Buscar dentro de este batiburrillo

martes, 28 de diciembre de 2010

Apolíticos

Después de muchos años y antes de terminar este, ya he llegado a la siguiente conclusión; desconfío del que se declara "apolítico" o "yo de política no hablo". ¿Por qué? Pues sencillo, porque en el mundo todos nos movemos por una motivación política, queramos o no ser conscientes de ello.

En el diccionario de la RAE dan tres acepciones de "política" que comparto plenamente, a saber:

9. f. Actividad del ciudadano cuando interviene en los asuntos públicos con su opinión, con su voto, o de cualquier otro modo.

11. f. Arte o traza con que se conduce un asunto o se emplean los medios para alcanzar un fin determinado.

12. f. Orientaciones o directrices que rigen la actuación de una persona o entidad en un asunto o campo determinado.


¿No somos siempre políticos? Cuando estamos tratando de algo con alguien, estamos aplicando nuestras visiones del mundo, sesgadas por la educación, la experiencia y lo razonado. Si somos conservadores, no actuaremos igual que si somos progresistas, ni tampoco si nos declaramos dogmátidos de un espectro u otro, incluso el centro inventado. Somos lo que somos, pero parece que nos da miedo definirnos. Si lo hacemos, podemos ser blanco de críticas, insultados incluso. Y siempre creeremos que las mejores maneras de hacer algo son, cómo no, las nuestras o aquellas que hagan aquellos con quienes compartimos ideas políticas.

Somos políticos, y sobre todo cuando nos declaramos "apolíticos". Cuando decimos aquello de "todos los políticos son iguales", nos estamos demarcando, no desmarcando. Al afirmar aquello de "la política, para los políticos" desviamos realmente el tema y nos mostramos claramente de una opción. Porque es curioso, con los años, he ido observando que hay dos grandes polos, los conservadores, de derechas, tradicionales, y los progresistas, de izquierdas, más rompedores. Entre medias y a los extremos, hay muchos tipos, también. Pero nadie escapa de la clasificación, incluso aquellos que toman rasgos de todo el paraje ideológico. Y al final, como se veía en "Los profesionales", incluso los cínicos desencantados son lo que son, siempre. Eso, y que al final es una lucha entre buenos y malos... adivinen qué adscripción suelen tomar los "malos".

En suma, acaba el año, soy más viejo y, extrañamente, soy menos conservador y de derechas de lo que se supone. Hay un dicho irónico afirma que a partir de cierta edad, si no se es de derechas, falta la razón. No, la realidad es que la razón les falta siempre a los mismos, a los dogmáticos, los autoritarios, los desgraciados que tratan de imponer su mediocridad a los demás. Ellos siempre están ahí, en cualquier forma de autoritarismo, sea fascista, nazi, estalinista, burocrático, de republiqueta militar iberoamericana, caudillista o como se forme. Siempre, al final, siempre, todos debemos ser políticos. Porque si no lo somos... otros lo serán por nosotros. Siempre para nuestra desgracia.

Así que lo dicho, desconfiad del "apolítico". Lo que realmente desearía es que no hubiera más opciones... que la suya.

Un saludo,

sábado, 25 de diciembre de 2010

Otra vez estas fiestas

Pues sí, otra vez. Y sonará a tópico típico lo que diga, a favor o en contra. Pero es que resulta que he llegado a un nuevo concepto; estas fiestas me dan igual.

No, entendedlo. Tengo días libres del curro, se suele comer más, hay regalos... en una sociedad que ya no es agraria, como la nuestra, todo esto es... ridículo. Porque la celebración del Sol Invictus, el Solsticio, Mitra, Sol Indiges, Zaratustra o quien toque, no es más que una manera de enfrentarse a nuestro miedo ancestral a la oscuridad, a la desaparición de la luz y el calor. Máxime en ésta parte del hemisferio. Y entonces es cuando hacemos uso del acopio de alimentos, como cigarras, y celebramos la vida, cuando lo normal es que haya muerte, y nos regalamos cosas, cuando odiamos desprendernos de nada nuestro.

