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jueves, 7 de febrero de 2008

De cómo una sociedad se va desmoronando

No he podido evitar hoy leer los periódicos (digitales) y encontrarme con noticias tan absurdas como que Rajoy trataría de integrar los velos musulmanes en la vida pública (una de arena; la de cal, el contrato y examen de inmigrantes....) o que el arzobispo de Canterbury (de la Iglesia Anglicana) quiere que se metan aspectos de la "Sharia" o "ley del Corán" en la legislación británica para "fomentar la cohesión". Esto es, una revisión del cristianismo (a la que nos tienen acostumbrados los protestantes o, en el caso británico, los nacionalistas) para fortalecerlo y no perder comba.

Absurdas, me parecen. Así de claro. Tratar de dar más espacio a las religiones en la vida pública no es respeto ni tampoco pluralidad; es simplemente dar cuotas de poder sectario en un estado público a minorías que no respetan a otras minorías. Así de sencillo. Puestos a hacerlo tan mal (el verdadero asunto está en los guiños que hacen a los "mulsumanes radicales", simplemente hijos de puta con ganas de matar, como cualquier mafioso tipo ETA, para que justamente no maten...) pues lo próximo sería permitir la circuncisión para los judíos, etíopes coptos y demás grupos; la ablación; el maltrato a la mujer; tapar a las mujeres (esto no es exclusivo del cristianismo; en Europa lo estábamos logrando erradicar, ese machismo profundo, y ahora se ve esta vía como una forma indirecta de recobrarlo) o también, si nos ponemos duros, sacrificar al primogénito a Baal (total, seguro que alguno aun cree en los dioses fenicios, o también los germanos; a los condenados a muerte, meterlos en jaulas de mimbre y o quemarlos o dárselos a los cuervos...)

Todo esto es indicio de cómo una sociedad no tiene civismo, no tiene una sólida formación que separe la religión, TODA RELIGIÓN, de la esfera pública. Es caer en la trampa de "conceder" algo a cambio de una posible calma... así es cómo se empiezan a desmoronar las sociedades. Unos abren el paso a las minorías, las calamitosas, las dan poder para erosionar la vida pública y, cuando nos quedemos dar cuentas, un nuevo tipo de totalitarismo se ha adueñado de todo. Da igual el origen, el final es el mismo; el control de unos pocos sobre muchos, el final de toda idea de libertad (la libertad en sí es más compleja) y, en resumidas cuentas, el regreso a la barbarie de la que mucho nos cuesta salir, a pesar de la tecnología y a pesar de muchas otras cuestiones que nos hacen pensar que somos muy "modernos".

Dejemos que entren, abramos las endebles puertas a estas cuestiones, y mañana nos encontraremos con un rosario, postrados hacia la Meca o Roma, da igual, tapando a nuestras mujeres y haciendo todo tipo de atrocidades en nombre de cualquier diosecillo cabrón, psicópata, criminal y totalitario que, a fin de cuentas, no es más que el reflejo más podrido de seres humanos deshumanizados.

Un saludo,

En el torbellino

De pronto uno se siente lanzado al centro de la arena, con sangre y gritos, y le dejan unos útiles para enfrentarse a los demás. En instantes, reacciona, físicamente, devolviendo golpes, evitando los que le lanzan y atacando él mismo. El cuerpo manda, la Physis y no el Psyche. Pero en la arena virtual de la vida, suele tomar el control, aunque lo pague el cuerpo, esa mente maravillosa regalo de la evolución y el azar de la naturaleza.

Ahora mismo, analizo mi situación, cerrando los ojos, y me doy cuenta de la fortuna que poseo y de los peligros que la acechan. Tengo tiempo, aunque sea cansado, aunque con obligaciones rutinarias, aun con tareas desagradables. Tengo tiempo, el mayor tesoro de cualquier ser humano. El dinero no lo compra, lo hace más confortable y más cálido. La salud permite que lo disfrutemos. Pero sin tiempo, el hombre, consciente de su mortalidad, no es nada.

Veo que muchas personas pierden su tiempo (como yo mismo) en cuetiones que cada cual calificaría de inútiles. Yo muchas veces dejo que pase y se esfume, lánguido, como un recuerdo lejano de una tarde de sábado agradable. A veces, tras una larga siesta de la que despierto con una sensación cavernosa en mi cabeza, no lamento lo dormido, si no lo poco soñado. Y tumbado, sentado, yaciendo en un prado, dejándome acariciar por el sol o el viento, dejo que mi tiempo también se pierda.

El torbellino al que nos quieren lanzar, el maelstrom infame aniquilador de todo, está siempre aguardando. Busca mediante engaños, como los hombres grises de "Momo", robarnos todo el tiempo. El único, el verdadero activo del ser humano en la tierra.

No juzgaré a los que, según algunos dicen, pierden el tiempo. Yo lo pierdo, pero lo pierdo porque es mío, porque es mi posesión más preciada y sé su valor. Y también lo distribuyo y uso a mi gusto, aunque me quieran obligar a malgastarlo. Nunca he soportado las presiones para darle uno u otro uso. Por eso, gran parte de mi vida, ha sido, y espero que será, caminar siempre al borde del torbellino, evitándolo, evitando ese pozo, ese agujero negro inmundo que es el vivir atado a obligaciones que no hemos buscado. El trabajo, entre las peores.

De momento, un tercio de mi vida está esclavizado por el mal de Adán y Eva (si es que podemos llamar así a los monos que pasearon por una tierra que un día se congelaba y al siguiente ardía, durante cientos de miles de años) pero me queda el resto para, ante todo, soñar. Despierto o dormido. Ya he dado un paso... veremos si logro dar el más importante; no trabajar en lo que me da dinero, si no lograr dinero de lo que me gusta hacer.

Un saludo,