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viernes, 27 de diciembre de 2013

Tentación 2013

El año acaba, chimpún. Como siempre. Como todos los años. Repitiendo tradiciones occidentales y absurdas. Sabemos del langostino, del atracón, la turronada, borracheras, excesos, bromitas del 28, resacas del día 1, calzoncillos rojos y cerebros vacíos. El frío y la chimenea, el calor y la familia. Y todos hacemos balance.

El mío es simple. Tengo tentaciones. Tentación de hacer algo, de cambiar cosas, de modificar mi entorno. Como un animal evolucionando. Pero éstas remiten. Siempre.

Comenzó enero con Bárcenas, Bárcenas, Bárcenas. Con B de caja sucia. Se acalló. Se equilibró con los ERE's de Andalucía. Valencia sigue en la ola, cerranto su tele y colegios y ambulatorios y plantas de hospital. El país se quemaba. Todos se quemaban. Rescates, deshaucios, primas de riesgo y Urdangarines imputados con esposa no imputada, desimputada, amputada o... putada. Monarquía, parlamento, autonomías, entes, organizaciones, todo bajo una visión de corrupción, desmán, descrédito... ah, no, crédito el de los bancos, recibido, que no repartido. Blesa, escándalos, escándalos... hasta ahora.

Escraches, pamemas rodeando el Congreso (como si ese fuera el centro de poder y decisión...) idiotas jugando a ser anonymous con V de Vaguería... país, de mierda, siempre se añade eso. ¡Ah! Cataluña. La otra tontería que distrae de lo realmente importante. Recortes, recortes, actualizaciones, que en realidad se llama desmantelamiento.

Sanidad, educación, la policía recrudecida... y abortos. Fetos. Embriones del nuevo fascismo, manido término, gastado, tanto que habrá de invertarse uno nuevo. Tiranía no vale, es muy arcaico. 

Política y tentación. De armar, de montar una revuelta, una revolución, una guerra, una masacre. Cómo se nos calienta la boca a los españolitos de a pie. Yo haría... yo mataría... ya se enteraría fulano o mengano... y luego, no somos capaces ni de poner una queja en la ventanilla. Realidad de la tentación; distancia, pasotismo, rabia contenida en la lejanía.

Tentación de trabajo. Trabajo de verdad, del real. En mi caso, de escribir. Este ha sido un buen año. El pasado comencé un taller. Y me desaté los corsés y ataduras de mi vida. Rompí la camisa de fuerza. No del todo. Aun tengo costras, esclerotizaciones, adherencias al hueso del alma. Pero tengo un proyecto, un libro, una idea. No es la revolución ni el cambio ni la ruptura. Es mi diversión, mi instrumento lúdico y de perversión. No sé si se publicará. No sé siquiera si lo acabaré. No creo en absoluto que guste mucho. No dudo que me estoy divirtiendo con él. Y no desfallezco, a pesar de tener menos tiempo justo cuando tengo mejores ideas. Tentación de escribir, tentación sucumbida, abrazada.

Tentación de estabilidad, de amor, de tradición, de familia. Mi mujer, mi hijo. Mi vida está en ese núcleo. Los amigos, los familiares. A veces entran en el núcleo, a veces orbitan. Mi mujer, pasado, presente, futuro. Mi hijo, presente y futuro. Nada pasado.

¿Ninguna otra tentación? Ja. Todas. Muchas. Algunas. Con la edad, más o menos. Según se mire, según se acepte, según se desee, según la frustración y el anhelo.

2014, me das igual. El mundo lleva yéndose al guano, a la cloaca máxima, mucho tiempo. Yo, peatón de la historia, te conjuro de la siguiente manera: Me da igual el número de tu calendario. Mañana puedo morir, o vivir feliz.

Si es lo primero, adios. Si lo segundo, otro día más de belleza, dolor, vida.

Un saludo,

lunes, 9 de diciembre de 2013

De Walden a Bombay, Memphis y Pretoria.



Dejando de lado titulares tan aborrecibles como los de La (sin)Razón o la extraña influencia que han tenido en la radio (RNE-5, hoy, lunes 9 de diciembre de 2013, sigue hablando del funeral de estado ofrecido a Mandela en aquel estadio olímpico de fútbol donde la selección española ganó el mundial de 2010…) y en la mente de los ciudadanos motorizados (no vamos a pie, seamos realistas; una persona, un coche, una contaminación directa), hoy me ha entrado curiosidad por saber la conexión de Mandela, Ghandi y Luther King. Tres no europeos, dos negros, un hindú, figuras para mí importantes en el siglo XX por su activismo político, por las consecuencias de sus actos, por su repercusión. Y si tenía clara la de Mandela y Ghandi (el segundo ejerció la abogacía en Sudáfrica y ya entonces ejerció parte de su ideario en el país, inspiración posterior para Mandela) no encontraba firmeza en la conexión con Luther King. Pensaba en cartas enviadas entre Mandela y él, pensaba en correspondencia, pero no la hubo. Era más simple. David Thoreau.

A mediados del siglo XIX, en los EE.UU., un escritor decidió abandonar a su familia e instalarse en pleno bosque. Tras dos años, regresa, retoma su vida. Y entonces, quizá influido por el germen anarquista, las ideas ácratas, reforzado en su estancia solitaria del bosque, realiza un acto individual, consciente, público. Se niega a pagar impuestos que alimenten la guerra que en ese momento EE.UU. mantiene contra México (donde le arrebatará la mitad del país…) y que sirve también para cobijar la institución de la esclavitud. No pasa más que un día entre rejas (ya ven…) pero eso le inspira. Y trabaja en su idea de “Desobediencia Civil”. Esta idea cuajará, tendrá recorrido, llegará lejos. El primero en hacer uso de ella, Ghandi.

Ghandi se establece en Natal, territorio británico entonces de la futura Sudáfrica, como abogado “en prácticas”. Su estancia allí le demostrará el racismo, la xenofobia, las leyes injustas que apartan a unos hombres de otros basándose, simplemente, en el color de la piel o el origen social (hoy sigue vigente en el espíritu lo primero, en la letra, lo segundo) y eso le rabia. Por tomar el negativo de la foto, imaginen que usted, blanco, europeo, viviendo en un país atrasado, de donde extraen su riqueza bruta, cuando viaja a un país avanzado, la metrópoli, gobernada por negros, éstos le impiden viajar en primera clase, o le niegan una plaza de hotel, o le prohíben comer en ciertos restaurantes. Usted, blanco, europeo, sentiría rabia, discriminación, racismo… sentiría que su expulsión de la sociedad de riqueza se debe al color de su piel, simplemente, no a su educación, a su inteligencia, a sus capacidades. Eso sintió Ghandi en su piel cobriza, en sus rasgos hindúes. ¿Se lleva algo de esa rabia a su país? No. Se lleva la influencia de Thoreau. Si un gobierno es injusto, si un gobierno tiene más poder del que sus propios ciudadanos le han investido, ¿por qué respetarle? ¿Para qué hacerle el juego? Y siempre hay un lugar donde se hace daño a todo gobierno. Los impuestos. En este caso, de la sal. Cárcel, proclamas, discursos, pero sobre todo, llamada a la contención en contra de quienes pedían la violencia como recurso rápido, fácil, eficaz. Es más complejo detener a tus seguidores violentos que responden al fuego con fuego, que enfrentarte a tus enemigos que usan fuego con agua. El fuego es rápido, arde veloz, quema, explosiona. El agua debe buscarse, cavar pozos y extraerla meticulosa, despaciosamente. Ghandi usó el tiempo. La paciencia. La generación de una nueva costumbre. Cuando se es calmado, paciente, y se sobrevive, puedes lograr mucho. Ghandi lo logró. Y Thoreau regaló su primera sonrisa.

La segunda fue en Alabama, en los EE.UU. Inspirado por Ghandi, Martin Luther King (Me encanta ese segundo nombre, “Lutero”, de tanta reminiscencia protestante) participa activamente en boicots contra la segregación, el sutil apartheid estadounidense contra lo que no es WASP. Sufre, claro, atentados, insultos, golpes, calumnias. Y lo peor, la indiferencia de muchos que consideran justa y adecuada la situación de ese momento, bien como está. Esa siempre es la peor parte, la de quienes creen que no hay que hacer cambio alguno, que todo se debe quedar como está. Sin más. Contra ellos es complicado luchar, suelen acabar convencidos por el tiempo, por el cambio pacífico. El intento violento de despertar conciencias nunca ha logrado su objetivo, pues todos tienen miedo a la muerte. La cosa es que Luther ejerce esa resistencia pacífica, y le detienen una y otra vez, pasando temporadas más o menos largas en la cárcel. Y así seguirá hasta su asesinato. Como Ghandi, fue asesinado, tras años de lucha contra la pobreza, la guerra, la exclusión social. Si alguien intentó realmente hacer verdaderas las palabras de “Liberty and the pursuit of happiness” de la constitución de los EE.UU., creo que fue él. No haciendo distinciones por el color de la piel, la procedencia o las ideas.

Las ideas fueron, a su vez, lo que condenaron también a Mandela. Las ideas violentas. Él no comenzó con la resistencia pacífica, sin más. Tuvo un primer intento, pero las masacres, las muertes violentas, el clima de aquellos años, le convenció de la llamada  a las armas. La impaciencia, la necesidad del “aquí, ahora”. Los años 60 son también los años del terrorismo “bueno”, de grupos guerrilleros, insurgentes, rebeldes. Castro y el Ché en La Habana, África y Asia peleando contra capitalistas y comunistas, efervescencia roja, sangrienta. Y de pronto, todo eso, cortado, por lo sano. El régimen de Sudáfrica, apartheid, blanco, racista, el sur Confederado hecho realidad con un toque de modernidad. Ya no hay esclavos, solamente “vosotros” y “nosotros”. “Ellos”, siempre. Mandela se pule en la prisión, se encuentra consigo mismo como Thoreau en Walden, en su cabaña. Pero si Thoreau vivió mínimamente las experiencias de Ghandi, Luther King y Mandela, éstos vivirán más intensamente sus hitos. Aislamiento, pobreza, conciencia, solidaridad, rebeldía silenciosa y luego publicitada, llamamiento al cambio por la acción, la acción de verdad, no la simple idea. Thoreau estará un día en la cárcel y cambiará su modo de pensar. Ghandi estará intermitentemente en ella, como Luther King. Mandela perderá casi 30 años de su vida. Y cuando salga, como ciertos terroristas vascos, se considerará una traición por muchos, blancos y negros. Cuando salga, de la cárcel a la presidencia, aun generará desconfianza. Pero como Thoreau, tras su vida solitaria en la cabaña, la cárcel ha transformado a Mandela. La cárcel ha forjado su mito. Y éste se agranda cuando, saliendo de ella, temiendo en los años 90 una masacre de blancos a manos de negros enfurecidos, tranquilamente, con calma, inicia un proceso lento de cambio, de apaciguamiento de todos. Convivencia. Cesión.

