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miércoles, 23 de mayo de 2012

¿Son culpables los funcionarios?

Reconozcámoslo; en más de una ocasión hemos despotricado, protestado y rezongado contra esos "parásitos" a los que "pagamos con nuestros impuestos" y que están "tomando café y leyendo el periódico todo el día". Unos "vagos prepotentes" que "no quieren trabajar" y se dedican todo el día a "estar de baja" y "escaquearse" de todo. Los funcionarios. Aunque lo usamos con todos los empleados públicos, o casi todos.

Ya he dicho en más de una ocasión que tan funcionario es el policía antidisturbios que carga contra manifestantes, como el manifestante que es profesor de educación en un colegio, instituto o Universidad. Tanto como el bombero que apaga los fuegos provocados por pirómanos incontrolados que a lo mejor son liberados de un sindicato de la función pública. Tan funcionarios como el señor que nos da o deniega un permiso para nuestro negocio, o el inspector que lo controla. Incluso los médicos, enfermeras, radiólogos, anestesistas, todos esos, que nos atienden cuando estamos enfermos, son funcionarios, tanto como los que inspeccionan los servicios de sanidad. Vamos, que ser funcionario (léase, empleado público) lo son muchos. En España, dicen, en torno a 2 millones de personas. De una población de 45 millones, sale un porcentaje de, aproximadamente, el 5% de los españoles. ¡Vaya! pues sí que es un número alto...

Hay personas que, sin embargo, ganan y acumulan más poder y más cagadas que los funcionarios. Los responsables de la CAM, de Bankia, de tantas y tantas Cajas de Ahorro y Bancos que han sido gestionados como el culo y que han hecho estallar la mierda de la burbuja inmobiliaria (que todos conocíamos, pero como buenos entrenadores de pacotilla que somos, no supimos gestionar nunca, y más bien buscábamos provecho de la misma) a la que los políticos, todos ellos, no dieron importancia mientras hacían fluir dinero del crédito (crédito que se pedía en nombre de la ciudadanía para construirle monstruosidades para mayor gloria de... esos mismos políticos) y buena parte caía en sus bolsillos. Políticos, banqueros, y faltan los empresarios, que siempre se agarraron a la deletérea realidad etérea del "mercado de trabajo", donde se consideraba esa elasticidad de la demanda y la oferta como elasticidad de los currantes, que aceptaban todo siempre que pillaran buenos pellizcos por un curro que, sabían, era como harina con agua; una plasta.

Es decir, el 95% restante de los españoles, formado por esas personas, decidieron que los culpables, usando a los poderosos empresarios, banqueros y políticos (a veces la triada recae en un mismo tipo, curiosamente...) fueran señalados como... los empleados públicos. Y el experimento ya exitoso de los controladores aéreos se está repitiendo desde hace años con ellos. Somos vagos, prepotentes, privilegiados, asquerosamente indignos de la suerte que poseemos, esto es, un puesto para toda la vida, un sueldo aceptable y unas condiciones de trabajo decentes. Por tanto, ¿se exige al 1% que pague? No, sus migajas son más sustanciales que los sólidos platos donde se sirven por los empleados públicos, y se ve la comida del día, no el plato que la contiene. Como siempre, la ignorancia es la mejor de las armas; permite señalar culpables donde no los hay, y luego, con suerte, dejar que los más incontrolados prendan la antorcha que ya han dejado bien preparada en el portal de casa...

No voy a explicar de nuevo el porqué de la existencia de empleados públicos. Para qué se necesita que haya una estructura de funcionamiento estable y ajena a cualquier poder político o económico. Tampoco explicaré la razón de los servicios que damos, puesto que no son servicios mercantiles. Y mucho menos la razón de sus condiciones. No importa. No sirve de nada. He claudicado en el intento. Somos diana, y toca aguantar mecha.

Quizá dentro de 10 o 15 años las cosas sean muy diferentes, pero los que tengan memoria, pocos, pero alguno hay, recordarán qué era un servicio público y qué se ha perdido. Esto ya ha pasado, y muchas veces. Y pasará. Y por eso, sinceramente, parafraseando a Rhett Butler, digo aquello de

"Francamente, súbdito, me importa un puto carajo".

Un saludo,

jueves, 17 de mayo de 2012

Bancos

¿Qué es un banco?

Llevan existiendo desde largo tiempo;  Babilonia, Grecia, Roma... hasta hoy. ¿Y qué hacen?

Básicamente, captan el dinero que tiene cualquier persona o estado y lo vuelven a prestar luego a otras personas o estados. Esto es, son intermediarios. ¿Qué significa esto? Que siempre buscan un beneficio trabajando con el dinero ajeno.

Vamos, por ponerlo en claro, ud. tiene 100 euros y decide meterlos en un banco. Bien, éste decide coger sus 100 euros y los 100.000.000 de otros y usarlos para operaciones que estimen rentables. Comprar terrenos o financiar empresas de construcción, si eso parece dar dinero, o prestar a comerciantes, incluso invertir en complejas operaciones que pueden derivar en una compra-venta de armas para alimentar una guerra perdida en vaya ud. a saber dónde de África o el cuerno somalí. Y a cambio, a ud. le dan un beneficio pírrico (1 euro por cada 100, por ejemplo, siendo generosos; o un juego de sartenes; o la seguridad de que no entran en su casa a robar; o cualquier otra ilusión...) y ellos obtienen un beneficio digno de Craso. El de Roma. O de Creso, el de Lidia. Tanto da.

¿Decide el depositante dónde van a invertir su dinero los bancos? No. Él lo deja, recibe una compensación (muchas veces ficticias) y el banco aprovecha para sangrarle. Comisiones de tarjeta, de cuenta, de mantenimiento, de transferencia, de entrada en la sucursal... pero muchos tragan porque quieren una cuenta, una tarjeta, hacer transferencias... si no existía la necesidad, ya se cuidan de crearla. Siempre.

