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viernes, 2 de abril de 2010

La historia criminal del cristianismo

La verdad es que toda la culpa la tienen los romanos. Sí, ellos y su mala costumbre de deificar a los emperadores muertos, que la actual secta católica continúa en su costumbre de santificar (una forma de deificación) a los Pontifex muertos. También la tienen los romanos al crear los primeros estadios de la Mafia. Sí, puesto que asentaron las bases de la explotación con coartada religiosa.

Pero fuera de los romanos, el paso de los siglos solamente ha servido para certificar una realidad. Igual que el capitalismo, el cristianismo es una ideología que no necesita prácticamente de personas para aplicarse. Simplemente, es un sistema vivo en sí mismo, devorador por naturaleza, predatorio, carroñero. Por eso siempre se han llevado tan bien uno con otro... vaya si pasó el camello por el ojo de la aguja.

Existe un señor, llamado Karlheinz Deschner, que ha decidido escribir una monumental obra titulada como el nombre que da título a esta entrada. De momento, va por el quinto o sexto volumen, no lo sé. Y su intención es loable, pía y sacrosanta. Se trata de desenmascarar los crímenes cometidos por una religión durante los últimos, no sé, 19 o 20 siglos. Magno intento.

La cuestión es que no es muy conocido (yo lo descubrí por primera vez en la librería "Fuentetaja" de Madrid, y no tuve el dinero para comprar dos volúmenes... lástima) y si no fuera por un buen amigo, Andrés, no lo tendría para poderlo leer.

De primeras, ya tiene para mí un valor fundamental por las palabras de Federico:

«Yo condeno el cristianismo, yo formulo contra la Iglesia cristiana la más formidable acusación que jamás haya expresado acusador alguno. Ella es para mí la mayor de todas las corrupciones imaginables, [...] ella ha negado todos los valores, ha hecho de toda verdad una mentira, de toda rectitud de ánimo una vileza. [...] Yo digo que el cristianismo es la gran maldición, la gran corrupción interior, el gran instinto de venganza, para el que ningún medio es demasiado venenoso, secreto, subterráneo, bajo; la gran vergüenza eterna de la humanidad [...].»

Y dicho lo cual, me pregunto... ¿alguien tendrá el valor de criticarlo tras haberlo leído? si no es así, y meramente se basan en el título... mejor callar.

Ah, pero claro, es que soy un blasfemo. Mecagüen en los dioses de quienes los adoren, pues de ellos no es la Tierra. Es de los vivos, todos los seres vivos, y no de ningún ser imaginario... ese es mi ataque contra su primer crimen; engañarnos para que no vivamos.

Un saludo,