Para mí, todo eso está superado. Hoy, al menos. Igual que el catolicismo actual que impregna los viejos mitos. Viejas supersticiones en el nuevo molde. Me dan igual. Igual que reunir a la familia junto a una mesa. Nunca recuerdo unas navidades con todos juntos, si por todos hablamos de mis hermanos y mis padres. No. Siempre ha faltado alguien. Y eso para mí es lo normal.

Estas fechas son molestas. Todo el mundo sonríe por obligación, te felicita porque sí, se siente moralmente obligada a hacerte feliz... ¡dita sea! pues logran cabrearme y entristecerme aun más. Y encima, aquellos que han tenido pérdidas en estas fechas suelen sentirlas aun más por todo esto que digo, porque les graban a fuego que no puede pasar algo así justo en estos días... falso.

Por eso digo que me dan igual. Me pongo a leer, veo una película, duermo, hago algo de ejercicio, intento salir aunque el frío devore mi nariz... y descubro que estas fechas son para estar con uno mismo o con la persona que más quieres, pegado al calor de su cuerpo. Hoy, al menos.

Luego llegará el fin de año, la frontera artificial del tiempo que separa lo viejo de lo nuevo, la categoría que, como un cajón, abrimos y cerramos. Un templo de Jano cuyas puertas abrimos siempre y cerramos siempre, tirando la lanza contra lo antigüo y pretendiendo que viviremos el futuro, cuando éste ya se nos está escapando de las manos como arena fina de playa desde el mismo momento en que empezamos a imaginarlo... y otro año.

Voy a decir algo extremadamente filosófico, lleno de verdad en la profundidad cavernosa de su contenido; "¿Y ahora, qué vas a hacer?" le preguntan a John Rambo...

"Vivir día a día".

Un saludo,

jueves, 23 de diciembre de 2010

Descargas al amanecer

El Congreso tumba la llamada “Ley Sinde”. Por lo visto, no ha tenido apoyo suficiente y ahora queda al albur qué pasará después. Si hacemos lista de los miembros de cada bando, nos encontramos de todo. Yo estoy en contra de la “Ley Sinde”, pero no sé si mis motivos coinciden con algunos de los que también están en contra.

Internet ha revolucionado muchas cosas. Eso es innegable y ya un tópico. Ahora bien, lo que no cambia es la intencionalidad de las personas. España es país de “pilla-pilla”, de roba lo que puedas con gracia. El paradigma para mí sigue siendo esa pandilla de cuatro gitanillos que se ponen en un coche a dar palmas sobre el capó y el techo mirando a todos lados, soltando quejíos y tal, y de pronto el que está en el del conductor abre, entra, hace puente, mete a sus colegas y se van. Todo con arte. Y lo pude ver gratis desde el balcón de mi casa. Olé.

La cuestión es que no he visto debate, desde ninguna posición. Y debate es lo que hace falta, para llegar a soluciones para todos. Mi propuesta (todo español tiene un programa en el bolsillo, es entrenador de todo deporte, sabe de economía y política más que nadie y, sobre todo, cojones, tiene cojones…) es sencilla; ¿todos quieren ganar dinero? Y “todos” son las compañías de telefonía e Internet, los usuarios, los que generan esos contenidos (artistas) y los que ponen plataformas para tenerlos, editarlos y distribuirlos.

Un usuario quiere un producto bueno a un buen precio. Un artista quiere hacer un producto que luego se distribuya, contando con un editor que le de un formato adecuado. Luego están las plataformas que lo puedan distribuir. Necesitan de compañías de telefonía. Entonces, ¿qué falla? Que el usuario más bien quiere un producto gratis, aunque la edición sea nefasta, que el artista sigue queriendo vender su producto a un precio alto, porque sus editores aun no existen en Internet de manera lucrativa, que las plataformas viven de la publicidad, y que las compañías de telefonía se lucran de manera excesiva porque a todos les interesa.

