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viernes, 9 de noviembre de 2007

El equilibrio y la comodidad

Leo que Boadella ha sacado un libro llamado Adios, Cataluña. Hasta ahí, todo bien. Pero resulta que dicho libro es analizado (Y ensalzado junto con la trayectoria de Boadella, pero ocultando cosas... qué curioso) por una poetisa que escribe en Libertad Digital. El diario de la COPE, o, mejor dicho, de Losantos, Vidal, Moa y demás amigotes del neocon español.

También leo una carta abierta de Leo Bassi a propósito del I Concilio Ateo de Toledo, reunión vetada por el alcalde socialista de dicha ciudad (¡Vaya socialista!) con las presiones del Arzobispado de allí (¿La Iglesia ejerciendo presión mafiosa? Eso solamente puede pasar en países sin un poder público fuerte... ah, España lo es...) y de paso, en la misma, con críticas al poder en cuanto a establecimiento de tonos monocordes. Visitad www.federacionatea.org

Es curioso. Muchos artistas, y mucho más, ciertas personas cuando alcanzan cierta edad, dicen las cosas sin miedo, sin pararse a pensar si eso que dicen les dará problemas. Normalmente, hay una "raza" de personas que no siente problemas en incomodar a los poderes establecidos (O sentidos como tales) o a todo aquello que se considera un dictado uniforme. No son acomodaticios, si no más bien, equilibristas. Gente sin miedo ya...

En España, parece que la crítica con cierta elegancia, con cierta contundencia, con cierta gracia, se hace ya solamente en los toros. Cuando fui a las Ventas hace unos meses, a ver mi primera corrida de toros en directo, me sentí transportado en el tiempo. No ya por el ritual de matar a un animal (Ritual repetido a lo largo de miles de años en el Mediterráneo y con significados más profundos, y viscerales, que la simple etiqueta de "tortura") si no porque sentí de pronto estar en una corrala, en un Madrid de la edad de los Quevedo, los Góngora o los Cervantes. Es decir, un lugar donde el hombre decía, con suprema claridad, lo que pensaba de las cosas que veía (Si bien en religión, es más difícil... los ateos han sido siempre enemigos de todos; ¡Como los artistas!) y no tenía miedo de provocar las reacciones adversas, muchas veces violentas. Donde la gallardía no era chulería cobarde, si no humano atrevimiento, valentía cierta. Antes se decía viril... un tiempo, en el que se decía y sostenía lo dicho con la punta de la lengua o de la espada. Sentí, no obstante, que todo aquello era irrelevante; el presidente de la plaza de las Ventas escuchaba las críticas, pero no reaccionaba. Estaba ahí, pero sin inmutarse. Y lo único que quedaba era el rebelarse en contra de un espectáculo rebajado, sumiso a los dictados de la economía y cierta preferencia cultural. El resto, sin embargo, no dejaba de callarse, sin
gritar, sin perder los nervios, pero apelando a la crítica sin miedo.

En el océano de palabras que inundan hoy día los periódicos, digitales o en papel, en el que se navega en Internet, el que se oye en programas, telediarios, el que se lee en ciertos libros, de vez en cuando encontramos un islote que hace frente al océano abúlico o que choca sus olas contra esas costas. A veces, encontramos conciencias críticas, incluso hipercríticas. Pero entre el equilibrio continuo que agota, que nos hace mirar a uno y otro lado, tratando de no caernos, de vivir peleando sin perecer (otra cosa es absurdo suicidio, como correr contra una ametralladora) y la comodidad, no sabemos a qué atenernos. Bueno, casi todos sí. Queremos vivir. Queremos evitar el riesgo.

Quizá es lo que nos pasa hoy. "Quien evita la ocasión, evita el peligro". Este refrán de mi madre dice mucho. Y tan cobarde es pensar demasiado las cosas, reconcentrado, como no hacerlas. Pero tampoco todos estamos capacitados para el peligro, para la aventura. Por eso, se agradece que estas personas nos lo recuerden. Que se puede luchar, que se puede incluso vencer. O si no, al menos, sentir que se ha hecho algo. Algo... ¿para qué?

También la duda es una tercera forma de vivir. La parálisis de ésta, quizá producto de la maldita" epojé" que he mencionado ya, sea una manera de vivir en el equilibrio. Pero, eh, si es así... ¿no será también una forma de cobardía?

Así pues, concluiré. Podría denunciar las muchas actitudes de gente que conozco por parecerme cobardes, simples posturas, hipócritas, faltas de valor. Pero... ¿acaso yo tengo mejor actitud? En esta reflexión, entonces, sigo perdido. A nada se llega; ni puedo ser un Hank Moody (porque en algún momento algo fallará; el hígado, las piernas, los puños, la fuerza...) ni tampoco vale ser un simple observador sin más. Y entre medias... ¿qué?

Qué poco concluyentes son a veces las reflexiones hechas en un blog... ¿será eso interesante?

Un saludo,