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viernes, 29 de enero de 2010

Apuntes sobre el cine español y los españoles...

Sí sí, lo reconozco con valor. Me ha gustado "La herencia Valdemar". ¿Por qué? Tengo muchas razones. Primero de todo, eso sí, decir que no me parece una obra maestra, que no la veo como una pieza referencial del séptimo arte, pero, desde luego, sí la entiendo por encima de muchas producciones de cine actual, españolas y no españolas.

El principal defecto que hoy existe es el del prejuicio y la minusvaloración ante el cine que hacemos en España. Al tiempo, estamos llenos del mismo prejuicio, positivo, y sobrevaloración ante el cine que se hace fuera de España. Politización, quizá. Una película "de fuera" suele ser vista como algo fresco, nuevo o diferente, aunque cuente la misma rancia historia de siempre con los mismos medios y recetas de siempre. Pero lo hecho en España es subvencionado, pagado a unos "parásitos" que roban del abrevadero de los impuestos... al menos, es la imagen general que tenemos.

Como siempre, hay cierta verdad en cada cosa, pero en su justa medida. Y cuando algo se sale de las normas y no podemos juzgarlo de acuerdo a los parámetros usuales, podemos tomar dos vías; el absoluto desprecio o la completa adoración. Somos así de estúpidos, los humanos, no sabemos tener medida...

"La herencia Valdemar", como digo, es una obrita menor, pero interesante, divertida, y para mí, un soplo especial y fresco en el cine español. Recupera el aire y sabor de las producciones "B" de la Hammer, de la Universal, tiene aromas de Roger Corman, tiene claramente afición de entretener, gustar... los actores están en la película así, naturales, como debe ser. Y el halo intemporal y de ilocalización que consigue en más de un momento (¿dónde transcurre la historia? ¿qué año del siglo XIX en la parte relatada o del XX o XXI en las partes modernas?) logra generar esa sensación previa de Lovecraft para sentir lo que llamaba "Terror cósmico", un tipo de terror basado no en golpes de efecto, si no en construir una historia poco a poco, escalonada, para llegar a un clímax o anticlímax que nos deje boquiabiertos, ojos grandes como platos, pensando, reflexionando, acerca de esa verdad que nos conduce a la locura... no es la ambientación gótica, no es solamente los estereotipos de fantasmas o embrujos... es la sensación de ínfima capacidad de reacción ante cosas que no comprendemos de verdad. Y "La herencia Valdemar" lo logra en más de un momento, dejando, eso sí, la segunda parte para alimentar nuestra ansiedad y expectativas...

Los que se quejan de las "dos partes" o "incompleta película", decirles que ya con el mudo se hacían seriales así, en el cine, y la gente iba y pagaba gustosamente porque quería quedarse con las ganas de volver y seguir disfrutando. Lo que no acaba, a veces, es tan gratificante como lo que concluye, porque abre la imaginación a muchas posibilidades. Y aquellos espectadores que la han visto y la han despachado con "la peor película del cine español" creo, me temo, que no han sabido ver más allá del cine actual, dominado por un "gore" sangriento, un efectismo rabioso (odio la música que sube de tono o da un golpe de efecto para recalcar una imagen, escena o momento concreto...) y tramas sencillas y básicas.

No, "La herencia Valdemar" no es una obra maestra. Pero hacerla con una coproducción de Canadá, sin subvenciones (nada de los títulos iniciales con "subvencionada con fondos..." que suelen quitar algo de lustre a la película) y además tratando de llevar a imágenes las ideas inquietantes de Lovecraft... ya merece, por el intento, un aplauso. Y el resultado, cuando menos, una sonrisa complaciente y una expectación de que, a lo mejor, es un camino para el cine, español, que habríamos de recorrer con otros ojos...

Pero somos españoles. Lo que no nos gusta o nos da miedo no lo cambiamos, nos adaptamos... ésa sí es una buena historia de terror.

Un saludo,

Diálogos interesantes

Hoy seré un mero escriba, dejando aquí un diálogo que me parece apropiado para alguna noticia moderna, como la de Haití... aunque se puede extrapolar...

-.-

"Hermes y Caronte"

HERMES: Si te parece, barquero, hagamos cuentas de lo que ya me debes, para que no discutamos por ello en otra ocasión.