Si a las telefónicas se les obliga a poner unos precios con un límite de, no sé, 10-15 euros mensuales (ahora mismo, mensualmente salen por unos 40 euros mensuales de media) y a los autores y editores y distribuidores se les pone un precio adecuado (digamos 3 euros a distribuir por una película, o 10 céntimos a cada uno por canción) y las plataformas reciben su dinero por publicidad, quizá las cosas fueran de otra manera. Las ediciones, cuidadas, para personas que bajan una película de Internet pagando, seguro que se aprecian. Las plataformas, si cumplen con contenidos y calidad, se apreciarían, también. Y todos recibirían dinero. Todos. Lo que digo no es un cuento de hadas, es una forma de encarar algo que de beneficios a todos los implicados, pero rebajando el de unos pocos.

Yo por ejemplo pagaría 3 euros por descargarme una película que ya no está en el cine (otra cosa es que en los cines yo propondría bajar precios, pero…) de calidad, que con una línea ADSL de velocidad media me la bajara en, pongamos, 10 minutos. Tenerla en algún formato que pueda poner en el DVD o mi TV y verla con calidad de imagen y sonido. Tenerla, por ejemplo, hasta que cargue otra. Y si me la vuelvo a bajar, que en lugar de 3 euros, me cobren 2. Y si la veo de nuevo, más tarde, que sea 1 euro. También pagaría, no sé, 1-2 euros por bloques de series que me apetezca ver, porque la televisión es otro campo de batalla que me interesa. En lugar de esperar a que un señor la copie en la TV de EE.UU. y le edite subtítulos (generalmente, son buenos) pagaría porque eso sucediera pagando al que la edita, de la propia cadena. Y la música, ídem. Un disco que me guste, escuchar las canciones en programas gratuitos como “spotify” o similar, y luego comprar aquellas que me gusten, no sé, a 30 céntimos por canción, o más según la calidad.

Si aplicamos un ratio de descargas de, no sé, 1 millón por una canción, podría salir que esa canción genera unos 300.000 euros, a repartir. Si decimos una película con, no sé, 100.000 descargas, hablamos de la misma cantidad. ¿No sería algo más adecuado para TODOS?

Naturalmente, la fijación de los precios sería algo en lo que todos deberían ponerse de acuerdo. Y eso no sucede, como no sucede ahora, aunque en realidad ya pasa; el usuario que paga los 40 euros por internet, ya considera que tiene crédito para descargar lo que quiera, pues paga bastante. Las plataformas que le proporcionan el material, viven de la publicidad que les ponen, por la cantidad de visitas. No nos engañemos, no es la “libertad” de Internet. Es un modelo nuevo de negocio que las compañías discográficas, visuales y también ahora las del libro (la próxima industria a cascar, porque no se saben subir al carro, como ha hecho Amazon, por ejemplo) no han sabido explotar. Y la actuación del Estado, mediante la “Ley Sinde”, no ha hecho más que aproximarse de manera errónea al problema. Si de verdad se quiere actuar para beneficio de todos, hay que juntar a los protagonistas del circuito descrito y llegar a un acuerdo de reparto.

A fin de cuentas, si las grandes familias de la mafia supieron repartirse todo, ¿no podrán también los actores de este drama?

Ah, vale, la codicia… pero esa es otra historia.

Un saludo,

miércoles, 22 de diciembre de 2010

P.... compañías de telefonía.

