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martes, 6 de mayo de 2008

El viejo arte de mentir

Escucho una conversación durante una pausa en el trabajo que me produce, por un lado, risa, y por otro, espanto. Dos hombres, uno de ya unos treinta y tantos, obeso, calvo, sudoroso, charla con un chaval de entre veinte y treinta, barbita desaliñada, gafas, también calvo. Ambos comentan, para mi sorpresa, el último escrito de Joseph Ratzinger, a quienes los católicos papistas llaman (como quien dice, usando un "nick") Benedicto XVI. Mi sorpresa aumenta cuando comenta dicho escrito y lo compara con otros de gente como Roncalli (llamado Juan XXIII) y dicen, con gran alborozo, que es apasionante y más interesante que una novela cualquiera.

Me hace gracia, en nuestros días, que los católicos, al menos una gran parte de ellos, no sean calificados como Freaks al igual que muchos jugadores de rol que viven mundos imaginarios con orcos, duendes, dragones y dioses varios. Que comenten una encíclica igual de entusiasmados que si hablaran en un club de lectura del último libro superventas. Y sobre todo, que cierren la conversación, el pedazo que escucho, con un "Y querría estudiar más teología, porque a veces me siento apabullado y perdido entre esas obras maestras".

Diré lo que pienso; la teología es una forma pervertida de la lógica para justificar la falsedad de la religión. Y es más, un instrumento más en el viejo arte de mentir, de manipular, de tergiversar con medios fraudulentos esa legítima búsqueda de la verdad que todo ser humano, ilustrado o no, siente en su interior.

Cuando pienso en los años que se malgastan tratando de dilucidar con argumentos espurios si existe o no existe un ser al que llaman de mil maneras (Jehová, Allah, Dios a secas...) me pregunto, jocosamente, en qué se diferencian de los miles de chavales que compran módulos de juegos de rol, con una historia coherente, cuidadosamente escrita y preparada, en la que se analizan hechos y acontecimientos notoriamente falsos o falsificados, y luego se dedican a jugar esos roles pensando que son reales... Don Quijote ya fue un jugador de rol, y su locura, aparente, descubre la verdadera alienación que se guarda tras esa palabra, donde se encierra un viejo arte, el de mentir. La teología.

¿Y de la filosofía, habrá algo que podamos salvar siendo muy honestos?

Un saludo,