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miércoles, 8 de febrero de 2017

Ripley, bandera a seguir...

No cuento nada nuevo. Ripley es un icono del cine donde una mujer es heroína, fuerte, sin necesidad de atizar mamporros, y además de las primeras en una peli de Ci-Fi, sin necesidad de ser princesa de Marte o Barbarella sexual. Ella era... Ripley. Pero quizá hay una reflexión que he perdido en las películas (me quedo en la segunda, el resto... puagh) y es la de la maternidad y el mundo de hoy.

Vivo rodeado de madres y padres. Es mi entorno ahora, claro. También de quienes no lo son por decisión o impedimento. Y de quienes han usado técnicas de todo tipo, desde las clásicas que la biología permite hasta las más avanzadas que incluyen dilema moral o legal. Me puedo permitir el lujo de decir, entonces, que para mí Ripley, el personajazo de Sigourney Weaver, es un icono del feminismo y de la maternidad consciente. Me explico.

En la primera película (sí, desvelo cosas de la trama, así que si no quieres leer, déjalo, y si sigues, no me insultes en inglés...) es una oficial, teniente, profesional, inteligente y empática. La lucha contra el Alien, cuando atraviesa las costillas del fallecido John Hurt, es feroz y ella organiza como mejor puede el asunto, siendo al final la única que escapa de aquella trampa. Diré como curiosidad que, en ese momento, la idea del Alien es que podía poner huevos él mismo para que el parásito o "abrazacaras" pudiera seguir reproduciendo a la "criatura perfecta". Pensad en ello. Un contacto violento, inesperado, obligado (nada menos que una especie de violación facial, de tu rostro e identidad) que deposita en tu interior un ser que te rompe las costillas al nacer y acaba contigo, si no te usa de nido para más seres... sí, un hijo. Un hijo nada deseado, añado yo. Ripley huye de eso, una joven muchacha (entonces no sabemos nada de su vida, si está casada con hijos o qué) que no quiere complicaciones y que además ¡tiene un gato! (Jonesy, que hizo un blog y luego un libro donde narraba todo desde su visión gatuna) y es una exitosa currante en su compañía con ánimos de ascender... venga, embarazos no deseados, hijos no queridos, puñetas avariciosas en el trabajo... ¿Lo pillas, lo pillas, lo pillas? :P

En la segunda, por el contrario, sabemos que Ripley tenía una hija (aunque apenas sale, sabemos el nombre, Amanda) y que la ha perdido tras estar criogenizada a la deriva años y años. Una especie de alegoría de la vejez, la congelación de su capacidad de procrear, perdida porque su hija... ya murió. Y no podrá tener más. ¿Cuántas veces han pasado mujeres por una FIV y similares sin resultado, desesperadas, pagando pastizales? ¿Cuántas empresas ya sugieren congelar el óvulo para embarazos posteriores? ¿Y ovodonaciones? (Pienso en el huevo del "abrazacaras"...) La cosa es que se verá envuelta de nuevo en la aventura contra esos xenomorfos, en la colonia minera que ¡sorpresa! excava codiciosamente en donde ellos fueron a ver la señal alienígena... y allí hallará otra forma de maternidad, sorpresivamente. La adopción. Porque lo de Newt es una adopción en toda regla ("Newt", ¿"nueva"?). Ya sabemos que Ripley no quería quedarse embarazada sin consentimiento porque tenía una hija, pero la había perdido por el paso del tiempo cruel que impone el trabajo estelar (aunque no se hubiera quedado en la cápsula de salvamento, tanto viaje espacial habría dislocado el tiempo entre ella y su hija) había hecho que pasara toda una vida sin ella. Por eso la empatía ante la huérfana, destrozada por los mismos motivos que ella, por esa locura ciega y destructora del universo nada ordenado, nada cosmológico. Y de ahí el gran enfrentamiento entre dos madres, dos formas de ver la maternidad, la crianza, la vida... cuando se encuentra con la Reina y le suelta aquella frase mítica, sujetando en brazos a Newt, como una madre hace con sus crías más de una vez. Y la Reina no está haciendo nada mal, en realidad. Es su modelo... otro tema que podría estudiarse laaaargo y tendido (pero no rociados de su sangre ácida, porfa). Añadir que el pobre Hicks acaba mal. Es, más que un padre, un compañero ajeno, incapaz de seguir el ritmo, sumiso a Ripley y su buen criterio. Vamos, que Ripley cria con más facilidad ella sola que acompañada... y salva la situación, se lleva  a Newt a (lo que debería ser) un final prometedor. Fin.