Mi relato comienza en noviembre, más o menos a mediados. Hartos en casa de que el teléfono fijo de Ya.com, sobre IP, sea tan problemático (en la franja entre las 18-23h no funciona, porque el tráfico colapsa la red y no se puede hablar ni recibir… vamos, que está muerto) decidimos volver a la línea de telefónica y poner varios teléfonos fijos por casa. Entonces, coincidencia (o no) llaman de Telefónica y nos proponen pasarnos con telefonía y 10 mb de ADSL con ellos, permanencia 12 meses, por un precio similar a Ya.com, así que aceptamos. Todo parece rápido, pues el día 25 de noviembre nos hacen la llamada de consentimiento y la pasan, en teoría, a Ya.com, quienes deben prestarnos el servicio hasta el cambio, en cuyo momento tendremos un lapso máximo de 4 horas sin servicios. No hay problemas. Además, el informador de Telefónica nos indica que en menos de 2 semanas lo tendremos todo.

Empieza así el calvario, pues el día 13 de diciembre, Ya.com corta el servicio. Manda un correo electrónico (que no puedo leer, claro está) y nos deja sin servicio sin más comunicación. Alarmados, ese día llamamos a Ya.com y a Telefónica. Los primeros cuelgan directamente el teléfono. Los segundos culpan a los primeros y prometen que los técnicos estarán el viernes 17 como muy tarde instalándonos el servicio. Pasan los días y no llama nadie. El viernes 17, llamamos, y nos indican que como muy tarde el lunes 20 estarán instalándolo, aunque el límite es el día 22. Abro una reclamación (la primera) y espero. El lunes entonces estalla la guerra.

Lunes 20 de diciembre. Primera llamada, me cuelgan. Segunda llamada, me piden los datos y tras explicar el problema, me dicen de pasarme a otro servicio. Cuelgan. Llamo de nuevo, y tras mosquearme ya mucho, me indican que el problema es del Sistema. Aparece de nuevo la entelequia culpable, “El Sistema”. Que ese mismo día me llamarán los técnicos. Abro una nueva reclamación.

Por la tarde, nadie llama. Enfadado, llamo, y me dice una informadora que han estado ya por la mañana técnicos revisando la línea de datos pero que había problemas. Falso, mi portero desmiente tal extremo. Vuelvo a llamar, me cuelgan. Vuelvo a llamar, me cuelgan. Vuelvo a llamar, indico la falsedad en las informaciones que me dan y me dicen que el día 27 de diciembre estará instalado el servicio. Alucinando, pido explicaciones. El Sistema. Indico la apertura de otra reclamación, y me cuelgan.

Harto, el martes 21 de diciembre llamo a la OCU. Me indican que lo mejor es mandar un telegrama a Telefónica exigiendo el cumplimiento y, en caso contrario, la apertura de acciones contra ellos. Pero que siga llamando. Llamo. Primera llamada, me lo coge otro informador (hago una digresión aquí; puedo entender a un catalán en catalán, pero a un andaluz o, como es en este caso, un iberoamericano, hablando con su acento cerrado, no, y me molesta la información dada con giros que no se comprenden o con repeticiones innecesarias que buscan cansar al interlocutor… la información que da Telefónica es PENOSA en las formas y los contenidos) y le reitero todo el caso, preguntando por el estado de mis reclamaciones. Me cuenta que los técnicos han devuelto el proceso porque los datos estaban mal. ¿Qué datos?, pregunto, y no me responde, si no que consulta al Sistema. Datos. A secas. Que han tratado de ponerse en contacto conmigo. Falso, digo. Claro, lo han intentado, me dice, pero no lo han conseguido. Advierto que es otra mentira, y el informador se molesta. Y la respuesta es que me harán una llamada en 24-48 horas para instalarme el servicio el día 27. Molesto, abro una reclamación. “Pero ya tiene ud. dos abiertas” Que sean tres, le digo. Indico que la información es nula, incorrecta, contradictoria, mentiras en muchos casos. Que reclamo el perjuicio de carecer de Internet y telefonía en mi casa. Y que exijo una reparación por el trato incorrecto y la falta de servicio contratado. Me abre la reclamación. Más calmado, llega la guinda. Le pido el domicilio social de Telefónica para mandar el telegrama de la OCU. No puede dármelo…

Sorprendido, le indico que eso es imposible. Que me lo dé. El Sistema… le corto de raíz. La dirección, por favor. Me dice entonces QUE LA BUSQUE EN INTERNET… caballero, no tengo servicio. ¿Cómo quiere que la busque? Vuelve a recurrir al Sistema. No puede dármela. Entonces le pido una nueva reclamación. Desde el otro lado del teléfono noto su rostro ojiplático. “¡Pero si tiene ud. tres abiertas!” Que sean cuatro. Y en ella dsecribo lo que ha ocurrido.

