Buscar dentro de este batiburrillo

jueves, 31 de diciembre de 2015

Líneas rojas, o no tan rojas...

Cierro el año con una febril entrada (llevo días con 38º) despidiéndome de lo que ha sido apasionante y vergonzante, como siempre, en nuestro querido "esto". Llámele usted Estado, Nación, España, país de mierda o como sea. Lo que sea. Yo, como todo el mundo sabe, no soy nacionalista. Me parecen patéticos los nacionalismos, ya sean españolistas, catalanistas, vascos, leoneses, gallegos, andaluces, ad hocs inventados (¿qué es el nacionalismo si no una invención del siglo XVIII que ha ido evolucionando a peor durante el resto de la historia?) porque tratan de ligar conceptos emocionales e ilógicos, rastreros muchas veces (lengua, territorio, "raza", ahora "etnia", siempre "nosotros" frente a "los otros") con consecuencias claramente nefastas. Los nacionalismos provocaron las guerras más cruentas, los nacionalismos alimentan los conflictos más crueles, las luchas, odios, imbecilidades varias. Los nacionalismos son, en última instancia, un mal mayor. Patria, nación, lealtad, honor, esas chorradas de conceptos, alimentados en cuarteles y espiritualizados en conventos e iglesias (la religión no podía faltar al convite) sostienen con su "legitimidad" algunos de los mayores atropellos del siglo XX contra el que acaba sufriendo; el peatón de la historia. Tú. Yo.

¿Queda claro que no me gustan los nacionalismos? Pues con esa premisa entenderéis que los referéndum de autodeterminación me parecen ficciones divertidas, las independencias de una ficción son ficciones en sí mismas, y por ello me resultan, cuando menos, ridículas. Pero legítimas. Digámoslo así. Si considero un nacionalismo estúpido, pero existente, ¿por qué no permitir otros? Subyace por debajo, eso sí, una realidad clara. Que los estados-nación, arrumbados por el estado-mercado, persisten en el imaginario porque de momento no hay una nueva marca que los supere y asiente en la imaginación colectiva. Por eso se invocan en estos días, igual que rebrota y florece el islam, como religión aglutinante (¿nadie recuerda el nacional-catolicismo¿ ¿en serio? ¿la "Cruzada?) y política que intenta trascender ese estado-nación. Las personas se creen que pueden tomar las riendas de sus destinos colectivos. Que desde hace siglos, si no milenios, desde que se centurió la tierra y se repartió y creó la sacrosanta institución de la herencia y derivados, no hay una misma masa crítica de poseedores y desposeídos. El pareto. Ese 80/20 tan radical. ¿Nacionalismo? Mercados...

Otro concepto ilusorio, claro está. Muerto el comunismo versión URSS y satélites, tras la agresiva ofensiva de Reagan y su comadre Thatcher, el capitalismo no ha tenido nunca en la historia (salvo un convulso XIX) un éxito tan rotundo y una implantación tan radical. Ya no somos ciudadanos con derechos al estilo declarado por las revoluciones francesa y americana. Somos consumidores. Y deudores. Y en ese sistema, hay siervos convencidos, siervos cínicos y rebeldes declarados. Los primeros creen pesimistas que no hay cambio posible, el mundo es mundo y así de asco da, etc. Suelen ser "ajenos" a la política, lo que implica una opción política muy determinada. Defienden conceptos como si fueran carne y sangre, y sangran y hacen sangrar por ellos. Los segundos son moldes en el sistema, adaptados, suficientemente listos para reconocer lo que es, pero no tan activos como para romper con las comodidades que otorga. Media sonrisa y risa ante esos conceptos, pero hipocresía y fachada. Los terceros son los peatones de la historia prescindibles. Se creen capaces, pero son una china en el zapato. Cuando obtienen el misil, se van a Corea del Norte o Cuba. Alguno dirá que también Venezuela. Ja, ja, ja.

Las únicas líneas rojas que veo, desde que la historia enseña, son las que dejan los cadáveres al arrastrarlos al hoyo, aún frescos. Y siempre se han pisado. El año 2016 no será diferente. Inventaremos nuevos conceptos. Mentiremos creyéndonos a veces nuestras mentiras. Rabiaremos contra "los otros" (siempre habrá "otros", Aristóteles in a bottle lo dejó claro) y les acusaremos de... cualquier cosa. El mundo es mundo y se puede cambiar, pero siempre preferimos creer que no se puede cambiar. ¿O no?

Yo sí he tomado una decisión. Ésta es mi última entrada política. Renuncio a seguir con el tema. Me aburre. No encuentro ganas en ello, ni entusiasmo. Miraré y callaré, resoplaré en mi interior, preferiré callar y sonreír, giraré la cabeza. Personas... consumidores... gente, tú y yo.

Un saludo,

martes, 29 de diciembre de 2015

Cuanto más aticéis...

Seamos francos. No me gusta mucho Podemos. Pero infinitamente menos PSOE, PP, C's... IU es otra cosa, un reducto de un idealismo que nunca parece que morirá, salvo que lo acaben matando. Y no gustándome, no les tengo el cariño que otros le tienen, como los hooligans de partido, de todo partido, que abundan en España. Los "yo por mi partido ma-to" defienden a ultranza, capa y espada, sin fisuras, cualquier decisión que emane de la sacrosanta inteligencia del Tribuno de la Plebe autoproclamado. Hace tiempo, como ejemplo, cuando Pablo Iglesias, eurodiputado, regaló la serie "Juego de Tronos" en Blu-ray (creo) al ciudadano casualmente Rey, Felipe, yo me reía por lo infantil y absurdo que me parecía, buscando el fogonazo de la prensa. Pero había quien me decía que "es un movimiento inteligente que no comprendes del todo, chaval..." la clarividencia del Líder, misterios tiene Iglesias que...

La cuestión, ya lo he dicho, es que a Podemos les atizan hasta en el cielo de la boca. Páginas "anti-podemos", "potemos", "podridos", y no sé cuántas más que demuestran que internet no está en mano de las izquierdas antisistema. Bueno, antisistemas hay en la derecha también, y no pocos. La cosa es que uno lee magnificadas noticias que a veces no son ciertas, o sencillamente son falsas, fabricadas según el medio al que pague tal o cual empresa, y no puede menos que reírse. Y las contradicciones (que las hay en todo partido) en Podemos se iluminan con doscientos focos y mil taquígrafos. Una escrupulosa inspección para quienes, aún, están tocando el poder. Como dije, Podemos se está convirtiendo en el chaval de gafitas al que en el recreo quitaban los malotes el bocata, le daban collejas, se reían de él, le insultaban y todo eso, y lo que lograba el matón de turno con ello es que, aunque amedrentados, los demás, los normales, los que no destacaban porque no querían o no podían, vieran con simpatía al Errejón hostiado de su patio de colegio. ¿A que sí? Ved la imagen, recordáos...

Es malo construirse en el victimismo. Supongo que la "ciencia" de la psicología tiene respuestas para eso, aunque uno que solamente lee novelas como yo piensa que provoca un sentimiento de falsa seguridad por conocer algo que los demás desconocen, sentirse superior secretamente, cultivar la arrogancia que la intelectualidad de lectura y pensamiento genera en los hostiados del patio colegial. "Pegadme, pero un día, yo, un día..."

Yo ya no soy creyente de partido alguno. Ni de líder audaz. No suelo creerme las declaraciones de nadie. Pero la estadística manda, y cuando unos mienten más de lo que hablan y sobre todo, hacen, los desprecio (PP) o si se contradicen tanto o más que un bipolar les tengo nula credibilidad (PSOE). Si vienen ad hoc los tiempos de neoliberalismo neocon neopuagh, como C's, ni me planteo creer en algunas de sus razonables propuestas. Y si son vapuleados dignamente como IU... pero esos no dan pena, claro que no, son parte del "sistema". Podemos es un trufado de mil deseos de millones de personas, que plasman y proyectan sus ilusiones en ellos, pero la realidad de lo que hagan es lo que puede y debe importar. Y ahora, cuanto más se atice a Podemos, más divertido será ver cómo crecen las simpatias hacia ellos.

Me estoy planteando no hablar de política en 2016, justo el año que se presenta más político de la historia de España. Pactar, dialogar, hablar, negociar... es el año de la sociabilidad, de la estatura, del análisis, de la estrategia, de la táctica. Es el mejor año para un jugador del "República de Roma". Pero viendo la podredumbre de "análisis" baratos que purulentan la red, las conversaciones fáciles y demás medios, me planteo si no es mejor un retiro heremita y herético en este año que vendrá. Quizá así me ahorre sinsabores, correcciones trabajosas que no tendré que hacer más, diálogos absurdos y hueros. Quizá ponga en hibernación al zoon politikon un tiempo...

Quizá...


lunes, 21 de diciembre de 2015

República de Roma, el juego.

Avalon Hill publicó este juego de mesa hace unos 25 años. Un juegazo. Básicamente, usted lleva una facción de senadores y caballeros (equites) que trata de hacerse con el poder por diferentes medios. La popularidad, la influencia, la guerra, los acuerdos, el reparto de cargos... ganar por medio de la influencia es jodido (suelen asesinarte antes) y ser el más popular te garantiza inmunidad en los juicios, pero no mucha ante asesinatos. Lograr la dictadura es complejo, pero no imposible. Y ganar mediante rebelión contra el Senado, suele ser lo habitual. Pero tiene una cuestión importante. En ese juego, gana uno o pierden todos. En efecto, si en el difícil equilibrio de obtener la victoria un jugador descuida los asuntos de la República y antepone su egoísta opción personal, perjudicando a quienes podrían ayudarle a mantener el estado (y por tanto, el juego) es muy probable que contribuya a la derrota de todos. Un juegazo y encima de temática muy atractiva. Yo, lo confieso, llevo 15 años tratando de jugar siempre que puedo. Adictivo, duro, las negociaciones pueden retener un turno horas... las risas, los gritos, los pataleos, las espantás, los corrillos... lo adoro.

España, tras años de mayorías absurdas, digo, absolutas, o sustentadas por la artificial representatividad de los diferentes partidos nacionalistas, ha entrado en un escenario inédito desde casi la fundación de la II Restauración postcanovista. Ya no hay hegemonía de dos partidos, los bloques son más difusos y hay muchas cuestiones nuevas en juego. Un juego... siempre es un juego. Y los mejores jugadores suelen ser los más habilidosos y que más saben compaginar fortuna con audacia y previsión adaptable. Regalo un pronóstico; elecciones nuevas con otro régimen electoral antes de 2020. Conversión del PSOE en fuerza marginal. División del PP en al menos dos fuerzas nuevas (sin contar la cuña de C's) y apertura de un panorama donde todo, hasta el asesinato, es posible.

Pero es muy interesante. En el espectáculo uno se aburre de las viejas fórmulas. Veamos si alguien da nuevas o el gatopardismo triunfa. De momento, un orador brillante (Rivera) despluma a un cazurro sin igual (Rajoy) y un tipo inteligente y que al menos habla inglés comprensible (Iglesias) desapachará a un perdonavidas chulopiscina (Sánchez). Pena que Garzón se quede arrumbado de momento y un Herzog voluntarioso certifique el fin de un partido al que deberíamos dar las gracias por muchas cosas, pero... el República de Roma no recuerda a los perdedores, solo a quienes vencieron. Y Roma no paga traidores, aunque a veces sí les recompense con cargos y prebendas.

Un detalle final; me encanta este nuevo período. Me encanta. Ya era hora. Y que Nyarlathotep coja confesados (aunque le da igual) a todos...

Un saludo,

lunes, 14 de diciembre de 2015

VOTA.