Los tres se unen por Thoreau. Sí, los tres pueden tener puntos negativos. Siempre. A Mandela se le reprochaba siempre no haber cambiado la estructura económica del país, en manos de los blancos. A Ghandi, el haber logrado la independencia india con la partición del país. A Luther King, quizá, se le acusa de no ser más que una visión dulce del cambio, complaciente. Todos reciben crítica. ¿Quién no? Pero está clara una cosa; en estos días de abulia, complacencia con la situación política y económica, de resignación, no hay figuras fuertes, elevadas, que tengan ese mismo compromiso. En España, quizá, Ada Colau, mediatizada y vilipendiada por su gestión de la PAH. En España, además, no tenemos conciencia de clase, al menos, clase trabajadora, peatona, de tropa. Somos pequeños hidalgos en conciencia, anarquistas de bolsillo, primos hermanos de los moros del “pilla-pilla”. Una personalidad así, relevante, nos mueve a risa, nos la tomamos a guasa, es objeto de cachondeo y arrastre. Y la prueba, como dije al inicio, es cómo han tratado los funerales de estado de Mandela. Los Monty Python hicieron una broma con aquel partido de fútbol entre filósofos alemanes y griegos. Aquí, ni siquiera, tenemos capacidad de bromear, la forma más alta de inteligencia, sin apelar a un orgullo mínimo, histriónico, irrelevante, como convertir el funeral de un gran hombre en recuerdo de un triunfo deportivo improductivo.

Esto es Españistán.

Un saludo,

jueves, 28 de noviembre de 2013

Aversión al sexo (Parte 2)



Hablando de pollas, hay otra anécdota que me encanta. Una vez conocí a una muchacha, superada la treintena, que era incapaz, literalmente, de pronunciar esa palabra. “Polla”. Imposible. Enrojecía, apretaba los labios, reía nerviosamente, meneaba la cabeza y torcía la vista. Impresionaba. La limitación me hacía reír, primero, pero luego sentía una mezcla de compasión y de susto. Pero dejemos las pollas de lado.

El cuerpo de una mujer ha sido el campo de batalla del tema. De siempre. Un desnudo femenino, desde que el catolicismo integrista se hizo con el poder, allá por los tiempos de Constantino, era más punible que, pongamos, un robo o asesinato. Exagero, pero en la hipérbole se entenderá el argumento.

La mujer romana ya iba tapada (como la griega) de pies a cabeza, dejando el desnudo para mosaicos mitológicos, frescos de tumba y otras intimidades. Ojo, el hombre solía exhibir más carne que la mujer. Véanse los gladiadores, verdaderas ferias de piel desnuda y sudorosa. Véanse también los miles de amuletos en forma de pene, falo, único, doble, con sus testículos y, muchas veces, alitas. En Pompeya, lo más sorprendente no es encontrar la ciudad casi intacta; es ver en cada calle, en cada esquina, un falo bien tallado, bien marcado, símbolo apotropaico. Lo que viene a ser, en superstición, una virgen por esquina, en Sevilla. Y a lo tonto, he vuelto al tema de las pollas. Retorno a la mujer desnuda.

El cuerpo femenino es, según cierto título, un campo de batalla. En torno a él se han edificado teorías, argumentarios, prohibiciones, permisos tácitos, abusos, reprimendas… curiosamente, siempre sin contar con las dueñas del mismo, se habla de ellas, sin tenerlas en cuenta. A todas las mujeres. Un ejemplo, el tema del aborto, consecuencia del sexo, regulado siempre sin ellas. Imaginemos que opinaran sobre la fimosis masculina, o la extirpación o no del apéndice. Que además, lo legislaran, poniendo condiciones, obligaciones, plazos. Que... ya me están llamando exagerado, comparar un apéndice o fimosis con un feto. Claro que exagero. Pero lo radical del asunto, la raíz, es que el cuerpo de uno mismo es eso, el cuerpo de uno mismo. En el de la mujer, además, estriba que ella carga el peso de un embarazo, que si no es deseado, se convierte en algo más que carga física. Y eso, mal que nos pese, es condenar a esclavitud a una mujer. Más si es pobre. Más si es ignorante. Más si no lo desea. Más si es un riesgo para su vida. Más, siempre, que al hombre, el cual se puede desentender desde el momento siguiente a la eyaculación, aunque haya leyes que, siempre, han buscado la paternidad responsable, obligada.

Yo defiendo el aborto, pero como todo derecho. Esto es, no es una obligación, ni un privilegio. Es un derecho, una opción. Y prefiero que exista la opción y por tanto, la libertad, que la obligación y por tanto, la servidumbre. Ninguna mujer desea abortar, estoy seguro. Ninguna desea someterse a esa experiencia, clínicamente peligrosa, molesta, vejatoria y abrumadora. Por cómo la contempla la sociedad. La defensa de la vida es otra cosa, no eso. Y el cuerpo de la mujer, en última instancia, es de ella, no de una moral, un Estado o un hombre.

¿Qué hay detrás? Moral. Como el uso de preservativos. El ser humano es de las pocas especies mamíferas que, consciente y culturalmente, disfruta del sexo, separándolo de necesidades reproductivas. Otra discusión es de la cultura, en animales no humanos. Jane Goodall ya se metió en ese asunto con los chimpancés, y creo que quedó, como se dice leguleyamente, acreditado. Pregunten a cualquier etólogo. A fin de cuentas, ellos sirvieron de modelo a Darwin… y otra vez digresión al canto.

El sexo ha sido objeto de moral, de control, por estados, por religiones, por organizaciones. Por la parte reproductiva. Si descontamos la parte reproductiva, queda la del placer, puramente. Y aquí hayamos otro desequilibrio. El placer masculino está bien visto, es necesario, es aceptable, pero el femenino, no. ¿Por qué va a disfrutar un objeto, un recipiente? Pensamiento otra vez machista, nada igualitario. Y entramos en el Paraíso o el Infierno, según crea o no el lector…

Paraíso si piensa que el sexo es placer, además de reproducción, y placer constreñido únicamente a una norma; no hacer daño al otro. Norma jodida, difícil, complicada. Adulterios, infidelidades, prostitución, deseos subterráneos… otra vez, los estados y religiones tratando de regular esas realidades. Infierno, por tanto, si se vive constantemente entre paredes de prohibición, de dolor, de miedo y daño.

Físicamente, pueden existir impedimentos, desde luego, igual que intelectualmente. Porque el sexo se disfruta desde ambos parámetros. Pero si, encima, hay obstáculos externos… ¿qué?

En las revoluciones, siempre se ha tratado el tema del sexo. Con vistas a regularlo, no se crean. Quizá los más curiosos son los libertarios anarquistas de finales del XIX, donde propugnaban una igualdad real, un naturismo y desnudismo puro y radical, un equilibrio de derechos y obligaciones mutuamente pactadas entre ambas partes. Recuperado, en gran medida, con las efervescencias de los años 60 del XX. Y ahora… materializado, cosificado, curiosamente. Amor libre, compartido, consciente… eliminación de la infidelidad, el adulterio, la prostitución cambiada por libre comercio, no esclavitud del cuerpo, deseos satisfechos de manera proporcional… vaya, sí que da el sexo para mucho.

Empecé hablando de pollas y coños, y acabo con teorías sexuales de placer, palabras, más que palabras. Acabaré con una anécdota más, como siempre. Mi primera y mejor clase de educación sexual. Dada por mi madre. Fue simple; me regaló una caja de preservativos y un consejo. “Cuando una mujer te dice NO, es NO”. Simple y rotundo. No es el “no…” o “no, bueno… no sé…” o cualquier otro matiz. Es el NO. Punto.

Mi reflexión es entonces. ¿Aversión al sexo? ¿No será más bien, falta de educación sexual? Asignatura más que pendiente, me parece…

Un saludo,

martes, 26 de noviembre de 2013

Aversión al sexo (parte 1)



Lars von Trier estrenará su próxima película, Nymphomaniac, en diciembre. Concretamente, en Nochebuena. Zum, zum, zum. Perdón por la onomatopeya onanística...

Es curioso que, al hilo de esta película, haya detectado una aversión al sexo en diferentes grados. El de sentirse incómodo al hablar de ello (normal) el de negarse a hablar de ello en todo momento (raro) y el de oponerse con variable intensidad al tema en todo sentido (muy extraño)

Participamos de una educación judeo-cristiana reforzada por cuarenta años de nacional-catolicismo, más un ambiente colérico contra todo tipo de desnudez, sea la del cuerpo, sea la de la verdad. Porque eso es lo que me entusiasma; la desnudez del cuerpo es la de la verdad absoluta. Cada pliegue en él visto, cada grano, irregularidad, grasa acumulada, extraños lunares, pelos, formas, es lo que es, sin ningún tipo de mentira. El cine-ojo de Vertov, el ojo de Buñuel, el ojete de Carlos Areces, todo eso está en el cine; la búsqueda de la desnudez real, la psicológica y la física. Y puede ser bella, indiferente o fea.

La prohibición logra lo contrario, muchas veces. Si no hay acceso a la pornografía, se cotiza y busca con más ahínco. Miren Japón; un videoclub allí tiene, pongamos, 5 metros cuadrados de películas “comerciales” y 100 de películas pornográficas de todo tipo, todo lo imaginable. Aquí también tuvimos algo similar, y los cines X, en extinción, gozaron de clandestino éxito. Prohíbe más, y más querrán de eso.