Descanso. Entonces, de pronto, a la hora y media, me llaman del Servicio de Instalación para ese mismo día. Sorprendente, pienso, las reclamaciones en cascada han tenido efecto. Quedamos en que vayan entre las 16 y las 17h, por la tarde. Confiado, espero. A las 16.45h, llamo al número, y un bostezando y sorprendido técnico me dice que irán enseguida. A las 17.20h, llega uno. ¡Por fin tengo teléfono y ADSL!.

¿Por fin?

Un saludo,

lunes, 20 de diciembre de 2010

El arte de insultar (Redux)

En el sencillo arte de insultar a alguien, uno topa a veces con dificultades imprevistas. Imagínense, uno quiere cagarse en el toro que mató a Manolete, y un lector cualquiera interpreta que va contra él. Porque es antitaurino, por ejemplo, y va con el toro. Ergo, se siente defecado en su persona. O uno dedica una canción desahogada en una plataforma de comunicación personal a personas que no están en la misma plataforma que él, y de pronto otros deciden que va dirigida expresa y claramente a ellos. Entonces uno parpadea, mira al frente fijamente y piensa: "Si a ti no te insultado; pero tranquilo, si quieres lo hago. Mejor dicho, ya lo he hecho".

Porque Schopenhauer ya se reía de ellos. En su manual, cuando habla del argumento "ad hominem", referencia sarcásticamente a aquellos que quieren ser parte del insulto sin serlo por afán de superar su mediocridad sintiéndose insultados por aquel a quien envidian o detestan.

Y es que no hay nada más triste que sentirse insultado... cuando el insulto iba contra otra persona. Y el insultador de pronto se encuentra en una difícil tesitura; ser solidario y ampliar el foco del insulto a un público mayor, para que no se sientan ajenos, o desmentirlo, haciendo entonces un ejercicio de razón y proporción que diluye el primer insulto dirigido, pues a más sujetos, menor intensidad del mismo. También cabe una tercera opción, que es girar talones y mostrar la rabadilla, el cogote y el sacro lumbar en cadencioso movimiento contrario.

El ser humano es estúpido por naturaleza. Y el que piense lo contrario de sí mismo, miente, se miente y además lo hace mal. Porque también somos mentirosos por naturaleza. Pero claro, dentro de la estupidez, hay irracionalidad, y en ese mar nos movemos todos. Cuando nos desahogamos profiriendo un insulto, que puede ser nominal o abstracto, estamos ejercitando músculos del cerebro y del cuerpo que en otro caso usaríamos en empuñar un arma para matar a la otra persona o, cuando menos, invalidarla. Y en el desahogo nos calmamos. Pero en España hay un mal centenario, más que eso, milenario; el del Honor. Porque aquí todos sentimos nuestro honor en juego, y curiosamente, el más putas de todos es el más honorable y más energúmeno cuando defiende su buen nombre. Y en esa estúpida tesitura, cual teniente Feraud (o incluso capitán, no recuerdo el grado) nos disponemos a batirnos, mejillas enrojecidas, ojos clavados en el malvado contrario, contra todo aquel que ose dedicarnos una injuria al honor. Incluso, o más, cuando no ha sido así.

