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jueves, 25 de junio de 2015

Literaturas al desnudo

El día 12 de junio firmé mi primer contrato editorial. Fue con Newsline Ediciones, una empresa de comunicaciones que se ha lanzado a editar literatura y esas cosas. El contrato, el clásico, más o menos. Una primera tirada de 500 ejemplares, 3 años de cesión de derechos, el 10% de las regalías antes de impuestos... para un tipo que se autoeditó como yo con "Sangre de hermanos" (del que aún vendo ejemplares en Amazon, todas las semanas cae alguno) es una novedad interesante. Aunque me da que la promoción va a ser dura...

Al hacerlo, comprometí 13 de mis relatos ya terminados (otra broma, ¿alguna vez lo están?) que verán la luz en una colección titulada (creo) "Relatos de un peatón sin aire". Quien lea este blog (loco, loca, tarados) comprenderá de dónde sale ese "peatón". Y la falta de aire es que siempre me parece quedar a medias en las historias que cuento, siempre falta algo... ha sido gratificante revolver entre las palabras de nuevo, revisar, discutir comentarios y leer lo que decían mis amigos al respecto. Pues ellos son mis mejores editores. A unos les gusta lo que a otros espanta, y al revés y viceversa y otra vuelta. Pero siempre enriquecen mi visión y permiten una nueva apertura en la enmarañada partida de ajedrez que juego cuando escribo. Si ese peón va ahí, ¿será elegante o efectivo? ¿Lograré un ambiente precioso pero tan muerto como un mecanismo inutilizado?

Releyendo aprendo. De lo que me funciona a mí, no sé si a los demás también. Qué necesito para escribir. Suelo tener muchas ideas alocadas que cuando junto pueden dar lugar a algo interesante o un puro artificio de pólvora mojada y colorida. Pero cuando logro el punto, cuando tengo el cuello del relato en mis manos y puedo morder con precisión de vampiro en la yugular exacta... ah, qué placer... incomparable. Aunque un relato no existe jamás hasta que me abandona. Cuando sale de mi vista, cuando se exhibe, impúdico, a otros. Ahí se hace real. Y puede ser un cartón que se moja y disuelve rápidamente o un mármol más o menos bien tallado. O granito. O simple mierda.

La literatura desnuda. Cada vez logro (creo, iluso de mí) que diga menos de mi persona y más de los personajes. Que ahonde en situaciones que nunca experimenté. Que genere sentimientos que otras cuestiones me engendraron en el pecho y germinaron en forma de relato. Que su impudicia revele la verdad, la que conocemos ya. Y como siempre que divago, retomo la senda y digo... ¡yo solo quiero entretener(me)!

En fin, lector/a... cuando estén por ahí en un escaparate, anaquel, estante, manta callejera o en la mano de un incauto, recuerda que son pedacitos de sueños que yo, lector frustrado, traté de hacer vivos. No te pido indulgencia. Te agradeceré, eso sí, tu tiempo. No como en este blog, que lees por puro morbo... o puro pasarratos... ¡portera! ¡cotilla! ¡funcionario! 

Un saludo,