A día de hoy, se diluye en el nada dramático mundo de Internet el acceso al porno. Cientos, si no miles, de páginas, donde hay contenidos de todo tipo. Pero, de alguna manera, sigue encubierto. Nadie comenta en una conversación, salvo íntima, en voz baja, qué páginas ha descubierto, usa y ve. Por otro lado, la mayor difusión ha trivializado el misterio. Antes, ver una pelirroja follándose a un negro, por ejemplo, era exótico. Ahora resulta trivial.

Pero hay un ámbito donde esto no ha cruzado el umbral de la normalidad. Descontando “Garganta profunda”, película mítica que, a este paso, habrán visto en su estreno más de mil millones de personas (las mismas que fueron al concierto de Las Ventas de The Beatles, o que salieron a las calles en mayo de 1968) no se ha hecho en el cine comercial más que tímidos intentos de reflejar en pantalla ese momento siempre elíptico. La práctica del sexo. Follar.

Fóllame”, “Romance X”, “Shortbus”, “The brown Bunny”, “Ken park”, “La novia de Lázaro”, “Nine songs”… todas son películas estrenadas en circuitos comerciales, ajenos al mundo del porno, pero con elementos atribuibles a éste. Poco o ningún éxito. Alguna más sí ha tenido más triunfo, como “La vida de Adele”, quizá por ser más bien homosexual (entre mujeres) y no ofender en pantalla con una polla venosa, enhiesta, tiesa, de testículos botando. Y una penetración, clara, explícita. Porque ahí radica la gracia, creo que es ver un pene, una polla o un pollón lo que escandaliza. Lars von Trier dio en el clavo con ello. A mí me sorprendió de pronto, en “Los idiotas”, ver en la escena de orgía una penetración. Era completamente lógica, coherente, la imagen. Pero aun así, me sobresaltó. El año, 1998. Y en “Anticristo”, además, la brutal masturbación sangrienta. Eso me dolió, literalmente, en todas mis partes. Y logró su objetivo. Me transmitió una sensación, una idea, más fuerte, más impactante, que usando elegantes elipsis, metáforas y códigos añejos.

En el cine comercial encontramos un fenómeno curioso. Es lícito, cuando no deseable, ver una efusión de sangre roja. Si le acompañan restos de cerebro, o de carne o de hueso, no pasa nada. Podemos ver el momento en que estalla un soldado norteamericano que lleva lanzallamas en “Salvar al soldado Ryan”, salpicando de restos al protagonista, Tom Hanks, y decir, simplemente “qué verosimilitud”, como la de arrastrar medio cuerpo, intestinos fuera, por la playa. Podemos ver entera la serie “The Pacific” y horrorizarnos por lo explícito de la muerte, la crueldad del combate, las heridas, los espantos de la lucha, pero pensando que “está bien verlo”. Ahora bien, cambiemos las salpicaduras por semen, los cráneos rebanados por piernas abiertas mostrando genitales, las peleas mortíferas por posturas sexuales y, casualmente, el mismo que no se escandaliza, no echa pestes ni lanza soflamas moralizantes contra la muerte y la destrucción, la mutilación, la guerra, la violencia, todo eso a lo que llevamos décadas acostumbrados (es heroico, magnífico, épico) lo hará con una virulencia inusitada contra esas secuencias de sexo explícito.

Insisto, el desnudo femenino no ha sido nunca mal visto. Es corriente, para dar un poco de voltaje a los hombres. Ver a una actriz famosa medio desnuda, desnuda, insinuando, es de sonrisa pilluela. ¿Y si la viéramos mamando una polla? Chloë Sevigny tuvo que aguantar a cierta prensa y público atacando en manada, sin reparar siquiera en la película. Margo Stilley ha sido estigmatizada. Un caso de viaje contrario, Sasha Grey, es ninguneado. Y ahora dato curioso… ¿nadie habla del protagonista masculino? De nuevo, el terror al pene…

Terror que voy a condensar en una anécdota. Finales de los 90, inicios del 2K, despedida de soltero de un amigo, visionado (preceptivo, obligado) de peli porno en su casa, mucha gente. Un comentario no despierta pasión, de un espectador; “mira, la actriz tiene celulitis”, dice, mientras la golpean las cachas metiéndole la polla; ninguna reacción. Primer plano de ésta penetrándola, agitar de testículos contra su culo, me da por decir “mira, se le ve la costura de los huevos, al menda”. Reacciones de sorpresa,  agitación, algún cabreo, estupefacción… año 2013, aun lo recuerda más de uno de los presentes y también de los ausentes. ¿Es más llamativo hablar de genitales masculinos que de los femeninos, incluso en una peli porno? Pues sí. Quizá miedo al sentimiento “progay” al hablar de ello, en lugar de tetas, culos o bocas. Inseguridad. Curioso…

No voy a pedir perdón por el lenguaje utilizado. En su lugar y homenajeando al arte del sinónimo, remito a quien no se vea como puritano, miedoso, fóbico del sexo, tendente a pensar que es basura, no es arte, resulta repugnante y debe estigmatizarse, ocultarse y prohibirse, como hasta ahora, a esta canción:


Un saludo,

sábado, 23 de noviembre de 2013

De vuestros mitos muere mi realidad

Sorprende, asusta, la cantidad de artículos rememorando la Guerra Civil y la II República que pueblan los periódicos de toda laya estos días. Rememorando no con nostalgia, que hay, ni tampoco encomiosamente, que existen, si no cerniendo sobre el lector una bruma de dolor, áspera criminalidad y probable futuro de la España actual. Frentepopulismos, amenazas de comunismo, terrorismos separatistas... en la era de internet, la Xbox y la Liga de Fúrgol, todo eso, por suerte, se diluye, y mucho.

Porque se sigue practicando la propaganda. La de un patriota, sea del lado que sea, muerto y arrastrado, que buscó lo mejor para el país. Sea azul, negro, rojo o blanco, el color que use, le llamen "rojo" o "facha", se tilde de progresista o conservador, reaccionario o revolucionario, izquierda, izquierda, derecha, derecha... o centro. Por suerte, pienso, la propaganda murió el día que tuvo tanto éxito. Anteayer. En términos de años.

La propaganda es para vender. Marcas y productos. Y éstos son mitologías. Serás más guapo, más alto, más sexy, olerás mejor, pensarás mejor, correrás más, serás el top del top del guay mountain topping de chocolate. Etc. Y la propaganda sabe que vende mitos. Mitos son aquellas ideas falsas, mágicas, implantadas en el acervo de una cultura como explicaciones de fenómenos no explicados de otro modo. Zéus manda el rayo y llueve. Nivea manda su crema y rejuveneces. El PP gobierna y la crisis acaba. El PSOE vuelve y todos recuperamos el futuro. La minoría silenciosa es estruendosamente ruidosa, y la mayoría, calladamente complaciente. Tú te equivocas y yo, simplemente, no.

Esos mitos marcan un camino, el de la mentira, la falsedad, la ignorancia. Nos permiten no vivir una vida real. Nos impiden soñar con los pies en el suelo. Esos mitos, amigos, me hacen morir.

Religión, política, toros, fútbol... dicen que, esas conversaciones, matan cualquier grupo, pues cada cual es de una religión (o no) adicto a una política u otra, va o no va a los toros, y es de tal o cual equipo. Mierda. Soy ateo, progresista liberal con tendencias revolucionarias de izquierda para luego pasarme al conservadurismo del logro y la atenta vigilancia de ciertos derechos y libertades, los toros, ni fu ni fa, y el fúrgol, me aburre soberanamente, soy de baloncesto. Pero sus mitos no son mis mitos. El de un carpintero judío clavado en una cruz de madera (no es ni irónico...) o un bereber iluminado por sediento, el de un orondo gordete sonriente, una mujer de miles de brazos, un espagueti volador o incluso un pulpo humanoide gigante viviendo bajo el Pacífico. Ni el de un mono azul, rojo, blanco o negro. Ni una bandera bicolor, tricolor o multicolor. No, vuestros mitos nutren vuestra falsedad, pero matan mi realidad.

Quizá haya que pensar, entonces, en matar vuestros mitos, para que todos viváis en mi realidad. La vuestra, que negáis cada día.

Un saludo,

jueves, 21 de noviembre de 2013

La Gestapo ya no viste de Hugo Boss...

No lo necesita. Basta una buena americana, corbata y pantalón de pinza. Zapatos cómodos, gesto serio, institucional, dicen, de aquel que parece estadista y no pasa de ser una estadística. Milita, cómo no, en un partido, ahora el Popular, en el gobierno de la Nación, España, Estado, de Derecho, o del Revés, según quién y cómo lo lea.

Siempre he dicho que me gustaría tener una derecha civilizada, una derecha conservadora, clásica, proporcionada, alejada de influencias históricas y de intereses muy particulares. Eso ayuda a tener una izquierda también civilizada (domesticadas ya están todas...) y todos acatando el Sistema Único de hoy día, capitalismo "democrático". No es el caso...

Y salen, cómo no, con ideas de esas que suspiras y piensas que estás leyendo "El Jueves". Pero no, son reales. Imagino que tienen otra intencionalidad, pero uno ya no sabe qué pensar.

Nueva Ley de Seguridad Ciudadana, y de momento, lo que trasciende (no he podido encontrar el borrador) son las desproporcionadas sanciones económicas por diversas actividades. Que, por otro lado, un jurista de medio pelo cualquiera, incluso yo mismo, entiende que son inconstitucionales, si seguimos pensando que la CE de 1978 está vigente.

Creo que hay un plan tras todo esto. Un plan de malignos acariciando gatos y sonriendo torvamente (uno no puede evitar pensar en Wert...) que busca un levantamiento masivo de la ciudadanía, una revuelta, una revolución, un algo, coño, que esto de la crisis es ya aburrido. Remover un poco todo. Porque esta provocación de barrer bajo la alfombra las protestas, los tímidos intentos de organización cívica (algo escaso en un país donde se prefiere al primo antes que al afín, al hermanito o cuñadito que al colega o amigo, salvo que sea "amiguito del alma") y de enfrentamiento a un poder que considera legitimada cualquier política durante los cuatro años de su gobierno, es mefítica. Algo huele a podrido en Dinamarca, esquina con Génova.