Quizá, si algunos hubieran leído a Joseph Conrad... o a Séneca sobre la cólera. Pero en todo caso, aquí va mi último consejo; si usted, avispado lector, ínclito navegante del éter electrónico, deduce de mis palabras un improperio o injurias contra su persona, no se escandalice, no se sienta perturbado y resquemoroso, pues yo, dadivosamente, le regalo ese improperio para usted, para que no se sienta, insolidario de mí, excluido del colectivo, gremio, grupo de personas o incluso individuo concreto al que haya insultado, clara o sutilmente. A fin de cuentas, la generosidad no me falta, y si así hago feliz a alguien... pues sea. También si se arrepiente, puedo retirarlo, no tienen más que pedírmelo.

Y me voy, pero no sin antes recordar, de nuevo, qué grande, qué buena y qué verdadera es la letra de "Farenheit 451" de Iván Ferreiro. Su rostro final para mí lo justifica todo. Porque... hay que verlo.

Un saludo,

jueves, 16 de diciembre de 2010

Escritores y lectores

Un escritor no es más que un lector frustrado. Lo tengo cada día más claro. Cuando alguien escribe, suele escribir su historia, la que no logra encontrar en otras lecturas. Por eso tiene un estilo inconfundible, por eso es tan personal y tan único. En cada relato, en cada novela, en cada poesía, siempre plasma esa sutil rabia por no haber leído antes lo que deseaba. Sueña, enloquece pensando en un mundo o una trama que no ha visto redactada, y la busca con sus palabras, al inicio siempre con algo de torpeza, porque el estilo es así, escurridizo al inicio como un pez pequeño y rápido. Cuando crece como escritor, el estilo se va conformando, haciendo sólido, asentándose. Y es cuando el miedo a la esclerosis aparece, también. Por eso, el mejor escritor es el que siempre regresa a su historia, a la que no lograba encontrar cuando leía, cuando lee. Si traiciona su deseo, suele caer en el formalismo hueco, en el vacío ornamentado.

La génesis de la idea me vino cuando escuché hablar a Vázquez-Figueroa. Coincidí con él en un lugar algo inverosímil, una convención de cómic y manga en Málaga. Comentó que muchos escritores o aspirantes a serlo le visitaban y él les recibía, dándoles lo mucho o poco que pudiera tener, escuchándoles cómo deseaban fama y dinero desde el primer libro. Pero él siempre regala el mismo consejo; y cito de memoria. "Escribir es como hacer el amor a una mujer que está muy buena; si encima te pagan por ello, ¡genial!". Y entonces recordé lo que muchas veces he leído en entrevistas a escritores, un denominador común, aquello de "escribo las historias que me gustaría leer a mí". Pronto, hilando, descubrí en mi memoria que no era la primera vez que oía algo así.

Tengo un amigo, David Ibáñez, al que le gusta mucho el Rol. Como a mí y a otros amigotes con los que llevo más de 20 años jugando a casi todo. Medieval fantástico, futurista, años 20, misterio, terror... hemos tocado muchas temáticas. Y un día, comentando, me dijo que él escribía y dirigía las partidas por puro gusto suyo, no para gustar a los jugadores, porque, en gran medida, era su forma de escribir o contar la historia que a él le gustaba y no había encontrado en otros sitios. Y le doy la razón, porque a mí me ocurre lo mismo; escribo muchas veces las partidas que yo quisiera leer o jugar o vivir, que a fin de cuentas es lo mismo. En definitiva, yo también soy un lector frustrado...

No os llevéis a engaño, no uso lo de "lector frustrado" de manera peyorativa, antes bien, con admiración y disfrute. Porque de esa frustración nacen muchas veces las mejores historias, las mejores tramas y los más memorables personajes. Gracias a que alguien no encuentra, en el hueco que queda entre las palabras, las líneas o los párrafos, en los espacios en blanco entre capítulos, aquello que el otro escritor insinúa, tenemos grandes escritores. Gente que, con esfuerzo, con valor, con ilusión, rellena esos huecos, esos vacíos. Y con su contribución, ayudan que haya más espacios en blanco que generen el sueño de todo lector frustrado; escribir aquello que desearían, y desearíamos todos, leer. Una infinita frustración con sabor a gloria.