Alien 3 y Alien 4, más esa mierda de Prometheus, no entran en el análisis, lo siento. Lo básico, para mí, es ese proceso consciente de Ripley como evolución o cambio en la mujer buscando algo concreto, la maternidad, la hija (son niñas ambas, Amanda y Newt, curiosamente) y el intento de hacer... una familia. Y esto en los años 70 y 80, oye. 

En fin, una reflexioncilla absurda. Pero me apetecía mucho hacerla...

Una madre... cuánto cuesta cargar a la niña (no sé si tanto como el rifle)
Un saludo,

lunes, 6 de febrero de 2017

Papá y mamá y los demás.

Mi hijo tiene esa sana costumbre de no decir "papás", si no mamá-papá o papá-mamá, y no porque le hayamos imbuido un espíritu no sexista igualitario contrario al heterocentrismo patriarcal étnico blanco europeísta y cuantos más "-ismos" o "-istas" quieran los otros requeteresufijar... no. Lo dice. Como dice "me como el aire" y responde que "porque sabe a aire". Le peta. Le brota. Le es.

Tener hijos es una experiencia. Y aquí podría sacar un listado de adjetivos digno de un manual de escritura, pasando por estilos como el lovecraftiano (horrendo, tenebroso, abismal, tétrico, sombrío, ominoso...) o el ausente de Baroja, incluyendo quizá el irónico de Graham Greene. Tenerlos es una experiencia dura, agotadora, que implica muchas renuncias, muchas calibraciones en la persona (sentimientos, pensamientos) y un estado físico de asco. Y va por edades. Me refiero a las del vástago. Al inicio, cuando es dependiente, tenemos un tamagotchi o una mascota. Comer, cagar y dormir. Transportar y sonreír. Soportar agudos lloros que penetran en lo más profundo del cerebro como un taladro fino y muy, muy largo. Y lo que él come es lo que tú te quitas, pues no hay tiempo. Lo que él duerme es lo que tú duermes. Lo que él caga es... en fin. Se vive esclavo de su tiempo, sus necesidades, sus problemas. 

Todo eso empeora. Si la mascota es sencilla (yo puse el momento de superación respecto de mi gato en el año y poco) un niño, no. Empiezan los bailes. Los juegos. Los aprendizajes. Las enfermedades. Los miedos y las ansiedades. Si no hubiera leído a Lovecraft, no podría verbalizar el horror cósmico que me invade cuando tiene 39 de fiebre, llora y no sabes qué más hacer, esperando en una antesala del médico rodeado de otros padres mal vestidos, ojerosos, cansados. Empiezas a comprender cómo hay tantos que venden su alma al Diablo, cuántos suspiran por la ayuda de abuelos, hermanos, vecinos o gente que pasaba por ahí. Un rostro de madre o de padre es un rostro desesperado en esos casos. De pronto, nos damos cuenta de que hemos abierto una sima en el pecho y en ella caben ansiedades sin fin. El miedo, el miedo puro, el terror más primario, se apodera de nosotros. ¿Y si no come? ¿Y si no duerme? ¿Y si enferma y...? ¿Y si tiene tal o cual problema cuando...? El amor mamífero, irracional, visceral, se hace presente. Intelectualizarlo cuesta. Vivirlo es una amargura imposible de explicar porque no salen las palabras entre lloro y moco.

Los niños son un sumidero de energía, dinero, tiempo y expectativas. Por eso, cuando leo a madres que están, cada vez más, siendo claras y rotundas al respecto, me asombra la estigmatización, el descalabro que se les hace en redes y conversaciones. Normalmente son madres más tardías, que han conocido la vida en todo su espectro, que han vivido, viajado, trabajan y tienen una red social amplia. Son madres que han decidido serlo. Pero que estaban avisadas. No eran como las nuestras, aquellas cuya penalización por follar era ser madres toda la vida y construían así una cultura, un universo a partir de esa aventura. No. Son madres que, en suma, quieren advertir, ser claras, honestas, con sensatez, de qué es eso de ser madre. Y padre. Seamos sinceros; si yo digo a mis cuarenta tacos que "ser padre es un coñazo muchos ratos", me ganaré la mirada aprobatoria de todos los machos y el suspiro ajeno de las hembras. Nadie me reprochará decirlo, pues mi rol es el de proveedor, sustentador, coordenada moral y ética o algo así. Pero si lo hacen ellas, habrá avalancha de piedras, tirones de pelo y gritos contra su desnaturalización como madre, cuidadora, afectuosa, dedicada. Bravo por la cultura... cuánto equívoco.