Si se están arrinconando estas timorotas reacciones ciudadanas, para así provocar reacciones violentas que justifiquen dichas medidas, no sé siquiera si lo están haciendo bien. La anestesia es muy densa, tanto que ya no molesta el hedor de una huelga de basuras, o los hálitos podridos de quienes hablan y hablan y escriben tonterías dignas de figurar en los Gabinetes de Curiosidades del XIX, como objetos raros (si la cordura fuera la norma) que no lo son. Lamentable, cierto, aquí sigue importando más el desarrollo de una liga de fútbol hipotecada, burbuja deportiva y forofa. Importan más los sucesos estridentes, las situaciones prescindibles, inventadas, de una sociedad que no está enferma, lleva moribuna mucho tiempo...

Rajoy se metió contra Coscubiela diciendo que su programa era el de 1917. No veo yo a Rajoy de Kerenski, pero tampoco a los de IU como Lenin y compañía. No llegan ni a mencheviques. Lo importante es ver cómo se denosta, se rechaza la revolución de 1917 en Rusia que trajo el comunismo, la URSS, todo eso. Porque lo rojo es malo, es terrible, es lo peor de lo peor. Rusia sustituye en la imaginación reaccionaria a la Francia de finales del XVIII y primera vez de muchas cosas. No lo recordamos hoy, pero Francia fue atacada prácticamente por todos los países de su alrededor cuando quitó al Capeto del trono y luego decapitó al Capeto con ese invento tan necesario, la guillotina. Reacción contra Revolución. Eso unió a la ciudadanía y creó el sentimiento republicano de los franceses, tan cohesionado aun hoy día, con sus complejidades y problemas. Educación, con sangre entra... pues Rajoy bien podría haber dicho que la política de Coscubiela era la de 1789, o 1793 y el Comité de Salvación Pública. Pero éste, creo, no tuvo los redaños de responder como debía; que Rajoy seguía la política de autodestrucción en la República de Weimar. No sé si a lo Brünning o a lo Hindenburg, tanto me da. A lo mejor pensaba en el enunciado de Godwin...

Porque la Gestapo no nació de la nada. Nació de las leyes de poder excepcional que los políticos alemanes fueron dando poco a poco al nazismo, tras aquel incendio del que se acusó a los comunistas y, dicen, realmente puso un nazi cualquiera la cerilla. Leyes que apuntalaron el ejecutivo ejecutor ante cualquier división de poderes (Montesquieu debe revolverse en su tumba, si le queda algo, al ver lo de Venezuela y casos similares, o ahora en España, donde nunca existió la división y cada vez eso es más claro...) y que demostraron que, nada mejor que inventarse un peligro para hacer realidad el mismo.

Rajoy invocó 1917 sin tener mucha idea, o quizá no. Quizá cree, realmente, que así logrará el objetivo de la nueva Ley de Seguridad Ciudadana y otras medidas propias; generar la oposición que justifique su existencia. Pero chico, esto es Españistán... y aquí preocupa más el "que me quede como estoy" que no eso de "cambiar para mejor". O a lo mejor también lo sabe y disfruta tirando un poco más de la soga...

Sigo pensando en Wert acariciando un gato... es mejor imagen. Y no viste, creo, de Hugo Boss. Ni falta que hace.

Un saludo,

Enfriando los días.

Empieza el otoño, de verdad, ahora en noviembre. Baja niebla y la luz, enfriándose de esa manera tan especial como solamente pasa en la meseta, ilumina días más cortos.

No voy con las manos en los bolsillos, como un desocupado, un despreocupado o un pervertido. Llevo las manos sueltas, huérfanas de asideros. Tengo la sensación de encontrarme perdido en mí mismo, desorientado entre recovecos inexplorados o largamente olvidados. 

Noviembre cumple ya más de cuatro meses de paternidad. No siento la ideocia eléctrica del padre novato, mezcla de nervios, pasión y necesidad de publicar cada pequeño avance de mi cachorro. Lo guardo para mí, pues lo considero muy valioso.

Sin embargo, todo cambia, al igual que permanece. Regreso a sentimientos cubiertos de polvo, arrumbados, tanto como a rutinas molestas, nunca olvidadas. Uno es, siempre, bajo el sol del verano ya acabado o el del otoño comenzado. Es y no es, y en su ciclo, juego a identificar cada extremo.

De la edad, duele el recuerdo de un cuerpo más joven y capaz. Amortigua saberse más inteligente, aunque la sonrisa puede ser cínica, si así lo creemos realmente. Duele saber lo que fue, y lo que no fue. Alegra saber lo que es y será. 

Lamento ser críptico, pero sólo un poquito. Esta entrada, como todas, por otro lado, es para mí, aunque secretamente goce cuando me leen y lo sé. Es, como digo, mi tesoro privado. Un sentir violento y explosivo que aplaco dejándolo en palabras, mas o menos afortunadas.

Un saludo,

domingo, 27 de octubre de 2013

En la trinchera - saltar la trinchera - pie de trinchera.

Hay expresiones que se originaron con la Gran Guerra, aquella en la que España no participó. ¿No lo hizo? bueno, no del todo. La cuestión es que se han quedado en el habla popular, algunas, otras, no tanto. La primera del título es sobradamente conocida. Las otras dos, en cambio, poco. Y quiero jugar con ellas.

Estar "en la trinchera" significa adoptar una posición inamovible contra un enemigo, siendo que esa trinchera es la posición buena. Se puede aplicar, en España, a casi todo. A madridistas contra barcelonistas, a independentistas contra unionistas, a socialistas contra populares, a futboleros contra baloncesteros, a amantes del dulce contra amantes del salado, a ti contra mí o a ese contra aquel... somos magníficos eligiendo trincheras. Pero, como al conducir, odiamos compartirlas demasiado, así que si en la trinchera, como con el coche, estamos solos, mejor que mejor. A no ser que queramos compinches, tan sectarios como nosotros, entonces... aceptamos que rebose. 

Ese primer paso significa mantener la posición, no ceder, luchar, pelear... sin salir de la trinchera. Pero, ¡ay! como somos españoles y no participamos en la Gran Guerra (¿No? ¿seguro?) se nos pasaron las otras dos. 

La segunda, "saltar la trinchera", era espeluznante para cualquier soldado de cualquier bando a partir de 1915. Consistía en abandonar la precaria seguridad de la trinchera, de la excavación cutre, forzada, mal apuntalada, que protegía endeblemente contra ametralladoras, shrapnels o rompedoras Aranaz, ataques químicos y otras lindezas. Y significaba adentrarse en territorio "de nadie", la "no man's land" inglesa que se popularizó también y donde, indefectiblemente, nadie se quedaba, o si se quedaba, es porque había muerto o estaba herido y en vías de palmarla. Saltar la trinchera era, claramente, jugar un duelo contra la muerte, sabiendo que el 90% del éxito vendría para ésta, no para el saltador. Dos imágenes, si quieren; "Senderos de Gloria" y "Gallipolli". Miren los saltos de trinchera y verán qué divertidos eran. Aniquilados por fuego enemigo, si no incluso por el amigo. En España, como digo, no conocemos esta expresión tanto, y por eso nos quedamos en la seguridad de la trinchera, en ella. Cobardía e ignorancia, dos de los atributos que permiten la arrogancia y el absurdo de ser español.

Y si se quedaban en la trinchera, sin saltarla, venía entonces lo peor. Esta última expresión, "pie de trinchera", no la conocemos, pero es terrible. Miles de soldados la sufrieron, y consistía en tener los pies bajo masas de lodo y agua fría, sin poder secarse, malolientes, criando ampollas y gangrena que, en muchos casos, llevaba a la amputación. La base carcomida, vaya. Ningún sentido a permanecer en la trinchera, ni poder siquiera saltarla y morir de un limpio balazo en la sesera.

Hoy, tenemos muchos, por no decir casi todos, en la trinchera. Muchos sufren del pie de trinchera, sin saberlo o no querer reconocerlo. Roídos por los cimientos, se sostienen por pura rutina o testarudez que nada tiene que ver con la lógica. Medios de incomunicación, políticos de partidos dinásticos, mesías, populistas a media voz, tertulianos y opinadores deslenguados... pero de esos, apenas nos tenemos que lamentar, a fin de cuentas, hacen su trabajo de gangrena desde la retaguardia, sin pisar en ocasiones las primeras líneas. Pero luchan desde la trinchera, dejando que su infantería de a pie contraiga del todo el mal de la trinchera. Viven enfermos, enfermando, produciendo miasmas y carcoma. Bombardeando con fuego amigo a sus propias líneas. 

Los pocos que, hastiados, saltan la trinchera y se adentran en tierra de nadie, no vuelven. Mueren en Canadá, Francia, Alemania, Gran Bretaña, los países del frío norte, Iberoamérica, cualquier sitio donde reconozcan sus capacidades, talentos y profesionalidad. También quedan heridos, de muerte, pues nadie los recogerá, en España, en la tierra de nadie del desempleo, la precariedad del empleo, las mentiras de quienes deberían en verdad cuidar de ellos socialmente, los del párrafo anterior y los del párrafo posterior. Mueren odiados por todos, incluso por ellos mismos, asqueados de ser españoles sin poder ser otro tipo de españoles, sin poder ser nada más que hombres comunes atrapados en el fuego amigo y enemigo, siendo el enemigo más de amigos que luchan desde su trinchera que amigo el de los amigos que son enemigos. Esa tierra de nadie crece, convirtiéndose en un cementerio de chatarras, basuras, cuerpos hinchados y malolientes, cínicos, cenizos, descreídos, apabullados por la España que ellos ven horadada de trincheras, demasiado tierra de nadie bueno. Sin contar a quienes se lanzan al fuego enemigo pensando que no les matará, y no les mata. Los aniquila el fuego amigo. Empresas, emprendedores, que se creen que una buena idea, un poco de capital y mucho esfuerzo pueden batir el amiguismo, el clientelismo, la cicuta del chapucismo mangoneador y caciquil que impregna el ADN español, de España.

En la otra trinchera no hay diferencias. Sufren del mismo mal. Exactamente igual que los anteriores descritos. Igual de español. 