Un saludo,

martes, 7 de diciembre de 2010

Libros electrónicos

¡Por fin me ha llegado a casa mi regalo de cumpleaños! gracias a Cris, tengo el nuevo Kindle de Amazon, en 6", recientito y ya cargándose de libros. Pero... todo tiene un pero.

Si quiero comprar libros en inglés, en Amazon, la verdad, es que salen a buen precio. Unos 3-4$ de media, que al cambio se quedan en poco más o menos de 2-3€, y a veces menos. Una miseria, por un libro bien cuidado y editado, compatible en formato con mi lector electrónico. Claro que todo en inglés, salvo algunas curiosidades en castellano más bien de iberoamérica.

Si quiero comprar libros en castellano, en la Casa del Libro, por ejemplo, me encuentro con que salen por... 15-20€ cada uno. ¿Cómo, 15-20€? sí. Por un formato que leo como un libro de bolsillo, por muy cuidado y bien editado que esté. Esto es, los comerciantes del tema, en España, se siguen creyendo que el coste es el mismo. Y ahí es cuando me doy cuenta de la miopía...

A ver, señores. Es como la puñetera industria discográfica y la del cine y demás. No se han dado cuenta aun de que la mayor parte de la humanidad consumista pagaría, encantada, 2-3€ por disco-película en descarga legal, de calidad, y no los 20-30€ que cuesta un disco a veces (que ya parece el periódico con tanto regalo absurdo que trae) o los 15-20 € que vale un DVD normal, ni digo ya los nuevos formatos con miles de Gigas de información para la misma mala calidad de película... y con esa absurda intención de seguir cobrando lo mismo por otra cosa, porque el contenido es el mismo, pero el formato ha cambiado, no se dan cuenta de que abren la puerta al consumo pirata desaforado.

Libros. Yo tengo una buena librería en casa, unos 1.000 quizá. Adquiridos con mimo, cariño, búsqueda, y sobre todo, pasta. Algunos son, o eran, difíciles de encontrar. Tengo incluso fotocopiados dos o tres libros que son imposibles de encontrar ni en segunda mano (aunque yo también tengo aversión a la segunda mano... algunos preferirán los libros sobados, anotados, subrayados, abiertos con el lomo roto... yo eso lo odio, me encanta que tengan el mismo aspecto de recién comprados que tenían) y creo que no voy a dejar de comprar los libros en papel con cuyas formas, tamaños, colores, tipos de letra y un largo etcétera estoy acostumbrado. Pero hallar libros que son complicados, sin visitar una librería tras otra, y poderlos leer con comodidad, accediendo en un viaje o fuera de mi casa a mi pequeña biblioteca, es un placer. El libro electrónico me parece un gran invento, pero como todos los anteriores, está siendo mal explotado. Muy malamente.

Igual que sigo viendo cine y oyendo música, no voy a dejar de leer. El tema es que igual que aprecio una edición cuidada y una imagen adecuada en una peli, y una calidad sonora en lo que escucho, también quiero tener una edición limpia, correcta, sin erratas ni saltos de línea ni formatos incómodos en lo que leo. Y a día de hoy, si la industria del libro no se da cuenta y se pone las pilas... me temo que verán otra oportunidad, como sus primos, perdida. Y es que el negocio no es poner garbanzos a precio de trufas, si no cada cual al precio que les corresponde. Se venderán siempre más los garbanzos... y si no, pregúntenle al espíritu de D. Benito Pérez Galdós.

Un saludo,

domingo, 5 de diciembre de 2010

El derecho de huelga y el deber de trabajar...

Yo no estoy viajando y por tanto no me afecta directamente, pero... ¿os imagináis ir a la consulta del médico (que suelen ganar en torno a 2.500 euros al mes de media, uno de los sueldos más bajos de Europa) y que éste os diga que está "indispuesto", junto con los demás miles de doctores de España? ¿que tengáis una operación de, no sé, un tumor o algo así, y el cirujano argumente que está doblado por "la presión", o en un trasplante, y te digan "ah, se siente, muérase que yo estoy jodido"?

