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jueves, 2 de febrero de 2012

Una huelga general

Llevo tiempo pensando en ello. Lo que no quiere decir que haga una reflexión al gusto de nadie. Bueno, al mío sí.

El monstruo de las galletas, Rajoy cuando no está azul, comentó a micrófono traidor el otro día, "en Europa", como dicen jocosamente algunos, que con la reforma laboral que tenía en mente asumía que tendría una huelga general. Imagino que pensó en las huelgas que se llevan haciendo en los últimos años. Que no son huelgas ni nada. Son patrañas formales repletas de oquedades.

Una huelga general, de las de verdad, es la que podían hacer los mineros británicos en los ochenta. No de un día tonto, ni siquiera con paros de 2 horas, no. Huelgas de MESES. Tenían una cosa llamada caja de resistencia, un ideal de solidaridad y un inquebrantable deseo de forzar a los poderes gubernamentales y a los empresariales a negociar condiciones beneficiosas para todos, no solamente para ellos.

Una huelga general, de las de verdad, era la que se hacía en los astilleros del norte de España cuando la brutal reconversión o, mejor llamada, desmantelamiento. Aun recuerda un primo mío, asturiano y policía, el terror que le daban esos tirachinas y trozos huecos de plomo rellenos de explosivos con tuercas y tornillos.

Una huelga general, de las de verdad, era la que se hacían en muchos países con un movimiento obrero pujante, fuerte, crecido por la justicia de sus planteamientos y la injusticia del mundo en que se vivía. Los siglos XIX y XX, éste hasta sus postrimerías, alumbraron esos movimientos, que arrancaron, porque es la única manera de lograrlo, derechos que hoy tenemos como básicos e inamovibles y que, realmente, nos van quitando poco a poco.

Y entonces yo me pregunto, ¿qué miedo puede tener Rajoy a una huelga general española? Yo también me reiría de lo lindo en privado. Porque paran... UN DÍA.

Un miserable día. En el que los sindicatos hinchan pecho y cifras y falsean la fuerza de su cada vez más apagado movimiento. En el que los medios afines al poder económico falsean y reducen esas cifras y les caldean tildándoles de todo menos de guapos. En el que los ciudadanos participantes ven un día de fiesta no remunerado, algunos, y otros ni se molestan, dando por hecho que dará igual. Un cinismo y desencanto como nunca se ha ido viendo ha crecido tanto que hoy por hoy, una de esas "huelgas generales" es tan potente como tirarle harina a un político.

Mi propuesta es sencilla, y se puede hacer AL MARGEN de los grandes sindicatos pesebristas.

Que los ciudadanos concienciados busquen qué no funciona en su localidad. Qué servicio les están recortando. Que se reunan, formen asambleas y convoquen una huelga. Nos ampara como trabajadores el artículo 3.2.b) del Real Decreto-ley 17/1977, de 4 de marzo, sobre Relaciones de Trabajo.

No hacen falta sindicatos.

Solamente personas concienciadas.

Con ello, ¿y qué pedir?

Una simplificación del mercado laboral. Que haya solamente dos tipos de contrato, el temporal y el indefinido. Que en el primero se pague mayor indemnización por despido que en el segundo, por cuestión de su duración. Que no haya ningún tipo de subvención a colectivos, excepto algunos muy concretos (minusvalías, por ejemplo). Que el salario mínimo aumente. Que el salario de altos directivos y personal sujeto a primas quede regulado hasta un máximo.

A eso, añadir cambios en las normas recaudatorias, con una progresividad más adecuada a los ingresos, gravando más las rentas más altas, hasta un 50%, por ejemplo. No es lo mismo aplicar un 15% a un sueldo de 1250 euros que un 50% a un sueldo y primas y bonus de 20.000 euros. Que las cuotas de seguridad social no se modifiquen, si acaso, se revisen según montos. Que lo recaudado se destine a un mayor control de evasión fiscal y de incumplimiento de las normas laborales, sobre todo de seguridad, salud e higiene en el trabajo, así como derechos y deberes de todas las partes. Que crear una empresa sea un cometido más sencillo, con menos tiempo de tramitación pero sujeto a controles exigentes para no dejar supuestos ilícitos o nocivos. Y más cosas, sí...

Así, sin pensar, me salen estas reivindicaciones. Con estas o similares secundaría una huelga, y aquí lo digo bien alto, DE UNA SEMANA ENTERA DE DURACIÓN. Me da igual perder ese dinero si, con esta demostración de fuerza, se puede detener la destrucción del estado de seguridad social que hemos tenido, parcheado y precario, pero que ha ayudado a no desequilibrar tanto, como está pasando desde que las políticas neocon y rapiñadoras actúan, la diferencia entre los ricos y los pobres...

¿Alguien se anima a convocar una huelga así, o estamos todos realmente cómodos con nuestra situación, igual que los cerdos en sus lechos de mierda?

No, no quiero leer respuestas, ya las conozco. Desgraciadamente.

Un saludo,