CARONTE: Hagamos cuentas, Hermes. Será mejor que quede saldado y traerá menos problemas.

(Hacen cuentas, saliendo un saldo muy favorable a Hermes)

HERMES: Esto es lo que me debes, si no se me ha olvidado alguna cosa en la cuenta. ¿Cuándo crees que me lo vas a pagar?

CARONTE: Ahora imposible, Hermes. pero si una peste o una guerra me manda algún grupo, podré conseguir beneficios, sobrecargando los precios del pasaje.

HERMES: ¿Entonces yo tengo que sentarme y pedir que ocurran las peores calamidades para poder cobrar de ellas?

CARONTE: No es posible de otro modo, Hermes. Ahora, como ves, nos llegan pocos muertos, porque estamos en tiempos de paz.

-.-

Y es que, incluso muertos, somos riqueza... para unos pocos.

Un saludo,

lunes, 25 de enero de 2010

Ir al cine

Pues sí, voy mucho al cine. Lo reconozco. Sea ésta entrada un pequeño resumen de algunas de las películas que he visto en las últimas semanas...

- Celda 211: Lo mejor del año en cine español del 2009. Bien hecha, con algunos pequeños fallos pero muy perdonables, interesante intriga y planteamiento, buena historia. La disfruté mucho...

- 2012: Aburrimiento soberano. Ni valía las palomitas que comí...

- In the loop: Interesante, divertida a ratos, una buena redacción de cómo funciona la chapuza humana, esto es, todo en general...

- Spanish movie: Quitarse complejos y uno puede reírse un poco. No es más que un entretenimiento pero bien hecho, y eso ya es bastante...

- Garbo, el espía: Interesantísimo documental, con buen ritmo, historia muy interesante, de un episodio (o varios) de la segunda guerra mundial que sorprende... y también otra vez, visión de la chapuza humana. Es para ver, sin duda.

- Avatar: La película que todo el mundo ha de ver en 3D. Y merece la pena. Historia sencilla, casi plana, pero con las emociones de antaño recuperadas. Saber qué va a pasar no impide sentir algunas de esas emociones infantiles, como cuando veíamos un western...

- Bienvenidos a Zombieland: Sí, soy palomitero. Y ésta películo lo es. Lo mejor, Bill Murray. Los zombis siempre de moda...

- Solomon Kane: Los relatos son fascinantes, puro pulp divertido. La película mantiene algo de la atmósfera, es inquietante, pero recae en la típica de aventuras sin más... eso sí, el personaje es bueno.

- Un tipo serio: Magnífica de los Coen. Comedia seria o película seria donde te ríes, pero por no llorar... opresiva, impresionante en muchos casos, un gran trabajo de los Coen.

- Teniente corrupto: Lo único interesante, ver a Cage tocándole el culo a una moza mientras se droga... el resto, pura chorrada que acaba... peor que empieza.

- Sherlock Holmes: Sorprende que hayan sido tan fieles al personaje, y no solamente eso, si no que reinventen las historias con bastante interés. A mí me gustó bastante el pastiche holmesiano, y eso, a día de hoy, es mucho...

- La herencia Valdemar: Está siendo vapuleada (un crítico de El País, que no sé si ha visto la misma película, dice unas muchas cuantas tonterías...) pero a mí me ha recuperado ese sentimiento de "terror cósmico" lovecraftiano, que ya es mucho. Sí, hay segunda parte, sí, queda un final interrumpido con ganas de más, pero... a los que nos gusta el mundo de Lovecraft, al menos, yo, nos ha dado una buena alegría. Y eso es mucho... no es perfecta, pero abre un camino.

De momento, ésto es todo, amigos... tengo más pendientes. De otras no hablo, por si acaso...

Un saludo,

domingo, 24 de enero de 2010

Espectador privilegiado

Hoy tenía ganas de abandonar mi defecto principal de carácter, la vaguería, para escribir algo interesante. Pero me he dado cuenta de que nada es interesante, realmente. Simplemente, cosas que veo, como misántropo y mirón.

Leo y veo que en Haití algunos periolistos disfrutan de un veraneo caribeño buscando la mejor foto, algo que no debiera sorprender; ya el sobrevalorado Hemingway iba de estrella en Francia. Roban comida, entorpecen a los que han ido realmente a trabajar... una maravilla, esas personas. Leo que algunos aplauden a los marines, otros acusan a EEUU de provocar el terremoto, algunos se plantean qué carajo hacen o para qué sirven las Naciones Unides, muchos miran a otro lado y, simplemente, se plantean qué les va a costar el nuevo ipod nano...

