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martes, 10 de enero de 2017

Retos.

El año nuevo llega, aunque no nieva, y todos tienen su lista de retos, objetivos y sueños a alcanzar. Ilusos...

Yo aprendí hace mucho que los mejores sueños son los que se acaban viviendo, pero sobre todo, los que se disfrutan en el proceso de búsqueda. Que los mejores sueños nunca igualan la realidad, por suerte. Por eso son sueños, porque idealizamos sin conocer todos los ángulos y variables de los mismos. También vale para las pesadillas, aquellos sueños que creíamos prístinos pero escondían en su esencia la materia del terror nocturno, contornos borrosos y difuminados donde moran esos monstruos que alimentamos con nuestra ignorancia. Porque desconocer es criarlos...

Nadie es objetivo, y por eso los objetivos son siempre imposibles de lograr. "Gimnasio", "Novia", "Hijo", "Casa", "Coche", "Viaje", "Trabajo", "Novela"... cualquier objetivo es un deseo, a veces propio, muchas veces impuesto por nuestro entorno. Un objetivo debería ser siempre el mismo; ser feliz. Y ese nunca nadie lo expone así, en abstracto. Lo materializa en objetos que deben proporcionar la felicidad, o experiencias que, por su propia definición, hasta que no se experimentan no sabemos qué son en realidad. Podemos prever, recrear anteriores, pero nunca lograremos saber qué es el futuro. Por definición, también. El futuro no existe; se convierte en presente efímero e inasible para pasar al pasado, antes de darnos cuenta. No existimos más que entre el presente y el dúctil pasado. El tiempo... otro sueño.

Así pues, la vida en sí misma es un reto. Llenarla de significados y significantes, simbolismos, redes, hilos que entretejan nuestra existencia junto a otras, sacando de la liada madeja algún momento feliz. Y no hablo de parcas, prefiero pensar que el Cosmos (me encanta el término...) tiene gatos divinos que juegan con nuestras madejas, impulsando hilos y sentimientos que desconocíamos o teníamos arrumbados en el cajón de "para ser felices más adelante". Vivir cada día es un reto. Pero sabe el lector que yo siempre hablo de derrotas, de virajes y tránsitos, de caminos y mares, océanos y senderos. Nadie sabe realmente qué pasará en el camino, porque el final del mismo sí es una gran verdad que queremos evitar. Y la plenitud son momentos, aislados, coleccionados, almacenados en memorias y luego maleados.

El reto es vivir, pero VIVIR. Y el único impedimento (aparte de enfermedades, volcanes, guerras, empleos aburridos, gente tóxica, contaminación, crisis económicas, hipotecas varias, asesinatos violentos, mala programación de TV, libros aburridos, música chunga, películas infumables, conversaciones aburridas, gobiernos del PP y grupos de WhatsApp, entre otras cosas) somos... nosotros.

Ah, y nada de hacer "retos virales" de cubos de hielo y mierdas por el estilo. Esa comodidad de activismo a golpe de clic es muy propia de estos tiempos de autoexposición egótica en redes... ¿Alguien salió de casa y se fue a echar una mano a alguien en donde lo necesitara, por ejemplo... a un vecino? Pues yo tampoco...

Un saludo,