Esta semana, entre compra navideña y fun fun fun, tenemos una cosa... cómo se llama... ¡ah! sí, eso, votar.

Pero igual que no revisamos las etiquetas del cordero, el embalaje de los langostinos, los E-XXX de los mariscos, la procedencia del pavo o los ingredientes de las salsas preparadas, me imagino que nadie o casi nadie se leerá los programas de los partidos.

Vale que son pdf's con 300 páginas de media y en algunos no puedes hacer búsquedas concretas (C's, modernitos y no sabéis usar un pdf...)

Vale que tenemos una muy "democrática" tradición (¿o era traición?) de incumplimiento del programa sin repercusiones.

Vale que aquí sigue pegándose la hebra con que si PP-PSOE y miradas rancias a C's-Podemos, mientras IU y UPyD parecen no existir (y UPyD ha hecho mucho por meter una cuña en el bipartidismo, proponer leyes electorales más justas y atacar la corrupción... pero premiamos a los justos con el injusto arrinconamiento al olvido) y los de cada región, nación, comunidad o ya tal, pues arriman el hocico para controlar un poco el asunto.

Vale que nadie se cree ya nada, porque quien a estas alturas se cree algo, o le pagan por ello, o espera recompensa o es, sencillamente, iluso.

Vale todo eso, vale... incluso que el PP ha puesto las elecciones en las peores fechas posibles para desactivar un efecto de los emergentes y hacernos creer que aquí no ha pasado nada. Vale.

Pero id el domingo a votar, coño. Es como cuando estoy en mi hospital y escucho quejas de que si las colas, que si el trato del médico tal, que si lo mal que funciona, que si me dieron la prueba para dos años, que si... ¡¡DEJAD DE QUEJAROS!! Poned una reclamación. En democracia, limitada, imperfecta, mejorable, Restauración 2.0 o lo que sea esta mierda que tenemos, votar es la manera más directa de poner una reclamación, que es lo que vale. No quejarse al aire.

No, quejarse no vale. Reclamar sí. Votar un poquito (aunque ahora la ley electoral sea tan injusta) y un poquito más que, simplemente, posturear con quejas.

Votad. Ya sea Cthulhu o C's, Nyalathotep o al PP, Nodens o Podemos, Sebek o el PSOE, Dreamlands o IU  o UPyD. Votad, coño, que para algo que solamente cuesta unos 150 millones de euros por elección... eso es casi gratis.

El domingo, vota. Yo lo haré.

Un saludo,

jueves, 10 de diciembre de 2015

Desmembrándose...

Usted ha nacido en Madrid en 1710. Lleva tiempo acostumbrándose a los nuevos gobernantes, "los borbones", esos que han tomado el trono tras una guerra contra los austracistas. Lo único que escucha es que "la Italia" (Nápoles, Sicilia, Cerdeña, Milán) y el viejo "Flandes español" se han perdido. Quizá, si es siervo de un noble, le oiga despotricar sobre esa pérdida, diciendo que mengua el prestigio del Imperio en Europa, aunque menos mal que las Américas y ultramar siguen vivos. Pero hay nostalgia. Y un cierto enfado. A ver si la nueva dinastía recompone las piezas y retoman lo que su patrimonio exige (pues es eso, patrimonio de reyes, que no de gentes) para retornar el orgullo a los españoles. Asiente, limpia y calla.

Quizá engendre un hijo que le sobreviva, de los muchos que da a luz su primera y su segunda esposa, cuando muera la primera en parto. Le dirá que un día "la Italia" era nuestra, y el "Flandes español", también. Pero recordará Menorca y Gibraltar y callará, algo avergonzado. Y es que, además, hace poco se han hecho cambalaches en las Américas. Sacramento, que si Luisiana, que si la Florida... hilos de esperanza sobre Portugal renacen, también, aunque hay más intercambios, cosas del Brasil por de la Guinea. En todo caso, su hijo ya ha recibido la lección. Los patrimonios de los nobles son eso, juegos de casas viejas.

Muere, su hijo crece. Ahora es otro. Ahora eres tú. Y miras con curiosidad los acontecimientos. En las colonias inglesas (no usan el sistema de virreinatos tan español, tan "de dejar hacer") se han sublevado y ahora luchan por formar un nuevo país. Y lo logran, con ayuda de nuestros barcos, de nuestros hombres desde Cuba y Florida. Pero es cierto que tú apenas participas de eso. Siguen siendo juegos de mayores donde se trocean tierras, se reparten, al más puro sistema feudal y godo, de herencias romanas, donde el patrimonio son las tierras y su posesión, y se confunden ambos términos, patrimonio y patriotismo. Pero un germen de desconfianza cae en tu mollera. Los... ¿Estados Unidos de América? ¿un nuevo país, entero, republicano como la Holanda?

Creces y te casas, tienes más hijos. Y entonces sucede. En Francia, tierra de borbones, estalla una revolución. No te enteras de más, pues no llegan noticias durante muchos años. Algún veterano comenta, dice... algún marino perdido insinúa... un día escuchas que han cortado la cabeza del rey. ¡La cabeza! Pero no lo crees, hasta que ves hombres nerviosos y envíos de madera para barcos y más barcos. Se rumorean guerras, más guerras, y luchas sin cuartel. Y un día, ya mayor, descubres junto a tus hijos a los soldados franceses, diferentes, relucientes, con águilas e ideas muy extrañas. "Traemos tu libertad", dicen mientras el brillo de la bayoneta te ciega un poco. El noble para quien trabajas huye, te quiere llevar como su patrimonio, pero algo te extraña y te quedas. Por primera vez, todo parece que puede ser diferente.

No lo es. Morirás en una cuneta por no dar tu comida a los jinetes acorazados. No verás cómo violan a dos de tus hijas. Ni cómo mueren dos de tus hijos. Otro huirá al monte. Recordará que erais Imperio, pero no éste nuevo, brillante de acero y fuerza. Y tras luchas sucias, desgarradas, escucharás un término nuevo, inquietante. "Nación". ¿Nación? Tú crees en los nobles y que su patrimonio es la tierra y las gentes. Siempre ha sido así. Ellos son patrón, padre proveedor y defensor. Tú, hijo de un siglo borbónico, no sabes qué es eso de la "Nación".

En 1814 regresa el rey legítimo. Te sumas a los deseos de recuperar la grandeza, la gloria del Imperio. Pero esto pronto se va convirtiendo en malas noticias. No hay tantos hombres. No hay tantas ganas. Pronto llegan noticias. Si las Américas eran de los nobles, "vuestras para ocuparlas, hombres de España", el patrimonio real, ahora se están yendo, como los "Estados Unidos". Antes de 1830, de las Américas quedan apenas Puerto Rico y Cuba. Y descubres que puedes luchar contra tus propios compatriotas en tus tierras. Patriotismo, sí, por el patrimonio, ahora convertido en "Nación" con aquel pendón que tu padre decía haber visto en los barcos reales. Rojo, amarillo y rojo, con el escudo monárquico. De pronto, esa es la bandera de todos, pues es la bandera del rey. Tu rey.

Morirás viendo luchas civiles, hambre, miseria. Pero un hijo más te sobrevivirá. Más o menos. Conocerá Carlistas, que quieren recuperar lo perdido, pues duele como cuando te amputan. Fue la Italia, el Flandes, incluso aquel Rosellón traicionero. Fue aquella Menorca, aquel Gibraltar aún en sus manos. Fue, luego, la traición de los criollos, de las Américas, y la codicia de los nuevos "estadounidenses" que compraron y compraron tierras a los reyes, para sufragar sus arcas de guerra. Y verás isabelinos que dan golpes de estado a eso que llaman "Parlamento". Y verás luchas civiles, y una eclosión de algo nuevo llamado "republicanismo", que tanto recuerda a la infernal Holanda y la Francia decapitadora. No, todo está mal. Y por eso, viviendo crispado, pero teniendo hijos con recuerdo inculcado, llegarás al desastre.

1898. Una fecha que aún dirá mucho más de 100 años después, seguro. Cuba. Filipinas. Puerto Rico. Desmembrada de ultramar, sin nada, España se quedará abandonada a sí misma y unos pocos retales en África, la pobre África, algún parche guineano, marroquí. La moral lleva décadas por el suelo. Lo que era patrimonio de nobles, ahora es en teoría de todos, ese "nacionalismo" ha logrado extender la creencia de que los suelos cubanos, portorriqueños o filipinos, son de los "españoles", no de tal o cual familia (aunque la explotación y beneficios sean de ellos). Traga, apechuga, muerde el orgullo. Áun queda Marruecos. Marruecos, semillero de discordias. Ya has visto lo que es una República, un sin Dios descomunal. Y encima regresan las conspiraciones. Si en 1640 se habló de traición portuguesa, aragonesa, catalana, andaluza e italiana, ahora se organizan dos nuevas armadas en el mismo entramado del nacionalismo. Si se puede ser español y reclamar unos territorios con sus gentes, ¿por qué no catalán o vasco?

Más guerra civil, más trifulcas, más dolor. Más hijos. Y salta, pues el desmembramiento se ha solucionado gracias a la sangría. El semillero de crueldad que es Marruecos dará los últimos y más feroces espadones de tu historia, la que crees, esa monarquía universal, ese Imperio sin puestas de sol, mítico ya, que lleva en declive desde siempre. Patrimonio de reyes, ahora de gentes, crees en la mentira y te vistes de azul y cantas al sol que ha de iluminar las Cruzadas de antaño. Otra guerra civil, otra lucha más por defender una ilusión. Pero pasarán los años y parecerá que el desmembramiento, al menos territorial, se detiene. La gente... la gente es como la sangre. Y siempre la sangría ha sido un remedio adecuado.

Una mañana, con todo agonizando, todo, te cuenta tu hijo, de servicio en Sahara, que ha visto la escena más triste de su vida. No es como el último helicóptero de Saigón, que la televisión mostrará una y otra vez. Pero es igual de triste. Una bandera que no es arriada, la rojigualda del borbón, con un nuevo escudo y águila, pero aún en su poste, serrado. Un territorio cedido sin lucha, como otros, por incapacidad, por impotencia. Y otro desmembramiento. Abandono de gentes, de patrimonios y patrias, de naciones. Lloras, llorarás porque se une a la lista de miembros perdidos de ese gran cuerpo que imaginabas. Han logrado que creas que son partes de tu propio cuerpo, como dijo tu padre, el padre de tu padre y el padre del padre... han logrado que pienses que el patrimonio de unos debía defenderse por muchos, con hacienda y brazos. Han logrado que llores. Que te avergüences. Que te sientas un mal español. Y rabies contra los que no son como tú. Una mañana te sientes desmembrado.

Pero esto no acaba aquí. Del todo a la nada. Sigues creyendo que, aunque no vivas en esos lugares, esas tierras son tuyas. De todos. No de quienes los habitan, de quienes la trabajan. De todos los que comparten esa bandera rojigualda, esa bandera que un día ondeaba en barcos patrimonio de reyes. Otros quieren, de pronto, copiar para su territorio la idea de banderas reales, de himnos, de historias falaces de Imperios y conquistas y grandes señores. No, no acaba. Hay más hijos, y tú, el nuevo, quizá no recuerdes ya cómo comenzó esta breve historia (breve, pues apenas abarca 300 años en varias líneas) pero sí sabes bien qué es lo que te enseñaron, sea falso o ilusión. Y seguirás sintiendo ese desmembramiento, ese miembro fantasma que se levanta, se levanta y pide, exige, manda...

Vaya. Mientras, yo, siento que tengo dos brazos, dos piernas, un tronco, algo así como una cabeza. Maldito sapiens. Maldita especie. Maldita empatía por mis genes...

Un saludo,

martes, 8 de diciembre de 2015

La guerra de la bici.

