Desde las elecciones europeas
estamos hablando de ellos y de él. Desde aquel día, de pronto, es como si se
hubiera agrietado el estuco o el trampantojo de nuestra “sólida” Democracia y estuviéramos viendo las vigas y cimientos de
ésta nuestra II Transición. Repentinamente, como cuando descubres en casa un
desperfecto que lleva a más, te das cuenta de la ruina del edificio.
“Podemos” y Pablo Iglesias. Es curioso. 100 años después, otro Pablo
Iglesias. Del primer socialista en sentarse en el congreso de la I Restauración de
Cánovas y Sagasta, al otro y su partido. De la palabra “Regeneración” recuperada, o quizá nunca olvidada. De las “crisis institucionales” jamás resuelta.
De las críticas a una “casta”,
llámese entonces “oligarquía” o “caciques”. De un sistema corrupto
puntuado en la cúspide por un monarca Borbón. Y de cómo los partidos Liberal y
Conservador, llámense PP o PSOE, se terminan uniendo en una indefinida y
verdadera línea defensiva de intereses, de los de siempre.
De este partido y su líder no
diré nada. Me interesa más, mucho más, lo que dicen de ellos y quiénes lo
dicen. Porque su aparición ha quebrado la placidez de un discurso hueco y que
raspaba como una piedra pómez, pero que servía igual que una para cimentar
nuestro futuro. No al momento, pero casi, tras la estupefacción, la sorpresa y
la boca abierta, comenzaron los insultos, las descalificaciones, los ataques y
las sornas. De “esos chavales de coleta y mal vestidos” al “su programa
económico es inviable y lleva a la ruina”. Se ha pasado por todo el espectro
del insulto y la oposición. De todos. Todos. Eso es lo llamativo. Todos. Los últimos en RTVE y
ese “Enhorabuena”, pero antes los Marhuenda e Inda, los Rojo y los Pedro
Sánchez, los Rajoy y los IU estupefactos. Todos. Los empresarios y Libertad
Digital (que dedica monográficos diarios sobre cómo nos vamos a convertir en
una Venezuela cubano-norcoreana si sacan siquiera un voto los de Podemos) y
también los que han abusado de la palabra “populismo” cuando ellos lo practican
día sí y día también. ¿Pero todos? No, hombre, solamente aquellos que
conformaban tiempo atrás la llamada “mayoría silenciosa” que ha resultado de un
estruendosa que asusta.
Cuando les atacan sale de pronto
la bilis y rabia por encontrarse con un producto nuevo, descontrolado, sin
aparente vasallaje a medios financieros o periodísticos. Sale el temor a perder
lo conseguido mediante el zurcido de un traje a medida llamado “Democracia”,
palabra zarandeada de mil maneras y más chuleada que una puta de Montera. Pero…
¿qué “Democracia” defienden contra Podemos los anti-Podemos? Unos, la II Restauración plácida,
borbónica, respetuosa de las rancias tradiciones españolas de siempre (robo,
sonrisa, chulería, palmadita en la espalda, donativo caritativo y ayudita
moralista, desprecio y envidia al esforzado, manipulando el verdadero esfuerzo
en penitencia o castigo católico cristiano… y más cosillas del solar éste tan
arrasado) y por tanto más inmovilista que la cruz de un carlista. Otros, la
falta de enchufe en dicha II Restauración haciéndola cómoda para ellos. Los
más, un concepto del que no tienen ni puta idea (aún recuerdo con mucho, mucho
sonrojo, que “el no poder votar en Cataluña es un triunfo de la Democracia” de cierta
líder popular… qué oxímoron, pardiez) pero al que recurren como quien hablaba
de Cristo y los Santos. “Democracia” y “Constitución” no se usan, se chulean,
como digo, y queda más que nunca de manifiesto cuando se ataca a Podemos.
Hay un riesgo. En tanto ataque
logran que el clásico sentimiento de amparo lleve a muchos indiferentes o distraídos
a apoyar a Podemos por el síntoma de “están abusando de ellos” y por tanto
requieren nuestra ayuda. Da igual programa o líder. Es el chaval o chavala que
sufre acoso. Nos entra rabia. Y pensamos que “algo hay, si tanto les atacan”.
Este riesgo viene de no aplicar la indiferencia que se consideraba peligrosa.
Han optado por no ser indiferentes, y por atacar con la mayor concentración de
rabia que recuerdo. Pero los matones agradan poco...
Como he mencionado, lo que dice
Podemos me importa poco. Me interesa más lo que dicen quienes les atacan. Es
como los reyes antaño. Tenían bufones a los que permitían hacer chistes con la
realidad, dejando así escapar un tanto las tensiones. Los reyes y nobles de
antaño, los oligarcas, los generales, la “Casta” de siempre. Las clases
privilegiadas que se estudia en 1º de Marxismo. Por eso, cuando aparecía
alguien dispuesto a disputarles esos privilegios, a eliminarlos, actuaban
siempre igual; primero indiferencia y ninguneo. Después, advertencia de los
peligros que supondría terminar con su “stablishment” para dejar que entraran
otros. “O nosotros o el Caos”. Cuando perdían (y no siempre perdían del todo) llegaban los exilios dorados, las conspiraciones, las compras de voluntades, las
tergiversaciones y manipulaciones de los términos e ideas, y, finalmente, la
eliminación física agresiva mediante una guerra, asesinato o similar de quienes
habían declinado convertirse en meros bufones y querían cambiar esa jerarquía. El Caos, vamos. Estamos
en el segundo paso. El ninguneo previo a las Europeas terminó y ahora se está
cumpliendo la profecía de Podemos; la
Casta tiene miedo. La Casta contraataca (muchas veces me cuesta
diferenciar “Casta” de “Caspa”) y la
Casta luchará porque los mimbres del cesto (curioso artículo
de El País…) efectivamente están roídos, podridos y mal enlazados. Y algunos se
han dado cuenta.
Los reyes, cuando actúan así,
muchas veces lo hacen para enmascarar su desnudez. Si para esto ha servido que
exista Podemos, ya es algo. Lo demás…
Un saludo,