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lunes, 4 de junio de 2012

Compartimentos

Somos ordenados. Tenemos un armario para la ropa, si es posible, dos lugares, uno para la de verano y otra para la de invierno. También tenemos una librería para los libros, puestos siempre con algún orden; por colores, formas, tamaños, temáticas, editoriales, autores, leídos y no leídos o, simplemente, ocupando espacios. Desde luego, ordenamos las tarjetas de crédito y el dinero y los billetes de metro y los carnés en la cartera. El bolso de una mujer es un tanto más complejo, pero también lo tienen ordenado. En la cocina de casa, sabemos dónde están las sartenes, dónde los platos y vasos, en qué lugar las cacerolas. Hay cajones para guardar calcetines y ropa interior, corbatas, medias y más prendas. Cajones, armarios, baldas, estantes...

En el medio físico solemos conocer dónde tenemos cada pertenencia. Nuestra casa, nuestro vehículo, nuestro barrio, nuestro trabajo, nuestro bar... sabemos dónde para el autobús o el metro, en qué lugar se toma el tren o tal o cual carretera. Tenemos claro dónde comprar, dónde ir al cine, qué tiendas hay y de qué según nuestra necesidad. Está todo ordenado, lugares, lugares, lugares...

Pero llegamos a la mente, y ahí... ¡ay! hay el mayor de los desórdenes. La mente y los sentimientos, claro.

Decía Conan Doyle por boca de su genial Sherlock Holmes que "el cerebro es como una habitación, no es elástico si no limitado, y por eso cualquier nuevo conocimiento exige librarnos de otros anteriores. Hay que saber escoger". No, no es literal la cita. Pero estoy completamente de acuerdo con ella. El cerebro es limitado. Y como lo demás, en la vida, hay que saber compartimentarlo. El cerebro que guarda tanto nuestros conocimientos como nuestros sentimientos. ¿O alguien aun piensa que éstos están en el corazón?

El cerebro nos ayuda con las categorías y los prejuicios. Para evitar problemas, lo conocido suele aplicarse como modelo a lo que no se conoce, así es que siempre decimos "se parece a..." o "es como...". Los modelos son eso, modelos, que hay que saber aplicar e interpretar en cada situación y momento. Pues aunque las coordenadas parezcan iguales, o similares, las situaciones cambian. Y tendemos a dejar que se entremezclen y fluyan sin control tanto ideas como sentimientos, coloreando éstos últimos a las primeras.

El problema con los compartimentos es que, aunque creamos saber encajar en ellos objetos, las personas son diferentes. Creemos etiquetar a una persona (algo que hacemos desde antes de que existiera feisbuk) y ya conocerla, finiquitar todo lo que necesitábamos saber sobre ella, pero siempre nos estaremos equivocando. Las personas pueden ser regulares, tener patrones de actuación y pensamiento, y, sin embargo, no tener clara la intención, la verdadera personalidad de esa persona. George R. R. Martin, en los libros de "Canción de Hielo y Fuego" lo hace con mucha maestría. Personajes que deberíamos odiar profundamente porque en el primer libro así nos los han presentado, de pronto nos caen mejor y les comprendemos en libros posteriores, y viceversa. Las personas no caben en compartimentos, aunque querramos creer que es posible.

A lo largo de los años, uno aprende también a diferenciar las cosas, a separar mejor. El tiempo, la perspectiva, logra muchas veces enseñarnos qué pasó realmente y, si somos valientes, entender nuestro pasado y nuestra vida. Cómo fuimos de cobardes, o valientes, o insensatos. Qué hicimos realmente y qué sucedió después. Lo que pensábamos de otra persona y, de pronto, cómo llegamos a comprenderla y avergonzarnos de nosotros mismos, renegando de lo que fuimos, pero lo fuimos. La perspectiva, una vista más ancha, una mirada calma y serena, abarcando todo lo posible con los ojos, ayuda mucho, y también nos permite conocer qué elegimos y por qué. 

Porque, al final, como siempre, somos la parte de las elecciones que tomamos y aquellas que desechamos. Realidad y potencia. Y la segunda se va acabando con cada minuto que pasa. El tiempo, tampoco, podemos compartimentarlo.

Un saludo,