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martes, 18 de octubre de 2011

Una nueva emigración.

Es inquietante cómo crece el número de personas que conozco en diversos ámbitos que me transmiten, con un punto de tristeza, mucha rabia y bastante amargura, su pensamiento cada vez más decidido a emigrar y buscarse la vida en otro país. Un sitio donde reconozcan sus habilidades, sus aptitudes profesionales, sus conocimientos, su capacidad, su ánimo de trabajo, su inquietud por hacer bien las tareas y mejorar a su alrededor. Es inquietante pensar que, si se van, se estará yendo lo mejor de España.

Españistán. Puta república bananera. País de mierda. País de chiste, de pacotilla, de broma y asquerosa resignación. Los calificativos son gruesos, ingeniosos, ácidos, pero todos ellos destilan un licor deleznable. Parece que, cuando en este país, históricamente, se alcanza un volumen considerable de profesionales, de personas preparadas, capaces y de valía, no somos capaces de integrarlo adecuadamente. Los maltratamos, no les escuchamos, y, finalmente, caemos en la idiosincrasia española; la venganza de los mediocres.

La mediocridad es una seña de identidad de los totalitarismos, y en España hemos andado sobrados de ellos, los recientes y los previos. Hemos perdido el tiempo en inútiles disputas, en machacarnos, en mirar con ojo avieso al vecino y buscar siempre el punto de fricción, no de unión. Hemos logrado hacer un deporte nacional del puteo al otro. Pero claro, eso tiene un pase si sobreponemos conceptos más altos y logramos enterrar esas cainitas jaimitadas. Lo que pasa es que eso nunca pasa. Aquí nunca hemos alcanzado ese momento feliz, esa "finest hour" de la que presumía en su discurso Churchill.

Hace tiempo que este país es un vertedero. Un amigo mío es químico, con patente de una molécula. Oposita para la administración. Otro es periodista. Trabaja en la administración. Aquel es investigador. Precario, claro. Uno más es ingeniero. Hubo un tiempo que vendía libros a domicilio. Otro conocido estudió físicas y se piró entre Argentina y Alemania a investigar. Uno hace tiempo que trabaja en los ferrocarriles británicos. Una física hizo la tésis y hace la vida en París. Y la lista sigue... sigue y sigue.

Al final, nos quedaremos aquí los que no nos vamos por diferentes motivos; por tener un empleo estable, una hipoteca y un piso invendible, familia, amigos, esposa, hijos... diversas razones. Quizá, si levantáramos todos la voz un poco en contra de esta sangría inútil, las cosas cambiarían. Pero... ¿sabemos dónde elevar la voz, qué hacer realmente?

2012 puede que sí sea el año del apocalipsis, pero no como lo pensaron los mayas o quienes fueran. Puede serlo por muchos y diferentes motivos.

Un saludo,