Ser papá o mamá ES un coñazo. No vas casi al cine. No sales de cenas chulas. No viajas en condiciones de aventura y diversión. No conoces más que a otros padres y madres, mayormente. No lees tanto. No escuchas tanta música. Duermes poco. Comes mal. Apenas te cuidas. Descuidas aficiones y amigos de época pretérita. Reduces tu ámbito de movilidad a un barrio, unas calles. Los museos, si no tienen actividades infantiles, acaban siendo un sueño. Reconoces en los rostros ajenos miradas compasivas acompañadas de falsas palabras de ánimo. Te desprecian y te eluden. Vives, de pronto, sin recordar que antes de padre eras persona. Y todo esto es, también, relativamente cierto.

Ser papá o mamá ES una (increíble) experiencia. Redescubres sentimientos puros. Comes como un niño. Viajas a lugares por los que habrías suspirado antes. Conoces a gente muy interesante, sean o no padres y madres. Lees cuando puedes sacando más jugo del tiempo invertido. Escuchas música intentando que sea aceptada por tus hijos, pero pruebas cosas nuevas. Duermes a trompicones, sí, pero cuando duermes... comes lo que comes justificándote en tus hijos. Te dejas de emperifollar y sale el "yo" más natural y bello. Sabes sacar partido del tiempo libre para disfrutarlo más provechosamente con tus amigos de verdad. Descubres lugares en los que no te fijabas. En los museos ya no vas tachando, si no concentrado en obras que de verdad importen. Te la bufa la compasión y condescencia ajena, de hecho, se convierte en indicador para cribar. Vives siendo otra cosa, una persona y un padre. Y todo esto es, claro, relativamente cierto.

Yo no me atrevería a decir a nadie cómo debe gestionar su paternidad. O su maternidad. Igual que me parece una falta de respeto a la intimidad eso de "¿Para cuándo tienes un hijo?" o "¿Y para cuándo el otro?", entre otras lindezas, me parece flipante quienes se posicionan a juzgar cómo hacen qué respecto a esto. Gestión de rabietas, de conflictos, de horarios, de todo, eso no es algo que me permita dejar a otros juzgar. No. Se acepta ayuda, se celebra poder desahogarse de cuando en cuando, recibir consejos. ¿Pero juicios? Creo que escuchar a las madres arrepentidas, como si fueran testigos de la Mafia susurrando en un sistema de protección, no es la mejor manera. Todo el mundo se equivoca. Incluyendo a las madres. Y los padres. Pero durante la crianza es algo tan único, que el error se queda como parte del aprendizaje. Y es... especial.

Como digo, es peor si es una mujer. Y normalmente son otras mujeres las más rabiosas. Quienes han establecido el tope o cielo de su felicidad en tener hijos. Quienes han limitado su existencia a la, según ellas, mayor experiencia que podrán tener, ser madres. ¿Y los logros profesionales, vitales, los orgasmos, los placeres, los inadvertidos momentos mágicos de un día? ¿Todo eso queda ninguneado por el carnet de "madre"? Lo siento, pero no lo acepto. El feminismo quizá tenga mucho que decir al respecto. Yo, desde luego, digo con simpleza. Si quieres ser madre, perfecto. Si no, vale. Si lo eres o no lo eres, no define quién eres. E igual que nos quejamos de falsos amigos, trabajos asquerosos o situaciones incómodas, ¿no podemos quejarnos de lo que la paternidad y la maternidad hacen en nuestras vidas, nuestros cuerpos y nuestros sentimientos? Y también, claro, decir cuánto nos gusta, qué nos hace sentir bien, felices, satisfechos, resplandecientes de orgullo cuando nuestros enanos hacen algo que... Dioses. Nos sacan tantas sonrisas como ganas de tirarlos por las ventanas... y es ÚNICO. Tomemos todo con ligereza, que si no, la losa pesa.

En fin. Yo seguiré diciendo ¡JÉHÓVÁ! cuando me pete. Y apunten bien sus piedras, que yo ya devuelvo con bala... ;)

Un saludo,