¿Decide el depositante qué hacer con su dinero si lo quiere sacar del banco? No. Todos funcionan igual, incluso aquellos que hablan de "banca ética" o "tú decides los proyectos" y demás mentiras. Si lo dejamos en casa, no produce. Es dinero parado. Preferimos reintegrarlo en la infernal rueda del mercado financiero debido a nuestra codicia. Y entonces...

¿Es necesario un banco? Con la existencia del dinero, sí. Si es necesario, ¿debería ser como los actuales? No. ¿Si no debieran ser como son ahora, qué entonces? Bancos controlados por los Estados. Nacionalización de la banca. Siempre que se pide "nacionalizar" algo, es porque se considera estratégico. Bien, pues en eso también hemos llegado tarde. Los bancos han sido nacionalizados por los propios gestores de nuestra ruina. Por banqueros. Pero ha sido hecho de una manera ligeramente sutil y contundente. Ellos obtienen los beneficios, dignos de Craso, o Creso. Y nos dejan migajas. Pero a cambio de soportar su existencia. Si no la aceptamos, nos quitan todas las migajas. Que son muchas, para muchísimos.

El símil del banquete, el capitalista de puro y chistera y barriga que se zampa él solo con tres amigos casi toda la tarta mientras caen migajillas a cientos de enanos y minúsculas figuras (los ciudadanos) es aplicable, ahora y siempre. El dinero, desde que se usa, es poder. Y como todo poder, símbolo. Si tenemos grabado en el tuétano que el dinero compra, el dinero vende, da, quita, y es la savia de todo, ¿cómo vamos a cambiar entonces el símbolo y su significado?

Quizá sea hora de revisar ciertos postulados que creíamos muertos en el siglo XX, incluso el XIX...

Mientras, yo cancelaré mi cuenta de Bankia. Que los ladrones con corbata y gafas de montura de oro no me hacen tanta gracia como los chorizos de toda la vida.

Un saludo,

domingo, 6 de mayo de 2012

Qué hacemos con todo esto

Ayer tuve tertulia, de esas que empiezan sin buscarse y terminan a las tantas de la madrugada. Estuvo muy bien. La disfruté, por la cantidad y la calidad de quienes participaban, incluso con sus silencios.

En ella, aparte de practicar el exquisito y relajado deporte de criticar, proponer soluciones imaginativas y despacharnos a gusto con todo tipo de frases y palabras, me dí cuenta de que realmente hay una sensación de fin de algo. Un miedo, inconsciente o no, a que todo el mundo conocido se esté acabando.

Somos treintañeros. Ya más hacia los cuarenta que treinta. Generacionalmente, somos raros. Universitarios mayormente, con educación, instruídos, formados... preferimos la Administración Pública a la empresa privada. Creemos más en el ambiente, la estabilidad, los derechos, que en el salario más alto posible obtenido de cualquier manera. Somos inquietos. Curiosos. Tenemos sentido del humor. Incluso alguno diría que eso es un signo de inteligencia. Somos, en todo caso, una minoría. Una minoría cada vez más aislada entre los que gobiernan, de cincuenta para arriba, y los que vienen, de veinte para abajo. En toda la conversación me dí cuenta de detalles. ¿Cambiará todo? Si es así, ¿hacia dónde y cómo?

La gran pregunta, el miedo al futuro, como siempre. Creemos en el espejismo de la estabilidad actual. Hemos llegado a ella de mil maneras. Cambiando de trabajos, buscándonos la vida, siempre con el soporte de la familia, imprescindible para prosperar como base afectiva y económica... pero ahora tenemos miedo. Sabemos identificar los problemas que, en líneas generales, nos han llevado a la situación actual. Y, sin embargo, estamos inquietos porque no sabemos la respuesta exacta, o más conretamente, no sabemos quién tiene la capacidad de dar esa respuesta exacta.

No somos apolíticos. Unos prefieren al PSOE, otros al PP, algunos a IU o a UPyD. Tenemos republicanos, monárquicos y hasta un fascista. Teórico, porque dudo que supiera aplicar el sistema. No somos tontos; vemos la mierda que echan unos y otros, pero al menos sí calibramos que algunos palean menos toneladas que los contrarios. De hecho, somos muy políticos, en el sentido de que ésta debe ser acción para mejorar la sociedad, para hacernos convivir de la mejor manera posible.

Y, sin embargo, inteligentes, guapos, hermosos... ¿qué hacemos con todo esto? no lo sabemos.

Estamos, en definitiva, perdidos. Y no queremos un Caudillo o un Duce. Tampoco un Mesías. No creemos en liderazgos y estadistas (en España, además, esos suelen acabar mal salvo que sean mediocres, violentos, despiadados y tengan apoyo violento) y estamos bastante ajenos a los sistemas del bipartidismo actual (corregido con nacionalismos de los llamados "periféricos", que son la misma expresión a nivel más local).

La violencia, expresada retóricamente ("¡Guillotina!", pude haber exclamado ayer casi 10 veces) parece una solución inmediata, pero... ¿con qué consecuencias? y el cambio de partidos, eligiendo los minoritarios para echar a los mayoritarios, se antoja por un lado ideal y por otro algo peligrosa, por el efecto de la inestabilidad en uno de esos iluminados que pretenden imponer su orden.

¿Qué nos queda? ¿Qué hacemos con todo lo que sabemos? Con la corrupción, con la mala gestión, con la difamación de lo público, con la depauperización de la vida económica, con el empobrecimiento general en todos los sentidos, con el pesimismo, malestar y negatividad que hoy campan a sus anchas por todas partes...

¿Qué hacemos con todo esto?