O pensad que, por ejemplo, vayáis a comisaría y todos los polis os digan que están con el estómago revuelto y no "aguantan la presión" de que haya tantos chorizos en las calles y en los parlamentos autonómicos, locales y estatales y duren poco en las prisiones, y entonces tu denuncia, o el hecho de que unos desalmados estén arrasando tu barrio vandálicamente, se queda en nada, porque todos se encuentran hechos polvo. (Siempre que haya un médico de familia, de los anteriores, que les firme la baja...)

Incluso, no sé, que los políticos decidan que la representación de la ciudadanía es demasiado estresante y decidan no ejercer... perdón, este ejemplo no es bueno.

La cosa es que los controladores aéreos han decidido, pura y simplemente, largarse todos a una como Fuenteovejuna a casita excusándose porque se sienten presionados, tensos, incapaces de hacer frente a tanto acoso del gobierno. Y qué casualidad, justo un viernes de puente, un viernes del puente más largo en España. El gobierno desde luego ha tenido mala idea aprobando el decreto justo este viernes, pero... ¿no huele a chamusquina?

Porque, siendo serios... existe una cosa que es la HUELGA. Convocad una huelga, joder. Los conductores del metro de Madrid lo hicieron, e incluso se la jugaron no respetando los servicios mínimos (que eran, digan lo que digan, abusivos) para lograr sus reivindicaciones. Y siempre que un colectivo siente que se le está maltratando convoca una huelga, paros, esas cosas que las leyes tienen como, valga la redundancia, legales. Entonces, ¿a qué juegan los controladores aéreos?

Juegan a sentirse los trabajadores clave de todo el tinglado. Sí, sin ellos no vuela nadie y el Sepla y los pilotos aéreos parecen ahora buena gente. Sí, sin ellos no entra o sale mercancia ni viajeros, y el turismo (la fuente de riqueza en este país) se desploma en muchos puntos. Sí, son importantes. Coño, mucho.

Pero claro, un conductor del metro de Madrid no gana más de 2.000 euros. Un controlador gana, más o menos, de media, la misma cifra con 2 ceros más. Diferencia salarial insulsa, claro está...

Si tantas quejas tenían los señores controladores, podrían haber presionado con sus medios legales; LA HUELGA. Pero hacerlo así, no solamente hace que la pifien en las formas, es que también la joden en los fondos. Ahora nadie les tendrá simpatía (yo desde luego, no se la tengo) y tendrán para negociar a la sociedad, sea esto lo que quiera que signifique, en contra.

Mucho dinero, pero poca inteligencia.

El Gobierno, mientras, se frota las manos; nadie pensará en otro problema que el de los controladores malvados que impiden ir a otro país o de vacaciones o volver con la familia. Y a la par, les podrán laminar sin que ellos puedan responder. Porque, la pregunta, ¿algún controlador se atreverá a hacer huelga ahora después de lo que han hecho?

En fin, aquí es lo de siempre, el pilla pilla. Nada de ser coherentes. Nada de ser legales. Nada de pensar un poco en todos. Y mientras tanto, quien gana, de momento, es el señor Florentino y otros que se frotan las manos pensando en cómo las van a poner encima de otro negociete más. Sanidad, educación, control aéreo... uno a uno, al pim-pam-pum, todos caen. Y el tiburón neoliberal y salvaje va engordando, y el resto, perdiendo más y más neuronas...

Lo de la "solidaridad obrera" ya es una entelequia decimonónica, ¿no? y no hablemos de la "internacional"...

En suma, otro día que me encantaría tener mi dedo en el botón de "reinicio". Ah, espea, ese botón lo poseen los Coreanos del norte, EE.UU, China, Francia, India, Paquistán o Gran Bretaña... si es que ni para autodestruirnos tenemos medios.

Hay que joderse.

Un saludo,