Y así, rodeados, cercados, imposibilitados, nos preguntamos, como aquellos soldados escoceses, alemanes, ingleses, franceses de Francia y franceses de Cataluña, Toledo, Albacete, San Sebastián, Málaga o similar, que en números de 5.000 o 15.000, según a quién se lea, se unieron a la Gran Guerra, si podemos hacer una Tregua de Navidad, hablar, charlar, jugar un partido de fútbol donde nadie cuenta los goles, intercambiar regalos, y, sobre todo, darnos cuenta de que el hijo puta está con galones tras de nosotros instándonos a matarnos en nombre de... ¿qué? ¿quién?

En 1918 ejecutaron al Zar. Alemania y sus aliados perdieron la Gran Guerra (no es un spoiler...) pero los enemigos se apresuraron a declararla a la recién nacida URSS ("Estrangularla en la cuna", dijo Churchill, un tipo al que odio cada día más) y, como siempre, antes (Revolución francesa) y después (socialismo, socialdemocracia, cualquier signo de redistribución...) esa guerra sigue.

Las mismas trincheras. Si no estás en una, estás en la tierra de nadie, muerto, o peor, en retaguardia, portando una chapita que dice "No me hable usted de la guerra". Que eso me inquieta. Por no tener bando. Por llevar pluma blanca. Por ser Mr. Abulia. Español, vamos.

Una última expresión, por rara, poco usada. "Tomen la trinchera". Sí, vale, pero... ¿cuál?

Un saludo,

miércoles, 25 de septiembre de 2013

El test del nacionalista



¿Es usted nacionalista? Podría ser un breve test, sencillo, claro, para determinar si comparte alguno de los rasgos propios de esta ideología que, desde el siglo XVIII al XXI, sigue mutando y generando pasión.

Por ejemplo, la primera pregunta; ¿cree usted que su territorio abarca, “desde siempre”, unas determinadas localidades que limitan con…? ¿Considera que, históricamente, “de siempre”, esos territorios que usted menciona son parte irredenta de su país? ¿Sin más?

Si la respuesta es “sí”, cae en la trampa de creerse que los territorios son inmutables, como las fronteras. Que siempre han sido pertenencia de una población determinada, y no de un terrateniente, noble, rey o similar miembro de una oligarquía, oclocracia, aristocracia, que lo consideraba SU hacienda, su patrimonio, y las personas sobre éste, parte del mismo. Imagine su casa; ¿cree que la habitación de sus hijos es, efectivamente, de sus hijos? Pues los nobles igual. Sentían que cedían ese espacio a sus hijos, los cuales eran, por qué no decirlo claramente, parte también de su patrimonio (patronímico, patrimonio, matrimonio… ¡cuántas palabras de posesión!)

Ya sabemos si considera que “desde siempre” ahí, aquí, en ese territorio del que hablamos, ha sido o no parte sin más de “su” país. Pasemos a otra.

¿Siempre se ha hablado la misma lengua en ese territorio?

Si considera que es así, “de siempre”, nueva trampa. Seguramente hayan existido docenas de lenguas conviviendo, pugnando por prevalecer. Incluso cuando piensa que no debe nada a “la otra” lengua, es seguro que comparten cientos de palabras, raíces, ideas, conceptos y otros temas, y que algunos los han modificado no una, si no miles de veces, según el uso. ¿La misma lengua? ¡Si su padre y su madre usan expresiones que a lo mejor ni ellos comprenden!

Ya sabemos si considera que “desde siempre” ahí, aquí, en ese territorio del que hablamos, se ha hablado la misma lengua en todo “su” país. Vamos por otra.

¿Cree que el color del pelo, la piel, los ojos, la forma de la nariz, una característica concreta de sus dedos o piernas, algo en su cuerpo, es definitorio de su etnia, pueblo, incluso ¡atrevimiento! Raza?

Si dice que sí, pues vaya, no conoce entonces la cantidad de accidentes biológicos sujetos a evolucióm a que ha llegado su cuerpo para ser el que es. Un gen aquí, un cromosoma allá, quítame de ahí una enfermedad o una mutación… mezcle, tenga diferentes ambientes (frío, calor, soleado, sombrío, rural, urbano, montañés, litoral…) para que se expresen diferentes, coma de una u otra manera (¿mucha carne, mucho pescado, muchas verduras, lácteos sí, no, cereales?) y su cuerpo es… el que es. Un pueblo es una indefinición que se supone arraigado a un territorio y a una lengua. Vaya, dos conceptos vistos antes que vemos son… lo que son. Por tanto, tenemos que, estadísticamente (la ciencia de lo posible y lo imposible, de la mentira hecha verdad y las verdades ocultas en las mentiras) puede ser que tenga tal o cual rasgo físico porque… el azar es lo que tiene.

Y si entonces el territorio, el lenguaje, la etnicidad, son como vemos, cuestiones que históricamente, lingüísticamente, biológicamente, dependen de variables que han variado con el tiempo, ¿qué nos queda?

Comprender que los nacionalismos son inventos.

Pero si ha respondido a las tres preguntas básicas con afirmaciones, entonces es usted un nacionalista. Me da igual si español, castellano, catalán, vasco, andaluz, gallego, ceutí, de La Mancha o calzando borceguíes. Es nacionalista. Y un mentecato, pero esto es ya mi opinión personal. Porque vive un artificio inventado por otros, para perpetuar oligarquías, para favorecer ambiciones ajenas. Su tierra es el accidente donde nació usted, sin buscarlo. Su lengua es lo que hablen en casa y en su alrededor, variando la lengua con más vitalidad de la que cree, usando la que más sencillo sea usar para comunicarse. Y su etnicidad, incluso, ¡Raza! es resultado de miles de variables diferentes combinadas con gran aparato de azar.

Español, catalán, vasco, carabanchelero… son categorizaciones propias del prejuicio aristotélico, urdidas para ocultar la verdad. Que es usted un estúpido ser humano, concretamente, si hemos de categorizar, un Homo Sapiens Sapiens, heredero de miles de años de evolución en los que, curiosamente, el nacionalismo no es ni la milésima parte de la centésima fracción de microsegundo que tenemos de historia viva.

Pero, ¡ay! Se ha olvidado usted de eso. O quizá nunca se lo enseñaron. Interesadamente… y mientras, envuélvase en trapos de colores, en himnos bellos e inventados, en ficciones históricas e ilusas promesas. La verdad seguirá estando ahí dentro, que no fuera. Dentro de su sesera. Si la usa.

Eso sí, mientras, podremos tergiversar otros conceptos. Libertad, derecho, soberanía, unión-desunión, y ya tal. Lo cierto es que, mientras usted lame las palabras y conceptos, otros endulzan o amargan las mismas según sus intereses, que no los suyos. Los de clase. ¡Ah, que hay clases! Pues desde que nos sedentarizamos, oiga… y ya van más de 10.000 años. Eso ya sí que es un parpadeo veloz.

Un guiño,

sábado, 14 de septiembre de 2013

Hope springs eternal

Me gusta Capercaillie. Desde los días en que descubrí a este grupo y otros muchos en el programa de Ramón Trecet. El tipo ese que daba sermones en Diálogos3, comentaba básket NBA en los 80 y ponía música buena, mucha de ella, del Sello Resistencia, el de su esposa. Capercaillie era una ventana más al folkrock celta que me molaba tanto, y encima es de los pocos grupos a cuyo concierto en directo he ido. Y he ido a muy pocos directos.

Hay una canción que me encanta, la que da título a ésta entrada. Buscadla, leedla y comprended porqué.

La traigo a colación porque hoy estoy ya un poco hastiado del asunto Cataluña. Ya puestos, del asunto España y del asunto "tú contra mí o viceversa".

Francamente, querida, me importa un pepino rancio. Lo de la independencia. O no. Y la integridad territorial, ni te narro. Aquí los tontos pelean por la raya en la era, pero se olvidan de quienes la poseen. Y eso es lo que han logrado. Enfrentar a estúpidos contra idiotas, mezclándolos con imbéciles y tontos de capirote.

Pero miento, no me deja de preocupar. En el sentido de que, cuando Cataluña estornuda, es que España tiene fiebre desde hace tiempo. Somos el enfermo de Europa (siempre hay uno...) y llevamos en cama, creyéndonos sanos, lustros. Algunos ponen fecha a la caída, 1978. Otros antes, incluso, con un período de convalecencia jodida. Yo paso de dar fechas, que la Historia es una perra muy cabrona y dura. Asustaríamos a los niños en horario infantil.

Cuando Cataluña estornuda, el resto se saca el pañuelo para tapar el ruido y los mocos. Pero copón, los mocos están ahí, la fiebre consume la sesera y el estornudo se oye en Letonia. "¡Jesús!" o "¡Salud!" dependiendo de si es usted conservador o progresista. Vaya, otra vez delimitando campos. Y la cosa es que se prefiere eludir la realidad. "Nah, un catarrillo. En tres días, con píldoras Constitucionales, como nuevo". Los cojones. "Eh, pero es que solamente veo la nariz roja, el resto del cuerpo no ha manifestado síntomas". Claro, los pulmones van que te cagas, el corazón late de fábula y el cerebro tiene las sinapsis echando chispas. No te jode. Y aquí recuerdo el poema de Quevedo y el agujero del culo. Búsquenlo, que yo estoy vago y San Google es el mejor escriba irlandés que conozco.

La cosa es que las fronteras, las banderas, el hecho diferencial (joder, somos diferentes en costumbres, pero macho, pertenecemos a la misma especie, Homo Stúpidus Antecessor del Europeus Post Revolutionarius) el que aquí seas Pepe y allí Pep o Pepiño, o Pehpeh, tanto me da, y todo un corto etcétera de gilipolleces, me traen al pairo. Eso mismo. Bullshit, que diría el británico. Crap. Shit. Tontunas de la hora chanante.

