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martes, 26 de agosto de 2008

Pasión

Acabaron los juegos olímpicos. Para mí, los fastos dictatoriales de un país sumido en la desgracia de un capitalismo salvaje dirigido por un estado implacable. Pero como dije, y mantengo, solamente he visto Baloncesto, y con eso me ha bastado. Del resto, poco puedo decir.

Y es que la pasión levantada por el baloncesto ha sido brutal, esta vez. Venía un equipo aparentemente cansado, con pocas renovaciones, bamboleado por la destitución aun hoy, a mi juicio, injusta, de Pepu, con el toque de atención de la plata europea (¡Toque de atención! de verdad que no puedo con el periodismo en éste país, algo de lo que hablaré en otra ocasión...) creando recelos en todos, de tal manera que no todos apostaban por su presencia en la final, y mucho menos, por una medalla mayor que el bronce. Un equipo así, con dudas para muchos, se tenía además que enfrentar al estúpido de nombre equipo americano, el "redemption team" que iba a humillar a todos y a dejar el pabellón alto. Los Bryant, Howard, LeBron, Kidd y demás tenían que demostrarlo.

Y la pasión... llegó. Llegó primero en la semifinal. Afinado el equipo, luchó y sufrió contra Lituania, magnífico equipo de algo más que cachas de discoteca, con un Saras magnífico, mágico, demasiado inmerso quizá en controlarlo todo. Y ganaron a Lituania, llegaron a la final y, como si nada, añadieron otro peldaño a la justa fama que merecen.

Porque la pasión lleva forjándose varios años. 1999, venciendo en el junior a EEUU, precisamente. Y antes del Mundial, medallas en Europeos, buenos puestos, buenas sensaciones... y luego, campeones del Mundo. Ahora siguen siéndolo. Y luego, subcampeones de Europa, gracias a la nefasta (y avariciosa) gestión de la FEB. Y ahora, subcampeones olímpicos, tras firmar uno de los mejores partidos de la historia del baloncesto.

Porque, vamos a ver... ¿Rudy machacando "in your face" sobre Howard? ¿Ricky pasando el balón entre sus piernas con descaro o penetrando como si nada a canasta ante Kidd? ¿Gasol dejando en la pintura a otros pivots mientras entraba o Felipe quitando rebotes de oro? ¿Y Navarro reivindicándose ante los rivales NBA con canastas preciosas? Triples, un marcador que los EEUU nunca lograron estirar demasiado, miedo en el cuerpo, gestos nerviosos y maleducados como el de Bryant, caras de pánico, susto total... Y árbitros que no pitaban pasos cuando los hacían los NBA...

El partido, lo siento mucho, lo pudo haber ganado España si no hubiera desequilibrado ligeramente la balanza el arbitraje. En un mundo justo, España podría haber ganado el oro. O no, porque el equipo de EEUU era muy pero que muy bueno. Peor esas ayudas, sobran. Adulteran el deporte. Aunque no la pasión...

España está en el Olimpo, aunque no tenga el trono codiciado. Está en lo más alto. Y Aíto, fiel a sí mismo, se va a por otros retos. Ahora mismo se acaba un ciclo, y dentro de varios años, seguramente, veremos envejecidos a Gasol, a Jiménez, a Berni, y diremos "¡Hostias! Esos tipos fueron de lo mejor, hicieron virgerías, demostraron casta, orgullo, hambre de triunfo... y casi lo lograron, sin miedos ni prejuicios. Y yo lo viví..."

Yo lo he vivido. Me han recalentado la pasión. Sin ellos, no habría corrido lleno de rabia a retomar una bola, que no tocaba en semanas, para jugar una pachanga de barrio. Y con eso, que no es poco, ya es mucho lo que tengo que agradecerles. Lo hago también con los que conquistaron otra plata hace 24 años. Lograron que mi ayuntamiento me pusiera canastas frente a mi portal, que muchos bajaran a jugar y que yo, tonto de mí, me enamorara de éste deporte y no del de dar patadas. Hossana, Gloria Bendita y demás tontunas. Es que es para vivirlo, el Ba-lon-ces-toooooo...

