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lunes, 18 de julio de 2011

De finales y principios

Hoy es 18 de julio. Unos festejan el final de la República, otros el inicio de la nueva España. Algunos ven la fecha como la de la paga extra, otros, comienzo de vacaciones. Muchos pasan por encima del día como un día más, lunes, para más joda. Yo, sin embargo, no veo en este día nada, ni un mojón ni un miliario, no veo en él señal o marca importante.

Mi final fue hace más de un mes. Falleció mi padre y, técnicamente, mi hermano y yo quedamos huérfanos. Sin responsabilidades. Sin un peso en la cabeza. Sin losas ni tampoco obligaciones más allá de las asumidas. De pronto, una historia terminaba. A mis 34 años, la vida que conocí acabó. En muchos sentidos.

Fue el final de una época. De la niñez, de golpe. De la transición a la adolescencia y juventud, de pronto. De un paso a la edad adulta. Todo aquello de pronto, decantado en un fondo oculto, brotó. De repente, mi vida terminaba. Una parte de ella.

Y ha llegado un nuevo comienzo. O mejor dicho, un comienzo a secas. Los comienzos son siempre nuevos. Es lo que pasa después lo que lo hace nuevo o viejo. Un comienzo en donde he ido descubriendo facetas de mí mismo sorprendentes. Algunas me han dejado perplejo. Otras, en cambio, me han devuelto a la realidad lo que estaba mentido o sujeto en discrección y sutil ocultamiento. Ahora sé más que nunca quién y qué soy yo.

Muchas veces creemos saber. "No sabes nada, Jon Nieve", y es verdad, no sabemos nada. Creemos... y luego realmente sabemos. Luego, después, cuando sucede. En algunos momentos gloriosos podemos percibir con prematura clarividencia lo que pasará, pero pocos. Realmente, lo sabemos cuando está pasando. O después, mucho después.

Yo ahora sé muchas cosas. Menos de las que uno desea, pero más de las que creía desconocer. Y no soy más sabio. Ojos cansados, pero mirada tierna y siempre, siempre, nueva.

Final. Y principio. Si algo acaba, es siempre porque algo empieza. Es inevitable.

Un saludo,