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viernes, 22 de junio de 2012

Anhelos, perversiones, remembranzas

Han sido un par de semanas raras. Cambios, modificaciones imprevistas, sucesos repentinos cambiando abruptamente muchos planes... para descubrir que el mundo revoluciona igual y el movimiento suele ser de 360º. Estamos igual que antes, pero diferente a como nos sentíamos.

He podido recuperar viejas ilusiones y ancianos deseos. Parece que nos gusta a veces la decrepitud, moral, física, intelectual... pero es una pose, una apostura bizarra y hueca. Verlo reflejado en otros, ayuda a contemplar el espejo de uno mismo con mayor definición. Mis anhelos no son los de hace 20 años, ni hace 10, ni hace 1. No pueden ser nunca los de antes. Lo deseado hace tiempo puede ser un engorro en este día. Pero sienta bien retomar emociones, aunque sean sintéticas. Y vivirlas.

Es extraño cómo reacciona uno. Cree que lo hará como en cientos de películas o libros, igual que los personajes a los que sigue, pero la realidad es que no es así. Tengo un don que es al tiempo maldición. Sé ver. Y no sé expresarlo con toda la claridad que desearía. Como si fuera Casandra. La tensión es algo deplorable si no se resuelve, y, lamentablemente, creo que enquista y se hace añojo en la carne, bajo la piel, hormigueando con inquieta presencia que nunca se sabe cuándo puede eruptar en grano purulento. Adoro ser honesto, pero los años pasan y la mayor honestidad, en profundidad, es callarse.

Con tal perversión de la realidad, del momento, uno lamenta la extraña moral que acecha incómoda bajo los intersticios de la relación. Sabes, pero callas. Callas, aunque debieras hablar. Debieras hablar, aunque duela. Debieras callar, pero dolerá más. No sabes, y entonces te angustias. Y sabes todo, aunque lo prefieres ignorar... No, definitivamente el lenguaje es la mayor de las perversiones. Una anómala situación evolutiva que nunca debió darse. La palabra nos hizo únicos, en todo lo bueno, lo malo y lo indeterminado. Y así convertirmos en proyectil un sonido inocuo vertido con mayor o menor conciencia de su significado, sin conocerlo realmente, creyendo ser alguien. No, la palabra es un pecado primigenio. El verbo no fue al principio, envenenó el principio.

Divago, como siempre, pero este es mi espacio, y me da absolutamente igual si alguien me entiende o prefiere marcarlo como una paja mental.

Mis recuerdos han vuelto, muchos, con sus sentimientos adheridos, pues no puedo recordar imágenes o palabras sin sentimientos pegados a ellos. No se hizo o dijo algo sin una palpitación, áurea u oscura, ausente o intensa. Todo sentimiento es realidad, realidad momentánea, caída en espiral, clavos en los pies y humo en la garganta. El pasado es un mal recuerdo de un sentimiento difuso.

El mundo está loco. No tengo ya duda. Y la carcajada no es más que la risa del alienado que lo sabe. Una risa que traspasa el alma. Y sin ella, sin la risa, estamos muertos. Sin la ilusión del futuro, sin el anhelo de algo nuevo, sin las perversiones del mundo, sin el recuerdo, estamos muertos. Sin una visión dorada, plateada o simplemente, luminosa, estamos muertos. Sin un sentimiento de bondad, de amor, de amistad, estamos muertos. Sin la creencia en un mañana, estamos muertos. Sin el dolor, sin el pánico, sin el miedo, sin la angustia, estamos muertos. Sin la prudencia y el arrojo, sin el optimismo y el pesimismo, sin saber que somos ignorantes y sabios, sin tantos adjetivos... sin el sano equilibrio de todo esto y más, más cosas, no somos humanos. Somos cualquier otra cosa.

Un saludo,