Un saludo,

sábado, 9 de agosto de 2008

Lecturas de verano...

El sábado 26 de julio, leía en El País dos artículos bien diferentes entre sí. Uno, lleno de estupidez provinciana, de miopía y ralentí intelectual incapaz de entender realmente un hecho concreto, y otro en cambio valiente, amplio, inteligente y certero.


El primero era de Suso de Toro, un escritor gallego que criticaba el manifiesto en defensa del castellano con una comparación chusca a
la Selección de fútbol española campeona en la Eurocopa. En cuanto al manifiesto en defensa del castellano, firmado entre otros por Savater (un tipo que, a pesar de sus bandazos, me parece interesante en muchos de sus planteamientos) lo califica de “culmen de subjetividad e irresponsabilidad”, o de “maniobra faccional y partidista” que “manipula miedos, resentimientos, emociones” o que “parte de falsedades que llevan tiempo difundiéndose”. Si estos fueran argumentos de un facha contra un manifiesto a favor, por ejemplo, del gallego, creo que servirían perfectamente igual. Porque resume en mucho la miopía galopante de los nacionalismos (casi los quiero llamar micronacionalismos) en España. Todo lo que sea unidad es facha. Todo lo que sea lengua común, es facha. Todo lo que represente un símbolo común, es facha. Lujuriosamente, se olvida que los micronacionalismos también pretenden crear esa unicidad única y unívoca, ese UNO eterno, indivisible y omnívoro. España, por suerte, no es de uno solo. Tampoco lo es Cataluña, el País Vasco, Galicia o cualquier otro territorio que se ha dado en constituir como “nacionalidad histórica”, significando eso la invención del pasado mítico que ya aquejara a otras como la España de los Pelayos, de los Godos, de la Hispania romana o de cualquier otro mito construido en base a la mala digestión de la historia.

Suso de Toro, desgraciadamente, en el periódico, muestra esa misma “fábula xenófoba” que critica, puesto que se olvida de la gran frase que a mí me encanta sobre el manifiesto y que lo hace tan interesante e imprescindible, dicha por Savater:

"Los ciudadanos son quienes tienen derechos lingüísticos y no los territorios ni mucho menos las lenguas", esto es, que la lengua es una pertenencia de las personas, no de los Estados, Naciones o Territorios que la quieren monopolizar y de las personas que lo usan. El instrumento, no el sujeto...

“En España solo se habla Español” o “En los Països Catalans, solamente se habla Catalán”. El lenguaje de cada persona es suyo, y triste es que un Estado quiera imponer otra cosa. Pero aparte, la supervivencia de una lengua no es cosa de un Estado, si no, más bien, de las personas que lo integran. Si esa lengua la quieren dejar de lado en pro de otra más eficaz, ¿acaso el Estado debe forzar al uso de la que abandonan? ¿no es una violencia coercitiva, la de imponer algo, que se debió ya olvidar en los años 70? porque los mismos que lucharon para que en España cada uno hablara en la lengua que deseara, ahora mismo se quejan de que se vuelva a la imposición, pero del catalán, del vasco o de cualquier otra lengua tan antigua como la “Llionesa”, por ejemplo, en detrimento de la que era común. Y ojala fuera esa el latín...

Paso ahora de Suso de Toro, que con éste artículo, digo, me ha dejado clara su capacidad intelectual y rabiosamente provinciana, para hablar de alguien que me parece un verdadero maestro de las letras, usadas éstas con inteligencia. Muñoz Molina, un hombre que cada año, en cada artículo, en cada libro, escribe siempre algo merecedor de la más grande atención y aprecio.

En el mismo periódico que el anterior, escribe un artículo llamado “El amigo del tirano”, y que resulta dolorosamente afinado. En él, deja clara una realidad absoluta y triste. Cuba es una dictadura, pero al ser de un pretendido dictador de izquierdas, tiene un absurdo apoyo de intelectuales que le doran la píldora al glorioso Comandante y su séquito, incluido su hermano Raúl (de la dinastía comunista de los Castro) por parte de algunos como Gabriel García Márquez o algunos actores e incluso políticos que ni siquiera sabrían decir que es la Realpolitik que practicaron en su día (González, Aznar...)

