Buscar dentro de este batiburrillo

domingo, 24 de enero de 2010

Espectador privilegiado

Hoy tenía ganas de abandonar mi defecto principal de carácter, la vaguería, para escribir algo interesante. Pero me he dado cuenta de que nada es interesante, realmente. Simplemente, cosas que veo, como misántropo y mirón.

Leo y veo que en Haití algunos periolistos disfrutan de un veraneo caribeño buscando la mejor foto, algo que no debiera sorprender; ya el sobrevalorado Hemingway iba de estrella en Francia. Roban comida, entorpecen a los que han ido realmente a trabajar... una maravilla, esas personas. Leo que algunos aplauden a los marines, otros acusan a EEUU de provocar el terremoto, algunos se plantean qué carajo hacen o para qué sirven las Naciones Unides, muchos miran a otro lado y, simplemente, se plantean qué les va a costar el nuevo ipod nano...

Miro la tele y escucho noticias acompañadas de imágenes de multitud de temas, algunos nacionales, otros internacionales y todos nacionalistas. Parece que el virus o sarampión aquel, inoculado en el XVIII, pervive, para mal de las personas, de los ciudadanos, de los seres humanos. Algunos abusan de las diferencias, obviando las similitudes, pero todos, en tiempos de nerviosismo como el actual, donde parece que no poder comprar un coche nuevo o cambiar de móvil es un signo del fin de los tiempos, olvidan lo esencial. La vida es.

Escucho la radio y me sorprenden iniciativas de pocas personas en lugares perdidos o no tan conocidos, ajenos a los circuitos de moda. Iniciativas donde tratan de cambiar su entorno, o no dejar una huella tal que, futuros arqueólogos (si los hay) no digan que fuimos una sociedad o cultura material que acabo precisamente con todo.

Soy un espectador privilegiado. Ciertamente. Sí, puede que algo misántropo, pues odio a la Humanidad como concepto, pero adoro la vida y adoro compartirla con determinados seres humanos. Odio muchas cosas, pero al tiempo amo y anhelo vivir y disfrutar otras, compartirlas. Algo que me hace un ser privilegiado. Soy consciente de ello. Y no me siento como un burgués decadente sentado ante el abismo de tinieblas que bulle bajo mi trono en forma de sofá, en el reino de un salón amueblado y el país donde hay comida, bebida, luz, calor, comodidades...

En la próxima revolución, si la hay, y si mi defecto de carácter principal, la pereza, no lo impide, querría apuntarme para depurar a los que son como yo. No sé si por supervivencia o por idealismo. Aunque si es por lo último, debería dejarme ajusticiar de los primeros. Claro que, el escepticismo, otro de mis impulsos naturales, me impediría creer en un resultado beneficioso para los seres humanos, por lo que me haría contrarrevolucionario o, peor aun, líder de la subversión.

Somos una contradicción bípeda...

Un saludo,