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martes, 13 de julio de 2010

Misticismo del pasado

Siempre me ha intrigado la influencia de la Historia en la contemporaneidad de las acciones y pensamientos de muchos. Es una especie de misticismo desarrollado a partir de interpretaciones de hechos pretéritos que suelen buscarse como justificación o excusa para cuestiones actuales. Y así, por ejemplo, hallo intelectuales de gran calibre como Pérez-Reverte echando mano de la Historia para apuntalar ideas.

En concreto, me ha gustado su último artículo (normalmente, me gustan todos) donde habla de una batalla épica, en 1212. ¿Suena de algo? Sí, Las Navas de Tolosa. Y me sorprende la afirmación casi contrafactual de que "es posible que, gracias a aquello, mi hija no lleve hoy velo cuando sale a la calle". ¿Por qué? Por esa reivindicación de los reinos de la península como armazón y raíz cristiana de la moderna nación española. Siempre construyendo algo en contra de otra cosa, en este caso, un pasado de presuntos reyes católicos que dieron paso a la libertad posterior de los ciudadanos en contra de una tiranía fanática musulmana.

Es como con el discurso famoso de Manuel Azaña. "España ha dejado de ser católica". Todo el mundo se queda con la frase, pero nada más. No indagan más allá. Azaña hace un discurso donde aquilata los méritos del cristianismo y el catolicismo, pero al tiempo, los declara superados en lo público, en los espacios de la política. Intenta superar ese mismo, no sé si llamarlo así, complejo que nos hace retornar al pasado mítico de un mundo donde el catolicismo "a la española" impregnaba todo en la vida. Azaña también se sirve de la Historia pero no para sostener, si no para avanzar precisamente en contra de la misma. De nuevo, construyendo algo en contra de otra cosa.

¿Es cierto que Europa, y España en concreto, le debe tanto a ese catolicismo, al cristianismo?. Sí. Y también a muchas otras cosas. El pasado ha de entenderse como un espacio temporal y físico donde sucedieron cosas, algunas beneficiosas para el futuro, otras no, pero no todas construidas de manera consciente por aquellos que las desarrollaron. También le debemos mucho a otras religiones, y a otros pueblos. Porque ahora mismo, los que compartimos un idioma debemos éste a una base latina, y a miles de préstamos de fuera, incluyendo aquellos de los "fanáticos musulmanes". Y las costumbres, igual. Y muchos inventos, que hacen la vida mejor, o la hicieron, no eran de rancios cristianos viejos. No.

El pasado es eso, pasado. Podemos verlo con los ojos del presente y admirarnos u horrorizarnos según nuestros actuales valores, incluso no comprenderlo en absoluto. Más bien, lo último es la norma. ¿Quién conoce a día de hoy las motivaciones últimas de aquellos tres reyes que cargaron a la desesperada contra un fanático yihadista? ¿quién conoce a día de hoy realmente por qué se iniciaron proyectos en el pasado? La verdad, la puta verdad, como dice mi amigo Javi, es que solemos mitificar, o peor aun, mistificar, el pasado. Por suerte o por desgracia, conozco a muchas personas con sus interpretaciones del pasado mediante una afición que es la reconstrucción histórica (historical reenactment, lo llaman por el norte) y me quedo atónito ante las visiones meramente heroicas, épicas y grandiosas de ciertos momentos del pasado. Me sorprende el rechazo a elementos verdaderos, ignorándolos o repudiándolos por ser cuestión que mancha su interpretación. Y, sobre todo, me pasmo por la capacidad de tergiversación de personas supuestamente inteligentes, a sabiendas.

¿Qué nos ha hecho el pasado, la Historia, para ser tan crueles, manipuladores, alcahuetos con ella?

El pasado siempre fue cruel, endulzado luego por el olvido. El pasado fue como el presente y será el futuro, una lucha por la vida, por la supervivencia, tratando de no molestar ni ser molestado, de vivir con ciertas garantías y necesidades cubiertas. Es siempre igual, desde que el sapiens sapiens ha colonizado el planeta y ha pasado a ser una especie monótona. Nuestra biología es la que es, pero nuestra mente, curiosamente, construye, manipula, cambia, modifica, tergiversa, mistifica sus recuerdos. Y así, el presente, se convierte en confusión.

Al final, lo relativamente cierto es que hay que pasar la vida separando grano de paja, evitando los charcos de lodo y buscando, en el camino, lo mismo siempre. Felicidad, tras la supervivencia...

Un saludo,