Desde hace un año, más o menos, desde que me mudé al interior del círculo infernal de la M30, uso mi bicicleta para ir y volver del curro. Más concretamente, volver. La ida es un poco de pedaleo hasta la Renfe, cercanías y luego un par de kilómetros a las 8 de la mañana de pedaleo suave hasta el curro. Llego despejado, las piernas estiradas, el cuerpo despierto y cierta placidez. Luego, al terminar la jornada, quito el candado y me lanzo con la bici a casa, unos 12 kilómetros que, si quiero ir rápido, hago por la Castellana-Recoletos-Prado-Atocha-Acacias, apenas 30 minutos, o si tengo tiempo, por un lateral, ya sea por Agustín de Foxá, Padre Damián, callejeo, Serrano, Cibeles, Retiro, Moyano y Acacias, o por el otro, Miguel Ángel, Almagro, Hortaleza, Sol, Plaza Mayor, Latina, Puerta de Toledo, Olmos, o Viaducto, San Francisco y Olmos. Si me toca ir a algún sitio, no tengo problemas, Bravo Murillo para bajar al Clínico o la FJD, por ejemplo. La cosa es que uso la bici. Me gusta. Según mi runkeeper, que tengo conectado a ciclogreen, este año 2015 he ahorrado unos 200 euros, unos 250 kg de CO2 al ambiente y he gastado unas 30000 calorías. Que recupero rápido, eh. Unos 1000 kilómetros en bici, aparte de la Renfe. Uso dos, mi querida Dahon Speed P8 (una plegable muy versátil) y una orbea de montaña que adquirí en septiembre (con cuadro fuerte para la silla del niño). Hasta 2014, yo usaba mi coche para ir al trabajo. Unos 30 kilómetros de ida y tantos de vuelta, casi 1 hora de viaje, entre atasco, aparcamiento y demás. En transporte público era 1 hora y 30 minutos. Trataba de alternar, pero con un niño pequeño, esa media hora era imprescindible muchas veces. Intenté ir con compañeros al curro, pero no tenía ninguno con ganas o cerca. Acabé muy desquiciado de coche, coche, coche.

¿Por qué estos datos? En este año, apenas sí he tenido incidentes con los demás vehículos. Una señora que giró a la derecha, cortándome el carril y casi atropellándome, por no poner intermitente. Alguna vez que los autobuses convergen de tal forma que parecen los barcos de Venecia en la persecución de lancha motora en "Indiana Jones y la última cruzada". Un par de veces que abren puertas sin mirar los aparcados (resuelto sencillamente, yendo por el centro de la calzada...) y más recientemente, un taxista que me cortó un paso y luego me amenazó de muerte, aunque salió pitando cuando le dije que era abogado y quería grabar sus amenazas para denunciarle (se pasó el semáforo en rojo...) No suelo tener incidentes con vehículos graves. Sí con algunos peatones. Un grupo nutrido que cruzaba cerca de las piscinas del Canoe, que tenían semáforo en rojo y que pasaron de mis timbrazos y voces. Un chaval con móvil que casi derribo porque cruzó en rojo sin mirar en Atocha. Y el error más gordo, haber ido por Fuencarral, Montera y Carretas, peatonales, con pocos peatones pero yo montado (ahora ya no voy por allí en bici, o desmonto o lo evito) Lo cierto es que, en todos los casos, con educación y buenas maneras, no hay problema. Pero hay distracciones y falta de educación, sí.

Hablaré de vehículos a motor. Las motos, por ejemplo, tienen la santa manía de pasar al lado de una bici a 30 o 50 por hora sin apenas dejar medio metro de separación. Se nota, señores moteros. Se nota. En las detenciones de paso de cebra para vehículos de dos ruedas, te miran con asco, condescendencia, sorpresa, e incluso se cruzan para ponerse delante atravesándose. Son muy agresivas. Incluso he recibido comentarios o gestos despectivos de los que paso, claro. En las detenciones, taponan los pasillos entre coches y no te dejan pasar bien, aunque ya lo tengo controlado y sé zigzaguear sin morir en el intento. En fin, las motos suelen ser más agresivas, despectivas y molestas que los coches. Pero no por ello, los coches dejan de ser molestos. Dejando de lado que, en Madrid, cuando miro, la media es de 1 ocupante por coche, 2 máximo, y que en días concretos (viernes a las 15h, por ejemplo) parecen ocupados por psicópatas rayanos en la necesidad de asesinar con sus dientes a otros, y que en muchas ocasiones son personas que toman el coche para un trayecto que bien podrían hacer en metro o autobús, suelen ser agresivos. Desde el que te pita, el que pasa al lado diciéndote de todo, los queridos taxistas que te odian profundamente, las furgonetas que llevan curritos que se ríen de tí o los de autoescuela que suelen respetar más que nadie, hasta los muchos que medio respetan las normas, aunque el tema intermitentes y velocidad adecuada no lo tengan controlado. Y los autobuses y camiones, otro tema... es como ver pelear a una sardina contra un cachalote. Divertido.

Los vehículos a motor han mejorado en Madrid. Se han pacificado. Resignado, más bien, a ver tanta bicicleta. Pero toca el turno a las bicis. Desde que hago los trayectos mencionados, veo bicis, sí. Muchas. Quizá puedo contar unas 40 o 50 diferentes al día. Un poco de agua en el océano del vehículo a motor. Pero es algo. Sin embargo, y es lo que me preocupa, en comparación, de esas 40 o 50, la mitad son verdaderos sobrados. No diré "ecofascistas", que me lo han llamado a mí también, pero algo así. 

Suelen ser personas con equipación full o de calle, da igual. Suelen llevar carretera, montaña o BiciMad. Suelen llegar al semáforo y saltárselo en cuanto pueden (yo, los peatonales, lo hago, y algunos, si son seguros, también) y lo peor de todo, suelen caracolear el tráfico y, de pronto, sin señal ni preaviso, saltar a la acera. Tal cual. Mediana de la Castellana a calzada, así. Chimpún. Toman por sorpresa tanto a vehículos como peatones. O de pronto pasan un paso de cebra rápidos, montados, obviando que eso es peligroso también. Y señalizar... como algunos coches, lo justo y da gracias. Yo también, los viernes, sobre todo, si hay aglomeración (especialmente, antes de Colón) me voy a la mediana, pero parando en un paso de cebra, desmontando, cruzándolo y luego montando en plan paseo. Y el regreso, cuando es seguro al semáforo en rojo. No soy santo, soy superviviente. Pero lo otro raya a veces la locura. Y es mala educación.

He leído debates, comentarios, trifulcas... abomino del "bike power" que se considera moralmente superior por usar bici. Abomino del que actúa como un prosélito fanático, aquí con bicis, en otro lado con una Biblia. Abomino del flipado que se cree inmortal por llevar bici (otro día hablo de monopatines, patinetes y patines, que son telita) y que te echa discursos o se cree con derecho a hacer lo que quiera. Abomino de todo eso. Y me resigno, a mi pesar, a vernos condenados a tener en un día cualquiera de estos un seguro, una matrícula, un impuesto para circular. Va a suceder. Nos van a institucionalizar, y con razón. Es cierto, reducirá el número, de las 50 que veo pasarán a 25. Y faltará otra cosa; carriles de verdad o educación vial. ¿Compartir calzada? Claro. Pero de verdad... Y entre medias, como siempre, en los claroscuros del debate, unos te posicionarán en un polo y otros en el otro, cuando ambos se derriten ante la luz de la verdad (poesía barata OFF)

La bici está en guerra. Porque, como siempre en nuestro país, nada entra con alegría, suavemente, sin ruido ni molestias. Exacerbados los ánimos de unos y otros, nada camina por un camino plácido, siempre por los dientes de sierra oxidados de nuestro cerebro hispano. La bici es un medio imbatible en cortas distancias en la ciudad, y más ahora que empieza a existir el motor auxiliar eléctrico. Los coches y la industria es un sistema devastador, tanto de recursos como de medio ambiente, y de salud, por supuesto. Las enfermedades respiratorias de ahora no tienen parangón. Lo veo todos los días. Contaminación pura. Me remito a otra entrada anterior. Quien justifique el "mi coche, mi libertad", no es consciente, no quiere serlo o simplemente es malvado. Es útil, claro que sí, pero, pudiendo usar otros medios menos contaminantes, colectivos, públicos, habiendo capacidad de elegir opciones menos malas, recibe para mí un calificativo. Egoísta el más suave. El coche acomoda, pero también atrofia la mente (y el cuerpo por la contaminación). La utilidad no elimina lo perjudicial. Pero mientras la bici siga en su aura de beatitud sin mácula, falsa y ridícula, la guerra seguirá, numéricamente, perdida. Moralmente, mientras siga en sus trece de "pues hago lo que quiero", también. Quizá todos los que pedaleamos deberíamos reflexionar. La educación se da con ejemplos, también. 

De todos modos, no me hago ilusiones. "¿Valen excusas, mi capitán?", decía mi madre cuando me inventaba cien para no hacer algo que debía, que sabía, en mi fuero interno, que tenía que hacer. Me frustraba, airaba y quejaba, trasladaba a otros la ira y les acusaba de lo que yo, claramente, sabía era culpable. Excusas. Siempre excusas. Somos españoles.

Un saludo,

lunes, 7 de diciembre de 2015

¿Qué uniría a la humanidad?

De sobras es conocido, gracias al cine y la literatura, que lo único que uniría a un sapiens de diferente pigmentación y latitud sería una invasión alienígena. Tal como suena. Desde "V" lo hemos visto (aunque ahí era un trasunto del nazismo) pasando por "Independence day" o tal. Quizá, para mí, la más interesante de las novelas sobre el tema son las de "In the balance" de Harry Turtledove, porque logran un efecto sorprendente; empatía hacia el invasor... 

Sin hacer muchos espoilers de esos (o dicho en mal castellano, desvelar la trama, ser un chotas, bocazas) diré que el argumento es el de (casi) siempre. Una flota alienígena llega a los aledaños del planeta Tierra en el año 1942. Eso es, plena guerra mundial. Y empiezan mal, pues lanzan varios pepinazos nucleares contra la atmósfera pensando que aquí ya hay internet y esas cosas. Después invaden y se llevan la sorpresa. Los alemanes están tan endurecidos que un enemigo más no les importa. Los rusos sufren la de Dios. Los japoneses siguen luchando contra todos. Y los americanos reciben la del pulpo. Curiosamente, los beneficiados son los judíos, como suena. En los campos de Polonia, reciben a los alienígenas como salvadores (lógico...) y les ayudan contra los nazis y soviéticos en su programa de colonización del planeta. Oiga, yo también lo haría...

Así que ni con esas todo el mundo se une. "Mars Attacks" ya demostraba la estupidez que podría aflorar en una invasión alienígena gamberra. Y, no sé por qué, pero siempre he sospechado que habría colaboracionistas al más puro estilo "V" y tal. Que somos especie, pero no idiotas. Así pues... ¿qué uniría a la humanidad?

Quizá nada. Es la triste realidad. Somos partículas desagregadas de un todo que hemos fragmentado gracias a la cultura, venciendo a la biología. Somos entes individuales egoístas y llenos de celo por lo inmediato, nunca por lo que sea futuro. ¡Futuro! El lugar donde pagarán nuestros nietos nuestra deuda con el planeta...

De esta manera, me pregunto... ¿sabemos ya a quién votaremos en las elecciones? Ni con debates o teletiendas lo decidimos, al final es la glándula segregadora la que decide. Porque no nos une nada. O quizá sí. Pero aún no lo hemos descubierto...

Un saludo,

sábado, 5 de diciembre de 2015

Contaminación.