Lo lamentable del tema, visto en el artículo, es que la subjetividad del escritor se torna servidumbre y lacayuna actuación ante hechos deleznables. Represión, tiranía, estado policial y delatorio, exilio, muerte, encarcelamiento por mantener ideas o formas de ver la vida distintas del Poder... todo eso es común a los totalitarismos, y parece que lo olvidamos si en la etiqueta pone “de izquierdas”, porque se considera un tránsito necesario a un mundo mejor. De Cuba seguirán diciendo los intelectualillos menudos y miopes que tiene (o tenía) un envidiable sistema de salud pública, grandes investigadores, emprendedores en la vida intelectual... la realidad es que los emprendedores se van del país, que los investigadores están en cualquier sitio menos en la isla y que la salud pública se parece cada vez más a la privatizada por el PP en Valencia o ahora en Madrid. Sin contar que son cantinelas, ¿cómo las denomina Suso de Toro? ah, sí, que parten de “falsedades que llevan tiempo difundiéndose”...

Leyendo ambos artículos del mismo periódico, llego a la conclusión de que hay dos tipos de intelectuales, y un tercero que no entra en el calificativo. Los graves, duros, insumisos, que intentan llamar a las cosas por su nombre, mal que les pese a muchos, ganándose la repulsa de otro de los grupos, el de los servidores de un poder cualquiera que sea (el que cree las letras nacionales o “micronacionales” y por tanto mi nicho de mercado, o el que me permita escribir a mí pero no a otros muchos, porque yo nunca dañaré el prestigio del Poder) y que son lacayos, siervos, meros voceros de una falsedad continuada. Y un tercero y último, el de los inquietantes grises que pululan esperando un día ver qué acaban siendo, si de los primeros por decenas de causas (ver las cosas como son, por rencor, por desencanto...) o de los segundos porque se han sabido arrimar a tiempo. En todo caso, las lecturas de verano, en este caso del periódico, me llevan a una simple reflexión; sea el tiempo que sea, siempre hay alguien que da la cara, y por eso, se la partirán.

Yo, al menos, trataré de recordar sus caras antes de cualquier cicatriz...

Un saludo,

martes, 5 de agosto de 2008

Olímpico desprecio

Es interesante ver cómo cambian los tiempos. El barón Coubertín o cualquiera de los miembros de aquellas Polis que competían entre sí para ver quién corría más o peleaba mejor buscaban ambos lo mismo; reconocimiento, superación, demostración de lo que el esfuerzo podía lograr... y entonces llegó agosto de 2008. Las olimpiadas de China.

Muchos juegos han tenido polémica, y la mayor de todas, siempre, ha sido la del boicot. Ha planeado en muchas ocasiones, por motivos diversos (ideológicos, raciales) y siempre hubo juegos (excepto en las guerras mundiales) aunque tuvieran en muchos casos resultados diversos, favorables o adversos. Incluso hubo países que no fueron a algunos juegos, como aquel famoso desplante de los EEUU a la entonces URSS, desprecio absoluto y prepotente, pero que no canceló esos juegos.

Berlín, verano de 1936. En España nos estamos matando por ver quién lleva más la razón; en Etiopía, la Italia fascista está siendo humillada; en los EEUU, la Depresión está intentando ser atajada con el socialismo real de Rooslvelt; y Leni Riefenstahl prepara kilómetros de película para plasmar un documental heróico, muy al gusto de la Alemania de entonces. Lo curioso es que los recelos ante un dictador como Hitler no están tan arraigados como pensamos, y las críticas son mínimas, incluso desde grandes figuras. Se le respeta, se le conceden honores, se le califica de hombre del siglo... y la Alemania que va nacificándose con sus campos de concentración (Weyler en Cuba abrió camino) aun no arrastra sus Panzer por Europa, si no sus raciales y bellos arios competidores. Y no parece que nadie quiera discutir por no ir a un país que abandonó la Sociedad de Naciones, que maltrata a los judíos legalmente, que tiene doctrinas consideradas neutras ante otros peligros mayores, como el comunismo. La Alemania nazi de Hitler, el Berlín de 1936, será escenario de unos juegos olímpicos. Y vaya fastuosidad, propia del gusto monumental de los dictadores, autócratas y déspotas...

