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jueves, 31 de diciembre de 2015

Líneas rojas, o no tan rojas...

Cierro el año con una febril entrada (llevo días con 38º) despidiéndome de lo que ha sido apasionante y vergonzante, como siempre, en nuestro querido "esto". Llámele usted Estado, Nación, España, país de mierda o como sea. Lo que sea. Yo, como todo el mundo sabe, no soy nacionalista. Me parecen patéticos los nacionalismos, ya sean españolistas, catalanistas, vascos, leoneses, gallegos, andaluces, ad hocs inventados (¿qué es el nacionalismo si no una invención del siglo XVIII que ha ido evolucionando a peor durante el resto de la historia?) porque tratan de ligar conceptos emocionales e ilógicos, rastreros muchas veces (lengua, territorio, "raza", ahora "etnia", siempre "nosotros" frente a "los otros") con consecuencias claramente nefastas. Los nacionalismos provocaron las guerras más cruentas, los nacionalismos alimentan los conflictos más crueles, las luchas, odios, imbecilidades varias. Los nacionalismos son, en última instancia, un mal mayor. Patria, nación, lealtad, honor, esas chorradas de conceptos, alimentados en cuarteles y espiritualizados en conventos e iglesias (la religión no podía faltar al convite) sostienen con su "legitimidad" algunos de los mayores atropellos del siglo XX contra el que acaba sufriendo; el peatón de la historia. Tú. Yo.

¿Queda claro que no me gustan los nacionalismos? Pues con esa premisa entenderéis que los referéndum de autodeterminación me parecen ficciones divertidas, las independencias de una ficción son ficciones en sí mismas, y por ello me resultan, cuando menos, ridículas. Pero legítimas. Digámoslo así. Si considero un nacionalismo estúpido, pero existente, ¿por qué no permitir otros? Subyace por debajo, eso sí, una realidad clara. Que los estados-nación, arrumbados por el estado-mercado, persisten en el imaginario porque de momento no hay una nueva marca que los supere y asiente en la imaginación colectiva. Por eso se invocan en estos días, igual que rebrota y florece el islam, como religión aglutinante (¿nadie recuerda el nacional-catolicismo¿ ¿en serio? ¿la "Cruzada?) y política que intenta trascender ese estado-nación. Las personas se creen que pueden tomar las riendas de sus destinos colectivos. Que desde hace siglos, si no milenios, desde que se centurió la tierra y se repartió y creó la sacrosanta institución de la herencia y derivados, no hay una misma masa crítica de poseedores y desposeídos. El pareto. Ese 80/20 tan radical. ¿Nacionalismo? Mercados...

Otro concepto ilusorio, claro está. Muerto el comunismo versión URSS y satélites, tras la agresiva ofensiva de Reagan y su comadre Thatcher, el capitalismo no ha tenido nunca en la historia (salvo un convulso XIX) un éxito tan rotundo y una implantación tan radical. Ya no somos ciudadanos con derechos al estilo declarado por las revoluciones francesa y americana. Somos consumidores. Y deudores. Y en ese sistema, hay siervos convencidos, siervos cínicos y rebeldes declarados. Los primeros creen pesimistas que no hay cambio posible, el mundo es mundo y así de asco da, etc. Suelen ser "ajenos" a la política, lo que implica una opción política muy determinada. Defienden conceptos como si fueran carne y sangre, y sangran y hacen sangrar por ellos. Los segundos son moldes en el sistema, adaptados, suficientemente listos para reconocer lo que es, pero no tan activos como para romper con las comodidades que otorga. Media sonrisa y risa ante esos conceptos, pero hipocresía y fachada. Los terceros son los peatones de la historia prescindibles. Se creen capaces, pero son una china en el zapato. Cuando obtienen el misil, se van a Corea del Norte o Cuba. Alguno dirá que también Venezuela. Ja, ja, ja.

Las únicas líneas rojas que veo, desde que la historia enseña, son las que dejan los cadáveres al arrastrarlos al hoyo, aún frescos. Y siempre se han pisado. El año 2016 no será diferente. Inventaremos nuevos conceptos. Mentiremos creyéndonos a veces nuestras mentiras. Rabiaremos contra "los otros" (siempre habrá "otros", Aristóteles in a bottle lo dejó claro) y les acusaremos de... cualquier cosa. El mundo es mundo y se puede cambiar, pero siempre preferimos creer que no se puede cambiar. ¿O no?

Yo sí he tomado una decisión. Ésta es mi última entrada política. Renuncio a seguir con el tema. Me aburre. No encuentro ganas en ello, ni entusiasmo. Miraré y callaré, resoplaré en mi interior, preferiré callar y sonreír, giraré la cabeza. Personas... consumidores... gente, tú y yo.

Un saludo,