Cualquiera que viva en una ciudad moderna sabe lo que es. Una boina de color parduzco y picor en la garganta, mucosidad irritada y ojos llorones. Asma. Toses dignas de un dispensario para tuberculosos. Pero se asume como algo normal. Como las muertes por tabaco o las muertes por accidente de tráfico. O esas de un rayo que te da y te electrocuta.

Quizá el asumirlo como algo normal no sea tan normal. Quizá sea una propaganda de una industria que vive de alimentarse de esto. Extraer petróleo (los países árabes, Venezuela, EEUU, Rusia, ¿les suena? Sí, conflicto moderno geopolítico del copón...) para refinarlo y venderlo (barriles al alza, a la baja, crisis políticas si a unos como la OPEP en el '73 se les pone...) y alimentar esa vasta locura que llaman "parque móvil". Quizá vasta locura porque se planteó, desde los años 50 en EEUU como el triunfo icónico del capitalismo o "american way of life". Cigarrillos anunciados en grandes carteles de la ruta 66 que te hacían sonreír justo antes de pillar mal la curva y estamparte contra el cactus que crecía en medio de unas rocas. Y vasta porque se exportó a todo el mundo. "Mi coche, mi libertad". Libertad. La libertad es consumir de todo... y ser consumido por todo. Quizá esa sea la mayor contaminación de todas. La ideológica, tan bien imbuida que creemos natural.

El mundo es finito. Lo creamos o no. Y que 600 millones de occidentales, más unos 100 de rusos, más ahora casi 1000 de chinos, más 500 millones del resto consumamos petróleo, carbón en las fábricas que alimentan la electricidad que permite mover fábricas donde millones trabajan a destajo (¿ese es el proletariado?) que producen millones de productos que consumen millones en el mundo tras transportarse en miles de barcos con miles de contenedores por los mares aceitosos y llenos de plástico hasta los puertos arruinados de decenas de países, es, en suma, lo que mantiene la máquina del capitalismo en funcionamiento. Produce, consume, tira. Entre medias, en los engranajes, no somos más que otra pequeña pieza que puede morir de cáncer de pulmón por fumar o inhalar el fétido aire que está contaminado por nuestro sueño de consumir.

Churchill tuvo una idea revolucionaria, que fue equipar a los temibles barcos de la Royal Navy con motores alimentados por derivados de petróleo. Adiós al carbón. Hola a los conflictos nuevos del futuro. Irán, Irak, el Golfo... y con eso, y la nueva y grande revolución financiera (acuña 1 billete que luego moveremos ese billete tan rápido que parecerá que hay 10000) creamos nuestro mundo. Y la contaminación.

En Madrid hay un protocolo que nunca se activó por quienes lo crearon (el PP y su inefable alcaldesa, Ana Botella) pero que el nuevo gobierno de Carmena ha usado y, de paso, tras multas europeas, actualizado (ahora, los medidores ya no están en parques verdes aislados... gran lugar para medir la contaminación real). Es curioso, pero he conocido gente a la que eso ha escocido, y por diferentes razones. Que si el trabajo, que si las visitas, que si mi libertad de moverme... libertad... ¿capitalismo?

Desde que me mudé a mi nuevo hogar tuve la suerte de poder combinar el tren con la bicicleta. Suerte, de verdad, porque no todo el mundo tiene esa opción, salvo si vives y trabajas en la ciudad. O cerca y bien comunicado. Cuando he hecho comentarios acerca de lo bien que sienta (son 12 kilómetros de regreso, que despejan, y aunque sean casi todos cuesta abajo, permiten hacer un ejercicio moderado que se siente) he tenido respuestas muy radicales, producto, supongo, de la mala conciencia o la soberbia creencia de que menoscaba la libertad ajena. Yo no creo que la imposición sea la mejor política, pero sí que es la que, a corto plazo, funciona, y puede crear luego costumbre que dure más tiempo (si no, vean el plácido franquismo qué sociedad nos ha legado 40 años después...) y si se acompaña de educación, pedagogía, ejemplo, pues mejor que mejor. Una quimera. Pero desde luego, tras un año pedaleando por Madrid (y lo hago por cierta conciencia, por ahorro, por deporte, y porque llego antes a mi casa que usando otros medios de transporte, incluído coche) he tenido reacciones de todo tipo. Me han llamado muchas cosas, incluso me han deseado la muerte (un taxista, no hace mucho, en plena Castellana) pero no por ello me siento ni mártir ni con ganas de esconderme.

Cada uno que haga lo que crea conveniente, pero que luego, si no llueve en Madrid, no piense eso de que la contaminación es culpa del clima seco. Clima que, por cierto, nos estamos cargando y nos da igual. Y, desde luego, no me siento ya beligerante con depende qué personas, pues esos tiempos en los que yo creía que podría razonar, convencer con argumentos, dialogar, discutir un tema, ya han pasado. Me quedo con una de mis últimas discusiones, con una de mis compañeras "señoras qué" de 55 años en el trabajo. "¿Que apostatas? Pues eres idiota, la verdad, eso es una tontería". Mi respuesta fue simple. "Se trata de respeto. Cree en lo que quieras, pero no taches mis ideas de estúpidas porque puedes recibir la misma consideración hacia las tuyas". Sin saber qué responder, quedó en un "pues me parece una tontería y punto".

Y punto... en fin, mientras las urgencias se sigan llenando de niños que tienen pulmones tocados, a mi hijo le tenga que poner aerosoles, y vea multitud de casos, en mi mismo hospital por ejemplo (han crecido en los últimos años espectacularmente...) seguiré pensando lo mismo. Tu coche, bien. ¿Y nuestra libertad de respirar aire sano?
Un saludo,

jueves, 26 de noviembre de 2015

Franquista o antifranquista.

Tenemos el eterno debate, el que nunca muere. Franco, sí, es malo, pero olvidáos ya de él. O Franco, sí, es muy malo, muy muy malo, no podemos olvidarnos de él. 

Tanto unos como otros juegan con el recuerdo y en el camino la Historia y la verdad histórica lloran como una niña. Se crean dos bandos (juas juas juas) y se pegan dialécticamente; que si la República llevó a la Guerra Civil, que si Franco intentó salvar a España de una República malvada... 

Ya lo he dicho muchas veces. Somos idiotas. Hablamos de la Guerra Civil (la de 1936-39) como si fuera la única. En el siglo XIX hubo más, 3 o 4, más revueltas, más revoluciones, más algaradas, más guerras y pérdidas coloniales. En 1936 España no estaba aún en el siglo XX. Éramos como esos jeques que empuñan AK-47 y gritan "Allah Akbar!" cual guerrero del siglo XV. Vivíamos en un extraño siglo XIX aún envuelto en brumas de nostalgia y melancolía mientras que el resto de Europa iba a otro paso. La República trató de forzar el paso, usando políticas probadas en la Francia revolucionaria (reparto de tierras, mejora de la educación, secularización de la vida civil, fomento de obra pública para empujar la economía...) pero eso es como si un hombre de hoy se marcha a Raqqa a charlar de derechos de las mujeres. Y el ejército era todavía una amalgama de oficiales (muchos, muchísimos, tantos que nuestro ejército estaba hipertrofiado con cabezas de manera que había un general por 20 soldados o así) que vivían inmersos en esa nostalgia y melancolía que falsean la memoria. Y encima, con guerras en África que les convirtieron poco menos que en carniceros sin cabeza.

Así pues, Franco o no Franco. Francamente, querida, me importa un pepino, podría decir. Yo nací un año exacto después de la muerte del dictador (que no murió cuando Primo ni Durruti) y por tanto podría decir que yo no he vivido el franquismo. Falso. Lo vivo, lo vives, lo vivimos aún. Vivimos una sociedad tallada durante 40 años que no ha muerto 40 años después.

De todos los resultados de aquello, puedo asumir argumentos de las dos partes. Que hay que mirar adelante y tratar de no morir de pasado. Pero claro, eso se puede si todo se resolviera. Si no quedaran asesinos del tardofranquismo impunes y por la calle. Si no existieran miles enterrados en cunetas sin saberse dónde. Si no hubiera recordatorios en forma de calles flagrantes (no son tantas, pero las que hay...) y si la izquierda no siguiera jugando el papel de virgen inmaculada y limpia de pecado (en 1934 no intentaron una sublevación, no...)

Así pues, si eres franquista, mis respetos por tu vacío craneal a juego con tu estética seguramente bertinesca y rancia. Si eres antifranquista, mis respetos por tu acriticismo sin preguntas ni fisuras. Y si eres cualquier otra cosa, por ejemplo mujer, pelirroja y zurda, con ojos verdes, llámame sin que se entere mi esposa...

Un saludo,

lunes, 23 de noviembre de 2015

Confusiones

En los últimos años me siento muy sabio. Como si comprendiera todo, encajaran las piezas y tuviera un cuadro claro aunque inmenso. Es mentira, hay muchos huecos y hay piezas encajadas a golpes, pero eso da igual. Hoy hablaré de una gran confusión entre dos palabras. Justicia y venganza.

De siempre la humanidad ha buscado venganza. ¿Y por qué no? Si yo tenía un precioso bifaz afilado y el homo neandertalensis ese me lo quitaba, no pensaba en hacerme uno nuevo, si no en machacar su prognático cráneo con un canto rodado del río. Era MÍ bifaz, cojones de bisonte. Ya con Hammurabi se llegó a codificar eso claramente, hace unos 5000 años. "Que usted mata una cabra al vecino, él le toma tres. Que usted se folla a su propia hija, largo de la ciudad, pederasta incestuoso. Que su hijo le levanta la mano, se la corta". Eficaz, ¿no? Pero ya lo llamaban de pronto de otra manera. "Justicia". Sutil concepto nuevo y diferente del de "venganza". Ya no era un simple "me jodes, te jodo vivo". Era algo más. "Oye, si todos joden así, parecerá una peli de Tarantino, un poco de por favor..."

Vale que la "Justicia" ha sido puñetera siempre. Porque lo tiene que ser. Los que manejan el cotarro, los que mandan, los de arriba, los putos amos, los de siempre, lleven chistera o celada y grebas, fumen puro o masquen cordero asado, siempre, han sabido que la venganza calma al tonto y la justicia pone en peligro su posición. Por eso la "Justicia" es una mujer vendada y con una balanza. La espada, más fálica, es para adornar. El poderoso, normalmente hombre, sabe follársela y además a lo "50 sombras", que así, vendadita, no sabe quién le peta la "Iustitia".

Ya he dicho mil veces que me quedo como filosofía política aquel diálogo de "Los profesionales", donde, ya no recuerdo si contemplando el ataque de un tren gubernamental mexicano por los "coloraos" (ahí hablan de justicia o venganza, según se mire...), o antes, dice Burt Lancaster aquello de:

"Tal vez sólo haya una revolución, desde siempre. La de los buenos contra los malos. La pregunta es... ¿quienes son los buenos?"

¿Quiénes son los buenos? Quizá aplicando el "cui bono" podemos ver quiénes no son los buenos. Pero es relativo. Quizá viendo qué nombres pueblan las lápidas (si da para pagar una) se sepa también quiénes pudieron ser los buenos. O quizá no hay buenos. Solamente malos y menos malos. Por eso, si queremos justicia, ¿hay que dejarla en manos de los menos malos? ¿sería Robespierre un ejemplo de "el menos malo entre los malos"?