Pekín, verano de 2008. En España nos seguimos insultando y machacando por ver quién lleva más la razón; en África mueren de Sida millones al año; en los EEUU se vive un momento de nacificación modernizada; y Leni Riefenstahl ha muerto hace ya unos cuantos años tras vivir como una centenaria, heroicamente. Lo curioso es que el Partido Comunista importa menos que la potencia económica de China, las críticas, aunque muy extendidas por todo el mundo, no las hacen los estadistas ni los gobiernos. Se respeta al gigante asiático, se le permite censurar internet con la ayuda del Santo Google y Microsoft, se les deja seguir con sus campos de reeducación, se sigue permitiendo la pena de muerte arbitraria y el ejercicio del poder de una oligarquía que en vez de un gran emperador posee varios (El politburó a la china) y se admite que reprima la religión, las ideas y la manera de vivir de sus ciudadanos (o siervos) sin que eso implique más que sonrisas, apretones de mano y miradas a otro lado, al tiempo que se oprime a diversos grupos por no aceptar el monolito político. Porque China mueve millones, no solamente de personas (una fuerza demográfica bestial, aunque en el peor sentido de la palabra) si no de mercancías, de productos (aunque sean de calidad ínfima, producidos en condiciones que ni siquiera son tan malas como las del Londres descrito por Jack London de inicios del siglo XX o la masiva industrialización de otros países, y aunque eso produzca el empobrecimiento de millones a lo largo del planeta, aparte de proseguir a mayor y peor escala el arrase y menoscabamiento del planeta) y, por tanto, es el pozo de avaricia, de ambición, de suculentos beneficios que todos desean. ¿A cambio de unos miserables juegos olímpicos, que ya también son siempre negocio y apenas demostración de nada? pues sí, vendamos baratos los conceptos. ¡Es época de saldos!

Los autócratas, déspotas y tiranos que rigen China podrán seguir mirando, desde sus tacones de botines occidentales de gran tamaño, por encima del hombro a los occidentales. Igual de patéticos y de remilgados en la sumisión, hasta el punto que dan lástima y asco, son de jactanciosos, engreídos, vanidosos y creídos cuando tienen certeza o idea de poseer la sartén por el mango. Y con ella, a freir espárragos todo aquello que pudiera significar la antorcha olímpica, salvo el olímpico desprecio, naturalmente, a todos los valores que el mundo occidental, mal que bien, ha ido tejiendo durante varios siglos.

Yo veré, seguramente, el baloncesto de los juegos, y también sentiré un cierto orgullo si mis compatriotas logran medalla. También sentiré orgullo de los atletas que logren triunfos merecidos, sean de donde sean, si es honesta la victoria. Pero me negaré al resto, pues es mi minúscula manera de boicotear estos juegos. La verdad, he sido a ratos epicúreo en mi vida, muy escéptico casi siempre y ahora, últimamente, cínico. Serán los tiempos sin valores que poseemos, ¿o será que los tiempos siempre tienen valores pero los solemos olvidar?

Un saludo,

lunes, 4 de agosto de 2008

Profesión y Afición

Tengo una profesión, por referirme a la ocupación que me da dinero, a la cual no me dedico más que lo imprescindible y, cuanto menos, mejor para mi salud. Y tengo por oposición varias aficiones, por referirme a las ocupaciones que no me dan dinero, a las que me dedico siempre que puedo y cuanto más, mejor para mi salud. Esta contradicción, que puede escandalizar a los que todavía creen que el trabajo es lo más importante de la vida, lo que nos realiza como seres humanos, aquello que centra y dirige nuestro destino, no es tal. A veces, la afición da dinero y entonces se hace profesión, y el equilibrio, delicado, difuso, muchas veces en el filo cortante de la realidad, genera otro tipo de nerviosismo, de agotamiento.