A mí lo que me importa de esto es que, a lo mejor, cuando Cataluña sacó el trapo rojigualda para sonarse el moco de la fiebre (o la Senyera, no sé, a lo mejor me lío, no me peguéis... soy daltónico para las banderas y las veo todas igual... estúpidas) el resto reaccionó incorrectamente. En lugar de "Eh, es verdad, Esto (sea lo que sea Esto) apesta, hiede, está podrido tron" se dice "Ni de Blas Ordovás, cabrones, aquí todos juntos sin rechistar, y si alguien se pira de mi fiesta, antes le tengo que dejar yo salir, que eché llave a la puerta. ¿Os gusta? Modelo CE 1978, pero los alemanes de arriba me la cambian en un plis plas. Ordovás". Es como aquella peli de Buñuel, "El ángel exterminador". Copón, (ESPOILER!!!) nadie puede largarse de la fiesta y deriva en algo peor que surrealista.

Ahora en serio, que me ha entrado una vena macarra-revertiana que te rilas (muy suya la expresión de chulasco) y quiero ser algo más formal.

Yo quiero ser un ciudadano. Y quiero una socialdemocracia de verdad que busque asegurar los pilares de una sociedad estable, rica, acomodada, la mejor posible que se ha conocido. La de la Sanidad, la Educación, las Pensiones, los servicios Públicos esenciales... la que busca equilibrar las desigualdades mediante políticas de redistribución y reparto solidario, que no benéfico y caritativo. Una sociedad que ha demostrado dar los mejores años a Europa y los países que tomaron dicho modelo. Yo no quiero ser súbdito de una monarquía impuesta por una dictadura y que presuntamente es democrática, cuando es simplemente parlamentaria y bipartidista, cerrada, oligárquica en lo político y lo económico. Quiero que me pregunten, pero no cada 4 años. Quiero elegir a mis representantes y cantarles las cuarenta no cada 4 años, si no cuando toque. Sea el día antes de las elecciones o el siguiente al "No me cambiará el poder". Quiero sensatez, el "middle-ground" de los anglosajones, el llegar a acuerdos para todos y no la sección fanática y hooliganesca de mi tribu. Quiero superar la Historia de un país que, como dice Stephen Dedalus, trato de olvidar cada mañana. Quiero un futuro, cojones, un futuro. Para todos.

Así que Cataluña estornuda, los más idiotas miran la nariz enrojecida o el soplamocos de colores, y seguimos eludiendo lo que cualquier doctor (de la Pública, of course) preguntaría.

¿Ha fumado usted mucho? ¿ha cometido excesos? Porque tiene el cuerpo escombro, una ruina, ni Manara le redibuja algo mejor, oiga... 

Esto es lo que tenemos ahora. Eso, y una primavera que, espero, retorne eternamente tras el otoño, el invierno, y el peor verano de nuestro descontento abúlico.

Of clearing all the scum...

Un saludo,

martes, 10 de septiembre de 2013

Y de la Trinidad al serial barato...

Yo crecí con dos trilogías mágicas; "Star Wars" e "Indiana Jones". En ambas hay una coincidencia especialmente interesante. Harrison Ford. Carpintero antes que actor. ¿Necesito ser más explícito?

Steven Spielberg era el tetragramatron de aquellas historias, junto con un George Lucas que sonaba a profeta. Era hundirse en la butaca y saber que estábamos viajando. 

Hubo esperas, y en otros casos, como el mío, acortadas por la edad. Yo me pimplé la trilogía de "Star Wars" de seguido, gracias a reposiciones a las que me llevó mi hermano. Luego, cuando el estreno de "La última cruzada", me había visto las dos anteriores, en vídeo y en reestreno (sí, cuando había...) varias veces. Repetí, de hecho, en el extinto Cine España, la tercera. Y en los dos casos, las dos trilogías, que cerraré piramidalmente con una película que vale para triangular, "Blade Runner", sentí lo mismo. La conclusión de historias magníficas, narraciones mágicas, aventuras sin igual. Inicio y fin de algo irrepetible.

Pero claro, yo era niño, luego adolescente y, ahora, maduro de cuerpo y aun adolescente de mente. O demente, según quien me trate. No sabía que existía una "Industria". ¿"Industrial Light & Magic"? Eso.

Y entonces crecí, las trilogías se aposentaron como algo mítico, cerrado, que permitía soñar continuaciones y derivaciones. Soñarlas. La perfección de la irrealidad. Lo que no existe es siempre lo perfecto. Y Lucas y Spielberg decidieron que querían más. Pasta. Dinero.

Caímos. Yo no respeto la "nueva trilogía" de Star Wars. Para mí es un engendro episódico, aburrido, del que salvo los diez o veinte últimos minutos de cada película. Ni qué decir del superyayo de Indiana Jones, hablando de Gordon Childe con un motero de los cincuenta presunto sucesor. Más maduro de cuerpo, siendo como digo adolescente mental, aquello sentó como una traición. Y lo es...

Las películas de Kubrick tenían una estructura de pico. Como el famoso de la Paramount. El protagonista ascendía a un clímax y, la otra mitad, era descenso al infierno anticlimático. Bien podría Kubrick rodar un documental sobre esas trilogías + "Blade Runner". De cómo pasaron de ser míticas a seriales baratos y vergonzosos. De cómo quieren hacer un remake de "Blade Runner", añadir una segunda trilogía postiza a "Star Wars" o sacar una quinta de "Indiana Jones". Y uno siente, en lo profundo de su ser adolescente, la muerte de esa infancia, de esa magia, de esa virtud casi religiosa.

Como siempre, los sueños fueron alcahueteados por un buen puñado de dólares...

Un saludo,

martes, 13 de agosto de 2013

¿Eres padre? sufrirás... ¿y por qué, cojones, por qué?

Llevo un mes flipando con ciertas personas a mi alrededor. Saben que soy padre, y, quitando comentarios de gente que no conozco de nada, sobre si es mi hijo o no (cuando lo saco a pasear solo) u otras impertinencias, es en el trabajo donde más harto estoy acabando de determinados comentarios y actitudes. No únicamente en el trabajo, también entre personas de mi vecindario, pero sobre todo, allí.

Tengo por compañeras a unas 40 mujeres de unos 55 años de media (sí, solamente hay otros 3 hombres y más o menos la misma media) y, por supuesto, todas madres. Todas. Y es inevitable, en los trabajos, compartir un rato de asueto, ya en la máquina del café, ya en el pasillo, al entrar o salir, yendo al desayuno, o en la inevitable tarde que en su infinita sabiduría los políticos nos impusieron porque somos "vagos", donde hay que comer en la oficina.

Es curioso que, desde que soy padre (bueno, y antes cuando sabían que iba a serlo) me mortifica todo el mundo con un "Ufff... la que te espera... uff... y ahora va bien, pero luego... uff... las vas a pasar canutas... uff... duerme ahora porque luego... uff..." y tengo ese "ufff" clavado. En la columna vertebral, no sé exactamente dónde. Y claro, no puedo evitar responder, en algún momento en el que renuncio a toda corrección social... ¡¡Y entonces para qué tuviste hijos!!

Parto de la base que la madre sufre al inicio más que el padre. Mucho más. Interminables jornadas de lactancia (si esa es la decisión tomada) que hacen de la madre una esclava lechera al servicio de su hijo. Que duerme peor, come peor, apenas sí tiene tiempo para sí misma, y está constantemente agotada. Lo sé bien. Y cuando comento algo así, de pronto, las miradas convergen en mí y hay un silencio seguido de ese "Ufff"... no estallo por decoro.

Sí, seguro que pasaré tardes/noches en Urgencias por un simple moquillo mal quitado. Sí, seguro que me arrancaré los oídos cuando llore por un cólico sin parar horas y horas. Sí, seguro que iré al trabajo ojeroso, macilento y despistado por una mala noche. Sí, mil cosas más. Sí. Pero en lugar de asustar, amedrentar, mortificarme con estas cosas, ¿nadie cuenta los buenos momentos?

Mi hijo, Daniel, apenas tiene ahora 2 meses. Es un cachorro, un animalillo, una cría. Pero cuando me mira, cuando gira la cabeza, cuando duerme sobre mi pecho, cuando le veo practicar muecas de todo tipo que preludian una sonrisa, cuando hace ruiditos, cuando se tira un pedo, ya siento algo. Siento la probabilidad, el futuro, la esperanza, el largo camino que va a recorrer y que, por más que yo lo intente, no será para nada mi camino, ni el de ningún otro. Será el suyo. La responsabilidad que he adquirido es relativa; sí, darle cobijo, alimento y cariño, una educación, unas herramientas para desenvolverse. Pero la mayor de todas, la vida, es suya. Y eso es tremendo. Es abisal. Hay un futuro, hay un mundo de infinitas posibilidades que irán estrangulándose año a año, hay promesa. Hay esperanza. Y de eso, nadie habla. Nadie. Todo son quejas, mocos, fiebres, llantos, malas palabras, gestos... porque, intuyo, muchos piensan que si su hijo no hace exactamente lo que esperan de él, se sentirán agotados. Si se mueve a la derecha en lugar de a la izquierda, sentirán frustración y la corrección les agotará. Si dice "dada" en lugar de "papa", crispados tratarán de que diga bien la palabra con horas de exhaustiva repetición. Y... entonces, una labor que yo pienso es más gratificante, se convierte en alienante, granítica, pesada.

Me equivocaré, seguro. Pero estoy harto, cansado del "ufff..." y de muchas otras cosas. Que si tener un hijo solo es más agotador que dos, porque con dos se entretienen uno al otro. Ah, vale, y ya puestos, ¿por qué no atar al niño a la cama, por comodidad paterna? ¿y ponerle tapones en el culo para que cague cuando queramos nosotros? ¿o incluso un chip prodigioso manejado con nuestro iPad?...

Si me ves en la calle, no me digas "Uff". No me cuentes lo peor de esto de ser padre. No me jodas con la cantinela de dramas, trifulcas, putadas y desesperaciones. Las intuyo, las conozco porque yo también fui niño. Y, de verdad, ¿hay algo peor que una noche sin dormir? ¿que un plato sin terminar? Se me ocurren cien cosas en un relámpago. En lugar de eso, cuéntame cómo fue la primera sonrisa. Cómo la primera sílaba que parecía una palabra corta. Cómo la primera vez que sostuvo la cabeza y te miró. Cómo el coger y soltar algo con sus manos. El primer día de guarde o de cole, miedos, ansia y nervios, y luego descubrir que los niños saben adaptarse más que nosotros a todo. Los redescubrimientos que haces con tu hijo. El placer oculto y culpable de comerte los restos de su bollo y sentir que eres como él otra vez.