Seamos sinceros. Todos queremos venganza. Cuando algo nos pasa, no pedimos justicia, pedimos venganza. Por eso existen los padrinos de las mafias y los políticos con o sin escaño. Si un tipo nos pifia un día, no queremos devolvérsela en justicia, queremos que trague triple mierda por ello y de paso coja un cáncer. Si nos roban la cartera, únicamente nos falta inscribir una tableta de plomo con maldiciones gitanas como hacían los romanos. No pedimos justicia. Cuando el padre de turno en la tele clama por el asesinato y violación, no sé en qué orden, de una de sus hijas, no pide 20 años de cárcel sin revisión por buena conducta y sin privilegios ni tele. Pide que emasculen al que la violó y mató y si es posible, le manden de putita a una cárcel panameña con una diana en el culo. ¿Creemos en la justicia? Pues no.

Me dirá alguien que cree en la ley. Je, je, je je je. Me río a lo Ernest Borgnine en "Grupo Salvaje". La ley, de nuevo, es el intrincado lazo que envuelve la justicia, perdón, la venganza, siempre atado por los de arriba, los que mandan, los de siempre. La burocracia, como bien sabía Stalin, es la llave de todo. Bueno, Stalin, Beria, Fouché y cualquiera con dos dedos de frente. Maneja los papeles y nadie querrá salir en ellos, dejándote hacer lo que tú quieras. "¿Qué le dijo al juez para que cambiara el jurado?" pregunta Andy García a un Kevin Kostner resabiado de "Los intocables de Elliot Ness". "Que su nombre estaba en el libro (de sobornos de Capone)". Torcer la ley para hacer justicia. O algo así.

En fin. Esa es la confusión de que quería hablar hoy. Y luego, que cada uno piense en ello, desde la actualidad francosiriana a su vecino que le roba el wi-fi. ¿Aún diferencia justicia de venganza? ¿existe la justicia?

Un saludo,


domingo, 15 de noviembre de 2015

Religión de paz.

Es frecuente escuchar, cuando hay un atentado donde alguno de los autores grita lo de "Alá es grande", que eso es aislado, no representa al milmillonario mundo de los que profesan el Islam y que ésta es una "religión de paz".

Bueno, lo mismo se dice del Cristianismo y del Judaísmo. Y si se lee un poco lo que escribieron los iluminados que iban al dictado de su divinidad, verán que encadenan proclamas a la masacre genocida con llamamientos a poner otra mejilla. Vamos, un sin Dios. Ninguna es tan religión de paz como de guerra. Todas son lo mismo, excusas para configurar un mundo social determinado.

Desde que leí a Marvin Harris no tengo respeto a religión alguna, ni creencia, ni nada. Algo que Harari terminó de rematar cuando dejó claro que todo invento humano (religión, derechos humanos, democracia) es eso, invento sin más. Invento que parasita mentes. Y las palabras, otro invento, son meros instrumento de fuerzas más reales que pretenden objetivos más reales. Reduciendo, triunfar, sobrevivir, prevalecer. Y no se gana con palabras, si no con hechos. Estaba muy bien decir en 1944 que los Aliados luchaban por la democracia (con la URSS al lado, democracia que molaba mazo a Churchill) y la libertad y todo eso, pero lo cierto que sin tanques ni ametralladoras que derribaran a los alemanes y aliados no valía para nada. Por cierto, los nazis (salió, salió, el tema nazi salió, en el tercer párrafo...) creo que invadieron algunos países, incluyendo los bálticos, en nombre de la libertad. "Sí sí, venimos a liberaros de tío Iosef, pero vamos, que id poniendo en fila a los judíos y comisarios políticos que a esos los primeros". Aunque ahora que pienso, antisemitas polacos o letones había a puñados. Un, letón o lituano, mató a casi 100 judíos a garrotazos con la sonrisa cómplice y aplauso de la población. Hay fotos...

Eh, me desvío. Palabras vs hechos. Pues nada, el viernes 13, como en una mala producción de serie B americana, varios tipos con Kalashnikov (primera pregunta, ¿de dónde sacaron las armas y municiones? ¿y los explosivos? ¿y cómo los entraron en París? Aunque el tráfico de armas es como el de drogas, hay mucho más de lo que nos creemos, es la pasta... segunda pregunta, ¿y la pasta?) se dedicaron a sembrar pánico y terror en las calles y una sala de conciertos, al parecer, de la que más éxito tenía en la ciudad. Más de 100 muertos y más de 100 heridos, miedo, desinformación (que si el pasaporte sirio, que si había más, que si el tren descarrilado...) y objetivo cumplido. Hechos. ¿Palabras? Aquí estáis leyendo algunas más.

Ninguna religión es de paz. Quede claro. Ni ideología. Todo es impuesto, no razonado. Ya sea rápidamente por la sangre vertida, o lentamente por el tiempo de la aceptación o resignación. Por eso me echaré un par de risas cuando me digan que "el Islam es religión de paz y eso no nos representa". Claro, y ni todos los vascos eran ETA (anda, en el 5º párrafo... qué tarde llega) ni todos los catalanes independentistas aunque hablen que no les entiendan algunos castellanoparlantes. El Islam no es religión de paz, es religión y punto. Y como toda religión e ideología, busca prevalecer por medio de violencia, la que sea, ya coercitiva (qué bien les viene a los países del petróleo golferas, digo, del Golfo pérsico) ya amenazante ya real. Que aquí también tuvimos hasta no ha mucho esa religión de paz llamada nacional-catolicismo donde los capellanes hacían de comisarios políticos y sociales. Y había palizas, oiga... 

Yo no acuso de violento asesino o psicópata al creyente, crea en lo que crea (cristianismo, islamismo, democracia...) pero sí me queda claro que su búsqueda de sustento intelectual para no convertir su estancia en la vida (real) en una nihilista sinrazón (sin Dios) está siempre en un frágil equilibrio. El de saber que la razón machaca todo parámetro de la fe, que es, al fin y al cabo, amígdala bombeando sentimientos. Y que las creencias, al final, generan un marco apetitoso para sacar al redentor que todos llevamos dentro, como un cuñado en cena de familia, siempre repleto de respuestas a todo. Aunque ni siquiera se haya hecho las preguntas.

Tampoco voy a decir que mi postura es la mejor, esa del hedonista ético que a la carta escoge sus valores, descreído de creencia alguna. Porque también tiene afectación social, aunque no maneje Kalashnikov o arma similar (no sabía dónde comprarla y ningún gobierno con mi "ideología" me provee con dinero o recursos que me lo permitan...)

En fin. Hoy he rebuscado en algunas suras (versículos del Corán, vaya) y sigo pensando lo mismo. Qué batiburrillo. Ahí puedes interpretar lo que quieras, aunque en general induce a ser un psicópata. Seguro que más de un musulmán lo lee como los indios ahora "Mein Kampf", como un libro de autoayuda. Qué cosas.

Un saludo,

martes, 27 de octubre de 2015

La compuerta.

Un extraño bullicio de ideas se agolpan en mi mente. O cabezota. Lo jodido del asunto es que no pueden salir, ni siquiera tamizadas, porque una compuerta amplia retiene todo. A cambio, se ha abierto una esclusa diferente, un canal que no conocía y se ha ido construyendo estos últimos años. Dice algo así como "Paternidad".

Es jodido, en serio. Tengo una idea. Y de pronto, ésta se difumina, vibra como un mal holograma en una peli de Ci-Fi B. Puede que esa idea ramifique y fertilice otras, pero no. Suele fosilizarse y crear una espina rígida incapaz de crecer, pero difícil de romperse. Se convierte en un proyecto más. Abandonado o aparcado, según se quiera tener esperanza en él. A esa idea le siguen más ideas, y más, y parecería que cultivo un vergel paradisíaco en mi sesera, lo que no es verdad. Tengo, simplemente, una presa que retiene tanto y tanto que no sé cuánto aguantará.

Por eso, de cuando en cuando, la compuerta no puede más y se activan los automáticos de la desazón y la sinrazón. Filtra, salen cosas, ideas, palabras, frases e incluso párrafos completos. En ocasiones puedo apuntar todo eso, como quien cuenta las gotas de agua que fluyen desparramándose en el salto de la presa, pero las más, se vierten al vacío y se mezclan con el charco del fondo, con el afluente lateral o el río general. Y se pierden para siempre en el mar de la indiferencia y el océano del olvido. Qué poético. Pero qué cierto, joder.

No culpo a nadie de eso. Cuando comencé mi vida laboral, siguiente paso en la institucionalización de todo individuo en nuestros días que quiere tener un cierto "éxito", comencé a embalsar. Embalsé mi deseo de hacer una carrera de Historia. Embalsé los relatos y las palabras que enladrillaban su fachada. Embalsé las ganas de rebelarme cada mañana al sonido del despertador, de contestar a las hirientes falsedades que proclaman todos en su ánimo robótico de hacer sociedad. Embalsé sueños variados. Y, de pronto, un día, las esclusas dejaron salir arroyos o torrenteras. Y salió un libro. Y salió la decepción y realidad de la carrera. Y salió la rebelión de baja intensidad, la respuesta sonriente pero afilada. Salieron muchos sueños. Uno se convirtió en realidad. Se llama Daniel.

No culpo a mi hijo de mi estado actual de embalsamiento. Trabajo, hijo... y una relación que se ha convertido en contractual pero llena de amores y deseos cubiertos por ropa de bebé, cunas, chupetes, biberones y colchas con dibujos animados. La presa acumula cada vez más y más agua, pero hay fugas de la conciencia, o de la inconsciencia, que permiten que aguante y no haya grietas. O eso creo. Quizá porque la compuerta sigue funcionando, a veces en forma de entrada en este blog, a veces en forma de relato, a veces en forma de historias de rol (maldigo a los creadores de La Llamada de Cthulhu, carajo...) o personajes y trasfondos e historias. A veces, simplemente, de noche, soñando.

Y menos mal que aún puedo leer todos los días algo. Si un día quisieran encarcelarme, lo tendría crudo. No podría hacerme un ajedrez o tallar figuritas. Quizá tampoco hacer música. Y solamente me podría quedar, como a Sade y otros grafomaníacos, que alguien me pasara papel y boli o lápiz para recrear historias ya leídas o inventar otras nuevas, so pena de volverme tan loco que acabaría dibujando letras con mis heces. Algo que, por otro lado, quizá no está lejos de lo que ya sucede...

Un saludo,

lunes, 28 de septiembre de 2015

Alejandro Carneiro y Enrique Santamaría

Las dos personas que encabezan la entrada son especiales. Primero, porque junto a un gran Roberto Pastrana y otro corrector, Paco Gómez, han sido el entramado básico de la magnífica revista Stilus, en la que hice algunas colaboraciones lamentables. Roberto fue el que aglutinó los esfuerzos (aún lo hace) y permitió a estos grandes escribir sobre temas que aún continúan en Tabula (para fortuna de lectores como yo) y que no suelen tener cabida en otras revistas demasiado canónicas.

Pero también lo son, en segundo lugar, porque son autores de libros. A Alejandro le conozco desde hace casi 15 años, desde cierta reunión de flipados novorromanos en Mérida, donde ya me conquistó en persona como lo había hecho en la pantalla de los egroups de entonces. Otra vez le he vuelto a ver en persona, pero menos de lo que querría. La nuestra es de esas relaciones a distancia de click y pantalla de por medio. Tiene Alejandro relatos, cuentos, que son muy especiales, repletos de fantasía que bebe de sus tradiciones, y no me refiero únicamente a las gallegas. Desborda, cuando leo algo suyo siento que toda la paleta de colores, casi de forma barroca, se despliega generosamente ante mi vista. Como todo aquel con un estilo personal, puede gustar o no. Pero no le pueden negar el desbordamiento de la gris realidad, al menos... ni su fascinante conocimiento del mundo antiguo (como el de Paco o Roberto, otros dos pozos de sabidurías nunca secos)

Tiene Alejandro varios relatos y una novela que he leído, "Cuentos de Artifex" y "Tempus Vesanicum", y ahora una nueva, "Los gomorritas", en recámara. No os lo perdáis...