En España, según épocas, la gente es más o menos feliz con su trabajo. Resignada, más bien, y por tanto aceptando que tendrá por compañeros a gente que aguantará, más que disfrutará, por muchos años, día tras día. Y por tanto, en la resignación, en la acomodaticia aceptación de la situación, encuentran cierta felicidad. Pero esa felicidad es mezquina, mediocre y muchas veces, inicua.

Los tiempos cambian, siempre, aunque algunas cosas permanecen. Hemos aceptado la lacra del trabajo como algo natural; malos horarios, actividades que no haríamos salvo por dinero, muchas veces, poco dinero... es entonces lacra, sin paliativos. Sin embargo, siempre algunos tratan de escapar de aquella mediocridad, y sabiendo que necesitan sustento alguno para ello, o buscan trabajos sin complicaciones, con tiempo y recursos, o son rentistas (como mi amigo Rafa, que sin embargo, entra dentro de los felices afortunados que trabajan en lo que le gusta, y por tanto, afición y profesión son lo mismo) o hijos de millonarios o gente de muchos recursos. El soporte financiero es siempre necesario, para lo que sea, desde componer sonetos hasta pintar cuadros o construir grandes obras de arte.

Por eso, desde una de mis aficiones, denuncio algo que me enerva, en el sentido castellano de dejarme sin fuerzas, derrotado, laxo, inerte; el conocimiento del pasado, aunque sea de una mínima porción del mismo, es una de esas cosas que casi nadie comprende, casi nadie apuesta por ello, casi nadie pone un euro por conservarlo y mantenerlo. Puedo hablar del mundo romano, para mí, uno de los episodios que más han hecho por configurar quiénes somos hoy día en gran parte del mundo, y qué legados disfrutamos y nos hacen la vida mejor.

Vengo de una localidad alicantina llamada Villajoyosa. En aquella ciudad, hay numerosos yacimientos de diversas épocas, y también hay proyectos para dar vida y capacidad interpretativa a algunos de ellos. Pero el escollo principal es que, como siempre, hay una visión miope, menguada y distorsionada de lo que es la cultura por parte de muchos de los dirigentes locales. No todos, ojo. Por eso, esta dicotomía es homenaje a uno de ellos, principalmente. Un hombre con buenas ideas y mucho trabajo a cuestas, Pedro.

Pedro trabaja sin descanso, busca fórmulas para, con un presupuesto inexistente, lograr que muchos conozcan qué hay en la ciudad de que hablo. Fenicios, romanos, musulmanes, cristianos, piratas y corsarios... atesora tal cantidad de historia este lugar (como muchos otros de nuestro país, de Europa, del Mundo) que resultaría ineficaz cualquier intento de resumirla. Quiere un Museo, quiere integrar algunos yacimientos en el mismo, lograr que la diversión de sol y playa se complemente con la cultura, la que nos habla de nuestro pasado, de nuestros orígenes y de nuestras costumbres, adquiridas en el curso de los años, de los siglos. Quiere que se reconozca la importancia, por lo que cuentan, de algunos lugares y objetos impresionantes. Y la poca ayuda que tiene, por desgracia, es la de algunos entusiastas, como por ejemplo, nosotros; los locos de “Hispania Romana”.

Ya he dicho que es una de mis aficiones. Presido, hasta fin de año, ésta asociación cultural que no es meramente un grupo de personas que se disfrazan de época, si no de gente que comparte un valor común; conocer la historia y contársela a otros. Pedro es uno de ellos. Y ojalá, con nuestro concurso, mínimo, gota en el océano, logre acercarse y lograr esos objetivos. Entonces sentiré que mi afición, por la que no me pagan, me ha recompensado ampliamente, más de lo que parece.

Sé que otros dirán que hay cosas más importantes; salvar a las especies con las que compartimos piso pero a las que sisamos de la nevera común, democratizar el mundo, lograr más justicia y paz, pan para el hambriento y salud para el enfermo, desfanatizar al religioso y dar consuelo al necesitado e incluso lograr que algunos tomemos en serio proyectos ilusos. Pero soy subjetivo, cómo no, y por tanto, así plasmo mi defensa.

Trabajo o afición... de algo hay que vivir, pero también por algo hay que vivir.

Un saludo,