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martes, 5 de diciembre de 2017

Western, feminismos y opiniones varias.

Alcancé a ver "Godless" por un comentario de alguna plataforma social sobre que era un "western feminista". Me vi la miniserie (siete capítulos) y descubrí una serie que retoza sobre los clásicos elementos del western, sí. Espacios abiertos, enfoques fordianos (la puerta, la eterna puerta...) diligencias, forajidos implacables, tabernas, prostitutas de corazón noble, agentes de la ley esforzados, el choque de civilización y tierras salvajes o no tanto, indios... y mujeres. Es una serie muy interesante (los títulos de crédito tienen elementos copiados de "True Detective", que también bebe, como casi todo, del western) con personajes que entran en la categoría de "mola" y momentos épicos, como debe ser. Pero el feminismo...

Leo la columna de El Diario, panfleto como tantos otros (incluyo en la categoría, algunos con tipología de libelo, a El País, El Mundo, ABC, Público, La Razón, Libertad Digital, La Vanguardia, etcétera...) un artículo sobre dicho western. Y un dato me llama la atención, algo que me ha parecido  una tontería. A mí. Explico por qué.

Dice el artículo que se vendió como "western feminista" y luego tuvieron que girar todo precipitadamente en el último episodio. Bueno, en realidad, el último es el corolario de la persecución que se inicia en el primero. Y el duelo tiene el sentido que tiene (a pesar de que me sobran balas y forajidos) y es lo que es... más no puedo decir sin desvelar la trama. Es coherente, y respeta el tono y estilo que se ha dado a sí mismo desde el primer episodio, aunque tenga algunas debilidades a lo largo de las casi 7 horas.

Me resulta curioso en el artículo que se haga un análisis de la presencia femenina por el número de líneas de diálogo que dicen unos y otras. Al parecer, 3/4 partes de los diálogos los dicen hombres. Y así, de manera "científica", queda claro que no son las protagonistas. Vaya. Bueno. En las películas de John Ford no sé qué porcentaje tenían hombres y mujeres, pero yo no sé cerrar los ojos, imaginar un western o película suya y no ver a una mujer, su presencia, tan dura como el pedernal y más poderosa que un James Stewart, un John Wayne o un Henry Fonda. Porque ver a Maureen O'Hara, Katharine Hepburn, Vera Miles, Natalie Wood, Elizabeth Allen o las "siete magníficas" de su última película, por citar a las más conocidas (hay muchas más... y desde el mudo, que Ford hizo más de 100 películas...) es una gozada. Es sentir ese contrapunto, silencioso, que no silenciado, fuerte, potente, claro y certero. No tienen más líneas de diálogo, no aparecen más minutos en pantalla, estoy seguro de que cobraban menos, estoy convencido de que se intentaba dar al público un florero (pero a ver, ¿qué florero es ese de Maureen O'Hara mostrando a John Wayne cómo de testaruda es una irlandesa, que tiene que llevársela a azotes por el campo en una secuencia que hoy sería vista como la apología del maltrato más Technicolor de la historia del cine? O... ¿qué florero muestra Elizabeth Allen en "La taberna del irlandés", donde pasa de recatada y modosa bostoniana a mujer que toma las riendas sin ningún problema, en una muestra de "empoderamiento" que ya quisieran muchos hoy día? y son algunos pequeños ejemplos...) pero realmente, ellas, y John Ford lo sabía, se comían la pantalla. No existía hogar, no existía civilización sin las mujeres, y John Ford lo exponía. Y eran sufridas, sí, porque la violencia era el recurso natural, salvo en aquellos hombres extraños que no la ejercían contra ellas y por tanto, destacaban especialmente. Y reitero, sus porcentajes de diálogo eran, estoy seguro, muy inferiores a los de los hombres.

¿A qué viene la diatriba? A que en el cine importa lo que se muestra más que lo que se dice. Incluso aunque seas Lubitsch o Billy Wilder, o Woody Allen (seguro que es otro apestado ya...) y el diálogo sea necesario, ese diálogo ingenioso, chespiriano y heredero de las "Screwball Comedy" o el cine negro de los 30 y 40. Mostrar es, en el cine, lo más esencial, porque muchas veces, y ¡atención, revelación! lo que un personaje dice y lo que el espectador ve pueden ser dos cosas totalmente contradictorias. Y da para mucho esa contradicción. Un ejemplo más, esa magnífica historia mítica que desmitifica, de John Ford; "El hombre que mató a Liberty Valance". Que vale como puede valer "Rashomon" de Kurosawa, para ver que el relato no es plano. Porque hay diferentes puntos de vista.

Un espectador puede, en su buena voluntad, ver la serie y contar las líneas de diálogo que interpretan unos y otras. Y decidir que no es feminista como anunciaban, porque 3/4 partes las realizan actores, y la trama principal está llevada por los hombres. Me parece una manera muy ruinosa y poco dedicada de ver cine, televisión o cualquier otra cosa, estar contando así, pero lo respeto. Por mi parte, no me parece un western feminista, no. Pero no porque los diálogos o la trama se queden en los actores. No es feminista porque no necesita serlo, aunque se etiquete así para vender más "a la moda". Es una aventura. Es Western. Es una buena manera de revitalizar un género que nunca muere. Y Michelle Dockery, Merritt Wever o Callie Dunne, por poner a tres de las actrices principales, realizan un papel muy certero y que engancha desde el principio.

En suma, otro debate acerca de si se puede etiquetar todo para lograr un fin concreto. Vender más.

El artículo en cuestión.

Un saludo,