De Enrique puedo decir que ha sido para mí una sorpresa. Acabo de empezar su primer libro, "Publio Vitelio Longo y la fábrica de dinero", de resonancias muy actuales, pero novela histórica. Enrique también ha sido parte de ese entramado de Stilus, y por tanto, persona de valor y capacidad. Por ello, cuando supe que presentaba novela en la Feria del Libro, traté de ir... pero a mi pesar, esto de la paternidad, reduce a una sexta parte los planes que uno cree que puede cumplir (no hablemos de los que sueña cumplir...) así que me tuve que "conformar" con comprar el libro un día y comenzarlo, tranquilamente, en casa. Una sorpresa. Y grata. No es pesado. No es didáctico o dictatorial, a veces entremezclo ambos términos en cierta novela "histórica". Es interesante, y tengo ganas, sin duda, de acabarlo calmadamente y escribir a su autor para comentarlo.

Stilus es una época especial. El trabajo personal de Roberto, su esfuerzo, su calidad, logró aunar algunos de los mejores momentos de algunas de las peores personas que conozco. Peores por su comportamiento, por su hipocresía o falta de empatía. Pero que en esa revista escribieran tantos y tantos, y algunos, como Alejandro o Enrique, tengan después estas novelas, me satisface tanto que no quiero olvidar el semillero donde les conocí. Esos puntos de encuentro de tertulias para ellos cuatro, que aún continúa en Tabula, que aún tengo el placer de mantener de cuando en cuando con alguno de ellos, son un gusto del que relamerse y pensar que no todo tiempo es tiempo perdido.

Gracias, Alejandro, y gracias, Enrique, por vuestras historias. Que no sean las últimas y la fertilidad os sea propicia... más que nada, por egoísmo propio de lector.

Un saludo,

lunes, 14 de septiembre de 2015

La mordaza del pan.

Fiestas de Aranda. Aparte de encontrar todo tipo de tipos interesantes, de mezcolanzas en lo tradicional y moderno, de pasear al crío, visitar a la familia, comer riñones a la brasa (manjar divino en El Lagar...) o dejar que la hierba me cosquillee los pies en la finca de mi suegro, tengo un rato adulto, con el pequeño dormido en custodia de su abuelo, para charlar con el marido de una amiga de mi mujer.

Seré breve. Trabaja en una empresa que tiene un monopolio en Castilla y León, y que decidió, para mantener sus beneficios, pingües, se dice, o de pingüinos (por los trajes de boda, supongo) que el 20% de rebaja que le imponía la Junta en sus tarifas "públicas" lo iba a compensar con un 20% de reducción en los salarios de sus empleados. Así, a lo crudo. Lógicamente aquello encabronó a los empleados. Les unió. Hubo gente con miedo que recordaba lo mal que va todo y cómo se aprovechan ciertas empresas, y que mejor callados ganando algo que no en el paro y jodidos. Pero muchos no. Él fue uno de ellos. Hablaron, primero, pidiendo que la cosa se negociara en condiciones (el convenio expiraba y, ¡ay! con estas reformas, dejaba mano libre al empresario, que todos sabemos es un benefactor de la humanidad y el empleado que tiene a su cargo) pero no funcionó. "Quiero mantener mi yate", imagino que pensaría uno de los del lado encorbatado. Sindicatos al ruedo, pues. En una villa así, todo se sabe. Y pronto en la panadería donde compran esa magnífica torta de aceite le señalaban pensando, por lo muy bajini o bajuno, eso de "rojo..." Pero es que era esa torta la que se jugaba. Y la de su mujer y su hijo y tal. Nada. Movilización, huelga, información, paros... hasta que deciden, casi de manera final y sin más alternativa (salvo, quizá, la que conocen mis compatriotas leoneses y asturianos, que te meten clavos, tornillos y pólvora en un tubo hierro y te lo lanzan, sin más, mineros y astillados ellos... pero eso ya no es "cool") encerrarse a modo de protesta en un edificio público de la Junta para exigir un convenio más justo y que no sea lo de siempre, esto es, que el beneficio sea a costa de. Que siempre es. Ahí viene lo bueno. Un par de días antes entró la famosa "Ley mordaza" en vigor. Entrar en edificio público y alterar su funcionamiento sin permiso (¡esta es genial, sin permiso! total, un edificio público no es de todos, es de... espera... me he perdido) miles de euros de multa, incluyendo prisión y señalados en la calle. No les denuncian los sindicatos, si no la Guardia Civil, de oficio, porque "alguien" les manda allí (siempre hay alguien que manda cumplir órdenes y luego están quienes las cumplen... pero de quienes las incumplen... otro pan del que hablar en otro momento) y les piden que salgan y eso. Los sindicatos (que existen, oiga) deciden torear el bicho y les meten en una sala de uso sindical que así no molestan ni perturban el normal funcionamiento del edificio público (queda mal que el diputado salga con sus corbatas a juego con sus correas, digo, cinturones, o como sea en alemán, y vea a tantos desharrapados que usan la nueva alpargata, las deportivas sucias hechas en China) pero claro, descafeinando la protesta. Pero oye, la cosa sale adelante. Un político de IU (el único de su formación) toca las narices en la formación de la nueva Junta, y los podemitas e incluso los PSOE (que alguno recordó la O, o no, la P de publicidad) apoyan a los encerrados, piden solución y... tachán. Llega. Convenio más justo, salarios más dignos, y final feliz.

Los cojones. De los delegados sindicales, dos ya amenazados de despido (que es que eso de protestar es muy feo) y otros currelas significados, ídem de lo mismo. Malos tiempos para el sindicalismo, una crisis (real, ficticia, qué más da) se lleva todo por delante, hasta el placer de comprar el pan que come y que, si no compra, un día dejarán de hacer por falta de consumidores. Y claro, uno se sorprende, cabecea al escuchar, se traga varias palabrotas y luego piensa lo mismo, a lo Reverte (juro que no me he inspirado en su estilo para esta entrada...) que es eso de "cuanto hijo de puta, y qué poca munición tengo".

Un saludo,

martes, 1 de septiembre de 2015

Matrimonios ejemplares

Retomo el blog para hablar de algunas series. "The Americans" y "House of Cards". Sin olvidarse de "Matrimonio con hijos". ¿Por qué? Admiro los matrimonios que componen las dos primeras, especialmente "The Americans". 

La premisa es sencilla. Agentes especiales de la KGB en suelo americano, años 80. Tienen 2 hijos, un niño y niña. Infiltrados a más no poder. Llevan una agencia de viajes, tienen casa en Washington con jardín y esas cosas, viven al lado de un agente del FBI (Stan... será coña, pero no lo es, como "American Dad") y, sobre todo... ¡hacen el desayuno todas las mañanas! ¡controlan los deberes de sus hijos! ¡les llevan a extraescolares! Y en medio, roban planos secretos, sabotean, espían, matan... Su matrimonio tiene altibajos, claro que sí, pero más por la forma de educar o afrontar retos con sus hijos que por las misiones que comparten. Y son tan condenadamente competentes que me hacen sentir filfa. A mí poner un lavavajillas me cuesta horrores. Ellos en ese rato han matado a un diplomático francés y se han desecho del cuerpo. Si me pongo a colgar lámparas, tardo horas. En ese tiempo han robado un par de secretos de los EEUU sobre submarinos o sobre la Guerra de las Galaxias. Y caen bien...

Luego tenemos "House of cards". Es otro tema. Sin hijos (aunque los hijos tienen una influencia muy profunda en la serie, más de lo que parece...) son el matrimonio-sociedad perfectos, o casi. Complementan, trabajan como una empresa, logran... y se quieren. Fríos en apariencia, pero no tanto. Perfectos también. Joder, y a mi mujer y a mí nos cuesta a veces horrores coordinar agendas para irnos de cena... y ellos entre tanto han logrado la paz en Oriente Medio y un par de acuerdos con los rusos e israelíes.

La realidad se parece más a "Matrimonio con hijos". Aunque no seamos una "white-trash" tan clara, es lo más veraz. Las comedias, como siempre, muestran desde la ficción la verdadera cara de las cosas.

En fin. Estoy deseando ver cómo afrontan los retos en la nueva temporada los Jennings. Ver cómo hacen las cosas (he aprendido un par o tres de trucos en la crianza de hijos que me gustan... estos comunistas... :D ) y, sobre todo, babear de lo bien que lo hacen siempre. Y aunque yo sea más bien un Al, y mi mujer tire a Claire Dunphy, seguiremos admirados de la habilidad de esos dos para cumplir sus misiones. Y algunas arriesgadas, como hablar con su hija mayor... 

Un saludo,



lunes, 13 de julio de 2015

Cada generación tuvo su guerra.

Digamos que usted nació en 1800. Pongo esa fecha porque es cuando más o menos se puede hablar con sensatez de las "naciones". Es usted español. Me da igual que de Reus o de Albacete. Cuando tiene 8 años, le invaden los franceses. 5 años de guerra de guerrillas. Pero luego vienen las luchas por conservar el Imperio de ultramar. Hasta 1830, que se consuman casi todas las independencias, puede ser que luche allí. Sin contar una invasión francesa absolutista. Ni las guerras entre liberales y absolutistas. A los 30, estará más baqueteado con el trabuco y la navaja que un niño con la pelota. Pero si tiene fortuna de vivir, pronto vendrá una guerra carlista. Digamos que muere en la primera, allá por 1840, dejando un hijo.

Su hijo pronto verá otra guerra. Si estaba por Sevilla, el bombardeo de Espartero (no todo va a ser bombardear Barcelona, hombre) y si se va pronto, puede terminar viviendo otra carlistada en 1848. Aparte de revueltas mil. Cansado, puede decir, "me voy a África". ¡Mal! Otra guerra de 1859 a 1861, y si de ahí se va, acaba en México a cobrar deudas con Prim. Con suerte, si sobrevive al polvo americano, llegará a vivir la Gloriosa y las algaradas de siempre, propiciadas por miles de personas que quieren conspirar para hacer "una España mejor". Siendo malos, este hijo puede morir en 1873 tras vivir una Regencia, un rey extranjero, una República y... anda, otra guerra carlista.

Pero puede haber dejado descendencia. Seamos buenos. De 1873 a 1898, puede que solamente se pelee un poco en Marruecos y sobre todo en ultramar... Filipinas y especialmente Cuba. ¡Cuba! Si sobrevive a Cuba, ha sobrevivido a todo... hasta que, en 1908, se va a la reserva aunque escucha no sé qué de un ferrocarril... y en 1909 se lía. Con esa edad, ya ha dejado un hijo, está casado y pongamos que vive en Barcelona, siendo reservista... ¡Ah! ¿Les suena el Barranco del Lobo? Digamos que ahí pierde la vida este muchacho...

La cuarta generación parece que lo tendrá más fácil. Alguna lucha en Marruecos, de nuevo, esquivando el Desastre de Annual en 1923, si somos generosos, aunque yéndose de allí harto de generales que buscan el ascenso prohibido en la península. Quizá, solamente quizá, tomará los años de la Dictadura de Primo de Rivera con tranquilidad, a fin de cuentas... no hay luchas. Hasta que, en 1936...