Miro la tele y escucho noticias acompañadas de imágenes de multitud de temas, algunos nacionales, otros internacionales y todos nacionalistas. Parece que el virus o sarampión aquel, inoculado en el XVIII, pervive, para mal de las personas, de los ciudadanos, de los seres humanos. Algunos abusan de las diferencias, obviando las similitudes, pero todos, en tiempos de nerviosismo como el actual, donde parece que no poder comprar un coche nuevo o cambiar de móvil es un signo del fin de los tiempos, olvidan lo esencial. La vida es.

Escucho la radio y me sorprenden iniciativas de pocas personas en lugares perdidos o no tan conocidos, ajenos a los circuitos de moda. Iniciativas donde tratan de cambiar su entorno, o no dejar una huella tal que, futuros arqueólogos (si los hay) no digan que fuimos una sociedad o cultura material que acabo precisamente con todo.

Soy un espectador privilegiado. Ciertamente. Sí, puede que algo misántropo, pues odio a la Humanidad como concepto, pero adoro la vida y adoro compartirla con determinados seres humanos. Odio muchas cosas, pero al tiempo amo y anhelo vivir y disfrutar otras, compartirlas. Algo que me hace un ser privilegiado. Soy consciente de ello. Y no me siento como un burgués decadente sentado ante el abismo de tinieblas que bulle bajo mi trono en forma de sofá, en el reino de un salón amueblado y el país donde hay comida, bebida, luz, calor, comodidades...

En la próxima revolución, si la hay, y si mi defecto de carácter principal, la pereza, no lo impide, querría apuntarme para depurar a los que son como yo. No sé si por supervivencia o por idealismo. Aunque si es por lo último, debería dejarme ajusticiar de los primeros. Claro que, el escepticismo, otro de mis impulsos naturales, me impediría creer en un resultado beneficioso para los seres humanos, por lo que me haría contrarrevolucionario o, peor aun, líder de la subversión.

Somos una contradicción bípeda...

Un saludo,

viernes, 15 de enero de 2010

Entre sueños y banalidades

Lamento mucho no lograr lo propuesto. Lo lamento de verdad. Añoro los días donde todo duraba más, el tiempo se consumía en el infinito, sin límite, no existía certeza alguna y el error era la más bella expresión de la vida. Dicen de la melancolía cosas malas, pero recordar es viajar en el tiempo, y como viajero del éter insustancial de esa materia intangible, disfruto mucho buceando en el pasado ayudado por mi vehículo, la melancolía.

Entre sueños pasaba muchas mañanas y tardes. Las primeras, durmiendo. Las segundas, huyendo. Siempre huyendo. De tardes soporíferas en un aula silenciosa, oyendo la arrítmica lluvia convertida en melodía, mientras una voz monótona enseñaba cosas para nadie interesantes en realidad. Ese lugar se repite en la memoria, una y otra vez, banal como la vida misma, entre el sueño de algo inmarcesible y la fiereza del deseo.

Dormir... un placer sin culpa días atrás, meses, años atrás. Dormir era caer en la pequeña muerte de los sentidos para sentir cómo se abrían compuertas oníricas y me transportaban silenciosas alas a mundos conocidos, pero ignotos igualmente. Dormir era relajar los músculos para luego forzarlos en largas caminatas, en carreras a vida o muerte, en caídas cercanas al desfiladero de la sinrazón. Dormir era soñar, y soñar, vivir una vida sin más límite, sin más atadura, libre, a fin de cuentas...

Despertar. Desperar por volver a dormir, a soñar, pero sin lograrlo. El ruido de la calle. Coches. Voces en las aceras. Viento, lluvia, truenos, nada. Pasos en el piso de arriba, gritos en el patio de luces del vecindario. La cisterna soltando agua, la tubería bajando las heces al sumidero, las tripas sonando por el hambre, la voz imperiosa de un padre o una madre arreando a su hijo para integrarse en el mundo de las banalidades. Del despertar. Despertar a la triste realidad.

