio sencillas pero claras, y en las que si me pongo como ejemplo, también ejemplifico con el interlocutor. Trato de exponer cuestiones prácticas con ello, y así, ideas, de hablar con ellos de ellos... y puede que, acostumbrado a ser ofendido día sí y día también, haya generado una piel resbaladiza a ciertos términos, si bien no quita para que mis enfados salgan a la luz cuando la aguja entra demasiado profunda. Sin embargo... reitero el error.

Últimamente me he visto envuelto en una de esas que no se ganan ni se pierden, pero en las que nadie se apea de la burra y todos tratan de quedar por encima. De las de justificaciones sumisas, irreflexivas, de esas que nadie dedica una hora al menos a pensar seriamente. Una de esas en las que los pocos argumentos interesantes para tirar de un hilo se han visto truncados por otros más bien tópicos, molestos y reiterativos sin aportar nada nuevo salvo letras y más letras juntadas... ¿y qué he hecho yo? defender una postura, unas ideas, unas maneras de actuar, usarme de ejemplo y preguntar por ejemplos cercanos. Pero, ¡ay! el error está en que ciertas cosas se pueden decir y otras, por lo visto, no. Esto es, hay límites según quién hable, y según para quién hable. Y cercenar así un debate lo convierte en el cadáver de un árbol, en poco menos que un tocón. Algo estéril.

¿Por qué? Hay quienes piensan que los debates son para "ganar o perder". Yo solamente pierdo cuando lo dejo, si es interesante, y gano siempre si lo que se dice es atractivo y puedo aprender, mejorar mi vida con ello. Pero también pierdo cuando se hace con quien no se debe, por diferentes, múltiples y diversas circunstancias...

Está claro que quien quiere sentirse ofendido, lo tiene fácil. No es más que tomar una u otra palabra de acá o allá, leer algo en un tono que no era el impreso en origen (todo sea también dicho; internet es el peor sitio para estas conversaciones...) y decidir que, en su fuero interno, o personalmente, aquello es ofensivo y molesto. Bien, si así fuera, yo podría estar todo el día rojo de ira... y no es así. ¿Misterios? No, solamente preguntas sin respuesta, o preguntas que no se quieren responder.

Igual que he ido eligiendo a mis amigos, y lo mismo otros han hecho conmigo, o no, no es quedarme solo lo que temo (nacemos solos, vivimos solos y morimos solos... aunque tengamos la ilusión de la compañía) si no que solamente pueda tener la opción de callar. Por eso, y en una enésima promesa, evitaré discutir ciertas cosas con ciertas personas, y con los que sé que puedo, salvo indicación en contrario, me permitiré el lujo de desgranar, en privado, lo que pienso, opino y siento. A fin de cuentas, no todos tienen el don de la confidencia, activa o pasiva. Y no es una oreja lo que pido siempre...

Claro que, también, puede ser que yo sea un psicópata inadaptado, incapaz para la empatía (¡ja ja ja!) y fanático... ¿cuadrará mejor esa imagen para según quién?

Un saludo,