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lunes, 22 de febrero de 2016

Aquel siglo olvidado.

De cuando en cuando, aunque últimamente demasiado espaciadas, tengo conversaciones muy ricas e interesantes con Rafa. Él se irá en breve a Italia, a trabajar en una beca postdoctoral o algo así, y aprovechamos una ocasión, el preestreno de la de los Coen para que yo saliera de mi encierro e hiciera vida en la calle. Un poco, al menos. A la vuelta de la película, que me decepcionó, aunque es de los Coen y eso significa que algo queda de interés, charlamos, primero comiendo croquetas y luego caminando tranquilos y tomando de postre un rico helado de chocolate. Como era cuesta abajo, mi cansancio se atemperó, y de hecho mi ánimo inyectó algo de adrenalina a mis piernas vagas y a mi cuerpo perezoso.

Hablamos de todo, pero de pronto nos fuimos por Cervantes, Galdós y el siglo XIX español. Y nos encontramos discutiendo sobre lo olvidado que está, su literatura e historia. Pensando fríamente en que es un siglo tremebundo, donde pasó de todo, y muchas cosas de mucho interés. Quise refutar una aseveración de Rafa, que no matizó en ese instante, de que nuestra modernidad se forjó en aquellos días, que más atrás no hay en la historia nuestra nada tan determinante, pero dejé de lado el argumentario socioeconómico. Tocaba literatura y algo de política.

Galdós. Rafa enumeró sus virtudes, su capacidad de descripción certera, sus diálogos realistas y vivos, su acierto en la traza psicológica de los personajes (el tema de los sueños me sorprendió) y de paso denostó un poco a Buñuel, que pensaba está sobrevalorado, aunque yo no opino así. De Galdós yo salté a Blasco Ibáñez, que me encanta, no solamente por su prosa rica y veloz, si no también esos diálogos chispeantes y esas situaciones que muestra. Me encanta la novela histórica y recordé la de "El papa del mar", claro está. Salió Pío Baroja, aunque algo posterior, muy imbricado en ese siglo, que no entiendo sin los Episodios de Galdós y las Memorias de un hombre de acción de Baroja. Hubo espacio para Cervantes, que yo tengo demasiado olvidado (sí, leí "El Quijote" hace 20 años y lo tengo abandonado. Un pecado...) y su riqueza y absoluto. Vimos que la literatura española, en todo caso, estaba olvidada, perdida, ninguneada. Todo país tiene una literatura nacional y algunos la tratan como un tesoro. En España es un ataúd que se exhuma en algunas Universidades.

Y tuvimos algo de política. Desde el inevitable turnismo de Cánovas y Sagasta de la I Restauración hasta los desastres del siglo. Un siglo que empezaba hundiendo la flota en Trafalgar, metiendo varios años de guerra contra los franceses y el afrancesamiento, continuando con una monarquía triste y sin futuro, pronunciamientos, la primera guerra carlista y la pérdida de las colonias americanas, todo en menos de 30 años. Un desastre. Para mí, más que el de Cuba. Pero es cierto que aquello fijó nuestro modo de entendernos. De pensar "en español". Nada es fundacional ni original, siempre podemos ir atrás y hallar algo idéntico, pero en el caso del XIX, el olvido al que le somete la cultura política se puede deber a que seguimos reflejados en el deforme espejo del callejón del gato y lo que vemos no gusta.

La conversación terminó porque nos pelábamos de frío y había necesidades fisiológicas que la calle no solventa, si uno es decente o no lleva papel y quiere salvar miradas de reproche. Subí feliz, más de la conversación que de la película, alimentado de croquetas y oreja, un mosto (alcohol, 0) y un helado, pero sobre todo, de una conversación que me espoleó la curiosidad, el interés, recobró en mí un cierto estado de ánimo. Pues estas conversaciones son las que considero nutrientes puros para la conciencia. Lo del alma, lo dejo a los que dejé.

Gracias, Rafa, por recordarme un siglo olvidado. El tiempo es tan relativo...

Un saludo,