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martes, 12 de mayo de 2009

Vivir...

En las horas insomnes donde no puedes dormir, meditas sobre tu vida y los fracasos, logros y acontecimientos que la han labrado. Sin mucha razón, magnificas momentos del pasado, ensoñaciones de cosas que pudieron ser y no fueron, nostalgias de otras que sí acaecieron, y miedos ante el futuro o, incluso, indiferencias...

Yo sé que no tengo miedo a morirme. Sé que he visto una mínima fracción, que he sentido una escasa parte, que he logrado nada. Sé poco, realmente, pero no impide pensar que un día, cuando llegue la muerte, si es que llega como deseo, la aceptaré como natural. Luego, no habrá nada... un inmenso silencio de la conciencia, un absoluto vacío en lo sensorial... si llega como quiero. Mi deseo es morir rápido, con el menor dolor posible, pero sobre todo, rápido.

¿Acaso alguien que así piensa de la muerte puede sentir la vida de alguna manera? Sí, hace tiempo que he logrado percibirla como una delicada piel repleta de sensaciones, como un misterioso camino a veces, como un sendero de mayo fructíferamente transitado, siempre como un momento donde nada puede aburrir, salvo uno mismo... la vida es tan delicada, tan absoluta, tan relativa, todo... todo ante la nada, y sin embargo, los valores absolutos deben comprenderse, o, si no es así, disfrutarlos mientras se estudian.

Todo, la vida. Nada, la muerte. Sencillo silogismo. Entre medias... yo.

Un saludo,