Si contamos, cinco generaciones que ha tenido sus guerras. Contra el francés, contra el liberal o absolutista, contra el cristino o el carlista, contra el indiano rico independentista, contra el cubano, el filipino, el marroquí, el comunista soviético, contra sus hermanos, contra todo lo que se ponga a tiro. El español entre 1800 y 1944 coge el fusil, la bayoneta, el cuchillo, la pistola, el trabuco o lo que pille a mano. Cinco generaciones que han tenido su batalla, su guerra, en casi 150 años, sin parar mucho a pensar por qué, por quién. Pero es curioso. Tras la Segunda Guerra Mundial, las cosas cambian. Ya no hay luchas tan duras. ¿Miedo? ¿cansancio? 40 años de relativa paz del Caudillo, casi otros 40 de relativa paz de la II Restauración (terrorismo de ETA aparte...) y nos encontramos aquí, ahora.

¿Cuál es la guerra de nuestra generación?

Un saludo,

jueves, 25 de junio de 2015

Literaturas al desnudo

El día 12 de junio firmé mi primer contrato editorial. Fue con Newsline Ediciones, una empresa de comunicaciones que se ha lanzado a editar literatura y esas cosas. El contrato, el clásico, más o menos. Una primera tirada de 500 ejemplares, 3 años de cesión de derechos, el 10% de las regalías antes de impuestos... para un tipo que se autoeditó como yo con "Sangre de hermanos" (del que aún vendo ejemplares en Amazon, todas las semanas cae alguno) es una novedad interesante. Aunque me da que la promoción va a ser dura...

Al hacerlo, comprometí 13 de mis relatos ya terminados (otra broma, ¿alguna vez lo están?) que verán la luz en una colección titulada (creo) "Relatos de un peatón sin aire". Quien lea este blog (loco, loca, tarados) comprenderá de dónde sale ese "peatón". Y la falta de aire es que siempre me parece quedar a medias en las historias que cuento, siempre falta algo... ha sido gratificante revolver entre las palabras de nuevo, revisar, discutir comentarios y leer lo que decían mis amigos al respecto. Pues ellos son mis mejores editores. A unos les gusta lo que a otros espanta, y al revés y viceversa y otra vuelta. Pero siempre enriquecen mi visión y permiten una nueva apertura en la enmarañada partida de ajedrez que juego cuando escribo. Si ese peón va ahí, ¿será elegante o efectivo? ¿Lograré un ambiente precioso pero tan muerto como un mecanismo inutilizado?

Releyendo aprendo. De lo que me funciona a mí, no sé si a los demás también. Qué necesito para escribir. Suelo tener muchas ideas alocadas que cuando junto pueden dar lugar a algo interesante o un puro artificio de pólvora mojada y colorida. Pero cuando logro el punto, cuando tengo el cuello del relato en mis manos y puedo morder con precisión de vampiro en la yugular exacta... ah, qué placer... incomparable. Aunque un relato no existe jamás hasta que me abandona. Cuando sale de mi vista, cuando se exhibe, impúdico, a otros. Ahí se hace real. Y puede ser un cartón que se moja y disuelve rápidamente o un mármol más o menos bien tallado. O granito. O simple mierda.

La literatura desnuda. Cada vez logro (creo, iluso de mí) que diga menos de mi persona y más de los personajes. Que ahonde en situaciones que nunca experimenté. Que genere sentimientos que otras cuestiones me engendraron en el pecho y germinaron en forma de relato. Que su impudicia revele la verdad, la que conocemos ya. Y como siempre que divago, retomo la senda y digo... ¡yo solo quiero entretener(me)!

En fin, lector/a... cuando estén por ahí en un escaparate, anaquel, estante, manta callejera o en la mano de un incauto, recuerda que son pedacitos de sueños que yo, lector frustrado, traté de hacer vivos. No te pido indulgencia. Te agradeceré, eso sí, tu tiempo. No como en este blog, que lees por puro morbo... o puro pasarratos... ¡portera! ¡cotilla! ¡funcionario! 

Un saludo,

miércoles, 10 de junio de 2015

Tremé

Adiós... adiós, Nueva Orleans.

La canción melancólica, repleta de amor y respeto que un hijo con su trompeta dedica al padre moribundo, atiborrado de morfina en la cama... el respeto y admiración, la conciencia de que NO, como Venecia para Corto Maltés, puede ser una perdición para un trepa hispano... la música como redención, como ligazón inmaterial que todo lo une en una trama sin idioma... la ciudad engulle a sus habitantes, pero los degusta, los paladea con buen vino en Desautels junto a los cangrejos del río Mississippi... quizá se tragó a más de uno, quizá ahogó a varios, mató a algunos... pero esto no es Baltimore...

Estremecimientos, emoción, lágrimas en algún caso. Eso he sentido al terminar otra de esas grandes series de televisión donde los personajes no eran los protagonistas. ¿Qué sería de David McAlary sin NO? ¿Annie y Sonny qué son sin NO? Ver las Krewe recorriendo la ciudad en Mardi Grass, juntando a todos, ver los clubes y garitos donde se unen para escuchar música unos y otros, todos... escuchar la felicidad (sí, en esta serie no se ve, se escucha... y se palpa y saborea) cada vez que juegan con la música... y todo bajo la mirada aparentemente severa del Gran Jefe Lambreaux...

Otra serie que echaré de menos. Otra gran historia que paladearé cuando la vuelva a ver. Y a reír, a disfrutar como Davis cuando tropiece con aquel bache rellenado de buena voluntad, imaginación, humor y amor, una combinación tan alegre que no importa nada.

Yo quiero ir a NO y recibir uno de los collares de cuentas que lanzan. Es la nueva versión de la caravana de los Reyes Magos para un adulto...

Hasta pronto, hasta pronto, espero, Nueva Orleans. Y gracias, David Simon. Otra vez.

martes, 26 de mayo de 2015

El año que dialogamos peligrosamente

Lector, quédate con este verbo; dialogar. No pactar, no. Dialogar.

Dialogar es un verbo que implica a dos interlocutores en la acción. Al menos. Una plática que requiere práctica. Dialogar es exponer ideas y sentimientos.

Pactar, en cambio, es otra cosa. Es un acuerdo, algo que puede lograrse después del diálogo. Pactar es llegar a compromisos y... observarlos. Cumplirlos.

Ahora mismo estamos en la fase de diálogo. Todos con todos. Incluso (je, je, je) el PP. Puede ser un diálogo de sordos o de besugos. O productivo. Eso depende de los interlocutores. Pero ahora mismo lo importante es eso, dialogar. ¿Qué hay en común? ¿qué no? ¿qué puedo aceptar y qué puedo ceder?

De todos los interlocutores, quédense con dos; Ciudadanos es uno. C's. Rivera se juega credibilidad y prestigio. Los podemitas, no tanto. Y el otro es el PSOE. El PP será reacio, ni lo cuento. IU... IU está siendo fagocitada salvo urgencias. UPyD, irrelevante. PSOE es el que se juega su existencia. C's y PSOE. Esos serán los interesantes.

Me encanta Luciano de Samosata y sus "Diálogos". No sé, pero recuerdo el de los muertos, el de Hermes y Caronte tratando con los fallecidos.

HERMES.―(...)Y ese que lleva vestiduras de púrpura y diadema, tú, el del rostro terrible, ¿quién eres?
LAMPICO.― Lampico, tirano de Gela
HERMES.―¿Y por qué, Lampico, te presentas con tales insignias?
LAMPICO.― ¿Pues qué Hermes? ¿Tenía que presentarse desnudo un tirano?
HERMES.― De ningún modo un tirano, sino un hombre completamente muerto; por lo tanto, deja esas cosas.
LAMPICO.―Ya ves, he arrojado las riquezas.
HERMES.― Arroja también el fasto y la soberbia, LAMPICO; porque si entran contigo en la barca, la harían muy pesada.
LAMPICO.― Al menos permíteme conservar la diadema y el manto.
HERMES.― De ningún modo: también has de dejar estas cosas.
LAMPICO.― Sea. ¿Qué más? Porque todo lo he dejado, como ves.
HERMES.―También la crueldad y la locura y la insolencia y la cólera. Deja todo eso.
LAMPICO.―Heme aquí, desnudo.
HERMES.―Entra ya

Quizá, quizá, un recordatorio para todos los políticos que desde ayer tienen que empezar a dialogar... 

Un saludo,

lunes, 25 de mayo de 2015

¿Quién ha ganado en la Comunidad de Madrid?

Muchos estarán aplaudiendo los resultados de Carmena en el ayuntamiento de Madrid, felices por haber (piensan) sacado a Aguirre de la alcaldía por la mínima. Muchos hacen peinetas a sus exabruptos y salidas de tono, ocurrencias y volares. Muchos piensan que ha sido una victoria. Yo veo una derrota.

¿Cuánto se gestiona en el ayuntamiento de Madrid? ¿cuánto en la Comunidad de Madrid? Ahí va el juego. Hemos perdido, señores. Las izquierdas han perdido (ni menciono a IU, más que nunca, insignia de la Izquierda Hundida) pues en la Comunidad gobernará previsiblemente Cifuentes. Y eso lo ha logrado en gran parte Aguirre.

No sean bobos. Aguirre ha hecho buena a Cifuentes. Muchos han visto que esta mujer era moderada, progresista y mejor en todo comparada con Aguirre. Mientras muchos estarán señalando la salida de la política a Aguirre, ésta estará preparando la estrategia para las Generales. ¿No lo creen? El PP no lo ha hecho mal. Ha aguantado muy bien en el punto neurálgico. La Comunidad seguirá gestionando esos dos puntales de un estado de bienestar; Educación y Sanidad. ¿Recuerdan quién impuso las listas regionales del PP a Cifuentes? Esperanza Aguirre.

Y ahora, de nuevo la pregunta... ¿Quién ha ganado realmente?

Un saludo,

lunes, 18 de mayo de 2015

Nada que decir.

Hay días así. No tienes nada importante que decir. Callas. Te muerdes la lengua y miras a los lados con ojos nerviosos. Escuchas a alguien comentar cualquier situación de actualidad y te encuentras sin palabras. Porque están todas dichas. Al menos, en tu cabeza. O por otros en otro momento. De pronto, la expresión oral queda inane, sin eficacia. Callas.

Yo no tengo mucho que decir, últimamente, aunque digo muchas cosas. El sonido de mi voz es como la letra escrita para un grafómano. Embriaga... aunque esté hueco. Y entonces alguien cuenta algo y te da la sensación, esa comezón rara, de que no te importa un rábano. Que realmente no hay nada de importancia tras sus palabras, sus problemas, sus inquietudes. Escuchas y desechas. Entre las orejas pasan palabras sin que ninguna deje siquiera un velo de presencia. Ningún rastro. Porque has escuchado todo, ya. O eso parece.

Ante tal panorama... ¿qué? Y entonces viene. El deseo. Ese torrente nunca embalsado. Si dejas en soledad que la gota agriete la presa, parte y quiebra la retención y cae. Primero como un chorro que humedece el cemento. De gris a oscuro. Luego como saltos de agua espumosa. Y repentinamente, como una furia que rompe bloques y los arrastra, en un grito infinito y áspero, mojado de pasión y fuerza. Ruge como la fiera que es, como el salvaje nunca embalsamado, como el poder de la vida y el deseo que es. Y arrasa todo...

Tras la torrentera, el curso del río. De nuevo. Y un prudente ingenio para retenerleo. Ilusamente. Y la creencia en que somos civilizados. El agua vuelve a estancarse. El rumor del viento mece ondas otra vez en su superficie. Y es posible que un niño, con una piedra, jugando, vuelva a agitar las aguas de manera que, todo lo dicho, vano, vuelva a tener significado real. Naturalmente, un niño o una niña que ríe. Pues su risa colorea los huecos de las palabras vacías. Su mirada fresca, su emoción pura, su naturalidad hace que, de nuevo, como siempre, las palabras tengan otra vez sentido. Y ante eso, no tengo nada que añadir...

Un saludo,

lunes, 20 de abril de 2015

El Ministerio del Tiempo.

