Buscar dentro de este batiburrillo

miércoles, 5 de octubre de 2011

El beneficio del engaño

He conocido a más de una persona que busca, mediante el engaño, lograr un beneficio a costa de mentir. Y en todos los ámbitos, o casi. En empresas, vendiendo productos de los cuales no se dice toda la información o se manipula; de jefes, que ocultan derechos o cuestiones de trabajo para lograr que ellos queden en mejor posición para lograr sus fines; de compañeros, que abusan de la mentira para eludir cargas y descargarlas en tí; de falsos amigos, que buscan algún beneficio emocional, social o incluso material; de organizaciones, donde la manipulación se hace con el objeto de satisfacer egos o carencias; de usuarios, que intentan por todos los medios obviar los cauces regulados y saltarse las normas...

El listado es infinito, o tan finito como habitantes tiene España. El valor de la educación, de la paciencia, de la visión de lo público como algo de todos, de la honestidad para lograr fines de manera más plural, está agujereado por los gusanos de la envidia, la corrupción, la mentira y el egoismo. Siempre he admirado a los estadounidenses, pues ellos son honestos en sus relaciones. Un apretón de manos y una palabra dada valen más que un contrato registrado y devaluado inmediatamente por las administraciones correspondientes en España. También es cierto que su corrupción está institucionalizada y aceptada como tal, pero se combate de cuando en cuando por individuos hartos del sistema. En otros países, donde la corrupción se pone a raya mediante normas que se aplican y una clara educación social que separa, señala y juzga al transgresor, hay un mejor concepto de lo público y sus servidores, y todos piensan en la comunidad más que en el beneficio propio sin más.

España... España en cambio es un chiste. Una broma mal contada. Puedo afirmar sin rubor que, tras tratar a personas de entre 10 y 90 años, de todos los sexos, clase y condición, educación y demás cuestiones, he extraído una verdad incontestable. La muestra, unas 100 personas diarias de media. Eso, a lo largo de los dos últimos años, y pongamos de media unos 200 días al año, hacen unas 40.000 personas. Mi muestra personal, que estadísticamente puede importar o no valer una mierda. ¿Y esa verdad incontestable? que no hay educación, valores ni conciencia de sociedad y sentir comunitario y público.

Váyanse a un país donde eso existe en mayor grado. Verá una cola uniforme, de personas en hilera regular. Verá cómo todos esperan pacientemente para lo que necesiten hacer. Que apenas sí levantarán la voz. Que cuando les llegue su turno, expondrán su petición y, tras recibir información, se irán y harán lo que les resulte más conveniente según esa información dada. Que si han de reclamar, lo harán a quien corresponda por los cauces convenientes. Que no intentarán de manera evidente hacer valer una situación de privilegio o estatus. Y que, en general, se comportarán con un rigor más que aceptable.

Vengan a España. Una cola en un Hospital público. Verán una cola amorfa, extraña, de personas viendo dónde pueden situarse mejor para lograr antes su fin. Verá cómo todos están moviéndose nerviosos para ver si avanza o pueden entrar antes, y lo harán con murmullos crecientes que pronto se convertirán en un gallinero de ruidos molestos. Verán que se saltan su turno y tratan de saltarse la cola, preguntando o intentando que se les atienda por su cara. Que si se les atiende, aunque la información se les dé de manera clara, concisa y sencilla, preguntarán ocho veces lo mismo, sin siquiera saber reformular la pregunta, e insistirán, tozudos. Que no se irán o lo harán convencidos de que les han intentado engañar. De que, sin haber deglutido y digerido la información, se quejarán a quien no deben, y cuando se les informe, no se quejarán ante quien deben. Y que gritarán y usarán lenguajes impropios, soliviantando a la cola y mostrándose indignados y ofendidos. Y por supuesto, si pueden, ejercerán sus privilegios con ostentación, ruido y exhibición. En resumen, un comportamiento bochornoso.

A veces suena esnob sentir vergüenza de ser español, sobre todo cuando uno viaja. Pero lo cierto es que la siento. He podido sentir vergüenza más de una vez, y captar comentarios y reprobaciones hacia los españoles que son muy similares a las que he oído de otros españoles hacia extranjeros de iberoamérica o el norte de África o el este de Europa. Y que, al final, uno se da cuenta de la razón fundamental. Es la cultura, idiota.

¿Y a qué el beneficio del engaño, título de la entrada? cuanto más ignorante, analfabeto, sin valores y estúpido sea el gobernado y explotado, más fácil será para los "listos" de siempre seguir haciendo beneficio con ellos. Y esto sí es una clase de economía comprensible en dos tardes. De resolución más lenta, eso sí; quizá, pero solamente quizá, de dentro de un par de generaciones.

Un saludo,