Pequeño, inocente, lleno de futuro. Eso merece algo diferente al "Ufff". Quizá, no sé, algo tipo... "¡Guau! vas a flipar con eso de ser padre. Sí, se sufre... pero las recompensas son... y no es solamente biología, tío. Es más. Mucho más."

Y, desde luego, quien tiene hijos puede no querer más. Quien no los tiene, puede no desearlos  o no poder tenerlos. Y cada uno es diferente. Cada uno puede albergar propósitos dispares. Un hijo que sea mejor que él, o peor y manejable, o un futuro genocida líder mundial. 

Yo tengo esperanzas... pero no las voy a contar. Son, como mi pequeño, pueriles. Y por tanto, muy serias.

Un saludo,

viernes, 9 de agosto de 2013

Sentado en mi hamaca, viendo el hongo nuclear...

¡Dong! Un poste golpea la campana.
¡Dong! En Hiroshima, donde cada 6 de agosto rememoran, con un trasfondo de mar limpio y un edificio ruinoso superviviente, el lanzamiento de la primera bomba atómica.
¡Dong! Mientras, en Fukushima, el mar recibe vertidos radioactivos. Está lejos, casi en la otra punta de la gran isla de Japón.

¡Dong! En los años 70, Supertramp saca un disco llamado "Crisis? What Crisis?". Lo más llamativo, la portada.
¡Dong! Un tipo sentado en su silla plegable playera, con toalla, sombrilla y cóctel, en bañador. De fondo, fábricas echando humo, vertederos, suciedad, grúas, piedras ennegrecidas de petróleo.
¡Dong! El fulano lleva gafas de sol, cruza las manos sobre la tripa, blanca. 

¡Ping! Entonces veo reflejadas en sus gafas un hongo nuclear. El de Hiroshima, puede ser. O Nagasaki, que nunca lo mencionan tanto. O las pruebas nucleares del Pacífico. Tanto da.
¡Pong! Es nuevo, diferente, etéreo. Sale desde los bancos y expande su radioactividad por doquier, a casas, pisos, chalets, urbanizaciones, ciudades, comarcas...
¡Ping! Lo conforman sustancias del tamaño de un guisante machacado, como la niebla londinense de río, como un puré de patatas mal pasado. Y parecen monedas...
¡Pong! Una vez que ha recorrido mundo, queda suspendido en el aire, flotando con maligna pesadez. Y abajo, sentado en mi hamaca, tras haber visto el hongo nuclear, espero. Esperamos. Esperan.

¡Ding-Dong! No sabía que la muerte había cambiado la guadaña por un smartphone, y la túnica raida por un Adolfo Domínguez negro y corbata de seda. Yo seguiré siendo de bermuda y chancla...

Un saludo,

viernes, 12 de julio de 2013

Golpes de calor

Día a día, sufro calorinas. Golpes de calor de esos que dejan tieso. Uno me dio en todo el ojo, el lunes, dejándome casi tuerto. Dos horas sin visión, y aun ahora, sigo borroso. El ojito derecho. El de los conservadores y un tal Dios. La cosa es que me ha obligado a forzar el izquierdo. El de la rodilla chascada, la que da título a la bitácora de este peatón de la historia, marino de secano sin barco. Y con el izquierdo leo y leo y veo y veo y... parpadeo.

La gran mayoría de la gente ya no vive en España. Vive en "Indignación permanente". Pero es como un sueño reiterado que he tenido durante muchos años; en él, un monstruo horrible me persigue, por las calles de mi barrio, acechándome, asustándome. Y de pronto, cuando lo encontraba, yo gritaba asustado, un grito agudo, al inicio, un "¡Ah!" gigantesco y picudo. Que iba decayendo, junto a mi cara larga, en un "Aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaah" cada vez más largo y lánguido, sostenido y atonal. Así estamos hoy, por lo que mi ojo izquierdo ve. Abúlicos, como Baroja diría.

En el mercadito compro fruta y verdura, pescado, carne y pollo. Comercio tradicional, de gente que se levanta a las 4 de la mañana para ir a MercaMadrid y pillar los productos más frescos, de más calidad, de mejor tipo. No los que te vende un gitanillo por la calle sin licencia y con gritos. No, ricos, buenos, y encima a buen precio. Tomate que sabe a tomate. Lechuga con sabor de lechuga. Y esas cosas. Y allí, con el ojo derecho a la virulé, escucho y comentamos. Y la gente, a pesar del calor, se enciende. Aunque es verbal. Hay queja. De cada uno, lo suyo. Que si cuando las huelgas del pequeño comercio, eran dos Pepes en la calle. Que aquí cada uno va a la suya y el problema es de tan arriba, que los de abajo no pueden ni saben atajarlo. Pero claro, me digo yo, entonces, ¿quiénes somos los de abajo? ¿una alfombra de medio pelo?

Los golpes de calor siguen. En mi Comunidad de vecinos, hay gente que se cuela a las 10 de la noche en la piscina, cuando ésta cierra a las 9. Y deben hacer ruido y por eso los vecinos que tienen casa al lado de la piscina se quejan. Lo comentan con el presi y, en lugar de comprensión o arreglo, se genera un debate donde se termina con un "ir al presi con el cuento es de chotas, y maleducados además. Vivid y dejar vivir, coño, que un chapuzón de noche no amarga a nadie". Y se monta. Los que pasan de todo, para quienes el "vive y deja vivir" es la forma suave de decir, tan española, "sé tú corrupto hoy, que si lo soy yo mañana, no te habré denunciado y tú a mí tampoco lo harás". El pilla-pilla, que denunciamos de los moros, esos moros marroquíes tan traicioneros y fulleros, pero que tienen el mismo ADN. 

Escucho a un chico que es representante del sindicato de estudiantes, en una comisión del Congreso (semivacía, con un presidente bigotudo y mayor y una señora de mediana edad pensando en los juegos de su iPhone) donde pega caña a todos, y es reprendido por dirigirse "de manera despectiva y sin usar el Usted" por parte de ese presidente, tan preocupado del honor, la imagen, la vergüenza. ¡Qué español! Aun usando el "Ustedes", es reprendido de nuevo por hacerlo contra personas no presentes ¡si no van, no puede usted cargar tintas contra ellas!. Ah, pero, ¿son de educación y no van a la comisión? Saben que no sirve de nada, claro...

Media España pendiente del Bretón y su caso cantado, pero las noticias son, en un 75%, sobre quién tiene más cuentas en Suiza con dinero público estafado. Y el gobierno, mientras, hace como el perro de mi cuñada con mi gato; no le mira a los ojos, pensando que así desaparecerá, por puro miedo, táctica cobarde donde las haya.

Parpadeo el ojito derecho y me caen lágrimas, siento los latiguillos de sangre en el blanco del globo alrededor de mi iris inflamado, y el escozor, que me produce rabia, como cuando tienes arena en los ojos, esa exasperación que anuda la garganta y chirría los dientes, me hace sentir necesidad de golpear, de apretar los puños como mi pequeño hijo, con fuerza, dejando blancos los dedos, y gritar de frustración, de dolor. Pero el golpe de calor es tal, que, a poco, se me olvida. Y el ojo izquierdo piensa, al final, que un día él también puede recibir un golpe similar. Y los dos ojos ven mejor que uno, dicen. Con más profundidad.

No sé por qué, pero hay un tercer ojo que tiene otra opinión al respecto.

Un saludo,

domingo, 23 de junio de 2013

Queremos empezar con la Tercera República

Pero antes, queremos terminar con la Segunda Restauración. Es el viejo cuento. Tus padres no se mueren, y no cobras la herencia. Pero la herencia se la están gastando en putas, alcohol y viajes innecesarios. Tienes miedo de que la caja esté vacía cuando llegues tú al poder, y piensas que, a lo mejor, acelerando su enfermedad, para que termine antes, es incluso misericordioso, es...

Ayer paseaba por la Plaza de Oriente, frente al palacio borbón que usó por última vez un Franco, Franco, Franco viviendo sus greatest hits. Recordaba la anécdota de otro Franco, Ramón, que no tiró bombas al palacio (a mano, cómo era entonces la tecnología...) porque vio a unos niños jugando en la plaza, y claro... también en las imágenes del pueblo madrileño, castizo, chulapo, analfabeto, rijoso, cachondo, poblando la plaza. Y en lo parecido que es a los turistas agolpados ante un guiñol o un arpista new age en la plaza. Al final, son símbolos...

No termina, no. Y el corte se nos hace incierto. No hay nadie que represente ese cambio. No hay pactos de San Sebastián, ni tampoco coaliciones, ni personalidades que digan claramente "eh, a la Tercera República". No. Hay desconcierto, fractura, pasotismo, estancamiento. Hay lo de siempre, abulia, indiferencia. Quizá sea cuestión de símbolos. Como el palacio de Oriente fue antes, o la bandera. La dichosa bandera...

Los republicanos de pro reivindican la tricolor. Roja, amarilla y morada o carmesí o violeta o azul oscura. No tengo bastoncillos suficientes para diferenciar. El color me da igual. Para unos representa una República de izquierdas, violenta, caótica. Para otros, una República de progreso, cambio y felicidad. A mí, me la pela. Ninguna bandera me pone en pie, ni mucho menos me trae ideas asociadas. Ni la tricolor francesa. 

Quizá, y solamente quizá, si tanto molesta a los republicanos de izquierdas y de derechas (que los hay, muchos...) una u otra bandera, deberían juntarse y crear una nueva. Una en la que quepan todos los colores. Una en la que sea pragmática la unión, no la desunión estúpida. No sé, rojo amarillo y rojo con un escudo de la república sedente y corona mural, así de paso ponemos una romana. O simplemente, una bandera con color ladrillo y granito en diferentes tonos. O la blanca con un montón de logos patrocinadores del país. De verdad, es que la bandera, los colores, me dan igual.

Algunos queremos empezar con la Tercera República española. Un sistema de gobierno donde se controlen las ansias y defectos de los políticos que han de representarnos. Que tenga justicia separada de los demás poderes, también separados. Un Congreso o Senado que controle la acción del gobierno, no que sea palmero irredento del mismo. Que legisle, ejecute y gobierne con verdadera eficiencia, sin malgastar los escasos recursos que tenemos. Que mire al futuro, para que, en suma, se gestionen nuestras sociedades de manera que podamos ser, mínimamente, felices. Tener las condiciones para ello, al menos.