Venga, a palo seco. Hablaré de esta serie con logotipo masónico y reacciones de todo tipo. Porque me da la gana.

Me gusta. O al menos, me ha gustado, aunque ha ido de expectación y algo que podría ser más, a menos. Empezó siendo algo que debería ser más humorístico y se ha tomado demasiado en serio a sí mismo. El primer capítulo estaba lleno de referencias, chistes y humor cultural. El último empieza a ser demasiado trascendente. Entre medias, un triunfo desmedido (como siempre en España, algo que demuestra cuan grande es el páramo cultural que tenemos, que en seguida destaca un producto como éste) que no sé si benefició o perjudicó a la serie.

Puntos a favor tiene. Los actores que interpretan a Amelia y a Alonso son muy buenos. El segundo es un experimentado de las tablas, y en la voz se nota. La primera es una actriz de recorrido. Yo no la recordaba de "Crematorio", una de las mejores series españolas que he visto. Sobre Rodolfo Sancho... sí, le he visto en las malogradas "Valdemar" y "No habrá paz para los malvados". Pero dice poco de él que no le recuerde en absoluto. Que en esta serie sea de Carabanchel le redime un poco. Del resto del reparto, nunca he soportado a Cayetana Guillén Cuervo, pero en fin... todos los demás me parecen solventes y a medida, gente con mucho recorrido en la televisión, y eso ayuda. Pero si en algo sube la media es en los guiones y las situaciones. A un friki lo de ver un equipo médico curando al Empecinado en 1808 tampoco le mata, pero encontrarse con el gran Miguel Rellán dándole al portátil en las oficinas lisboetas de la Gran Armada, pues es atractivo, como vacilarle a Lope siendo de Carabanchel. O tener a Velázquez haciendo retratos robot también engancha. Y sin duda, los chistes de funcionarios, algunos llenos de tópicos, sí, pero otros tan reales como la santa Administración. Y si la serie hubiera transitado ese camino, el de engarzar personajes históricos, situaciones chocantes, humor inteligente con homenajes (esa "Torre de los 7 jorobados" que sirve para el Ministerio...) y una cierta gamberrada, habría sido casi perfecta. Perfecta, no, solamente conozco dos o tres series así...

Y vienen los negativos. Que hay y muchos, pero normalmente exigimos más a lo que queremos por la razón aquella que daba un refrán de mi madre, "Quien bien te quiere te hará llorar... y quien mal, reír".

Tomarse en serio. Un grave error. Como digo, el piloto establecía un juego, un juego de reglas básicas. "No preguntes cómo se viaja, es así y punto. Esto es un ministerio con todo lo que conlleva, moscosos incluidos. Hay unos malos, que quieren cambiar el tiempo por beneficio ¿propio? y nosotros lo evitamos..." estas premisas, que si se aceptan, funcionan, se dinamitan en el episodio 1 y en el 2 ya de inmediato. Y encima, una pregunta que uno se hace, queda en el aire... pero vamos a ver, con lo mierdosa que es nuestra historia en tantas ocasiones... ¿por qué no variarla? Amelia Folch es crítica y en alguna ocasión lo dice, Alonso de Entrerríos tiene una mezcolanza de sentimientos en eso, y es un personajazo (el mejor de la serie, para mi gusto) pero Julián Martinez, como su nombre, es insustancial, queda flojo y un "Bah, total..." Entonces es cuando uno piensa en que Lola Mendieta tiene razón, y, como casi siempre, el malo (que apenas sale, que apenas es, que apenas se desarrolla) interesa mucho más, y como interesa más, quedas frustrado por su ausencia. Y su incongruencia.

Porque lo peor de éste Ministerio es, precisamente, lo que busca. No cambiar el pasado. Y lo cambia, lo cambia constantemente, para que siga igual. Si un día contrataran a un Pablo Iglesias, me juego a que terminamos como en un episodio de Frederick Freak, con dinosaurios nazis devorando humanos en holocaustos de los Mitos... al menos, según la imaginación del guionista.

Personalmente, creo que tiene mucho, mucho para ser una gran serie. Pero si es menos seria, si no se mete tanto en esos barullos emocionales y temporales que prometen pero uno se teme que terminarán mal, con un Deus Ex Machina tipo un Serrano despertando de una pesadilla... quizá no es tarde para redefinir las reglas, el "contrato de imaginación" que todo creador suscribe con sus lector-espectador. Aunque me temo que puede serlo. Es el signo de los tiempos; y de nuestro país. Quizá por eso me gusta la serie. Porque es amargamente un significado en sí misma... quiera o no quiera.

Ah, espero impaciente la segunda temporada. No lo dude nadie.

Un saludo,

miércoles, 15 de abril de 2015

lunes, 16 de marzo de 2015

Maldito instante.

Tengo mañanas que me levanto místico y absurdo, como todo lo que tenga que ver con la espiritualidad. Hoy es una de esas. Leo una noticia en El País, sobre que este año habrá más óbitos que nacimientos (así, óbitos, más culto imposible... y yo pensando en los hovitos de Indiana Jones) y que nos estamos envejeciendo y la Sanidad convirtiendo en una máquina, industria, mecanismo y todo término vinculado al futurismo de Marinetti. ¡El sueño descarnado de la razón!

El tema viene a lo de que pasamos de los paliativos y nos morimos con dolor y ensañamiento de los médicos. ¡Vaya novedad! "Matasanos, carniceros, curanderos..." anda que no lleva la humanidad esa poniéndoles nombres. Cirujano-barbero es mi favorito. ¿Qué va a ser, barba hipster y le arranco un brazo gangrenado, señor? Lo cierto es que la medicina es la ciencia empírica más chula. O cura o muere, y casi nunca se sabe bien por qué, es como la economía, explica el crack del 29 unos 50 años después. Ejem, ciencia... pero yo venía a hablar de otra cosa, del misticismo de la vida.

Ahí donde la vemos la vida es absurda. Muchos lo saben y se han reído de ella y de nosotros, porque estaban lúcidos (¿homenaje o parodia? decide tú, lector...) y reconocían que un día todo este mar de sonido y color, de luz y trémulo sentir terminaría con dolor. Toma ya. Poesía, chúpate esa. Decía quizá Homero (¿O era Conan?) que "nacemos en sangre, vivimos en sangre y morimos en sangre". Un anuncio de morcillas, la verdad. Pero es verdad que sentimos más dolor y padecimientos del que queremos recordar. De niños olvidamos, de jóvenes triunfamos por las hormonas, y de más adultos nos jodemos. Al llegar la hora, resulta que todo duele más, sobre todo el tiempo, porque pasó tanto que olvidamos o recreamos el olvido en nuevos recuerdos más falsos que los gemidos de una actriz porno. Plis plas. Naces bla-bla-bla y mueres. 

Las distintas religiones buscan soluciones. Desde la ruedica del budismo a la resurrección del cristianismo, pasando por las entradas a mundos místicos o abducciones de alienígenas. Venga, quien no sepa ya que la muerte es eso, fin de todo, que levante la mano y abandone toda esperanza.

Lo cierto es que una cosa, una sola, queda. El instante. El recuerdo vivo, fuerte, atenazando como una garrapata la memoria. Algo. Eso que nos marcó y no olvidamos. Eso que quisimos olvidar y no podemos. Eso que nos hace sonreír cada mañana o llorar al atardecer. Si al final somos seres irracionales que se creen el futurismo... Ese recuerdo es el que nos impulsa. Es fuerte, es un acicate a los genes, a la intensidad de nuestras hormonas. Cada uno atesora sus instantes, uno, varios o muchos. Y con ellos dibuja su perfil. Lo colorea con imaginación y después lo ofrece a los demás. Ese maldito instante inaprensible.

Recuerdo perfectamente escuchar a Carlos Gardel en mi casa el día que murió mi madre. La mentira que me contó mi hermano cuando falleció mi hermano el mayor. Los espaguetti que no se comió mi hermano el segundo el día antes de morir. Cómo me apartó la mano, aún con fuerza, mi padre cuando intentaba limpiar su boca, horas antes de morirse. Pero también recuerdo el primer beso enamorado. Y la primera vez que miré a los ojos de mi mujer. O el momento en que contemplé aquella criatura viscosa, gris y ensangrentada, que era mi hijo, reptando por el vientre de su madre. Y muchos más momentos y cosas e instantes. Pero sobre todo recuerdo lo que he imaginado. Porque la vida es tan absurda que a veces necesitamos imaginarla para comprenderla.

Quédate un instante, seguro que esa frase la habrás oído alguna vez. Y es cierto. Quédate, pero con el instante. El que sea. Luego, podrás morir. Total, sabes que la vida es eso.

Un saludo,

miércoles, 11 de marzo de 2015

Lúcida derrota.

Dejadme haraganear en ambos palabros. Lúcido es aquello iluminado, consciente, conocedor, claro de razonamiento y expresión. Un adjetivo muy positivo. Representa visiones de color, vivo, agradable. Entonces, ¿puede juntarse con la derrota? Dejadme holgar en los dos palabros. La derrota marinera, la derrota o destino, el trazar un camino un rumbo, un objetivo. De pronto, la derrota no suena tan mal. Un destino bueno, reluciente. Pero, ¡ay!, la lucidez se acerca mucho a la acidez, no sé si de estómago o de mente. Pues cuando se es lúcido se ve el mundo como es. El pobre Quijano dándose cuenta que no es Quijote, postrado y diría que maldiciendo por esa cordura recobrada y más insana que el sueño. Porque el lúcido contempla la derrota, la que conocemos, la mala. Eso de perder. Y quien conoce historia de España es un lúcido derrotista. Siente la proximidad de algo bueno y enseguida, ¡zasca! la eterna derrota. Por eso se desencanta, se hace ácido, reprime con cinismo cualquier ilusión.

Es curioso cómo en la educación cultural española no hay un término medio. O eres un optimista que cree que todo está de puta madre, o un pesimista incorregible que piensa que todo está de puta pena. No hay término medio. Aristóteles está gafado. O tenemos los peores políticos del universo, o tenemos... ah, espera, eso siempre es hipócrita. Si decimos lo contrario, digo. Pero sucede con lo demás. Cada aspecto, cada detalle. Sea en vida pública, claro, en la privada... seguimos la estela hidalga. Pero, me pregunto, ¿qué nos sucede? ¿dónde y cómo dejamos que la felicidad brille por su extraña ausencia?

Tengo que decir que soy un Stephen Dedalus que aborrece gran parte de su historia por pesadillesca. "Ese mal sueño del que aún no me he despertado". Siempre tenemos los mismos componentes. Parece que encarrilamos a un buen sendero, ahí, ahí, casi está, mira mira, vamos por buen camino y... ¡tortazo! No falla. A toda esperanza de cinco minutos contraponemos la oscuridad de diez años. Tenemos una rara tendencia reaccionaria a la razón, la felicidad y el progreso entendido como camino a dicha felicidad. No sabemos. O sabemos siendo sádicos. Quizá algo de los toros, mire usted. Aquí nos descojonamos más que nadie de las caídas, los accidentes y las fatalidades. Tenemos una capacidad para el humor negro y brutal que no encuentro en otras partes. O que quizá no lo he buscado tanto. Pero siempre, siempre, tenemos esa lúcida derrota. El extraño destino de un país que no sabía que lo era.

Este blog es misántropo. O algo así. Como su autor.  Un tipo absurdo. Pero es que, cuanto más leo de nosotros, de nuestros antepasados, más me gusta mi gato. Un amigo mío lo denomina así; "españolako". Adjetivo despectivo. Pero no sé, oiga, ni Unamuno nos salva de esta rara disquisición...

Un saludo,