Pero siempre que puedo, vuelvo; al mundo de los sueños, al ilimitado camino entre los árboles que conduce a sitios ya conocidos, lugares ignotos, a zonas umbrías o ecuatoriales, serpenteando, recto, a ras de suelo o entre nubes y tormentas. Siempre había música, apagada, inerte, amortiguada o lejana, pero una melodía, siempre. Y color y falta de colores, y personas siempre conocidas, como el amor definitivo, eterno, sin rostro, pero con el rostro sonriente, sin voz, pero con el timbre de la pasión, sin manos, pero acariciando mi cuerpo, sin cuerpo, pero poseyendo el mío...

Entre sueños vivo mejor que entre banalidades. Eso lo sabe todo el mundo. Todos los que sueñan, sueñan con vivir mejor, y viven mejor en sus sueños, porque el resto, al fin y al cabo, son cosas sin importancia.

Un saludo,

jueves, 7 de enero de 2010

El valor de las cosas

Leo hoy el maravilloso artículo de Muñoz Molina en "El País" y no puedo reprimir la sonrisa. Parece que todos queremos las cosas gratis, y que todos las queremos YA. Y además, riéndonos del mundo por ello.

No seamos cínicos. Yo pago por "El Jueves" porque es una revista satírica que me encanta. Pago por las revistas de historia cuando tienen artículos interesantes. Pago por los libros que quiero leerme, ya que luego quiero conservarlos, a pesar de las excelentes bibliotecas que hay por el mundo. Pago por los viajes que hago. Pago por las llamadas que hago. Pago por aquellas cosas que debo pagar. Otras, sin embargo, no las pago porque son demasiado caras para lo que ofrecen. Algunas las obtengo descargándolas de internet, aunque gustosamente pagaría por otras si fueran de calidad.

Eso es un ejemplo; yo he visto una serie, "The Wire", que no emiten en España. La he podido ver gracias a internet, a que existen otros aficionados que han tomado la molestia de pasar la emisión de la HBO a un formato descargable por internet, y además, encima, les han puesto subtítulos (mejor que un doblaje, dicho sea de paso, siempre) y he podido así disfrutar de las 5 temporadas. Algo similar me ha pasado con otras series, difíciles de ver en España, o películas o incluso otros contenidos. Pero lo digo bien alto; si me ofrecieran pagar un euro, por ejemplo, por capìtulo descargado en calidad y rápidamente, lo haría sin ninguna duda.

Todo tiene un valor. El que le queramos dar. Es el fundamento del capitalismo, ¿no? bien demandado, bien ofertado, tanto cuesta producir, tanto vale adquirir. Si creemos que los discos son bienes gratuitos, aunque alguien los ha adquirido (pagó su precio y, como un Robin Hood moderno armado del Bittorrent, el Emule u otros programas, lo comparte con miles de personas) acabamos pensando que todo es gratuito. El ebook, por ejemplo, es un peligro, pero no por el papel que pueda desaparecer (casi es más ecológico) si no por los cientos de libros que pueden ser "pirateados" para leer. Y como siempre, no crean que será "La rebelión de las masas" o "El Anticristo"; serán Harry Potter, Narnia, Millenium y similares. No está mal, porque a la vez caerán los demás, pero el tiempo es limitado y la capacidad, también.

Hay cosas que tienen un precio excesivo, pero su valor, a veces, es incalculable. Al revés, las hay con un valor nimio. La cuestión es qué valor damos a las ideas, a los trabajos de otros, que se han esforzado en lograr algo, que han dado horas y días de esfuerzo para luego dejar que algunos lo disfruten o descarten en apenas unos minutos. Una escena de segundos en una película puede durar días de rodaje, un párrafo evocador que nos permita soñar, semanas de cavilación, y una canción bellísima puede ser fruto de meses de ensoñación y trabajo.

Desde luego, se puede reprender muchas actitudes; pero lo cierto es que el acceso a la cultura debiera ser lo más sencillo posible para todo el mundo. Quizá aun no tengamos el punto de equilibrio en el que eso sea posible y además permita que los beneficios reviertan como deben en quienes aportan su trabajo, en la medida que lo merecen. Quizá aun no sepamos hacerlo porque no sabemos cuál es el verdadero valor de las cosas. O sí, y seamos, simplemente, ladrones. Aunque queramos ser honrados ladrones...

Un saludo,