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viernes, 12 de julio de 2013

Golpes de calor

Día a día, sufro calorinas. Golpes de calor de esos que dejan tieso. Uno me dio en todo el ojo, el lunes, dejándome casi tuerto. Dos horas sin visión, y aun ahora, sigo borroso. El ojito derecho. El de los conservadores y un tal Dios. La cosa es que me ha obligado a forzar el izquierdo. El de la rodilla chascada, la que da título a la bitácora de este peatón de la historia, marino de secano sin barco. Y con el izquierdo leo y leo y veo y veo y... parpadeo.

La gran mayoría de la gente ya no vive en España. Vive en "Indignación permanente". Pero es como un sueño reiterado que he tenido durante muchos años; en él, un monstruo horrible me persigue, por las calles de mi barrio, acechándome, asustándome. Y de pronto, cuando lo encontraba, yo gritaba asustado, un grito agudo, al inicio, un "¡Ah!" gigantesco y picudo. Que iba decayendo, junto a mi cara larga, en un "Aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaah" cada vez más largo y lánguido, sostenido y atonal. Así estamos hoy, por lo que mi ojo izquierdo ve. Abúlicos, como Baroja diría.

En el mercadito compro fruta y verdura, pescado, carne y pollo. Comercio tradicional, de gente que se levanta a las 4 de la mañana para ir a MercaMadrid y pillar los productos más frescos, de más calidad, de mejor tipo. No los que te vende un gitanillo por la calle sin licencia y con gritos. No, ricos, buenos, y encima a buen precio. Tomate que sabe a tomate. Lechuga con sabor de lechuga. Y esas cosas. Y allí, con el ojo derecho a la virulé, escucho y comentamos. Y la gente, a pesar del calor, se enciende. Aunque es verbal. Hay queja. De cada uno, lo suyo. Que si cuando las huelgas del pequeño comercio, eran dos Pepes en la calle. Que aquí cada uno va a la suya y el problema es de tan arriba, que los de abajo no pueden ni saben atajarlo. Pero claro, me digo yo, entonces, ¿quiénes somos los de abajo? ¿una alfombra de medio pelo?

Los golpes de calor siguen. En mi Comunidad de vecinos, hay gente que se cuela a las 10 de la noche en la piscina, cuando ésta cierra a las 9. Y deben hacer ruido y por eso los vecinos que tienen casa al lado de la piscina se quejan. Lo comentan con el presi y, en lugar de comprensión o arreglo, se genera un debate donde se termina con un "ir al presi con el cuento es de chotas, y maleducados además. Vivid y dejar vivir, coño, que un chapuzón de noche no amarga a nadie". Y se monta. Los que pasan de todo, para quienes el "vive y deja vivir" es la forma suave de decir, tan española, "sé tú corrupto hoy, que si lo soy yo mañana, no te habré denunciado y tú a mí tampoco lo harás". El pilla-pilla, que denunciamos de los moros, esos moros marroquíes tan traicioneros y fulleros, pero que tienen el mismo ADN. 

Escucho a un chico que es representante del sindicato de estudiantes, en una comisión del Congreso (semivacía, con un presidente bigotudo y mayor y una señora de mediana edad pensando en los juegos de su iPhone) donde pega caña a todos, y es reprendido por dirigirse "de manera despectiva y sin usar el Usted" por parte de ese presidente, tan preocupado del honor, la imagen, la vergüenza. ¡Qué español! Aun usando el "Ustedes", es reprendido de nuevo por hacerlo contra personas no presentes ¡si no van, no puede usted cargar tintas contra ellas!. Ah, pero, ¿son de educación y no van a la comisión? Saben que no sirve de nada, claro...

Media España pendiente del Bretón y su caso cantado, pero las noticias son, en un 75%, sobre quién tiene más cuentas en Suiza con dinero público estafado. Y el gobierno, mientras, hace como el perro de mi cuñada con mi gato; no le mira a los ojos, pensando que así desaparecerá, por puro miedo, táctica cobarde donde las haya.

Parpadeo el ojito derecho y me caen lágrimas, siento los latiguillos de sangre en el blanco del globo alrededor de mi iris inflamado, y el escozor, que me produce rabia, como cuando tienes arena en los ojos, esa exasperación que anuda la garganta y chirría los dientes, me hace sentir necesidad de golpear, de apretar los puños como mi pequeño hijo, con fuerza, dejando blancos los dedos, y gritar de frustración, de dolor. Pero el golpe de calor es tal, que, a poco, se me olvida. Y el ojo izquierdo piensa, al final, que un día él también puede recibir un golpe similar. Y los dos ojos ven mejor que uno, dicen. Con más profundidad.

No sé por qué, pero hay un tercer ojo que tiene otra opinión al respecto.

Un saludo,