Buscar dentro de este batiburrillo

lunes, 4 de agosto de 2008

Profesión y Afición

Tengo una profesión, por referirme a la ocupación que me da dinero, a la cual no me dedico más que lo imprescindible y, cuanto menos, mejor para mi salud. Y tengo por oposición varias aficiones, por referirme a las ocupaciones que no me dan dinero, a las que me dedico siempre que puedo y cuanto más, mejor para mi salud. Esta contradicción, que puede escandalizar a los que todavía creen que el trabajo es lo más importante de la vida, lo que nos realiza como seres humanos, aquello que centra y dirige nuestro destino, no es tal. A veces, la afición da dinero y entonces se hace profesión, y el equilibrio, delicado, difuso, muchas veces en el filo cortante de la realidad, genera otro tipo de nerviosismo, de agotamiento.

En España, según épocas, la gente es más o menos feliz con su trabajo. Resignada, más bien, y por tanto aceptando que tendrá por compañeros a gente que aguantará, más que disfrutará, por muchos años, día tras día. Y por tanto, en la resignación, en la acomodaticia aceptación de la situación, encuentran cierta felicidad. Pero esa felicidad es mezquina, mediocre y muchas veces, inicua.

Los tiempos cambian, siempre, aunque algunas cosas permanecen. Hemos aceptado la lacra del trabajo como algo natural; malos horarios, actividades que no haríamos salvo por dinero, muchas veces, poco dinero... es entonces lacra, sin paliativos. Sin embargo, siempre algunos tratan de escapar de aquella mediocridad, y sabiendo que necesitan sustento alguno para ello, o buscan trabajos sin complicaciones, con tiempo y recursos, o son rentistas (como mi amigo Rafa, que sin embargo, entra dentro de los felices afortunados que trabajan en lo que le gusta, y por tanto, afición y profesión son lo mismo) o hijos de millonarios o gente de muchos recursos. El soporte financiero es siempre necesario, para lo que sea, desde componer sonetos hasta pintar cuadros o construir grandes obras de arte.

Por eso, desde una de mis aficiones, denuncio algo que me enerva, en el sentido castellano de dejarme sin fuerzas, derrotado, laxo, inerte; el conocimiento del pasado, aunque sea de una mínima porción del mismo, es una de esas cosas que casi nadie comprende, casi nadie apuesta por ello, casi nadie pone un euro por conservarlo y mantenerlo. Puedo hablar del mundo romano, para mí, uno de los episodios que más han hecho por configurar quiénes somos hoy día en gran parte del mundo, y qué legados disfrutamos y nos hacen la vida mejor.

Vengo de una localidad alicantina llamada Villajoyosa. En aquella ciudad, hay numerosos yacimientos de diversas épocas, y también hay proyectos para dar vida y capacidad interpretativa a algunos de ellos. Pero el escollo principal es que, como siempre, hay una visión miope, menguada y distorsionada de lo que es la cultura por parte de muchos de los dirigentes locales. No todos, ojo. Por eso, esta dicotomía es homenaje a uno de ellos, principalmente. Un hombre con buenas ideas y mucho trabajo a cuestas, Pedro.

Pedro trabaja sin descanso, busca fórmulas para, con un presupuesto inexistente, lograr que muchos conozcan qué hay en la ciudad de que hablo. Fenicios, romanos, musulmanes, cristianos, piratas y corsarios... atesora tal cantidad de historia este lugar (como muchos otros de nuestro país, de Europa, del Mundo) que resultaría ineficaz cualquier intento de resumirla. Quiere un Museo, quiere integrar algunos yacimientos en el mismo, lograr que la diversión de sol y playa se complemente con la cultura, la que nos habla de nuestro pasado, de nuestros orígenes y de nuestras costumbres, adquiridas en el curso de los años, de los siglos. Quiere que se reconozca la importancia, por lo que cuentan, de algunos lugares y objetos impresionantes. Y la poca ayuda que tiene, por desgracia, es la de algunos entusiastas, como por ejemplo, nosotros; los locos de “Hispania Romana”.

Ya he dicho que es una de mis aficiones. Presido, hasta fin de año, ésta asociación cultural que no es meramente un grupo de personas que se disfrazan de época, si no de gente que comparte un valor común; conocer la historia y contársela a otros. Pedro es uno de ellos. Y ojalá, con nuestro concurso, mínimo, gota en el océano, logre acercarse y lograr esos objetivos. Entonces sentiré que mi afición, por la que no me pagan, me ha recompensado ampliamente, más de lo que parece.

Sé que otros dirán que hay cosas más importantes; salvar a las especies con las que compartimos piso pero a las que sisamos de la nevera común, democratizar el mundo, lograr más justicia y paz, pan para el hambriento y salud para el enfermo, desfanatizar al religioso y dar consuelo al necesitado e incluso lograr que algunos tomemos en serio proyectos ilusos. Pero soy subjetivo, cómo no, y por tanto, así plasmo mi defensa.

Trabajo o afición... de algo hay que vivir, pero también por algo hay que vivir.

Un saludo,