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martes, 20 de julio de 2010

La georeligiosidad política

Me llama la atención la configuración geográfica de las religiones; Europa, Australia y América, fundamentalmente cristianos. África y parte de Asia, islámicos.
El resto, parcheado. Y un caso muy concreto, Israel, una isla peculiar en medio de un océano musulmán.

Es curioso cómo se configuran las políticas de los gobiernos, atendiendo a dichos parámetros. Lo primero de todo, con un respecto a la "sensibilidad" religiosa
entendida como manifestación cultural de primer orden. Así pues, hay que actuar delicadamente para no perturbar con actos, gestos, símbolos o palabras
las creencias ajenas, situándolas por encima de valores puramente humanos, valores logrados mediante la reflexión sobre la ética, proporcionada al ser humano, sin componentes exógenos mágicos, como las divinidades o los fantasmas de la fe.

En el meollo, como digo, me impresiona la situación de Israel. País moderno (independizado de Gran Bretaña en 1948) y fundado bajo los auspicios del sionismo
de Theodor Herzl, entre otros, con el judaismo como razón fundamental de su existencia, judaismo entendido como regreso a un paraíso perdido, como imposible asimilación en las naciones donde estaban por el fuerte antisemitismo imperante, judaismo comprendido como reacción al Holocausto (tanto de judíos como de los que no lo eran) y, sobre todo, deseo de ser una nación, más que un grupo cultural o religioso, siguiendo tardíamente los nacionalismos caducos del siglo XIX.

¿Qué me resulta curioso? El fuerte poder de la religiosidad en el mundo israelí. La preeminencia de los preceptos religosos sobre las leyes civiles. ¿Qué diferencia puede existir entre un devoto hebreo y un devoto islámico? apenas ninguna, salvo la riqueza y la simpatía de las otras naciones.

Porque eso es lo que siempre me ha asombrado; Israel, por ejemplo, juega en competiciones deportivas de la Europa "cristiana", como también hace una Turquía "islámica", pero no por motivos meramente religiosos, si no más bien de riqueza y simpatía o culpabilidad. En el caso de Turquía, a regañadientes, pero en el de Israel, por vergüenza.

Nadie recuerda ya los ataques terroristas de grupos israelís previos a su independencia contra los británicos, ni tampoco los furiosos ataques de los árabes contra las compras de terreno en los años 10 y 20 del siglo anterior por parte de judíos. El odio ha estado instalado desde antes de nacer Israel, y ese odio, en lugar de extinguirse, se continúa usando, por parte de todos, para justificar sus agendas georeligiosas, más que geopolíticas.

La obsesión de algunos por Jerusalén como ciudad primordial de religiones (judía, cristiana y musulmana) sería chocante si no hubiera ejemplos similares durante toda la historia. Y así, dentro de la isla mayor que es un país artificial construido con la culpa, está ese islote aun más peligroso, jugando como un Berlín de posguerra, con Muro incluido, manteniendo los rescoldos de esa humillante lacra que el ser humano sufre; la religión.

Porque, para terminar, sí, abomino, siempre lo he hecho, de las religiones, que son manifestaciones culturales en cuanto a invenciones del hombre, pero al tiempo, instrumentos absolutamente negativos para la humanidad, pues retrasan, generan odios, insuflan rencor y egotismo en sus líderes, manejan a la masa, se entrometen en los valores y derechos humanos reales, no divinos, y, finalmente, provocan que los políticos, sabedores de su poder, mugriento y cochambroso, pero poder a fin de cuentas, lo utilicen en sus maniobras políticas.

Las agendas georeligiosas enmascaran las políticas, pero en ocasiones, incluso, las suplantan. Y la religión se hace política pura, política basada en absurdos inventados, en falsedades proclamadas por iluminados con ingenio, pero no para el bien del ser humano. Porque bajo la corriente de la religión, finalmente, subyace siempre lo mismo; el deseo de poder y dominación. Mediante la religión, claro.

Por cierto, no pidan café con leche en Tel Aviv tras la comida. Las restricciones alimentarias de los judíos...

Un saludo,