No sé, si hubiera una personalidad fuerte, pública, que no se escudara en "mejor no lo digo públicamente, no doy el salto, que puedo perder mis negocios..." y proclamara claramente, "ESTOY A FAVOR DE LA TERCERA REPÚBLICA", a lo mejor, solamente a lo mejor, podríamos empezar. Y se sabe que los comienzos se dan porque algo ha terminado. Si no ha terminado, es porque está ahí, enquistado, supurando, robando energía...

Y la bandera... 

Un saludo,

lunes, 17 de junio de 2013

Final de la Segunda Restauración - Postcanovismo.

En los colegios e institutos, a los niños, se les enseña Historia siempre de la misma manera; por fechas. En el 711 nos invaden los musulmanes, y dura esto hasta 1492, en que se les larga de la península y de paso se descubre América. En 1588, la Armada Invencible se la pega contra Inglaterra, y empezamos un declive lento y poderoso hasta que, en 1700, palma el último Austria y llegan los Borbones, guerra de Sucesión mediante, al poder en 1713 con el tratado de Utrecht, aunque no pacifican todo hasta 1715. Y así vamos entonces enlazando períodos; reinado de Felipe V, de 1700 a 1746; Luis I "el breve", luego Fernando VI, 1746-1759, Carlos III, 1759-1788. Y paramos. Si dividen la historia en ciclos (Antigüedad, hasta que cae Roma en el 478, Medievo, hasta que cae Bizancio en 1453, Moderna, hasta que cae la Bastilla y alguna cabeza en 1789, y Contemporánea, desde ese momento hasta ahora, más o menos) es para simular que compartimentamos claramente los actos, ideas, sucesos y personajes involucrados en cada período, con afán archivero, de prejuicio (ya ves qué tendrá que ver un mongol con un caballero templario, o un maya con un musulmán...) donde parece que la Historia es, sobre todo, europea, pero no. No lo es. Y retomo entonces en el baile de fechas, con rapidez, lo que es el siglo XIX español.

Muerto Carlos III, llega Carlos IV, y entonces comienzan los líos en Borboland. Que si ahora Fernando VII es el legítimo, pero estas tropas napoleónicas ponen a José I... que si Fernando VII llega pero hay una constitución hecha en Cádiz bajo las bombas y fusiladas, en 1812... que si ahora trienio liberal sin Inquisición, pero ahora vuelve... y el colofón que ayudará a las tres guerras civiles durante el XIX, que si una mujer en el trono o mi hermano que es un Stannis Baratheon... y claro. Lío a la vista. Primero una revolución "gloriosa" en 1868, y ahora probamos un gobierno, luego una monarquía con un extranjero (Amadeo de Saboya flipaba...) y después, a falta de más experimentos, una Primera República. Terminada a golpe de estado (algo muy español) y derivada tras una pequeña dictadura militar en la llamada Restauración Borbónica. Y ahí me detengo; es el año 1875 y un Borbón vuelve al poder. 

Alfonso XII, asistido por Cánovas y Sagasta, deciden montar un sistema de alternancia en el poder de los partidos Liberal y Conservador, pactado salga lo que salga en las urnas, que a fin de cuentas, estaban llenos de los votos ignorantes y dirigidos de los caciques del sistema. Con este modelo, Alfonso XII reina hasta 1885, que muere, y deja como regente a su esposa María Cristina hasta que Alfonso XIII llega al poder en 1902, un niño militar y juguetón. Todo va bien; se viven tiempos "constitucionales", la alternancia funciona, todo el mundo que debe enriquecerse lo hace... pero, ¡ay! la corrupción y el sistema que la favorece va declinando, y los partidos nacionalistas de nuevo cuño (vascos, catalanes, etc) se presentan con ánimo de salirse de un sistema que no les favorece tanto. Y llega 1923, con un General de grandes bigotes y tantos huevos como escaso cerebro.

El desastre de Annual de 1921 sacará los trapos sucios, a borbotones, y encima, en Rusia, ha sucedido otra Revolución que lleva desde 1917 dando a todos por saco. Que es como la Francesa, pero como más eficiente, y moliente, porque aquí se mata que da gusto. Y Alfonso XIII siente miedo y recurre a la moda del momento; un gobierno fascista. Si a Italia le va bien con Musso, ¿por qué no en España algo así, con un General (típico español) capaz?a

Desde 1923 y hasta 1930, Primo de Rivera atará en corto todos los desmanes de la patria, sujetando la revolución y el separatismo, controlando a los revoltosos, llevando el país por la senda de... bueno, lo mismo de siempre. Y hete aquí que unos intelectuales, unos políticos, unas cuantas personas capaces, comprometidas y sin mucha mácula, se encuentran en San Sebastián en 1930 y deciden terminar con ese período de restauración borbónica. En 1931, con unas municipales, ya ves tú, unas elecciones locales, se proclama la Segunda República.

De 1931 a 1939, momento en que efectivamente desaparece del mapa (aunque en 1936 ya estaba casi liquidada...) tenemos en España un ensayo más democrático, más similar al de países europeos, y americanos, de representación civil, de política ciudadana, de todo un poco. Pero esto es España... y un general, como siempre, monta un golpe de estado que deviene en guerra civil. Que no podíamos pasar un siglo sin tenerla, ya que el XIX tuvimos nada menos que tres y algunas cotas de diversa intensidad.

De 1939 a 1975, entonces, tendremos, según la ideología de cada, un régimen apacible o un sistema violento y despreciable. En todo caso, al estudiante le interesa llegar a éste punto. En 1975 fallece Francisco Franco, Caudillo (nada que ver con los Führer o Conducator o Duces de corte fascista y tal...) y regresa al trono, vacío nominalmente, un Borbón. Que ya había hecho prácticas como buen becario, pero ahora es investido Rey por la Gracia de... la Transición.

¡La Transición! esa sacrosanta experiencia que puede fecharse de 1975 a 1978, momento de aprobación de una Constitución de 169 artículos, disposiciones varias y variopintas, que regirá la Democracia, nombre oficial de la Segunda Restauración Borbónica.

Si la primera duró, más o menos, según los libros de texto, de 1875 a 1923, o hasta 1930 o 31, según otros, la segunda ha durado de 1975 a... 

Y en eso estamos, lector. En ponerle fecha a la Segunda Restauración Borbónica. Pero si has leído hasta aquí, ¿no te dan miedo algunos paralelismos? O la ausencia de algunos rasgos... 

Claro que, como peatón de la Historia que soy, no me creo eso de que un corte de fechas en un libro de texto signifique que las personas de ese momento histórico dejen de ser quienes son y se conviertan en otra cosa. Eso lo dejo para libros de autoayuda o ficción total, no sé, como la Biblia.

Un saludo,

jueves, 6 de junio de 2013

Nada es sólido, todo es dúctil y maleable...

En química, en el cole o el insti, se decía que un elemento era "dúctil y maleable" cuando se podía manipular sin que se rompiera. Metales, en general, que ya podían ser luego "tenaces" o "blandos". Toda una calificación. Lo maleable, lo manipulable, era a primera vista algo que se suponía sólido (¿no lo es un metal, brillante, duro en apariencia, firme?) y eso ya da pistas de qué es el ser humano.

Antonio Muñoz Molina ha escrito un ensayo titulado "Todo lo que era sólido". Tras leérmelo, siento el regusto de leer ecos de Zweig y "El mundo de ayer, memorias de un europeo". Una melancolía y una añoranza, un recuerdo y un pasmo ante determinados eventos. Muchas veces, uno siente, pasado el momento, que comprende ese momento, pero en el instante mismo vive perplejo, atolondrado, descentrado. Ante la eterna discusión de acción o pensamiento, tan unamuniana, tan clásica, muchos intelectuales como Muñoz Molina o Zweig, se dan cuenta, más tarde que pronto, de que algo no hicieron o hicieron lo que querían pero no lo que debían. Vamos, igual que muchos ciudadanos. Que suelen lamentarse después.

Yo agradezco un ensayo como el de Muñoz Molina. Pone crítica a una realidad. Me recuerda un poco al pensamiento del historiador Tony Judt. Moderada socialdemocracia, una sensación de "tercera vía" entre los extremismos de la izquierda y los clásicos de la derecha. Pero es cierto que, en muchas ocasiones, uno no deja de preguntarse qué es mejor. Si la construcción lenta, pausada, llena de contratiempos y de retrocesos, de obstáculos de ciertas clases, o la construcción acelerada, violenta, que procede de la precedida violencia destructora y genera miedos, control, vigilancia. Uno, yo, no deja de preguntarse si no es posible, si no sería posible tener un Tirano griego, clásico, ilustrado, clarividente político que supiera lo que nos viene bien a todos, que construyera ciudadanía y luego, en un arranque digno del mítico Cincinato, se largara a su casa y dejara al resto actuar con la conciencia de haber aprendido una lección. O un Robespierre al que luego decapitar. Aunque seguramente no se aprendería esa lección.

No existe solidez en el hombre. No hay tenacidad inquebrantable ni blandura que no resista algún embate. No hay nada que el hombre no pueda construir tan rápido, en términos de especie, que no pueda destruir igual de rápido o mucho más, en segundos. Cuando me declaro misántropo, aunque atípico, es porque, como especie, somos un verdadero problema. Y ya me gustaría que probáramos el temple por, no sé, una invasión alienígena, como en los libros de Turtledove, que demostrara si podemos o no entender nuestro mundo de otra manera. Pero la realidad es que somos una charca pestilente que, cuando se agita, aflora miasmas y olores, aunque también algún bicho elegante y bello. Y uno no sabe por qué, no entiende, no comprende, pero el fuego, como siempre, aparece purificador, limpio... claro que puedo estar influido por la Inquisición, tanto como por R'hllor...

En estos tiempos, nada se toma en serio .O al menos, yo no puedo. Estoy plenamente imbuido de anaideia. Y el relativismo es un lujo en tiempos de libertad...

En fin. 

Un saludo,